miércoles, 12 de julio de 2017

Tolerancia cero

Tolerancia cero


Eduardo de la Serna



Si miramos con atención y cuidado, el término “tolerancia cero” puede ser muy peligroso, e injusto. Puede descargar, con suma facilidad, bronca o hasta linchamiento sobre aparentes culpables que a la postre resultan inocentes o pueden saltar todas las necesarias instancias judiciales oportunas para un “justo proceso”. Eso no significa, de ninguna manera, que se obstaculice toda investigación necesaria para un (ojalá rápido) conocimiento de la verdad, de las responsabilidades y el encuentro de los/el (no de cualquier) culpable/s en casos de delitos.

Tolerancia cero” suele ser usada por los sectores más retrógrados y deleznables de la sociedad, por lo que me es muy difícil asociarme al mismo.

Pero ¿qué ocurre cuando se trata de un hecho concreto de víctimas inocentes e incapaces de defenderse? ¿O de criminales sueltos y libres con toda la ocasión de reiterar delitos porque nadie ha hecho nada o porque “la justicia” es tan lenta que en la práctica es injusta? ¿Cómo salir en defensa incuestionable de la/s víctima/s sin ser injustos y a su vez poniendo todos los medios para evitar la reiteración?

En el caso concreto de la pedofilia, algo atroz, abominable y criminal, y en este caso cometido por curas o sectores de la institución eclesiástica (tengo claro -además- que "los curas" no son el principal grupo responsable de la pedofilia, que ocurre más en el seno de las familias; pero también tengo claro que ese es "nuestro" problema), la Iglesia afirma que se ha de aplicar dicha “tolerancia cero”. Y los crímenes han sido tantos, las aberraciones, las víctimas, el dolor causado, la complicidad, el encubrimiento ha sido tanto que en este tema decir “tolerancia cero” es no solo sensato, sino justo y necesario.

Seamos precisos antes de avanzar: tenemos en cuenta la posibilidad de falsas denuncias (o imprecisas, o hasta –muy raramente- de malos entendidos), algo muy difícil –si no imposible- en el caso de niños, como es sabido. También podemos tener en cuenta que por tratarse de temas muy sensibles y dolorosos es sensato enfrentar el tema con sumo cuidado, sobriedad, respeto y hasta un poco de sigilo, siempre que no se entienda este como encubrimiento, aunque este debiera ser lo más breve posible. Pero –creo- todo esto debe dar a la/s (supuestas) víctima/s la máxima garantía de que no se está tapando nada ni a nadie, de que se busca la verdad sin artimañas y que ninguna actitud corporativa busca proteger a un “colega”. Que un acusado o sospechado de pederastia sea separado de todo lugar donde pudiera reiterar delitos es evidente y necesario, pero no puede darse la imagen de que se lo está “escondiendo” o cambiando de lugar para que en otro lado pueda seguir haciendo lo mismo… Es fundamental –además– saber que “la víctima” no es el eventual cura injustamente sospechado (si lo fuera) sino que la víctima principal es el niño o niña abusado o abusada. En lo personal –por ejemplo– una de las cosas que primero me hicieron creer en la veracidad de las acusaciones contra Julio César Grassi fue que saliera a defenderse y no a buscar por todos los medios quién había abusado de los chicos que le fueron asignados y de quienes era una suerte de “padre” ya que él afirmaba no haberlo sido.

Esto no significa encarcelar un “posible” abusador ya que es sabido el dicho de que “es preferible un culpable suelto antes que un inocente preso”, además de las consecuencias conocidas de la suerte de los presos por motivos sexuales en las cárceles, algo que nadie merece y, menos aún, si cabe, un inocente. Pero esto debe exigir –especialmente ante los ojos de las víctimas– la urgente transparencia para que vean sin posibilidad de sospecha o duda que se está haciendo todo lo posible para sancionar al/los responsables de ese crimen atroz.

Lamentablemente, además, se conjugan otros elementos que “embarran la cancha”, y la prensa y su sensacionalismo (o actitudes peores, como suele ser más de un caso) debe ser señalada en primer lugar; en ocasiones la ambición de quienes buscan un provecho económico (no una justa indemnización) o hasta un chantaje también deben señalarse, y en ocasiones –lamentablemente demasiadas– un Poder Judicial cada vez más alejado de la “Justicia”, sea –en este caso– porque algunos manifestándose “católicos” no quieren avanzar en la investigación, o sea los que minimizan el delito y su gravedad.

Y acá lo central y principal: demasiados casos salen a la luz (al menos ahora son denunciados, debemos –eso– celebrarlo, y no ocultados o negados). Falta mucho todavía. Sabemos de casos de familias que no hacen la denuncia civil por vergüenza, por ejemplo. Sería de desear que la Institución eclesiástica, que por llamado de su maestro Jesús, está convocada a quedar siempre “del lado de las víctimas” se manifieste claramente a los ojos y el corazón de quienes fueron abusados o abusadas por miembros de la institución como quién está firmemente decidida a evitar en adelante todo delito de este (y de otro) tipo, y –además– a sancionar a quienes fueran responsables y no más preocupada en cuidarse a sí misma.

Una última nota: con frecuencia –en el pasado– la Iglesia quiso evitar “el escándalo” y por eso tapaba, o cambiaba de destino a los sospechados o acusados. El escándalo ahora es mayor (y lo mismo debiera ser tenido en cuenta para otros escándalos que quisieron disimularse o invisibilizarse, como las complicidades con la dictadura). Colaborar con la verdad, y poner todo lo posible en su búsqueda debiera ser aquello que caracterice la Iglesia de nuestros días, sólo así podremos testimoniar con nuestras vidas y palabras a Jesús y su proyecto en nuestra historia.




Dibujo tomado de https://blogdelerolico.wordpress.com/2014/04/11/colusion-de-clero-y-gobiernos-para-tapar-la-pederastia-onu-ya-desdenantes/

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