martes, 9 de junio de 2020

Comentario Cuerpo y Sangre de Cristo "A"

Jesús es alimento para la vida
CUERPO Y SANGRE DE CRISTO - "A"




Eduardo de la Serna




Lectura del libro del Deuteronomio     8, 2-3. 14b-16a

Resumen: Con una invitación central a hacer memoria del obrar de Dios en el desierto, desde la salida de Egipto, hasta la llegada a la tierra de la promesa, Israel es llamado a “no olvidar” el obrar de Dios que, si bien se manifiesta en que Dios alimentó a su pueblo y no se desentendió de él, fundamentalmente lo ha sostenido con su palabra, expresada en los mandamientos. 



En el contexto del desierto, el Deuteronomio invita constantemente a hacer memoria. El verbo “¡acuérdate! Se repite insistentemente (5,15; 8,2.18; 15,15; 16,12; 24,18.22). Lo que se invita particularmente a recordar es “que fuiste esclavo en Egipto” y que Dios intervino activamente en su liberación. Por eso Israel tiene con Dios un compromiso de lealtad que queda expresado en los mandamientos que marcan el corazón del libro. La intervención liberadora de Dios está sintetizada en esa frase, pero no se trata solamente de que “te sacó” sino también de su compañía en la travesía. Evidentemente, por la fiesta litúrgica, el texto escogido está centrado en el maná, aunque no sea el único tema del texto. Se ha propuesto que la unidad (8,1-20) está formada de un modo concéntrico:


A.- Exhortación a la vida (v.1)

B.- Referencia al desierto (vv.2-4)

C.- Referencia al a Tierra prometida (v.7-9)

D.- Exhortación central: ¡no olvidar! (v.11)

C.- Referencia a la tierra prometida (vv.12-13)

B.- referencia al desierto (vv.14-16)

A.- Advertencia de muerte (vv. 19-20).


Como se ve, en este caso, el texto litúrgico solamente está constituido por la referencia a la memoria del desierto. El problema estará que al llegar a la tierra prometida, al vivir en la abundancia, Israel correrá el riesgo (en realidad es una crítica a lo que de hecho ocurrió según la perspectiva del Deuteronomio) a olvidar a Dios. La prosperidad (muchas veces atribuida a los ídolos) hace olvidar al Dios del desierto. Evidentemente el grito “¡Recuerda!” es paralelo a “no olvidar” (v.11), cf. Dt 4,9.23.31; 6,12; 8,11.14.19; 9,7; 25,19, 26,13; 31,21; 32,18.


Como a un hijo Dios probaba a Israel para ver lo que había en su corazón (vv.2.16). El maná era simplemente un elemento, porque la palabra de Dios (= los mandamientos) son lo que en realidad sostiene al pueblo. 



Lectura de la primera carta de san Pablo a los cristianos de Corinto     10, 16-18

Resumen: Pablo pone en estrecha relación el cuerpo eclesial con el pan y el vino eucarísticos. Esta comida pone en comunión de hermanos a los participantes entre ellos y con Cristo. Esta comunión es la clave de la eclesialidad reflejada en el pan y vino compartidos.


Como es frecuente en las cartas paulinas, con el término “hermanos” (en vocativo) da comienzo una nueva unidad. Esta, caracterizada por una reflexión bíblica que será “tipológica” (alegórica). El marco alude a la idolatría, a la que hace referencia en v.7 y explicita en v.14 (“por eso”). La invitación en v.15 a “juzgar” parece la conclusión de lo dicho invitando a evitar lo pasado a lo que hizo referencia en las citas (“la mayoría no agradó a Dios”, “no sean… como”) pero también da un paso más: el juicio debe evitar algo que ocurre en las mesas: no comer en “la mesa de los ídolos / demonios” y al mismo tiempo en “la mesa del Señor” (vv.20-21).

 

En v.23 vuelve a los temas originarios (cap. 8) de la carne ofrecida a los ídolos (v.28), la conciencia (vv.25.27.28.29) y el escándalo (v.32).

 

El tema del pan y la copa (vv.16.17.21) marcan una parte. La comida y bebida de los sacrificios (thysías) pone a los participantes en comunión (koinônoì) con el altar (thysiastêríou) (v.18) según cree el “Israel según la carne”. Los de ese Israel para Pablo son “mis hermanos”.

 

En esas comidas se provoca una doble comunión: con el Señor y con los demonios; algo que no puede vivirse al mismo tiempo. Pablo no quiere que los destinatarios “entren en comunión con los demonios” porque eso provocaría “los celos” del Señor (vv.21-22).

 

La primera parte, la comunión con la copa y el pan del Señor, constituyen la lectura del día por la referencia a la Eucaristía. El acento está puesto en la copa – sangre y el pan – cuerpo como comunión (koinônía) con Cristo.

 

Esta comunión con las víctimas es la clave de interpretación en esta parte remarcando una triple comunión: con el pan – copa, con las víctimas, con los ídolos. Ahora bien, ¿qué estaría diciendo Pablo? Es posible que la idea de “comunión” sea entre los participantes, como se ve en v.17 donde ellos son tenidos por “el cuerpo del Señor” dando así un paso del cuerpo personal al cuerpo eclesial de Cristo. Así nos presenta una comida en la que Cristo participa, en la que se comparte su cuerpo y su sangre y se participa de los beneficios de su “muerte por” en beneficio de los salvados. 

