jueves, 21 de julio de 2022

La oración (2ª parte) - Oración de Jesús

La oración (2ª parte) - La oración de Jesús

Eduardo de la Serna



La semana pasada intentamos decir una palabra sobre la oración en general. Hoy, la intención, es presentar la oración en el Nuevo Testamento, particularmente en Jesús.

Como judío que era, Jesús reza al modo judío, sin duda. Pero, como toda persona, hay modos a los que recurre más que otros. Él aprende de su familia a participar de las celebraciones en el templo para las grandes fiestas, e incluso, en una peregrinación para la Pascua es que es asesinado. Los evangelios, con frecuencia (especialmente Lucas) nos dicen que rezaba, y poco podemos concluir de esto: iba a un lugar desierto o a un monte, a solas, generalmente de noche (Lucas usará la extraña expresión “oración de Dios”, 6,12). En el griego del Nuevo Testamento hay muchísimas palabras para decir oración, así como en castellano podemos usar: pedir, rogar, rezar, orar, adorar, celebrar, implorar, contemplar y muchas más. Es de destacar que, como se dijo, en Lucas especialmente – pero no exclusivamente – la invitación a rezar viene acompañada por el ejemplo de Jesús que está en oración. No parece difícil afirmar que el rostro de Dios como “abbá” (papá) que Jesús revela y manifiesta debe nacer de su encuentro con él en la oración. Jesús nos muestra un Dios con el que antes se ha encontrado.

Es interesante, además, que – siempre en Lucas – después que los discípulos ven a Jesús en oración le piden que les enseñe una oración emblemática que los caracterice, una suerte de “himno” del grupo. A continuación de la enseñanza, Lucas añade una parábola y luego unos dichos, siempre sobre la oración. Lo novedoso radica en que, si bien tanto la parábola (el amigo que pide un pan [“danos nuestro pan cotidiano”] como la invitación a pedir que “se dará” (= Dios dará), y el contraste entre un padre que da a sus hijos lo que piden (como un pan, por ejemplo), “cuánto más dará Dios”, sin embargo, en la conclusión no se afirma que Dios dará lo que se le pide, sino que “dará el Espíritu Santo” (Lucas 11,1-13, ver v.13; lo cual también es un tema frecuente en la teología de san Lucas). 

La oración que Jesús enseña se repite también en Mateo (6,9-13), aunque éste añade elementos propios de su propia teología en un contexto en el que propone un modo de vida de la comunidad (“Sermón de la montaña”, capítulos 5 – 7). Así, a "Padre" añade “nuestro”, para reforzar la oración comunitaria, y que “está en los cielos”, lo que es muy frecuente en su Evangelio; que se haga la voluntad de Dios en la tierra, como ya se hace en “el cielo” y refuerza el pedido de ser liberados del mal (o del Malo) y modifica “deudas” allí donde decía “pecado”. Siempre es importante señalar que cada evangelio predica a una comunidad concreta y desde una intención concreta según la situación concreta y la teología propia. Así, mientras, como se dijo, en Lucas la oración enseñada por Jesús es una suerte de himno que los caracteriza, en Mateo se trata del modo de oración comunitaria para evitar dos extremos: el texto – como ya afirmamos, conocido por Mateo – se introduce después de destacar una oración personal (tú… cuando ores…) que corre el riesgo de procurar “ser vista” por los demás, antes que un encuentro personal con Dios “en lo secreto”; pero por otro lado, evitar ser “como los paganos” que creen que por muchas palabras van a ser escuchados siendo que Dios ya sabe lo que necesitan (6,7). Mateo enfrenta un posible error de la piedad judía y un posible error de la piedad pagana, algo personal y a su vez comunitario. 

El texto de Lucas, más cercano probablemente al enseñado por Jesús, señala (cosa que también destaca Mateo con sus añadidos) una doble dimensión en relación a Dios (la primera parte) y en relación a las hermanas y hermanos y la vida de seguimiento de Jesús. Allí está lo fundamental de la oración: pedir que venga el reino de Dios (que es sinónimo de que se “haga tu voluntad”, ya que en la realización de su voluntad es que Dios reina). Si Dios reina en la comunidad, la gente verá que Dios está presente y, entonces, será “santificado su nombre”. Pero, como la comunidad debe intentar vivir en lo cotidiano, necesita asegurarse “el pan”, ¡y lo pide! Y, como la comunidad, debe vivir conforme al reino, sabe perdonar a las hermanas y hermanos y, por eso, puede pedir a Dios ser perdonados por él. Evitar la tentación es siempre oportuno para evitar desviarse del proyecto del reino.

Hay un texto que puede ejemplificar la oración mirando la de Jesús. Marcos [que no conoce el “Padre (nuestro)”] nos presenta a Jesús en oración en el huerto, momentos antes que se desate el drama de la Pasión. Señala que deja a sus discípulos sentados y va un poco más adelante con Pedro, Santiago y Juan a quienes les pide que velen y se adelanta sólo todavía un poco más. Pero estos se quedan dormidos. Y Marcos nos dice cómo fue la oración de Jesús. Evidentemente nadie fue testigo de ello; entonces, ¿quién lo habría transmitido? Marcos nos destaca como cree él, sin duda, que fue la oración de Jesús en el momento fundamental de su existencia, y dice que rezó diciendo: «¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú». (Mc 14,36). En el momento decisivo, la oración de Jesús no es “pedir” sino decir “hágase tu voluntad”. Todo indica que de eso se trataba la oración de Jesús, entonces: de un encuentro de amor con su Padre, abbá, y un abandono dócil (nunca resignado, que es otra cosa) al proyecto de Dios al que quiere ser siempre fiel hasta su último aliento. De encuentro se trata la oración, entonces, de encuentro de amor.

 

Imagen tomada de https://www.reinadelcielo.org/oraciones-a-jesus-3/

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