martes, 11 de junio de 2024

Comentario a las lecturas, domingo 11º B

Dios quiere reinar desde la insignificancia

DOMINGO UNDÉCIMO - "B"

Eduardo de la Serna

 


  

Lectura de la profecía de Ezequiel     17, 22-24

Resumen: En un contexto de crítica a las autoridades que no se han preocupado por su pueblo, surge una nota de esperanza. Ese pueblo crecerá, y dará fruto, y una sombra capaz de albergar a todos.

El texto del profeta comienza con “Así dice el Señor Yahvé” (v.22) y finaliza con “Yo, Yahvé he hablado y lo haré” (v.24) con lo que la unidad es completa. El versículo siguiente vuelve a comenzar otra unidad literaria (“la palabra del Señor se dirigió a mí…”, 18,1). En 17,3-10 se presentan a modo de imágenes un águila y una vid. En v.11 se dirige la palabra de Yahvé al profeta para explicar el significado de “esto”. En v.19 se destacan las consecuencias: “por esto, así dice el Señor Yahvé”. Se trata de castigo a los dirigentes (águila) por como trataron al pueblo (vid) y esto ocurrirá en el exilio en Babilonia (vv.19-21). Pero la imagen vegetal de la vid muta a cedro (v.22) donde se destaca la altura y las ramas frondosas y sus frutos. Las aves a la sombra de sus ramas (“toda clase”) puede referirse a todos los hijos de Israel dispersos, o a todas las naciones (aunque esta lectura no parece propia de Ezequiel sino de lecturas posteriores; a menos que – Ez 31,6 – se entienda que como en tiempos de David a Israel irán todas las naciones, como vasallos, a rendir tributo) y es plantado en el “alto monte de Israel” (v.23); sin duda se refiere a la comunidad judía que está en el exilio sobre la que se pronuncia una promesa de esperanza: Dios humilla al árbol elevado y eleva al humillado (v.24).

 

 

Lectura de la segunda carta de san Pablo a los cristianos de Corinto     5, 6-10

Resumen: el don del Espíritu de Dios asegura al creyente a mantenerse en el camino y poder vivir coherentemente con lo que de hecho es.

El desmoronamiento de la morada es algo previsible en el predicador de la Palabra, pero tenemos, los cristianos, otra habitación. La idea de habitar y deshabitar sólo se encuentra aquí (3 veces) en todo el NT y siempre ambos verbos están juntos. Habitar el cuerpo es semejante a estar en la tienda, el acento está puesto en la fragilidad. Esto nos llena de confianza, no nos desanimamos (4,16), y el gemido (5,2.4) está movido por la presencia del Espíritu (cf. Rom 8,23), por eso es algo que sabemos (5,1) y anhelamos, deseando intensamente. Todas estas metáforas nos permiten descubrir la tensión escatológica de la vida del cristiano, la tensión entre el imperativo y el indicativo, seremos resucitados con Jesús (4,14). Eso es caminar en fe, no en visión, que es semejante al ver, ahora, como en espejo y luego ver cara a cara (cf. 1 Cor 13,12). Mientras tanto, ambicionamos, es un honor para nosotros, en este camino de tensión hacia el Señor, vivos o muertos (en o fuera del cuerpo), serle agradable (euarestós), término usado, en los escritos paulinos, casi exclusivamente en la parte parenética, que siempre tiene como objeto a Dios o Cristo (aunque, cf. Tit 2,9). Supone un discernimiento de aquello que le agrada para luego desearlo, buscarlo con intensidad, sea que enfrente situaciones de muerte o sea ante situaciones de vida. La mirada escatológica se precisa más aun en la referencia al tribunal que es de Dios donde Cristo actúa (Rom 2,16) y somos manifiestos (aoristo con sentido de futuro: lo seremos en ese momento concreto).

 

 

Evangelio según san Marcos     4, 26-34

Resumen: El Reino es ejemplificado en parábolas vegetales en las que se destaca nítidamente la iniciativa de Dios y su capacidad de dar fruto sorprendente, aunque nada lo indique en el comienzo.

Con dos parábolas sobre el Reino de Dios y una segunda explicación de por qué Jesús habla en parábolas concluye el “capítulo de comparaciones” propio de Marcos (que Mateo toma y amplía). En la primera parábola se compara con un hombre, en la segunda con un “grano de mostaza”, con lo que sabemos “dónde hay que mirar”. 

 

El hombre que echa grano en la tierra pasa a quedar inactivo, “se esfuma”, “no sabe”, el resto lo hace el grano. Incluso cuando llega el tiempo “se le envía (apostéllei) la hoz”, no se señala que eso lo hace “el hombre”. De hecho, aunque la parábola nos habla del “hombre” (anthrôpos) pareciera que la protagonista es la semilla. Se señalan los extremos (duerma – se levante, de noche – de día) y qué ocurre en el entretanto, él “no sabe”, la semilla germina y crece, la tierra (pasa a la tierra ahora) “automáticamente” produce fruto [no debería excluirse – como también ocurre en otras partes – una imagen de la “madre tierra” en esta figura]; el término “automatê” (“por sí misma”) es usado en el AT para referir a lo que es obrado por Dios solo (Lv 25,5.11; Jos 6,5; 2 Re 19,29; ver Hch 12,10); el Reino es algo que sólo realiza Dios, no los seres humanos. Todo el proceso de la creación entra en juego, la semilla y la tierra producen fruto y “el hombre” sólo puso la semilla en tierra [una vez más, como en tantas parábolas, la imagen es campesina]. 