 

La doble pregunta “no es acaso” es retórica, y supone una respuesta afirmativa que Pablo sabe que sus destinatarios conocen. La “copa de bendición” es frecuente en toda comida en la que hubiera vino (que eran muy pocas, debemos tenerlo en cuenta). Igualmente, la imagen de que el pan es “partido” remite a la cena pascual de Jesús antes de la pasión (cf. 1 Cor 11,24) en la que cuerpo y sangre están unidos (con lo que podemos pensar que Pablo está recurriendo a un texto tradicional que aplica a la comunidad en v.17 al pasar de “un pan” a “un cuerpo” en sentido eclesial). El pan “uno” gesta el cuerpo “uno”. Algo que también puede verse en el relato eucarístico de 1 Cor 11,17-34 donde ante la ruptura de la comunión, provocada por los ricos que no esperan a los pobres y comen su propia cena, el Apóstol les dice que eso “no es la cena del Señor” (v.20) y les dirá que el que “come y bebe” sin discernir el “Cuerpo”, “come y bebe su propio castigo” (v.29). El “cuerpo” eclesial (el hermano pobre como parte del mismo cuerpo) es lo que no saben discernir.



 

Evangelio según san Juan     6, 51-58

Resumen: En el discurso del pan de vida, donde se nos invita a recibir por fe a Jesús en la vida, se incorpora un texto –aparentemente chocante- donde se da un paso más invitando a los lectores a “comer” y “beber” la carne y la sangre del “hijo del hombre”. Sólo al recibirlo podremos acceder a la vida divina.


Desde hace mucho tiempo se sostiene que la unidad que la liturgia hoy propone fue añadida por un redactor al Evangelio con intenciones sacramentales. Jesús había pronunciado un largo discurso presentándose a sí mismo como “pan” invitando a “recibirlo”, el sentido estaba dirigido a que recibir a Jesús por la fe da la vida a los creyentes. El tema es característico del cuarto Evangelio: la fe conduce a la vida divina. Sin embargo, ante algunas ausencias que se consideraban importantes, algún miembro de la comunidad incorporó una serie de temas para que el Evangelio fuera mejor recibido. El texto litúrgico de hoy es un ejemplo de esto.

 

 La novedad comienza con la referencia a que lo que se come es la “carne” (v.51) tema que volverá en los versos siguientes: vv. 52.53.54.55. El texto típicamente joánico, por otra parte, con el doble “en verdad” (v.53) parece aportar la clave, esta “carne” es la del “hijo del hombre” que en Juan tiene un sentido importante (13 veces; 12 en la primera parte del Evangelio); el “hijo del hombre”, que parece remitir al personaje del libro de Daniel, hace referencia a la autoconciencia de sí que tiene el Jesús de Juan, esto es al “hijo” que se hace “carne” para “dar vida”.

 

El clásico malentendido, propio de Juan para avanzar en la revelación se manifiesta en este caso en la comprensión de los judíos en clave “antropofagia”, algo ciertamente chocante y que suena a amenaza (Lev 26,29; Dt 28,53-57; Jer 19,9; Ez 5,10…) a lo que Jesús añade algo todavía más duro: “beber la sangre”, algo no sólo prohibido (Gen 9,4; Dt 12,16.23; Lev 3,17; 7,26-27; 17,10-14; 19,26) sino expresamente condenado a muerte (Lev 7,27; 17,14). La paradoja de Jesús viene precisamente dada porque en este caso, el del “hijo del hombre”, el que come y bebe tiene vida, y el que no la coma no podrá tenerla (en un clásico paralelismo antitético), aunque hay que recordar que en Juan zôê – el verbo aquí usado - se refiere a la vida divina:

 

       En verdad, en verdad les digo: 

  • (-) si no comen la carne del Hijo del hombre, y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes.
  • (+) El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. (vv. 53-54)

Pero esta comida y bebida, su carne y sangre son comida “de verdad” (alêthês), término característico en Juan para designar las cosas auténticas: “Dios es veraz” (3,33), y como veraz ha enviado a Jesús (8,26).

 

 Esta comida y bebida engendran una inhabitación entre Jesús y el que come y bebe. Esto está expresado con el verbo “permanecer” (menein) que es también importante en Juan para designar esta mutua pertenencia (cf. 15,1-10).

 

 Otro término, propio de Juan y característico de esta estrecha relación entre el Padre y el Hijo, y –partiendo de esto- los creyentes es el “envío”. Con la misma autoridad de quien envía, siendo que lo que el Padre dice o hace, lo dice o hace el Hijo con su misma autoridad. En este caso, el Padre viviente da vida al Hijo, esa misma vida la reciben los que “coman” a Jesús (“me coma”) (v.57). 

 

 El texto finaliza con una imagen ya utilizada al hablar del maná (pan que comieron los padres) pero murieron. En este caso, este pan da vida (zôê) eterna. 

