miércoles, 5 de julio de 2017

El otro y la sobriedad compartida

El otro y la sobriedad compartida


Eduardo de la Serna



Hace ya decenas de años Ignacio Ellacuría, mártir en El Salvador, hablaba de la “civilización de la pobreza”. El punto de partida era básico, ¡y sabio! Si el mundo quisiera consumir –por ejemplo– la energía, el combustible, el modo de vida, de los países más poderosos, el planeta explotaría sin más. Aprender a ser más pobres era el criterio de “Ellacu” para que todos pudieramos seguir viviendo en este mundo.

Pero para ser precisos, hemos de señalar que la pobreza es un mal, es una injusticia, es algo que hay que pretender desterrar, por eso José Ignacio González Faus reformuló la misma idea proponiéndola como “una civilización de la sobriedad compartida”. La idea es la misma, sin duda. Y él lo puntualiza.

Pero también es evidente que los poderosos no quieren dejar de consumir lo que consumen, no quieren “empobrecerse”. La ida de los EEUU del tratado de París es un ejemplo evidente de esto (una semana después que el presidente Trump recibiera de manos del Papa Francisco la encíclica “Laudato Si” y habiéndose comprometido a leerla).

Y –lamentablemente- no es menos evidente que los poderosos de los pueblos empobrecidos siguen la misma “lógica”. Ellos quieren disfrutar “su” dinero y las consecuencias que “él” les trae. En todo caso, es la conclusión lógica, que vivan más pobremente los que ya son pobres. Quieren un país para pocos.

Claro que vivir más pobremente –o sobriamente- teniendo mucho, ¡muchísimo!, más de lo necesario para vivir no es lo mismo que vivir más pobremente para aquellos que ya están “debajo de la línea de la pobreza”. Sin duda se trata de modelos. Nada menos que de modelos se trata.

Creo que uno es el de quien se mira a sí mismo (o a los “suyos”) desinteresándose absolutamente de los demás (meritocráticamente) y otro es el de quien elige “compartir”, mirando a los demás, un camino austero, sobrio. Se trata sencillamente de egoísmo o de solidaridad, se trata de “para mí mucho” o de “para todos algo”.

Mirando modelos económicos y sociales, políticos y culturales no puedo entender –desde el Evangelio- otro camino. El modelo impuesto con mentiras en Argentina, y el que se logró por medio de un golpe en Brasil, por ejemplo, es claramente un modelo para pocos. Para muy pocos. Puede tener la publicidad, la prensa y el Poder judicial (son “ellos”) y hasta la conciencia manipulada posverdaderamente, pero eso no impide que sea anticristiano.

Un refrán popular decía que algunos quieren ser ‘cabeza de ratón’ y otros ‘cola de león’… Obviamente con una extraña valoración de partes del cuerpo que no viene al caso. Pero lo cierto es que los argentinos, los cristianos, estamos ante la decisión –una vez más- de ver qué queremos elegir, si un modelo que sabe ver “al otro” o uno que sólo se mira a sí mismo; si uno que milita en favor de los demás, u otro que sólo se enriquece y acumula para sí (o que ignora que así logra que otros acumulen en un “síndrome de Estocolmo” nacional). Esto no significa que fulano o mengano esto o aquello, que tal robó, que cual es honesto, que zutano es corrupto o perengano es un santo. Se trata de modelos, se trata “del otro”.

Si no pretendemos buscar “una civilización de la sobriedad compartida” solo nos quedará observar cómo unos pocos, muy pocos, celebran orgiásticamente su fiesta de alimentos para pocos y globos para muchos. En cristiano, del “otro” se trata, el “hermano”, la “hermana”. De eso se trata el amor. De eso se trata la indiferencia.

Cada vez que nos toca elegir tenemos enfrente una serie de opciones. Pero en ocasiones, más de una refleja un mismo modelo con diferentes matices, o diferentes rostros. Pero lo cierto es que en el rostro del hermano, especialmente del hermano que sufre la desocupación, el empobrecimiento, la vejez vivida con angustia, la salud debilitada y sin esperanzas, un país endeudado al infinito, en el rostro de ese hermano estamos llamados a ver el rostro de Cristo. Y no podemos hacernos los distraídos. “Tuve hambre y no me diste de comer, estuve preso y no me visitaste (¿no, Milagro?), tuve frío y no me abrigaste”. O podemos compartir la esperanza y los caminos alejándonos de los procesos que engendran “ricos cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres”. De eso también se trata el Evangelio de Jesús.


Dibujo tomado de https://zur2.wordpress.com/2011/09/07/%E2%80%9C%C2%BFcabeza-de-raton-o-cola-de-leon-el-dilema-de-la-integracion-en-america-latina/

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