 

Así, el “hombre” aparece como un simple colaborador, “pone su semilla”, pero es Dios el que hace el resto, escapa al obrar humano (quizás como una crítica – de Marcos, no de Jesús – al grupo zelote que quiere acelerar la llegada del reino para confrontar militarmente con Roma). De eso se trata el Reino. Los enviados de Jesús, los discípulos están invitados a poner su parte, pero confiados en que es Dios el que hace todo y de quién hemos de esperar los frutos (ver 1 Cor 3,6).

 

Nuevamente una parábola campesina, aunque (ya que el acento está puesto en el grano, no en el sembrador) aquí “el hombre” desaparece. El grano “se” siembra. Pero no se trata de cualquier grano, sino uno de mostaza que es proverbialmente algo minúsculo (ver Lc 17,6: “fe como del tamaño de un grano de mostaza”). Pero el tema no se concentra solamente en la pequeñez de la semilla (“la más pequeña de todas”, mikróteron on pantôn) sino en el contraste con que llega a ser “mayor que todas” (meizon pantôn). Este contraste “dice” algo sobre el Reino. Tiene un comienzo insignificante, los pobres, enfermos y pecadores son “nada” para todos los tiempos, pero el accionar de Dios lo “eleva” y “se hace” tan grande que “las aves del cielo” (a las que hace referencia Ez 17,23 – la primera lectura de hoy –; 31,6 y Dn 4,9 y que refiere a la multitud de las naciones paganas) anidan en su sombra”.

 

La unidad finaliza (repitiendo, en cierta manera, lo ya anunciado en 4,10-12) señalando que Jesús “con muchas parábolas como estas” (lo cual indica que el autor ha hecho una selección) “exponía la palabra” (ton lógon) según podían escucharle; “no hablaba sin parábolas” (parece indicar que Jesús no hablaba sino en parábolas cuando se refería al Reino) pero “a sus propios [idíos] discípulos” se los explicaba todo “en privado” [idíos]. La idea ya había sido destacada en el contraste entre “ustedes” (los discípulos) y los de “afuera” (v.11). Las parábolas, entonces, son el modo de dirigirse de Jesús a la multitud. En ellas habla del Reino, pero tiene luego – en Marcos – una revelación especial para los “suyos”. 

 

Es interesante en esta unidad (3,7-6,6a) el contraste que establece Marcos entre los de fuera y los de dentro, que ya encontrábamos la semana pasada. Los discípulos son los que están dentro de la nueva "casa" que es la comunidad, mientras que fuera están “los demás”. Es a aquellos a los que Jesús se dirige de un modo especial y “en privado” les explica (el tema continúa más adelante con frecuencia en el Evangelio, cf. 7,17: 9,28; 10,10). Es una unidad centrada en el discipulado presentado como superador de toda otra instancia como puede ser incluso la familia. De esto hablará también más adelante.

 

El video con comentario al Evangelio en

https://youtu.be/JzHnhiH29JU

o también en

https://blogeduopp1.blogspot.com/2024/06/video-con-comentario-el-evangelio.html


Foto tomada de elcandildelospensamientos.com

 


jueves, 6 de junio de 2024

Jehú, un rey genocida

Jehú, un rey genocida

Eduardo de la Serna


Una lectura descuidada del libro de los Reyes permitiría sospechar que se habla bien del rey Jehú. Algo que escandalizaría a cualquiera. Pero lo primero que hay que tener en cuenta es que el libro de los Reyes analiza las distintas monarquías según hayan favorecido o combatido la idolatría. No analiza la política exterior, la política económica, o social, o de derechos humanos. Se preocupa fundamentalmente por lo que tal o cual rey hizo con respecto a los ídolos de los pueblos vecinos, y cómo continuó o confrontó con el monarca anterior en este sentido. El resto tenemos que deducirlo o saberlo por otras fuentes, cuando las tengamos, por ejemplo los libros de los profetas.

Con el rey Ajab (873-851) y su esposa Jezabel el culto a los dioses cananeos (especialmente Baal y Asherá, a la que la Biblia suele llamar Astarté) abundó en la tierra de Israel (Jezabel era fenicia). Muerto Ajab, lo sucede – brevemente – su hijo Ocozías (851-849) y luego su nieto Joram (849-841). Ellos continuaron el aliento a los dioses “extranjeros”, lo cual, por supuesto, resulta algo aberrante para la Biblia, y particularmente los libros de los Reyes. El contexto era tenso con los vecinos ya que había clima de guerra con los “arameos”. Y Jehú era un alto militar de Israel. Cuando el rey se retira para reponerse de las heridas de guerra (2 Re 8,25-29) Jehú aprovecha la ocasión que para dar un golpe de estado (9,14-21). Se dirige al lugar de reposo del rey con su tropa. Cuando el rey le pregunta si viene “en paz” Jehú hace referencia a la idolatría de su familia y le atraviesa el corazón con una flecha y arroja el cuerpo donde había tenido su viña Nabot, asesinado por el abuelo del rey (9,22-26; ver 1 Re 21). Cuando el rey del sur, que lo acompañaba, intenta escapar, su carro fue desbarrancado (9,27-29). Luego se dirige donde Jezabel arrojándola por la ventana y pasando caballos por encima del cadáver (9,30-37). Los setenta hijos de Ajab fueron convocados y luego degollados (10,1-11). Las cabezas fueron puestas en cestas y también llevadas a las tierras de Yizreel, donde vivía Nabot. Los cuarenta y dos príncipes, hermanos del rey de Judá, fueron detenidos y también degollados (10,12-14). Al llegar a Samaría mata a todos los supervivientes del rey Ajab (10,17) y luego convoca a todos los fieles a Baal al templo, a sus profetas y sacerdotes diciendo que hará una ofrenda al dios. “Vinieron todos los fieles a Baal. No faltó ni uno solo” (10,21). Luego de la ofrenda, todos fueron asesinados y las estatuas quemadas y el templo demolido (10,18-27). Todo esto, según afirma Jehú, es porque está movido por el “celo de Yahvé” (10,16).