 

Una nota sobre los verbos de “comer”. En el capítulo 6 el verbo esthíô (comer, en aoristo éfagon) es muy usado: 5.23.26.31(x2).49.50.51.52.53.58 pero en vv.54.56.57.58 (y en 13,18) utiliza trôgô (masticar, algo que en un primer momento se decía de los animales, aunque luego se asimilaron, pero pareciera más “material”). Seguramente la intención de la mutua asimilación, lo chocante de la comida humana y la bebida de sangre se ven reforzados con el uso de este verbo, aunque no debe olvidarse que se trata de “masticar” la “carne” y beber la “sangre” del hijo del hombre, la palabra encarnada que revela al Padre y de ese modo nos da la vida divina.

 




Cuadro de Mark Chagall tomado de jewishstudies.eteacherbiblical.com

domingo, 7 de junio de 2020

Condenados al fracaso

Condenados al fracaso

Eduardo de la Serna



De entrada, quiero señalar que, en muchos párrafos de estas líneas, habrá más elementos autorreferenciales de los que me gustaría. Sólo pretendo, partiendo de cosas vividas, encontrar “puntas” que sirvan para otras personas; si sirven habré logrado el objetivo, y si no sirven, pues se puede borrar con toda facilidad, sólo se habrá perdido un poco de tiempo (ese que, para mí, no es oro).

Es importante – creo – empezar expresando qué entiendo yo por fracaso. Y me refiero, expresamente, a lo contrario del éxito. Es decir, al triunfo social, al aplauso, al reconocimiento. Casi se podría recordar aquello de “felices… cuando los odien, los excluyan, los insulten y desprecien” y “ay… cuando todos los alaben” (Lucas 6,22.26). Y digo “casi” porque, es verdad que este texto, como tantos otros, puede entenderse mal (¡y se ha interpretado mal!) y se termine en una actitud victimal. Pero sí es cierto que hay muchos desprecios y alabanzas que tocan de lleno lo que quiero señalar.

Nuestra sociedad exitista (la del rating televisivo, la de la superficialidad del aplauso, la del “reconocimiento”) suele valorar o desvalorar cosas que, en lo personal, me pone en sus antípodas. Y, por supuesto, no es grato ser despreciado (o sentirse tal), mientras sí lo es ser alabado. Pongo algunos ejemplos:

En lo pastoral y eclesial. Haber hecho una opción por los pobres tiene sus consecuencias. Y no me refiero solo a que estando en zonas marginales estamos más en riesgo (de salud, seguridad, alimentación, calor o frio, malos servicios, etc… ¡tal como le sucede a la gente!), sino también a la mirada eclesial. Los curas de los aplausos y los aleluyas, del márquetin y los milagros a la carta tienen mucho más “éxito” que los que peleamos por el pan nuestro de cada día del pueblo. Y, ya que tienen más éxito, también son más aplaudidos. “Atraen gente”. Y, especialmente, cuando la iglesia quiere mostrar que tiene gente, y “arrastra” (por ejemplo, para manifestaciones o movilizaciones para “presionar” con un objetivo) lo cual es “políticamente correcto”, es algo conveniente. Para peor, cuando esa opción por los pobres se transforma en una voz que quiere justicia, que mira a los profetas (¡poco éxito tuvieron esos muchachos!, “¿a qué profeta no mataron…?”, Hechos 7,52) los márgenes sociales se transforman a su vez en márgenes eclesiales. Pongo un ejemplo: no hubo curas participantes del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo que accedieran al episcopado (es más, era una pregunta a los potenciales candidatos).

En lo académico. Las opciones de vida tienen sus consecuencias no solo en tiempos, libros y bibliotecas, sino también en reconocimiento. El castellano y el portugués, concretamente, son dos lenguas que casi no existen en los ambientes académicos internacionales. La semana pasada leía un excelente libro bíblico, en inglés. La bibliografía citada era enorme. ¿El castellano o portugués? ¡Nada! ¿Puede salir algo bueno de Nazaret? (Juan 1,46) La misma lógica (síndrome Natanael, me gusta llamarlo) vale para América Latina. Y, ciertamente, si pretendemos “jugar su juego”, no tenemos ni los tiempos, ni el dinero, ni las bibliotecas que tienen (aquellos que, por otra parte, aunque los tuviéramos, jamás nos leerán). Conocí la biblioteca personal de Rudolf Schnackenburg y también la de Orlando Yorio. En cantidad de volúmenes la diferencia era abismal. En sabiduría, Orlando no tenía nada que envidiar a ninguno, sino que, por el contrario, reconozco mucho más sus aportes que muchos de los que tienen estantes llenos y rellenos (no me refiero a Schnackenburg, concretamente. Persona sabia, por lo que pude conocer). Pero Orlando nunca pretendió imitar o repetir un modelo que no era el suyo (ni el nuestro). La biblioteca de Lucio Gera tampoco era monumental, por lo que recuerdo. Quiero señalar que, si pretendemos repetir un modelo que no es el nuestro, no solamente, no tendremos nada (o casi) que aportar, sino que habremos negado nuestras propias riquezas y aportes. Eso no significa que no seamos capaces de dialogar o de aprovechar lo que otros proponen. Para decirlo con una metáfora: tengo un auto de matriz europea; pero ese auto anda por las calles de Bernal oeste, para servir a la gente de Bernal oeste. Si yo pretendiera ser un teólogo “europeo”, creo que sería muy malo. Además, porque no tengo ninguna intención de serlo. Pretendo ser un buen biblista latinoamericano, que piensa y escribe desde América Latina. Es posible que eso no encaje en las lógicas académicas del primer mundo. Lo siento por ellos. Perderán las riquezas que el Tercer Mundo tiene para aportarles.

