jueves, 2 de febrero de 2023

El Templo para los cristianos

El Templo para los cristianos

Eduardo de la Serna



Ya hemos señalado qué y cómo era el templo para los judíos contemporáneos de Jesús. Evidentemente, Jesús era judío y, en la medida de sus posibilidades, lo frecuentó. No es fácil saber cuántas veces (Galilea quedaba a 5 días de caravana de la ciudad). Sin duda, fue allí para la pascua en la que será asesinado. Es razonable que, en su localidad, los sábados frecuentara la sinagoga del lugar (pero, lo reiteramos, la sinagoga no es un templo, es una “casa de oración”).

Sin embargo, algo ocurrido en el templo en su última visita fue decisivo en el encono de los Sumos Sacerdotes y su decisión de acabar con él de común acuerdo con el poder político. La expulsión de los vendedores y cambistas, acompañados de frases proféticas fue indicio de que “así como está ahora, el templo, no es como Dios lo quiere”. Incluso, poco después de esto, Jesús insistirá que este templo en el que tanto se jactan, será destruido; lo que no es ajeno a otros dichos proféticos. La historia nos informa que en el año 70 el Templo es incendiado, y los judíos ya no tienen templo hasta el día de hoy.

Sabemos, o al menos es muy posible, que los primeros seguidores de Jesús en Jerusalén frecuentaban el Templo, aunque eso parece haber ocurrido por poco tiempo; especialmente debido a la hostilidad de algunos contra ellos.

Pero si miramos los escritos del Nuevo Testamento, es interesante señalar que, en Marcos, los falsos testigos afirman que Jesús dijo «Yo destruiré este Santuario hecho por hombres y en tres días edificaré otro no hecho por hombres» (14:58). Esta imagen de “hecho por hombres” (literalmente “hecho por manos”) también la repiten Esteban (Hch 7,48; volveremos sobre esto) y Pablo (17,24) en Hechos de los Apóstoles, y el autor de la carta a los Hebreos (9,11.24). Esta frase: “hecha por manos” es lo que en el Antiguo Testamento se dice de los ídolos (Lev 26,1.30; Jud 8,18; Sab 14,8; Is 2,18, etc.), con lo que estos escritos del Nuevo Testamento están comparando al templo nada menos que con los ídolos.

En el Evangelio de Juan, Jesús hace referencia a la destrucción del templo – en un texto semejante a lo dicho por los falsos testigos citados por Marcos – solo que responsabiliza al auditorio: “destruyan este templo”, pero “él hablaba del Templo de su cuerpo” (2,21). El Jesús de Juan reemplaza en su propia persona todo aquello que los judíos afirmaban del Templo de Jerusalén.

Además de lo citado, la carta a los Hebreos alude a Dios mismo (o al “cielo”, la “casa de Dios”) como el Templo en el que entra Jesús como nuevo sacerdote definitivo. Precisamente por eso, este no es “hechura de manos”.

En el libro del Apocalipsis, al final, cuando concluye el gran conflicto con “Babilonia” (= Roma, que como aquella destruyó Jerusalén y el Templo) presenta la Jerusalén que baja del cielo (21,2.10); esa es “la morada de Dios con los hombres” (21,3). En ella ya no habrá todo aquello que es negativo: no habrá mar (21,1), no habrá noche (21,25), no habrá muerte ni llantos (21,4) y ¡no habrá Templo! (21,22).

Curiosamente, Pablo, el fariseo, por tanto, alguien de quien se debía esperar que diera importancia al Templo, dirá que “ustedes son templo de Dios y el espíritu de Dios habita en ustedes” (1 Cor 3,16), “somos santuario del Dios vivo” (2 Cor 6,16) y también nuestro cuerpo lo es (1 Cor 6,19). Pablo no menciona el Templo "físico" de Jerusalén en ninguna de sus cartas.

Arriba señalamos lo dicho por Esteban en Hechos de los Apóstoles. Notemos que además de insistir en que es “hechura de manos”, Esteban va más allá y afirma claramente que “Dios no habita” (7,48). Es decir, no afirma - como sería de esperar - que Dios vive no solamente en un templo sino que directamente dice que “no habita”. A Dios se lo ha de encontrar en otro lugar, no en un templo, en el que no está.

Como se puede ver, los distintos autores del Nuevo Testamento algunos, por lo menos, relativizan el Templo, mientras que otros directamente lo niegan.

Para hablar del Templo el griego utiliza dos palabras: naos y hieros, que las Biblias suelen traducir sucesivamente por 'santuario' y 'templo', aunque habitualmente son sinónimos. En ocasiones se utiliza también “casa” (obviamente como “casa de Dios”). Lo cierto es que todo lo que los judíos (y también otros pueblos) suponían que ocurre en un templo / santuario / casa, es decir el encuentro entre Dios y los suyos, los cristianos sostienen que eso se produce en el seno de la comunidad. Las comunidades cristianas son el lugar en el que Dios y sus amigos pueden encontrarse y recibir la gracia, las bendiciones y la paz que Dios tiene para repartir a manos llenas.

 

Imagen tomada de https://minutodedios.fm/importancia-de-la-comunidad-en-pentecostes/ 

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