Como se ve, Jehú es sin dudas un asesino y un genocida. Pero la síntesis del texto bíblico al comentar su mandato dice que “actuó bien, haciendo lo recto a los ojos” de Dios (10,30). ¿Cómo puede la Biblia afirmar que un asesino de este porte “hizo el bien”?

Acá se ha de recordar lo dicho al principio: Jehú combatió la idolatría, sin duda, y enfrentó violentamente a aquellos responsables de su proliferación en Israel. Sin embargo… sin embargo en los textos bíblicos, a pesar de lo dicho, también hay algunos indicios de que Jehú no es un rey “como Dios quiere”:

  •         La síntesis final - característica del libro al concluir cada mandato - no afirma, como en otros reyes que “hizo lo recto a los ojos de Yave… él fue quien retiró los santuarios, derribó las estelas y cortó los cipos sagrados” (ver 2 Re 18,3-4) o que “hizo lo recto… sin desviarse a derecha ni a izquierda” (22,2). A pesar de haber narrado que quemó las imágenes y destruyó el templo de Baal, afirma que “¡no guardó el sendero de la enseñanza de Yahvé, Dios de Israel, con todo su corazón… no se retractó de los pecados que Jeroboam hizo cometer a Israel!” (10,31).
  •         Jehú es “ungido” por un profeta, pero en este caso, se trata de uno anónimo. “Un discípulo de Eliseo” (9,1-3), no por el mismo Eliseo, por ejemplo.
  •          En la síntesis conclusiva de su gobierno se señala que “Yahvé comenzó a reducir el territorio de Israel” (10,32), es decir, la “tierra prometida” se va perdiendo, precisamente porque no se realiza la voluntad de Dios.
  •     Pocas décadas después, un gran profeta, Oseas, que profetiza en tiempos de un descendiente de Jehú, Jeroboam II, afirma que Dios dice que “dentro de poco voy a visitar la casa de Jehú por la sangre derramada en Yizreel” (Os 1,4) y “pondré fin al reinado de Israel” (v.5) “romperé el arco de Israel en el valle de Yizreel” (v.6).

La violencia de Jehú ha engendrado más pecado y Dios no ha acompañado esto. Insistimos: si miramos exclusivamente desde el estricto aspecto de la proliferación de los ídolos, podemos decir que Dios fue tenido en cuenta por ese rey, pero si miramos otros aspectos, sumamente importantes, sin duda que podemos afirmar que Jehú estuvo lejos de ello. ¡Muy lejos!

¿Cuántas veces en nombre de Dios se han hecho cosas muy distintas a lo que Él quiere? ¿Cuántas muertes y crímenes se han justificado mirando parcialmente? ¿Cuánta violencia se ha justificado en nombre de Dios? Es una buena ocasión de mirar nuestra historia, nuestro mundo, para preguntar si realmente la voluntad de Dios es la que guía nuestro obrar, o si en su nombre hacemos o aplaudimos todo lo contrario.


 Imagen tomada de Jehú postrado ante Salmanasar https://es.wikipedia.org/wiki/Jehú

martes, 4 de junio de 2024

La utilización política de la Biblia

La utilización política de la Biblia

Eduardo de la Serna


Con la seriedad y dedicación que lo caracteriza, Rafa Aguirre ha publicado su último libro: Rafael Aguirre, La utilización política de la Biblia, Estella (Navarra): Verbo Divino, 2024. Su dedicación meticulosa a los estudios bíblicos y la importancia de leerlos en sus contextos sociológicos – pero no para quedarse en una mirada del pasado, sino para que los textos digan algo al presente con miras al mañana – encuentran su síntesis en esta obra. En este trabajo, se detiene en la utilización (en ocasiones antitética) de la Biblia en algunas regiones. A modo simplemente contrastante y de ejemplo de lo que señala, se destacan las lecturas de Martin Luther King y George W. Bush, o el Apartheid sudafricano y Desmond Tutu, o las dictaduras latinoamericanas y la teología de la liberación y las comunidades Eclesiales de Base, etc… son ciertamente, lecturas bíblicas totalmente disímiles, en una misma región. Nuestra memoria presente nos permite recordar el uso de la Biblia por Donald Trump, por Jeanine Áñez o por Benjamín Netanyahu, que también ilustran la tapa de esta obra.

Pero antes de detenerse en las distintas regiones (pp. 45-223), Aguirre hace una presentación explícita del rol específicamente bíblico-teológico que juega, en el “centro de la Biblia”, la “tradición exódico-liberadora”, particularmente en la Biblia hebrea (págs. 17-43). Siendo que este es un tema central en “la utilización política de la Biblia” del actual presidente de la Argentina (tema posterior al escrito de Rafa), me permito detenerme brevemente en esto.

Aguirre destaca dos elementos fundamentales en el camino a la libertad. Por supuesto que él tiene en cuenta – como es adecuado hacerlo – que uno es el “Moisés real” (al que permiten acceder los estudios históricos y arqueológicos), y otro el “Moisés predicado” (el de los estudios bíblicos); es a este último que se dedicará en el texto. 