En lo político. Estamos en un tiempo cruel. Nadie hubiera imaginado hace 10 años que alguien pudiera hablar de “supremacía blanca” sin que se ganara el desprecio universal. Pero estamos en tiempos muy extraños. Tiempos donde el poder campea y las víctimas son burladas estruendosamente. Tiempos donde muchos exhiben impunemente su oquedad manipulados orgullosamente por los medios de Comunicación y otros dueños de vida y muerte. Y salen supuestos intelectuales inventando palabras para decir que estarían orgullosos de ver miles de muertos por las calles argentinas, pero que al menos serían muertos libres. Tiempos raros donde muchos cuestionan y critican desde el poder y el éxito a quienes quieren cuidar o quienes quieren cuidarse.

Creo que se podrían señalar muchos elementos más, pero el fracaso campea en nuestro horizonte en el día a día. Y no es fácil abrazarlo. Porque es mucho mejor la palmada en la espalda de los triunfadores que te hacen sentir (por escasos segundos, reconozcámoslo) “uno de los nuestros” (lo que ellos no creen, pero logran que creamos serlo).

En la carta a los Corintios se vislumbra que algunos despreciaban la predicación de Pablo (seguramente no predicaba bien) en comparación con la “sabiduría” de palabra que mostraban otros, como Apolo, por ejemplo. Pablo no se defiende, pero explica que la centralidad de la cruz (que es el contenido de la predicación, de Pablo, de Apolo y de todos) debe reflejarse también en el modo de la predicación. Pablo es un apóstol crucificado con predicación crucificada. Aunque a algunos no les guste (ver 1 Corintios 1,17-2,10).

El profeta de Nazaret, no sólo manifestó su alegría porque Dios escondió “estas cosas a los sabios y los entendidos y se las has revelado a los pequeños” (Mateo 11,25) sino que eligió predicar sencillo a los sencillos. Eso son las parábolas, precisamente. Que el éxito no es el camino del Evangelio se refleja, claramente, en la cruz. Ésta es el éxito de los romanos, de aquellos a los que molestaba su predicación. La resurrección no es la inversión de la historia, no es que la tortilla se vuelva. Es el amor creador de Dios engendrador de vida que afirma que está del lado del derrotado Jesús y de los que, como él, arriesgan la vida en el amor cotidiano. Unos buscarán el éxito y los aplausos, el reconocimiento y los escalafones, mientras otros preferimos poner nuestra carpa en medio de los derrotados de la historia. Del resto, que se encargue Dios que para eso lo es.

 

Foto tomada de https://www.pxfuel.com/es/free-photo-orjcl


viernes, 5 de junio de 2020

Pasen y vean

Pasen y vean

Eduardo de la Serna



Hablar de noticias falsas (fake news) y mostrar como ejemplo a Diego Leuco (o a TN en general) es como hablar de accidentes de auto en un parque de diversiones en donde están los “autitos chocadores”. De eso se trata.

Hablar de la mala gestión de Bolsonaro en Brasil puede ser una obviedad en casi cualquier lugar del planeta. Pero que eso lo diga Trump se llama “laberinto de espejos”.

Escuchar hablar de una manera crítica de cómo los diferentes gobiernos están enfrentando la crisis, puede ser sensato, según el quién, el dónde, el cómo y el cuándo. Escuchar que lo dicen desde “Juntos por el cambio” es “montaña rusa” (o “ruleta”, en su defecto).

Escuchar, o peor aún ver, los invitados habituales en los sets o las cámaras del grupo Clarín ciertamente es un “tren fantasma”.

Escuchar hablar de la situación, o del peronismo, a Morales Solá, Fernández Díaz, Kirchbaum – Roa – Santoro, y otros “periodistas”, o a Brandoni, Martínez, Guerra, Casero, Acosta y a otros “artistas” en realidad es un “carrousel”, o tiovivo, o calesita (según la región).

Escuchar hablar a algunos de A24, o de TN, o de LN+ tiene toda la apariencia de un “teatro de marionetas” donde no se ve quién mueve los hilos, aunque se sepa que ocurre.

Escuchar hablar – como si fuera en serio – a Lanata, Corea del centro, Novaresio, Doman y sus cohortes bien puede asemejarse a un show de payasos. Hasta la ropa los delata en ocasiones.

Un buen parque de diversiones, casi un circo sin animales, salvo los sueltos… no está mal para estos tiempos de confinamiento. ¡Y eso que ya no suelen mostrarse mujeres barbudas, personas deformes o hasta nuestro propio Kaspar Hauser! Casi sería una fiesta.

jueves, 4 de junio de 2020

Una duda famosa

Una duda famosa

Eduardo de la Serna



Hace un tiempo, cuando encontrarse entre amigos era posible, discutimos hasta tarde con Jorge. Al tema en cuestión era acerca de un personaje de la política al cual ninguno de los dos apreciamos “ni un tantico así”. La cuestión era si lo considerábamos inteligente o no. Nuestra conclusión, en la que coincidimos finalmente, es que es diferente ser inteligente a ser astuto, y que el sujeto en cuestión sí era lo segundo, más no lo primero. De su mujer, esa vez, no hablamos.


