lunes, 25 de abril de 2016

Reflexiones de un presente ausente

Unas reflexiones sobre un presente ausente

Eduardo de la Serna



Nacido, criado y “vivido” en una familia acomodada, más allá de los momentos más o menos “cómodos” de mi familia, todo el ambiente familiar y social, escuelas y club en el que me iba moviendo me fueron llevando a mirar, pensar y entender todo desde ese ambiente. Creo que no sería posible que fuera de otro modo, salvo que – algo que agradezco siempre a mis padres – desde chicos aprendimos a tener una mirada crítica. Cuando empecé a colaborar en la villa 31 con Carlos Mugica, empecé a mirar con otra mirada. Sin saberlo, y sin poder decir “Fulana” o “Mengano”, los pobres me enseñaron a mirar con otra mirada. Con otros ojos. Y, para peor, terminaba la dictadura y empezaba el tiempo democrático sin prescripciones de 1973. También la política la veía con nuevos ojos… Y esos ojos aprendieron a mirar de otra manera que no he abandonado ni pretendo abandonar.

Aclaro que no soy, no pretendo ser, ni insinúo ser “representante” de los pobres. Nadie me ha delegado. Pero soy alguien que tiene el corazón en los pobres, y quiere mirar desde ellos y en favor de ellos. Es “desde” acá que se me ocurren algunas reflexiones:

Al hablar desde la teología moral” uno puede decir, grosso modo, que algo está bien o algo está mal, pero sin duda, además, hay graduaciones (y no simplemente dadas por la cantidad). No solamente no es lo mismo robar caramelos que robar un banco (aunque el primero seguramente vaya preso y el segundo sea nombrado ministro), sino que además no es lo mismo robar que matar, no es lo mismo una mentira que la pederastia… todo es “malo” pero no igualmente malo. Pero también es cierto que al mirar desde afuera los hechos, hay sensibilidades en los observantes, que no miran tan mal, o dejan pasar, o dicen “y bueh!” mientras son durísimos con otras realidades. Por ejemplo suele ser suave la mirada frente a los crímenes de tránsito (salvo cuando nos afectan) mientras que se suele ser durísimo frente a las infidelidades matrimoniales que suponen adultos libres y responsables…

Valga esta introducción para pensar la moralidad pública y sus repercusiones… La prensa hegemónica nos aturde con “la corrupción”, o la “ruta del dinero K”. Y – es necesario repetirlo – si hay corrupción debe ser detectada, juzgada (con una justicia independiente) y eventualmente condenada. Pero es absolutamente insensato, condenable y perverso que sea “mala” la corrupción “K” y disimulada la corrupción “M”. Si hubo negociados ilegales en un gobierno K o M, son igualmente corruptas. Si se benefició a Lázaro Báez es tan perverso como si se beneficia a Nicolás Caputo. No hay un bueno y un malo… Esto nos recuerda la famosa frase gringa de que Somoza «es un hijo de puta, pero es “nuestro hijo de puta”». Pero también es necesario destacar que hay delitos mucho más graves que la corrupción, en lo civil y en lo social. Desentenderse de los pobres es mucho más delincuencial. Someter un pueblo también lo es. Matar de hambre un pueblo también lo es. Nadie afirma que la corrupción no es grave, pero sí es necesario señalar que hay delitos más graves, además de que si hay corrupción, no hay corrupción buena y corrupción mala. Finalmente una nota: que en tal o cual lado haya corrupción no invalida una línea de conducta. Si quien se dirige en un sentido comete un acto de corrupción, eso no invalida el sentido (salvo que el sentido en sí mismo suponga la corrupción… algunos creemos que el capitalismo es corrupto en sí mismo, por ejemplo).

A modo de ejemplos conclusivos de esta parte notemos que los Panama Papers son corrupción en sí mismos. Y – en lo personal – creo que ameritarían la renuncia de todos los implicados en actos públicos, empezando por el presidente de la Nación. No lo creo tan digno para semejante acto. Y también creo que es corrupción la participación de CEOs en el gobierno. La función pública y la privada son muy distintas. El ejemplo del ministro de Energía y su participación en Shell es un caso evidente. Ver los beneficios que su empresa (es accionista, además de ex CEO) ha obtenido desde que es ministro tienen toda la apariencia de corrupción.

Otro elemento que se señala es la importancia de “honrar las deudas”. En lo personal preferiría honrar otras cosas más “honorables”, pero supongamos que es cierto. Dado que el país no puede honrar “todas sus deudas”, la pregunta obvia es “¿dónde empezar?” Como ya lo he señalado, creo que debe empezarse obvia e indubitablemente por los pobres. “Los pobres no pueden esperar”, repitieron los últimos papas, los usureros sí, aunque tengan más poder de fuego y de reclamo. Si el país tiene “X” cantidad de dinero, primero están los pobres, después los usureros (si pueden demostrar que realmente se les debe, que es justo el pago y el reclamo, etc.). Sólo para quien mira “desde” los ricos primero están ellos. Pero ya sabemos que hay quien gobierna para y desde los ricos, aunque con cara de bueno pregunte “¿qué ganaría?” (la respuesta está a la vista, y en Panamá). Ahora, además, pagar deudas contrayendo deuda parece un sinsentido (salvo complicidad con los bancos prestadores-compradores-intermediarios que por todo eso cobran; especialmente habiendo “CEOs” en el medio… o testaferros), y que – además – para las nuevas deudas se proponga como tribunal los de Nueva York (= Griesa) no es un sinsentido, es una aberración.