El tiempo de Moisés – que es el punto de partida – con la salida de Egipto, debe siempre tener en claro que la libertad recién se alcanzará con la llegada a la tierra (algo bíblicamente siempre en proceso de adquisición; nunca concluido). Sabiendo que una generación se contaba como de 40 años, el texto deja claro que ninguno de la generación que salió de Egipto entrará en la “Tierra prometida”. Los constantes y sistemáticos rechazos a la pedagogía de Dios provocan que Él decida que ninguno llegará a la tierra de la libertad y el descanso, ¡ni siquiera Moisés!, que también “pecó”. Ciertamente es importante la salida del Egipto opresor, pero ese paso necesario no es el que constituye la “libertad”. Es evidente que Moisés da comienzo al proceso de la libertad, un paso indispensable, pero no es él el liberador, si tenemos en cuenta que la libertad recién se alcanza cuando se vive un proyecto liberador, el cual – bíblicamente hablando – es vivir en fidelidad a la alianza que Dios hace con su pueblo. El liberador, sin ninguna duda, es Dios mismo, no persona alguna, por importante que esta sea. Pero – y es evidente en la Biblia toda – la ruptura de los lazos de la esclavitud no significa que siempre el pueblo de Israel viva coherentemente con ello, por lo que con frecuencia los textos llamarán la atención del pueblo: “recuerda que fuiste esclavo…” La libertad siempre está “en acto”, y – no puede descuidarse – siempre existe, además, la tentación de volverse opresores o esclavizadores. Por eso, “¡recuerda!”

Precisamente porque esa libertad siempre está “en proceso”, es que se celebra en cada Pascua judía (y cristiana), y, además, diversos textos bíblicos, constantemente actualizan los momentos fundacionales. Es evidente, por ejemplo, que un discípulo de Isaías pretende mostrar el regreso de quienes estaban en el exilio en Babilonia, como un “nuevo éxodo”, y no es menos evidente que el Evangelio de Mateo presenta a Herodes como un nuevo faraón que intenta asesinar a todos los varones, pero uno, salvado, será a su vez el salvador. Para eso, debe dejar Egipto, pero asentarse a su vez, en la tierra. Nazaret, en este caso.

Ya hemos señalado en numerosas ocasiones la absoluta falta de seriedad y liviandad en la “utilización política de la Biblia” por parte del presidente Milei; especialmente – pero no solamente – el uso de la tradición de Moisés. No pretendo ni que él lea estos párrafos, ni tampoco la obra de Rafa Aguirre, pero, al menos, desearía que a muchos pueda este libro servirles para saber que hay “utilizaciones” que se alejan totalmente del proyecto de Dios expresado en los textos, y que en nombre de la libertad parecen más destinados a llevarnos a permanecer 40 años en el desierto, la aridez y la desesperanza, antes que para ingresar en la tierra del descanso, de la libertad y de la paz.


Comentario a las lecturas domingo 10º B

Un nuevo modo de ser familia se gesta en torno al reino

Domingo 10 “durante el año” – ciclo B
Eduardo de la Serna



Lectura del libro del Génesis     3, 9-15
Resumen: el texto del varón y la mujer en el jardín, y la sentencia posterior que “marca” a toda la especie humana destaca la rivalidad perpetua entre la serpiente y la descendencia de la mujer. La relectura mariana del texto a partir de la traducción latina explica su introducción en la liturgia de hoy.

El texto del varón y la mujer en el jardín se presenta con un esquema judicial: hecho en el que se viola un mandato (3,1-7), interrogatorio (3,8-13) y sentencia (3,14-19). El mandato está presentado como tantos mandamientos: “no comerás” (2,17). La violación del mandato presenta los personajes: serpiente, mujer, varón y el interrogatorio se desarrolla de modo inverso: varón, mujer y alusión a la serpiente. La sentencia nuevamente invierte los personajes: serpiente, mujer, varón. Como es habitual en los interrogatorios, cada uno responsabiliza al siguiente: el varón a la mujer, la mujer a la serpiente. 

Después de cometido el delito el interrogatorio comienza cuando una serie de elementos se manifiestan “fuera de lugar”: el ser humano “tiene miedo” (y vergüenza), se descubre desnudo, Dios no lo encuentra porque se ha escondido. No interesa en el lenguaje de los mitos que Dios no debería ignorar dónde se encontraba en ser humano, importa que la causa resulta trasparente: ¿acaso has comido?

La sentencia, presenta los elementos negativos de la vida cotidiana vistos ahora como una suerte de pena por el mandato violado: la serpiente resulta peligrosa para la especie humana, el dolor del parto, el dominio del varón sobre la mujer, el trabajo arduo y muchas veces infructuoso del campesino… [Desde una mirada de género resulta evidente que el dominio del varón sobre la mujer es algo negativo y perverso que el autor ve en su tiempo presente y tiene claro que no es eso lo que forma parte del plan de Dios para los seres humanos]. El texto litúrgico consigna solamente la sentencia a la serpiente. Nuevamente hay que señalar que no tiene sentido preguntarse si “antes” las serpientes tenían patas y hablaban; nada de eso cuenta en el esquema de los mitos. Sí importa destacar la causa de algo negativo del presente, originada en la infidelidad del ser humano originario.