Nuestra sociedad, tantas veces superficial, considera un valor la inteligencia. Y, además, la atribuye a varios o varias de la farándula. aunque quizás por aquello de que “el tuerto es rey”. En lo personal, no creo que sea un valor la inteligencia, sino una cualidad. Valor es lo que se haga con ella, al servicio de qué se ponga. Hay gente inteligente, y mucho, que – al menos en lo personal – me resulta detestable. Por mercenario. Por lobista. Por los intereses que defiende. Por fumar en cámara. Pero hay otros que ponen cara de inteligentes (y a algunos, además, no les sale). Así como hay otras que ponen cara de tontas y dicen tonterías frecuentemente, pero se podría sospechar si no es parte del personaje que representan.


La astucia, en cambio, es otra cualidad. Es la que mide los tiempos, los ambientes, para estar en la cresta de la ola en el momento oportuno. Si el inteligente brilla, aunque sea en una cloaca, el astuto está allí donde hay una luz. Quizás por eso, en ocasiones, se los confunde.


Esta misma sociedad, tan exitista, suele medir ambas cualidades en función, precisamente, del éxito. Algo que se vislumbra según se lo o la visibilice en las pantallas, por ejemplo. Un nuevo motivo para la confusión. El imperio de las apariencias, entonces, puede preguntar a astutos o a inteligentes sobre casi cualquier tema, y ambos saldrán más o menos bien parados, aunque la dirección de las respuestas no necesariamente coincida. Es otro tema, este, preguntarnos por qué en determinados temas suele ser más importante la opinión de los famosos que la de los expertos. Pero de apariencias se trata, no de conocimiento.


Esta reflexión me vuelve a la mente después de haber escuchado a un famoso auto percibido periodista hablar de las escuchas a las que fue sometido por sus amigos y mandantes. Y vuelvo a la pregunta original sobre la inteligencia y la astucia. Descartando absolutamente la primera, por obviedad manifiesta, me queda la duda de la segunda. Pero tampoco me animaría a afirmarla; como la de la diva que ama a los perros salvo si la muerden jugando, y que odia a Venezuela, ¡mi amor! No me animaría a cualificar la astucia o no, y por suerte no me toca hacerlo. Al fin y al cabo, sumergirse en mentes a-sinápticas suele ser tarea de buzos y espeleólogos, no de alguien común. Aunque entren en nuestras casas cada tanto a desparramar sus naderías desde la cresta de una ola y las luces de un set de intereses bancarios.



foto personal Calafate, Pcia. de Santa Cruz

miércoles, 3 de junio de 2020

martes, 2 de junio de 2020

Comentario Ssma. Trinidad "A"

El amor extremo de Dios


SANTÍSIMA TRINIDAD – “A”



Eduardo de la Serna





La Santísima Trinidad es un tema central y principal de nuestra fe cristiana, pero no es un tema que se encuentra explicitado en la Biblia. Así, las lecturas no desarrollan este tema (aunque la lectura de san Pablo lo insinúa, como se verá). En cierto modo podemos decir que estas son seleccionadas por dos razones: porque dicen “algo” sobre Dios, y porque comienza –en cierto modo- a vislumbrarse el tema trinitario. Acotemos que decir que no son temas explicitados en la Biblia no implica decir que no son temas “importantes”, o que no tienen “fundamento”, puesto que sí lo tiene, como se dijo. La tradición eclesial, y en especial la tradición apostólica y sub-apostólica (que también valoran los hermanos protestantes) se expresa en los primeros concilios, como los de Nicea y Constantinopla donde el tema es explicitado, y forma, por lo tanto, parte fundamental de nuestra fe. Sin embargo, aclarado esto, nos dedicaremos en este espacio a comentar los textos bíblicos, con los límites señalados, pero para ayudar a descubrir sus riquezas.


Lectura del libro del Éxodo     34, 4b-6. 8-9

Resumen: El Dios de Moisés se presenta como un Dios de cercanía en favor de su pueblo a pesar de su actitud caracterizada por las iniquidades y pecados. Dios se caracteriza por su ternura y su amor.



El texto del Éxodo, como lo es en general el conjunto de la Torah es confuso y entremezclado; se ha hablado de una serie de documentos que lo conforman. Lo cierto es que parecen descubrirse más de una mano en él. Mientras Moisés quería ver la gloria de Dios (33,18) más adelante Dios le afirma que él mismo escribirá sus palabras en las tablas de piedra que Moisés ha tallado (34,1). Esta imagen más antropomórfica de Dios contrasta con lo que sigue donde Dios desciende “en la nube” (v.5). Moisés allí “proclamó el nombre” de Yahvé. Esto ocupa el centro del relato, destacándose en él los atributos que la Biblia afirma de Dios:


Como se afirma en otras partes destacando los atributos propios del Dios de la Biblia, se lo menciona como «Mas tú, Señor, Dios clemente [rahûm] y compasivo [hanûn], tardo a la cólera [’f], lleno de amor [jesed] y de verdad [’emet]» (Sal 86,15; 103,8; 145,8; cf. Jl 2,13; Jon 4,12). Lo primero: “misericordioso y clemente” (Neh 9,17.31; Sal 11,4). Por su parte, el par “amor y verdad” se encuentra x36 en el A.T., por ejemplo: Sal 25,10; 26,3; 40,11.12; 57,4.11; 61,8; 69,14; 85,11; 89,15; 108,5; 115,1; 117,2; 138,2. 


