martes, 6 de junio de 2017

Comentario Santísima Trinidad A

El amor extremo de Dios


SANTÍSIMA TRINIDAD – “A”





Eduardo de la Serna





La Santísima Trinidad es un tema central y principal de nuestra fe cristiana, pero no es un tema que se encuentra explicitado en la Biblia. Así, las lecturas no desarrollan este tema (aunque la lectura de san Pablo lo insinúa, como se verá). En cierto modo podemos decir que estas son seleccionadas por dos razones: porque dicen “algo” sobre Dios, y porque comienza –en cierto modo- a vislumbrarse el tema trinitario. Acotemos que decir que no son temas explicitados en la Biblia no implica decir que no son temas “importantes”, o que no tienen “fundamento”, puesto que sí lo tiene, como se dijo. La tradición eclesial, y en especial la tradición apostólica y sub-apostólica (que también valoran los hermanos protestantes) se expresa en los primeros concilios, como los de Nicea y Constantinopla donde el tema es explicitado, y forma, por lo tanto, parte fundamental de nuestra fe. Sin embargo, aclarado esto, nos dedicaremos en este espacio a comentar los textos bíblicos, con los límites señalados, pero para ayudar a descubrir sus riquezas.


Lectura del libro del Éxodo     34, 4b-6. 8-9

Resumen: El Dios de Moisés se presenta como un Dios de cercanía en favor de su pueblo a pesar de su actitud caracterizada por las iniquidades y pecados. Dios se caracteriza por su ternura y su amor.



El texto del Éxodo, como lo es en general el conjunto de la Torah es confuso y entremezclado; se ha hablado de una serie de documentos que lo conforman. Lo cierto es que parecen descubrirse más de una mano en él. Mientras Moisés quería ver la gloria de Dios (33,18) más adelante Dios le afirma que él mismo escribirá sus palabras en las tablas de piedra que Moisés ha tallado (34,1). Esta imagen más antropomórfica de Dios contrasta con lo que sigue donde Dios desciende “en la nube” (v.5). Moisés allí “proclamó el nombre” de Yahvé. Esto ocupa el centro del relato, destacándose en él los atributos que la Biblia afirma de Dios:


Como se afirma en otras partes destacando los atributos propios del Dios de la Biblia, se lo menciona como «Mas tú, Señor, Dios clemente [rahûm] y compasivo [hanûn], tardo a la cólera [’f], lleno de amor [jesed] y de verdad [’emet]» (Sal 86,15; 103,8; 145,8; cf. Jl 2,13; Jon 4,12). Lo primero: “misericordioso y clemente” (Neh 9,17.31; Sal 11,4). Por su parte, el par “amor y verdad” se encuentra x36 en el A.T., por ejemplo: Sal 25,10; 26,3; 40,11.12; 57,4.11; 61,8; 69,14; 85,11; 89,15; 108,5; 115,1; 117,2; 138,2. 


Cada uno de estos términos merecería un amplio comentario –especialmente porque no han de entenderse en el sentido que utilizamos habitualmente. Simplemente resumamos diciendo que rahum (clemente) puede entenderse como ternura, el amor de madre; hanûn (compasión) se entiende como misericordia, gracia; ’f (cólera) es el enojo, resoplido, amargura; jesed (amor) es solidaridad, responsabilidad, gracia, gratuidad, confianza y ‘emet (verdad) es fidelidad, lealtad, firmeza, constancia. Todo esto se predica de Dios a quien se lo llama “Yahvé”.


Yahvé es el nombre que la Biblia da a su Dios. Decir el nombre es en cierta manera definirlo, es reconocer función, o capacidad. Todas estas capacidades se dicen del Dios de Israel; a esto ha de sumarse que el mismo nombre alude al “ser” [el nombre puede querer decir “yo soy el que soy” en el sentido reduplicativo que contrasta con los ídolos, que no son, o también “yo soy el que estoy (contigo)” en el sentido del Dios que camina con su pueblo]. Este es el Dios al que Moisés proclama, al que le reconoce que:


castiga los males hasta la tercera generación pero perdona y ama por mil generaciones” [este párrafo, v.7 está omitido por la liturgia]. El acento aquí está –obviamente- en el contraste entre tres o cuatro que castiga y que persona “por miles”. Israel no ha sido un pueblo fiel, pero…


A continuación se afirma que Moisés “cae en tierra” y desde allí –precisamente por la capacidad de perdonar de Dios, que acaba de señalar, pide el perdón para Israel que es “un pueblo duro de cabeza” recibiéndolo como su herencia. Postrarse es algo que se hace ante Dios (Gen 24,26.48; Ex 4,31; 12,27; Num 22,31; 1 Cro 29,20; 2 Cro 20,18; 29,30; Neh 8,6) aunque también es posible una postración reverencial ante un rey (Ex 43,28; 1 Sam 24,8; 1 Re 1,16.31) o ante un hombre de Dios (1 Sam 28,14). “Si hallé gracia (hen, favor; muchas veces semejante a hesed), camine el Señor (’adôn) con nosotros” perdonando nuestras “iniquidades (‘ôn) y pecados (hama’t)” y “haciéndonos tu herencia (nhl)”. Dios camina en medio de su pueblo a pesar de ser “cabeza dura” (Ex 32,9; 33,3.5; Dt 9,6.13).