En el v.15 hay que notar que en el texto hebreo se destaca que “el linaje de la mujer”, es decir, la humanidad, estará en constante enemistad con las serpientes. Es evidente el peligro que este animal representa para el campesino y el conflicto entre ambos. Sin embargo, la traducción latina de la Vulgata no señala la enemistad entre “él” (= el linaje) sino “ella”, es decir, la mujer. La gran cantidad de imágenes marianas en la que se ve a María pisando la cabeza de una serpiente manifiestan claramente la eficacia de esta relectura.


Segunda carta de san Pablo a los cristianos de Corinto               4,13-5,1

Resumen: Pablo, como predicador en la comunidad no se fija en sí mismo sino en aquello que beneficia (edifica) la comunidad, la fe. Ese es el sentido de su apostolado.

La predicación es consecuencia de la fe, y la predicación conduce a la fe (Rom 10,16; 1 Cor 1,21; 15,11). El predicador es sólo un instrumento, un mediador, por eso el mismo predicador no tiene en cuenta su propia muerte sino la vida de sus destinatarios, por ustedes; y cuantos más sean agraciados con esto, más acción de gracias y gloria recibe Dios. Pablo no tiene en cuenta su propio desmoronamiento exterior, algo se va edificando interiormente, y esa identificación interior es un anticipo de la resurrección que ya empieza a actuar en el creyente. Encontramos el juego de opuestos y un típico “de menor a mayor” hebreo: pasajero-eterno, esta vez acompañado por visible-invisible.

El Espíritu, que es el que inspira las Escrituras es llamado espíritu de fe, y es el que mueve a Pablo a hablar, impulsado por la fe y buscando que los destinatarios lleguen a la fe. En la fe, y no en los fenómenos extraordinarios, está la garantía de la presencia del Espíritu. Es en el espíritu y en la fe donde radica la fortaleza del Apóstol, no en su propia capacidad. La cita no es literal de la Biblia hebrea, pero remite al texto griego del Sal 115,1 (“aleluya creí y por tanto hablé...”). Pablo la aplica a sí mismo, pasando al plural apostólico: “creemos y por tanto hablamos”, refiriendo a su predicación, que es tradicional en la Iglesia primitiva: Dios lo resucitó (Hch 3,15; 4,10; 5,30). Esto es algo que sabemos (palabra frecuente en Pablo, 19 veces, cf. 1,7; 5,1.6.11.16). Pero supone una actualización en la vida de los creyentes, esta palabra es de resurrección en la que Dios es sujeto no sólo de “levantar” a Jesús sino también a los suyos en unión plena con él. La unión es escatológica superando lo cronológico, y todo es en favor de la comunidad. Con (syn) es una preposición que supone comunión plena con el crucificado-resucitado a partir del Bautismo (Rom 6,8). La resurrección de Jesucristo no es un hecho aislado, es el comienzo de los tiempos escatológicos del cual participan todos los que están “en Cristo”, por eso es “primicia de los que durmieron” (1 Cor 15,20); y unidos a él re-nacerán los que le pertenecen (1 Cor 6,14; 15,12-23). Más que temporal, todo el marco es escatológico.

En 4,16 tenemos un dualismo escatológico muy acentuado: exterior-interior, momentáneo-eterno, visible-no visible, casa de tienda-edificio de Dios, fe-visión. Pero este tiempo escatológico ya ha comenzado: es el hombre interior. Las imágenes parecen griegas (cf. 4,7; 5,1.4) pero con presupuestos antropológicos diferentes: lo que se manifiesta es la muerte y resurrección de Cristo. El dualismo es escatológico, no antropológico.

Mientras en vv.7-12 en la vida se actúan los sufrimientos presentes, en 4,13-5,10 se anticipa la vida futura por el espíritu de fe y la gracia que Dios multiplica en la comunidad creyente. El desmoronamiento del hombre exterior parece comparable a los utensilios de barro y la carne mortal (4,7.11) por lo que la referencia es a la fragilidad, mientras que la renovación puede hacer referencia a la metamorfosis (3,18). Pero debemos relacionarlo con los sufrimientos apostólicos, que son momentáneos (v.17). Probablemente por eso utiliza la imagen de casa de tienda que se demuele (kataluô; las tres veces que Pablo usa este término demoler, siempre se contrapone a edificio/edificar, oikodemê/oikodemeô), el cuerpo que se deshabita. Por el contrario, la renovación del nosotros interior se relaciona con el edificio de Dios, una morada no hecha por mano, revestidos de los cielos. Ciertamente Pablo está contraponiendo la acción de los hombres que se enfrentan al apóstol (liviandad) y sus efectos en su persona, con el peso de la acción e iniciativa de Dios y el obrar de la gracia cada vez más excelente. Pablo no presta atención a las tribulaciones (thlipsis), que son visibles y pasajeras, sino a la obra de Dios, por eso no se detiene en ellas, sino que mira lo no visible.

Para hablar de este hombre interior, Pablo recurre ahora a dos metáforas: la habitación y el vestido; ambas le servirán para remarcar la fragilidad y transitoriedad. La morada (5,1.2.4.6.8.9) puede ser terrestremortalcasa de tienda, (“casa que es tienda”), que se demuele (ciertamente Pablo está pensando en la muerte; la imagen puede estar tomada de Is 38,12 donde también se usa katalúôn skênên), que nos hace deshabitar del Señor, o una morada eterna, en los cielosedificio de Dios. En este caso pasa a hablar de la resurrección. Pablo se refiere al cuerpo, pero hay un cuerpo para la muerte, y uno para la resurrección, cuerpo al que podemos “deshabitar” dedicados en agradar al Señor con lo que se revela nuestra vida.