Cada uno de estos términos merecería un amplio comentario –especialmente porque no han de entenderse en el sentido que utilizamos habitualmente. Simplemente resumamos diciendo que rahum (clemente) puede entenderse como ternura, el amor de madre; hanûn (compasión) se entiende como misericordia, gracia; ’f (cólera) es el enojo, resoplido, amargura; jesed (amor) es solidaridad, responsabilidad, gracia, gratuidad, confianza y ‘emet (verdad) es fidelidad, lealtad, firmeza, constancia. Todo esto se predica de Dios a quien se lo llama “Yahvé”.


Yahvé es el nombre que la Biblia da a su Dios. Decir el nombre es en cierta manera definirlo, es reconocer función, o capacidad. Todas estas capacidades se dicen del Dios de Israel; a esto ha de sumarse que el mismo nombre alude al “ser” [el nombre puede querer decir “yo soy el que soy” en el sentido reduplicativo que contrasta con los ídolos, que no son, o también “yo soy el que estoy (contigo)” en el sentido del Dios que camina con su pueblo]. Este es el Dios al que Moisés proclama, al que le reconoce que:


castiga los males hasta la tercera generación pero perdona y ama por mil generaciones” [este párrafo, v.7 está omitido por la liturgia]. El acento aquí está –obviamente- en el contraste entre tres o cuatro que castiga y que persona “por miles”. Israel no ha sido un pueblo fiel, pero…


A continuación se afirma que Moisés “cae en tierra” y desde allí –precisamente por la capacidad de perdonar de Dios, que acaba de señalar, pide el perdón para Israel que es “un pueblo duro de cabeza” recibiéndolo como su herencia. Postrarse es algo que se hace ante Dios (Gen 24,26.48; Ex 4,31; 12,27; Num 22,31; 1 Cro 29,20; 2 Cro 20,18; 29,30; Neh 8,6) aunque también es posible una postración reverencial ante un rey (Ex 43,28; 1 Sam 24,8; 1 Re 1,16.31) o ante un hombre de Dios (1 Sam 28,14). “Si hallé gracia (hen, favor; muchas veces semejante a hesed), camine el Señor (’adôn) con nosotros” perdonando nuestras “iniquidades (‘ôn) y pecados (hama’t)” y “haciéndonos tu herencia (nhl)”. Dios camina en medio de su pueblo a pesar de ser “cabeza dura” (Ex 32,9; 33,3.5; Dt 9,6.13).

La Biblia no “define” a Dios, no dice “cómo” es en un sentido teórico, pero no duda en mostrar su obrar en la historia caracterizado por su actitud siempre presente en favor de su pueblo.




Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto     13, 11-13

Resumen: Terminando su carta a los corintios, Pablo los invita a un modo de vida concreto, caracterizado por el amor y la paz lo cual será reflejo de la presencia de Dios entre ellos, expresado como gracia, amor y comunión como una especie de característica de Cristo, el Padre y el Espíritu respectivamente.


Con un nuevo vocativo, hermanos, Pablo concluye exhortativamente la carta. Lo que él pretende de la comunidad son frutos de la presencia del espíritu como la alegría y la paz, que deben comunicarse entre sí. Pero también pretende la plena preparación (katartizô), que se consuelen (parakaleô, 18 veces en 2 Cor), y tengan un mismo sentir (Flp 2,2; 4,2; Rom 12,16), es decir, que la comunidad crezca unida, frente a tantas semillas y signos de desunión que ha enfrentado. De este modo, estará presente entre ellos el Dios del amor y la paz. 


El saludo mutuo, beso santo y el saludo de parte de los santos es propio de las conclusiones paulinas (Rom 16,16; 1 Cor 16,20; 1 Tes 5,20). La novedad, quizá de las más sorprendentes, viene dada en el versículo final, uno de los textos aparentemente más trinitarios del NT sólo comparable al final de Mateo (28,20). ¿Es un texto tomado de alguna liturgia? Es posible, pero parece preferible suponer que el texto fue luego adoptado por su ritmo litúrgico. Probablemente la división frecuente de los corintios y los signos de desunión lo hayan hecho presentar como contraposición la unidad divina. Las operaciones son atribuidas a cada persona ya que la gracia la remite a Cristo, el amor a Dios (Padre) y la comunión es fruto de la presencia del Espíritu. Si el Dios de amor y paz está en medio de la comunidad pacificada y unida, estos dones definitivos se harán presentes definitivamente y serán generadores de unidad, de común-unidad.


Los frutos definitivos de la presencia del Espíritu, don escatológico por excelencia, son la paz, y la unidad. Pablo entiende que esto también es iniciativa divina, pero que debemos pedir, y trabajar para que llegue a nosotros. Por eso lo principal es ver que esos mismos dones, junto con el amor se dan en el seno mismo de Dios (Trinidad). Por eso es de esperar que también se den en el seno de la comunidad cristiana y por ello debemos trabajar y -especialmente- debemos pedir a Dios sus dones. Podemos decir que la unidad y la diversidad en la Trinidad son el reflejo de lo que deben ser todas las relaciones humanas, desde las políticas a las eclesiales. Así la comunidad llena de Dios estará en condiciones de anunciarlo con la vida a los varones y mujeres de todos los tiempos y lugares.




Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     3, 16-18

Resumen: Dios ama paradojalmente a aquellos que lo rechazarán, y la manifestación de ese amor es la donación de su Hijo único, el amado. El amor es lo que muestra a Dios tal cual es.



El cap. 3 de Juan presenta el encuentro y diálogo entre Jesús y Nicodemo; sin embargo, en algún momento (entre los vv.13 y 15) el texto parece abandonar el diálogo y pasar a ser un monólogo de Jesús y Nicodemo desaparece; algunos afirman que se pasa a un himno cristiano sobre el amor de Dios. Ciertamente esto ocurre antes de v.22 donde Jesús se traslada a Judea. 


Lo que se destaca es que “Dios amó al mundo”, y tanto que “dio” a su “Hijo único”. Es interesante que, en general, el término amor (verbo y sustantivo) en la primera parte del Evangelio (Jn 1-12) fundamentalmente se dice de Dios o de otros, mientras que en la segunda parte (Jn 13-20/21) se dice del Hijo. En este caso, se destaca el destinatario del amor de Dios: el mundo, y la medida: dar al Hijo. El mundo, en general, en Juan es el ambiente hostil a Dios y a Jesús, sus enemigos. Sin duda el ambiente en el que la comunidad joánica vive se encuentra con un amplio ambiento hostil a la que cualifican de “mundo” (kosmos). Dios, que ama primero, lo amó, pero el mundo lo ha odiado: “no lo conoció” (1,10) aunque quite “el pecado del mundo” (1,29) y es “el Salvador del mundo” (4,42), da “vida al mundo” (6,33) y es su luz (8,12; 9,5; 12,46; cf. 1,9) pero odia a Jesús y a los suyos (7,7; 15,18; 17,14; cf. 16,20) porque Jesús no es “de este mundo” (8,23), ni lo son los suyos (15,19; 17,16), que tiene como “príncipe” al diablo (12,31; 14,30; 16,11), por eso no recibe al Espíritu (14,17), no conoce a Dios (17,25), porque no tiene la paz verdadera (14,27), con su Pascua Jesús ha “vencido al mundo” (16,33) porque su “reino no es de este mundo” (18,36). Es decir, no se refiere a dos “universos”, como el “cielo y la tierra” sino a dos grupos diferenciados por creer o no en Jesús.


Lo paradojal viene dado en que Dios ama a quienes serán sus adversarios, y como manifestación de ese amor se señala la donación de su Hijo, al que llama “único” reforzando el amor y la intimidad (1,14.18; probablemente pensando en Abraham e Isaac, cf. Gen 22,12.16). En Juan el “amor” (agapê) es tema clave. Dios amó “al mundo” (3,16; 1 Juan 4,9) aunque los “hombres” amaron las tinieblas (3,19), tanto ama  que nos llama hijos (1 Juan 3,1). El Padre ama al hijo (3,35; 10,17), y el hijo al Padre (14,31), los amigos se aman (11,5). El amor de Jesús “a los suyos” fue hasta “el extremo” (13,1) e invita a amar “como él” (13,34; 15,12), “hasta dar (= arriesgar) la vida” (15,13; 1 Juan 3,16), tanto que el “amor” revela a los “discípulos” (13,35). Hay relación entre “amor” y “mandamientos” (14,15) pero el mandamiento es el del amor (15,17). Hay una interrelación de amar a Jesús, a Dios, y ser amado (14,21.23.24; 15,10; 17,23.26; 1 Juan 4,7.12). El que ama a su hermano permanece “en la luz” (1 Juan 2,10), tanto que no ama a Dios quien no ama a su hermano (1 Juan 3,17; 4,20), pero Dios siempre ama primero (1 Juan 4,10.19) y el amor hace desaparecer el temor (1 Juan 4,18). El amor del Padre por el mundo viene mostrado por su “don”, Jesús es don de Dios para que el mundo se salve y tenga vida.


La relación viene dada por “creer”, y el contraste entre “perecer” – tener “vida eterna” que en v.17 se aclaran como “juzgar” y “salvar”. Esta relación “perecer” – “ser juzgado” y tener “vida eterna” y “salvación” viene dada por el verbo “creer” y “no creer” (en tiempo perfecto, es decir, no haber creído y seguir en esa actitud increyente), que es creer “en él” (el Hijo único) o no creer “en el nombre” (= la persona). Los que “no creen” son los que constituyen “el mundo” a pesar del amor que Dios les ha manifestado ya que su salvación-vida eterna es lo que Dios quiere y ha manifestado en su amor. 




Icono tomado de mertonpito.blogspot.com

lunes, 1 de junio de 2020

Acceso a la estupidicracia

Acceso a la estupidicracia


Eduardo de la Serna



Ya que neologistas estamos, y que las estupideces gobiernan a más de cuatro, creo que bien podemos pensar que – al menos en un buen sector de la sociedad – por decir algo, un 40%, o también, siempre imaginando, cercanos a un puerto, o quizás inspiradores de un manual jauretchiano, se mueven gobernados por esas mismas, o – para ser más precisos – los mueven otros cuatro vivos.