En esta misma línea, no puedo menos que sentirme irritado por la actitudes de los barones sindicales… Y no me refiero especialmente a uno que es aliado de patrones, ciego al trabajo esclavo y mudo ante los despidos (o que afirma que no ocurren). Mirando desde los pobres, antes que los trabajadores – a la hora de mi reclamo y sensibilidad – están los que el Papa ha llamado “nuevos esclavos”, los que están (ahora) desocupados, los del trabajo informal o precario… Nadie – si no lo hace el gobierno, y este ciertamente no lo hace – hace suya sus voces. Los sindicatos parecen más preocupados por “Ganancias” o las “obras sociales”, es decir, “la caja”. Es cierto que ahora, exigidos por las “bases” empiezan a hablar de desocupación y salarios y de “emergencia”. Pero no estaría de más recordar cuántos de estos barones son y han sido cómplices de este gobierno desocupador y devaluador (o de la anterior década infame). Es cierto que esto genera la emergencia de otros dirigentes sindicales, muchos sectores de la izquierda intolerante e intolerable, que con sus actitudes terminan funcionales a desocupaciones y a políticas de derecha.

Se vuelve necesaria una palabra (otra vez) sobre el “poder judicial” (o “partido judicial”; cada vez más lejos de “La Justicia”). Algunos diarios comienzan a presionar reclamando celeridad en el “caso Báez” (la misma que no reclamaban en la aplicación de otras leyes o en otros casos). “Celeridad en lo que me conviene, cajones en lo que me perjudica” parece la consigna mediática a la que tan sensibles son los jueces empezando por su cabeza principal. Tan patético es ese partido que ahora un fiscal escribe una carta abierta – obviamente en el in-independiente poder judicial jujeño – en lugar de hacer una citación judicial; o un micro-fiscal llama a indagatoria con urgencia a unos por una misma causa que duerme en cajones desde hace años con otros nombres; o un juez con mala puntería asesina la justicia y un cortesano maniobra en las sombras donde suele moverse a gusto, pareciera.

Pero todo esto es posible porque se ha triunfado (¿temporalmente?) en la “Batalla de los sentidos”. Entonces, por ejemplo, en nombre del pluralismo se cierran canales, anulan señales y despiden periodistas. “Por no ser pluralistas” dijo el gracioso Hernán Lombardi sin que se le mueva ni uno solo de sus escasos pelos (quizás más abundantes que sus ideas). Este triunfo de los sentidos es el que direcciona corrupción en un sentido, tapando otro; el que busca rutas de dinero en una dirección silenciando las evidentes; el que habla de pobreza cero generando millones de nuevos pobres… Un ejemplo patente en este sentido es la actitud de aquellos que sostienen que lo que consiguieron en años pasados los tengo “porque yo trabajé”. Algo que en general nadie discute. Pero hay que señalar que antes también trabajaban, y no podían irse de vacaciones, comprarse un auto, ampliar o mejorar la casa, o entrar en planes de construcción o tener una netbook… Un taxista, Carlos, me decía que algunos compañeros de su cooperativa decían que se habían comprado un auto “porque yo estoy acá sentado 12 horas al día”, a los que él les recordaba que antes esas 12 horas las gastaban sentados jugando al truco porque nadie tomaba un taxi. “Vayan comprando naipes nuevos”, les dijo.

El discurso hegemónico habla de la “Felicidad” (si hasta hay un felicidólogo que les da cursos y seminarios a los miembros del gobierno). Frases típicas del presidente, la vice, ministros y gobernadora insistiendo en la alegría, en que “estamos tranquilos”… el patético discurso a los empresarios, decir que los despidos son una “sensación térmica” resulta ofensivo al sentido común. Que el presidente esté tranquilo es algo obvio. No se ha preocupado nunca por nada ni por nadie, pareciera. Sólo por los caramelos de Antonia (Sugus, me dicen). Que la vicepresidenta hable rápido para que no se entienda su nada, también es sabido. Que los pobres deberían ellos mismos ocuparse de su propia situación, pero sin que haya ni una sola política de Estado que los beneficie resulta cruel. En lo personal creo que el presidente se caracteriza por su cinismo y mentira sistemática sin que tampoco se le mueva un pelo. “Yo le quiero creer”, me decía una señora del barrio, recordándome al instante a un comerciante que me decía que quería creerle a los que decían “vamos ganando”, en Malvinas. El problema empezará cuando Durán Barba, Clarín y Nación, Intratables y TN, y hasta los escalones del juego no puedan impedir que la “sensación” empiece a bajar de la cabeza al estómago. Difícil engañar por mucho tiempo al estómago con sugus. Y si el estómago grita, las cabezas que empezarán a temblar son las de los dirigentes.


Dibujo tomado de ofilines.com

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