+ Evangelio según san Marcos                        3,20-35

Resumen: un contraste entre quienes quieren escuchar a Jesús y quienes quieren impedir que predique se señala como quienes están dentro o quienes permanecen fuera de un encuentro de verdadera familia.

El Evangelio de Marcos tiene dos grandes partes, cada una de las cuales tiene tres subunidades. El texto de hoy es el comienzo de la segunda subunidad de la primera parte de la obra. Luego de una presentación general del ministerio de Jesús (3,7-12) hace referencia a los discípulos (3,13-19) para luego, en el cuerpo señalar la centralidad del discipulado visto como nueva “familia de Jesús”. Los términos “casa” y la referencia a la parentela de Jesús enmarcan la unidad (3,20-6,5).

Marcos recurre, en el comienzo (que es el texto litúrgico del día), a su clásico estilo en “sándwich” (A B A’) y es interesante prestar atención al motivo de la incorporación de “B” para comprender mejor el texto. La estructura es como sigue:

           A.   Los familiares van a buscar a Jesús para “encargarse” de él (3,20-21)
               B.   Los escribas afirman que Jesús actúa poseído por Belcebú (3,22-30)
A’. Los familiares llegan a buscar a Jesús (3,31-35)

A.- No parece haber conexión entre los primeros dos versículos: “una multitud se reúne hasta el punto que ni puede comer pan” y “lo escucharon los “cercanos” (familiares) y deciden tomarlo. ¿Por qué? ¿Qué relación hay entre la multitud que lo rodea y los familiares que “por eso” deciden “llevarlo”? El motivo es que “decían está fuera de sí (= desquiciado). ¿Tiene relación la locura atribuida a Jesús con las multitudes que lo siguen? Pero los suyos, su madre y sus hermanos, llegan narrativamente después de un texto que alude a lo que afirman “los escribas” (unidad B). 

B.- El texto comienza y termina con una misma idea que Jesús “esta poseído” (vv.22 y 30, literalmente “lleva”, “tiene en sí”, éjô). A quien Jesús tiene es a Beelzeboul, “el príncipe de los demonios”.

Una breve nota sobre el diablo y los demonios: se ha dicho, y parece cierto, que “el diablo” y los “demonios” no son idénticos. De hecho, jamás se afirma que Jesús expulsa al o a diablo/s. Eso se afirma de “los demonios”. Más precisamente, diablo (o sinónimos) jamás se dice en plural: no hay “diablos”, mientras que no existe “el demonio” ya que estos son “un ejército” o un colectivo. Sí se habla de que un (o varios) demonios “entran” (poseen) a una persona. El diablo (o sinónimos) es presentado como el “jefe” de los demonios. En la literatura apocalíptica, que es cuando se multiplican sus nombres, el diablo es presentado también como Satanás, Belial, o también Beelzeboul (cf. 2 Re 1,2.6). “Satan” es “el adversario” (cf. 1 Re 11,14), y habitualmente el “adversario de Dios”; también el “acusador” o el fiscal” (cf. Job 1-2). En Ap 12,7 se contrasta a Miguel y sus ángeles y al Dragón y sus ángeles. Se supone, entonces, en el texto, que el “jefe” de los demonios puede ordenarles que entren o salgan de una persona. El objetivo ciertamente es perjudicarles.

Jesús les pregunta a los escribes cómo es eso posible; no tiene lógica estratégica. Para ejemplificar esto, recurrirá a una parábola. Tres veces utiliza la misma idea para – como es evidente – en la tercera “hincar el diente” en el tema:
  • Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir. (v.24)
  • Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá subsistir. (v.25)
  • Y si Satanás se ha alzado contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, pues ha llegado su fin. (v.26)

Como se ve, Jesús no solamente identifica a Satanás con Beelzeboul sino que además la división “contra sí mismo” la explicita como “alzado contra sí mismo”, y la incapacidad de “subsistir”, mantenerse (en pie), indica que “ha llegado a su fin”. Las imágenes de un reino o una casa son ilustrativas para la tercera: Satanás, que es el tema en cuestión, aunque el reino, ciertamente indica el conflicto con otro reino, el de Dios..

Pero Jesús “contraataca” y destaca que para apropiarse de los bienes de una persona “fuerte” es necesario antes inmovilizarlo a fin de lograr el objetivo. ¿De quién se trata? ¿A quién identifica Jesús como “el fuerte”? En Marcos (y los otros Sinópticos) quién es calificado de “más fuerte” es, precisamente, Jesús. Lo que él parece estar indicando, entonces, es que, con su actitud perversa, los escribas pretenden “atar las manos” a Jesús e impedirle obrar. Los “bienes” de Jesús parece tratarse del “reinado de Dios” que se manifiesta expresamente en la expulsión de demonios.

Una breve nota teológica sobre la expulsión de demonios: con mucha frecuencia en los evangelios Sinópticos (jamás en Juan) Jesús expulsa demonios. Sería preciso decir que no se trata de “exorcismos” ya que esto supone un ritual. Flavio Josefo destaca como “gran exorcista” a Salomón, para lo que recurre a amuletos, por ejemplo. De hecho, el término “exorcista” sólo se encuentra en Hch 19,13 en toda la Biblia y se trata de unos “judíos” pero no pueden lograr su objetivo. Jesús, en cambio, expulsa “con una palabra”, sin rituales. No es la intercesión de Jesús, sino su palabra autorizada la que logra el efecto. Por otra parte – especialmente en Marcos – la expulsión de demonios es un gran signo del obrar de Jesús (y de los suyos) como manifestación del reinado de Dios. El diablo y sus ángeles buscan aniquilar a la persona, mientras que Dios quiere su bien pleno; la “posesión” representa una expresión clara del “anti-reino” mientras que la expulsión y la restauración de la persona permite que Dios reine.