Ya recordaba, en otro texto, a los que antes éramos llamados “idiotas útiles” por herederos de los que hoy son tales.


Vale también preguntarse – siempre dejando volar la imaginación, que no está sujeta al Aislamiento – si el famoso “mentime que me gusta” no es un excelente alimento para la estupidicracia. Se ha mostrado hasta el hartazgo la insolvencia de todo comentario, por no decir denuncia, de una marioneta que fuma, pero al volver a la TV, esos cuatro le dan rating.


Se ha comentado que mientras del virus se oía hablar desde China, se comentaba pintorescamente, cuando llegó a los padres de los que llegaron en barcos, allá por Italia y España, se habló de la imperiosa necesidad de cuidarnos (especialmente, porque muchos de esos cuatro habían estado por allí), y ahora que vino José Covid a visitarnos se pretende que puedan salir los que mañana probablemente mueran. Total, son pobres.


Acabo de terminar un interesante libro de Santiago Guijarro, buen biblista de Salamanca: El cristianismo como forma de vida. Los primeros seguidores de Jesús en Ponto y Bitinia, Salamanca 2018. No es este el lugar de comentarlo, corregir algún error y criticar alguna parte. Me inspira – como lo hace con frecuencia, ¡y bien! – su recurso a las ciencias sociales. Allí, al preguntarse por las persecuciones a los seguidores de Jesús que se ven reflejadas en la primera “Carta de Pedro” afirma que una razón principal fue el “prejuicio social”. Y – siguiendo especialmente a P. A. Holloway destaca las tres manifestaciones características de este prejuicio. Define a este como “una actitud social negativa hacia los miembros de un grupo concreto basada tan solo en la pertenencia a dicho grupo”. Las tres manifestaciones son: cognitiva, afectiva y conductual. Cognitiva que se traduce en estereotipos sobre el grupo; afectiva que busca generar rechazo hacia el grupo y conductual que se manifiesta en actitudes de discriminación y rechazo del mismo. Obviamente el grupo ve determinadas características que lo identifican de una manera positiva (identidad), pero el prejuicio les otorga una nueva identidad, esta negativa. De este modo, todo el grupo se ve afectado por la nueva atribución identitaria. Con esto se entra en el terreno de la agresión, amenazas e insultos, lo que provoca vulnerabilidad y luego, temor. Esto supone una autoconciencia del descredito público que lleva, en ocasiones, a sentir vergüenza por la pertenencia. Esto conduce, por ejemplo, a una actitud de rechazo que margina (lleva a los márgenes, sean geográficos, sean existenciales; periferias ha preferido llamarlas el Papa Francisco) impidiéndoles, en ocasiones participar de la vida misma de la sociedad (no pueden comprar ni vender los que no llevan la marca de la Bestia, dice Ap 13,17).


Un ejemplo evidente que señala (el tema es sabido) es que a finales del s. I se empezó a llamar a los seguidores de Jesús “cristianos” usando el término de un modo despectivo (“cristianismo” fue, todavía, más tardío… recién en las primeras décadas del s. II quizás para distinguirlo del “judaísmo” del cual empezaba a quedar claro que eran, en algo o mucho, diferentes). El término fue usado despectivamente, pero fue resignificado por los seguidores de Jesús como algo identitario. Fue un modo de resistencia.


¿Cuáles son, en este caso, las estrategias de resistencia? La “desidentificación” con los valores que se proponen como fundamentales en la sociedad de un modo general, y – en casos particulares – una “compensación conductual”, que consiste en una cierta adecuación al entorno en momentos de crisis o tensión excesiva (se trata de pequeñas concesiones que no afectan la identidad) y la “ambigüedad atribucional” que atribuye a los adversarios la responsabilidad del acoso padecido reforzando así la identidad y una actitud emocional positiva que permite descubrir el sentido del sufrimiento padecido (en momentos en que la “adecuación” no da resultado). A esto debe sumarse el uso del lenguaje resistente. Hay un lenguaje que no puede usarse en público, por el estigma, pero se utiliza el lenguaje oficial con sutiles cambios que solo perciben los de “adentro”. De ese modo se invita a los destinatarios a fortalecer la identidad que se pretendía aniquilar. Son estrategias propias de grupos marginalizados en búsqueda de la supervivencia y el fortalecimiento de las convicciones y el modo de vida (Guijarro, pp. 129-145).


Es cierto que las teorías de la resistencia presentan otras variantes, desde la que incluyen la adecuación (casi) total al perseguidor hasta la que manifiesta una actitud de rechazo que lleva, con frecuencia, a la muerte. No es el caso aquí de señalarlas. Lo que importa es ver con qué actitud (y no hay uniformidad, por supuesto, porque de eso se trata) los pobres en nuestras comunidades enfrentan la estigmatización o el intento de que – lisa y llanamente – mueran. Total…


Pero habemos otros. Los que no somos pobres pero que hemos intentado desde hace ya un buen tiempo hacer nuestra la causa de los pobres, acompañarlos en sus dolores y alegrías. Y desde nuestra mirada no podemos sino reírnos de los estupidócratas. Al fin y al cabo, el chiste, la burla y el grafiti son también un modo de resistencia. Resistencia al poder hegemónico que mueve los hilos “de la marioneta universal”, la periodística o la de cuatro manifestantes que hablan convencidos que son inteligentes.