Precisamente por esto, por la pretensión de atar las manos de Jesús es que se impide obrar al Espíritu Santo (ese que “el más fuerte” comunica en su bautismo, 1,8), y eso es imperdonable.

Breve nota sobre los escribas en Marcos: de un modo simplista se puede decir que los colectivos negativos en Mateo son los fariseos, en Lucas son los ricos y en Marcos son los escribas. Ya se señaló que Jesús tiene “autoridad”, “no como los escribas” (precisamente en el primer gran gesto de Jesús, la expulsión de un demonio en la Sinagoga, 1,22); los responsables de la muerte de Jesús serán los “sacerdotes” y los escribas (8,31; 10,33; 11,18…). Lo que los caracteriza es la ostentación y aprovecharse de los débiles (12,38-39).

Esto nos permite entender la relación planteada al comienzo: las multitudes que rodean a Jesús y la intensión de sacarlo del medio. La frase “está fuera de sí”, entonces, parece dicha por los escribas, no por los familiares de Jesús. Éstos, sí, deciden “hacerse cargo” porque la estigmatización de Jesús se transmite a toda la familia y eso mancha el honor familiar.

A’.- Los familiares llegan a donde Jesús estaba rodeado por la “multitud”. Marcos destaca que “se quedan fuera” (v.31), cosa que le repiten los informantes (“están fuera”, v.32). El contraste, ahora, viene dado entre quienes están “fuera” y los que están “dentro” (“los que estaban sentados rodeándolo”, v.34). A la pregunta de Jesús “¿quién es…?, él mismo responde: “¡estos!” La novedad de la nueva familia que Jesús propone (o la nueva “casa” que propone integrar) viene dada por la respuesta positiva a la voluntad de Dios (= reinado de Dios).

Una serie de temas quedan pendientes y sólo podemos muy escuetamente señalarlos:

  1. La madre de Jesús. La respuesta de Jesús no parece dejar bien parada a su Madre. Hay que señalar que en Marcos (tampoco en Mateo; en cambio en Lucas empieza a notarse un interesante cambio) no hay una “mariología”. La intención no es ni criticar, ni destacar a la madre, sino contrastar dos colectivos humanos.
  2. La familia. No es exacto afirmar que Jesús defiende “la familia”. El centro de la predicación de Jesús es “el reinado de Dios” y este es puesto por encima de todo, incluso de la familia. Si ésta permite que Dios haga su voluntad (= reine) pues será parte del “adentro” de Jesús; caso contrario, quedarán afuera.
  3. La casa. Se ha señalado que en Marcos se propone una “nueva casa”, o una “nueva familia” en la que hay “un padre”, Dios y una multitud de hermanos y hermanas. Es el sentido del discipulado como Marcos lo entiende. En el adentro de esta casa Jesús habla con más claridad puesto que se trata de aquellos dispuestos a “cumplir la voluntad de Dios”. Es muy frecuente, en Marcos, que cuando Jesús queda con los suyos (“adentro”) les explica con más claridad todo: “a ustedes se les ha dado el misterio del reino de Dios, pero a los que están fuera, todo se les presenta en parábolas” (4,11).


El “sándwich” está concluido: en torno a Jesús hay unos que están dentro, lo rodean, lo escuchan y se manifiestan abiertos a escuchar y cumplir la voluntad de Dios. Otros quedan fuera, y no son presentados como discípulos del reinado de Dios, por el contrario, en la práctica buscan sacar a Jesús del medio, “atarle las manos” impidiendo así obrar al Espíritu Santo, impidiendo a Dios reinar. Jesús comienza, en esta segunda sub-unidad del Evangelio, la travesía de la predicación de ese reinado que Jesús predica.



Foto tomada de http://leonocio.es/event/feria-de-la-patata-en-chozas-de-abajo/

lunes, 3 de junio de 2024

Déjà vu

Déjà vu

Eduardo de la Serna



Los que algo hemos vivido y tratamos de pensarlo, algo recordamos.


No soy de los que creen que la historia se repite, pero sí que hay cosas que una y otra vez ocurren. Y no es sensato esperar, por cierto, que los resultados sean diferentes. Eso de que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra no es cierto… tropieza tres, y cuatro, y… (basta con ver la reincidencia en el neoliberalismo para entenderlo… porque la primera fue impuesta por la dictadura – no tenía otro modo de empezar – pero las restantes: menemismo, macrismo y mileinarismo [¡a la m…!] fueron por voto popular…


En su ya paradigmática carta, Rodolfo Walsh señalaba que la clave estaba en la miseria planificada. Pero eso no funciona sin “mano dura”. Los 30.000 son bandera de que así fue, y la represión sistemática de ayer y hoy, de que así sigue siendo. Y hay cosas de ayer, que pretenden repetirlas hoy… “Curiosamente” (sic) algunas cosas me vienen a la mente (y seguramente hay más… muchas más):


Zurdos. Etiquetar a los “otros” es siempre fácil (y de un simplismo, atroz propio de mentes insignificantes). Y quitarse la etiqueta no es nada sencillo. Es cierto que, para eso, es importante “inventar un enemigo” (o algo “desagradable” o “negativo”: leproso, homosexual, drogadicto…) para que luego, debidamente etiquetados, sea fácil el rechazo social. Así, en los tiempos oscuros y mortales de la dictadura cívico militar con bendición eclesiástica, si alguien ostentaba la debida etiqueta, desaparecía porque “algo habrá hecho”, o cosas por el estilo y nadie protestaría. Hizo falta mucha lucha, mucha memoria, mucha verdad, mucho dolor, mucha justicia, muchas rondas de las Hebes y Noritas, que nos enorgullecen, para que cayeran las etiquetas, nos sacáramos la venda (o capucha) y pudiéramos mirar la realidad. Aunque dura, no menos cierta. Pero, aunque la fortaleza de “las viejas” fue y es inexpugnable, la debilidad física se impone. Y retornan los fantasmas, los miedos… las etiquetas. ¡Zurdos! Grita desencajado (es decir, “normalmente”) el presidente y repiten sus corifeos (que no es “coro de los feos”, aunque se parece). Y vuelve el “en algo andarían”, y muchas y muchos prefieren cerrar los ojos, o volver a sus capuchas (que como antier las urnas, estaban “bien guardadas”). Deberemos volver a nuevas rondas, nuevos pañuelos, nuevas madres que nos ayuden a quitar los miedos, abrir los ojos y enseñar a andar.


Infiltrados. Esos mismos “zurdos” estaban por doquier, decían… Infiltrados es el medio de las cosas buenas porque no había un buen “filtro” que impidiera que “entraran” (in-filtrar). Y así, como ayer estos perversos estaban en todas partes y debían ser detectados (aunque fuera mediante la tortura, que no era tan mala, pareciera), hoy parece que también los hay. Dicen que esos tales son “K”, que parece lo mismo que “zurdos”, o de cualquier otro mal imaginario. Es decir, hay 5.000.000 de kilos de alimentos sin repartir porque los infiltrados son tan poderosos que han logrado que una eximia ministra no lo detecte. Esos tales infiltrados serán detectados, y para eso la segunda mejor ministra del gabinete los detectará por medio de un adecuado espionaje, y ¡pobre de aquel que tuitee o algo así contra el gobierno!, porque dura lex, sed non lex.


Adoctrinamiento. Ya desde el catoliquísimo Onganía supimos que las universidades son antros de peligro. Es que – a fuer de verdad – eso de que los jóvenes anden pensando es ciertamente subversivo y disruptivo. Y siempre son útiles los Ottalaganos de la historia. Y si no se los encuentra, pues es adecuado “secar el río” para que no proliferen los peces, como nos enseñaron en la School of the Americas. Ya conocimos ese “borrador” en el ejemplar gobierno de “Mariu” Vidal, por ejemplo. Y es bueno aprovechar lo conveniente de los que nos han precedido. Después, si es verdad eso de que las universidades (o, mejor aún, la educación toda; al fin y al cabo, educar viene de “ducere”, conducir… y solamente sería buena si viene de “Duce”, como el bueno de don Benito) si adoctrinan o no, ya lo veremos. Porque si dicen lo que nosotros decimos, es que “viva la libertad”, pero si dicen otra cosa, pues debe ser detestada o borrada definitivamente del mapa.


Campaña antiargentina. Parece que en París hubo un “centro piloto”, y por allí frecuentaba un “Almirante Cero” (lo que no era una nota sobre su humanidad, aunque pareciera… de hecho, la “inhumanidad” los constituye). Es que “el mundo estaba contra nosotros”, tan maravillosos que somos. Por eso era bueno juntarse con los que pensaban igual, los que volaban como “cóndores” (pobre animal). Y no podemos ignorar que también hoy se “viene el zurdaje”, y en España, Chile, Colombia, Bolivia, Brasil, China, México (¡reincidentes ellos!) se ven explícitamente los especímenes de la perversidad y de todo lo malo que podría ocurrirnos si no estamos alertas y nos unimos a los Trumps, Bolsonaros, VOX o Bukeles que enaltecen la historia humana contemporánea… Menos mal que acá hemos visto a tiempo la luz antes que esa antiargentinidad nos llevara a 5.000.000 % diario de inflación, 104% de pobres y otras atrocidades. Por suerte hemos vuelto a tener un “niño mimado de los EEUU”, así tendremos Match Point a todos esos seres inferiores.


Esconder a los pobres. Resulta que hubo en Argentina un Mundial de fútbol. Y dejo de lado el tema deportivo (y el resultado con Perú, el penal de Tresor, la diferencia de horario con Brasil y otras “cositas” …). La cosa era que vendría gente de todas partes. Así que no estaba de más correr o esconder a “los feos”, es decir, los pobres (no los militares, que estaban en las tribunas). El Riachuelo es un buen límite para empujarlos, total, los turistas no van a ir para el Sur, que, como sabemos “no existe”. No debió, ¡y no debe!, haber gente en las calles… y no hablemos de Villas Miserias (que si les cambiamos de nombre – como al Centro Cultural – parecen otra cosa y ahora son “barrios”, casi, casi como Palermo Soho…). Al fin y al cabo, todos sabemos que, si no se los ve, ¡no existen! O, para ser más exactos, no existen hasta que aparezca alguien, a quien no se lo ve venir, y grite “¡piedra libre para todos mis compañeros!”

 

Video con comentario al Evangelio del domingo 10º "B"

Video con comentario al Evangelio del domingo 10º "B"



o también en

https://youtu.be/cbrho_di2ns

Eduardo