La Biblia no “define” a Dios, no dice “cómo” es en un sentido teórico, pero no duda en mostrar su obrar en la historia caracterizado por su actitud siempre presente en favor de su pueblo.




Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto     13, 11-13

Resumen: Terminando su carta a los corintios, Pablo los invita a un modo de vida concreto, caracterizado por el amor y la paz lo cual será reflejo de la presencia de Dios entre ellos, expresado como gracia, amor y comunión como una especie de característica de Cristo, el Padre y el Espíritu respectivamente.


Con un nuevo vocativo, hermanos, Pablo concluye exhortativamente la carta. Lo que él pretende de la comunidad son frutos de la presencia del espíritu como la alegría y la paz, que deben comunicarse entre sí. Pero también pretende la plena preparación (katartizô), que se consuelen (parakaleô, 18 veces en 2 Cor), y tengan un mismo sentir (Flp 2,2; 4,2; Rom 12,16), es decir, que la comunidad crezca unida, frente a tantas semillas y signos de desunión que ha enfrentado. De este modo, estará presente entre ellos el Dios del amor y la paz. 


El saludo mutuo, beso santo y el saludo de parte de los santos es propio de las conclusiones paulinas (Rom 16,16; 1 Cor 16,20; 1 Tes 5,20). La novedad, quizá de las más sorprendentes, viene dada en el versículo final, uno de los textos aparentemente más trinitarios del NT sólo comparable al final de Mateo (28,20). ¿Es un texto tomado de alguna liturgia? Es posible, pero parece preferible suponer que el texto fue luego adoptado por su ritmo litúrgico. Probablemente la división frecuente de los corintios y los signos de desunión lo hayan hecho presentar como contraposición la unidad divina. Las operaciones son atribuidas a cada persona ya que la gracia la remite a Cristo, el amor a Dios (Padre) y la comunión es fruto de la presencia del Espíritu. Si el Dios de amor y paz está en medio de la comunidad pacificada y unida, estos dones definitivos se harán presentes definitivamente y serán generadores de unidad, de común-unidad.


Los frutos definitivos de la presencia del Espíritu, don escatológico por excelencia, son la paz, y la unidad. Pablo entiende que esto también es iniciativa divina, pero que debemos pedir, y trabajar para que llegue a nosotros. Por eso lo principal es ver que esos mismos dones, junto con el amor se dan en el seno mismo de Dios (Trinidad). Por eso es de esperar que también se den en el seno de la comunidad cristiana y por ello debemos trabajar y -especialmente- debemos pedir a Dios sus dones. Podemos decir que la unidad y la diversidad en la Trinidad son el reflejo de lo que deben ser todas las relaciones humanas, desde las políticas a las eclesiales. Así la comunidad llena de Dios estará en condiciones de anunciarlo con la vida a los varones y mujeres de todos los tiempos y lugares.




+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     3, 16-18

Resumen: Dios ama paradojalmente a aquellos que lo rechazarán, y la manifestación de ese amor es la donación de su Hijo único, el amado. El amor es lo que muestra a Dios tal cual es.



El cap. 3 de Juan presenta el encuentro y diálogo entre Jesús y Nicodemo; sin embargo, en algún momento (entre los vv.13 y 15) el texto parece abandonar el diálogo y pasar a ser un monólogo de Jesús y Nicodemo desaparece; algunos afirman que se pasa a un himno cristiano sobre el amor de Dios. Ciertamente esto ocurre antes de v.22 donde Jesús se traslada a Judea. 


Lo que se destaca es que “Dios amó al mundo”, y tanto que “dio” a su “Hijo único”. Es interesante que, en general, el término amor (verbo y sustantivo) en la primera parte del Evangelio (Jn 1-12) fundamentalmente se dice de Dios o de otros, mientras que en la segunda parte (Jn 13-20/21) se dice del Hijo. En este caso, se destaca el destinatario del amor de Dios: el mundo, y la medida: dar al Hijo. El mundo, en general, en Juan es el ambiente hostil a Dios y a Jesús, sus enemigos. Sin duda el ambiente en el que la comunidad joánica vive se encuentra con un amplio ambiento hostil a la que cualifican de “mundo” (kosmos). Dios, que ama primero, lo amó, pero el mundo lo ha odiado: “no lo conoció” (1,10) aunque quite “el pecado del mundo” (1,29) y es “el Salvador del mundo” (4,42), da “vida al mundo” (6,33) y es su luz (8,12; 9,5; 12,46; cf. 1,9) pero odia a Jesús y a los suyos (7,7; 15,18; 17,14; cf. 16,20) porque Jesús no es “de este mundo” (8,23), ni lo son los suyos (15,19; 17,16), que tiene como “príncipe” al diablo (12,31; 14,30; 16,11), por eso no recibe al Espíritu (14,17), no conoce a Dios (17,25), porque no tiene la paz verdadera (14,27), con su Pascua Jesús ha “vencido al mundo” (16,33) porque su “reino no es de este mundo” (18,36). Es decir, no se refiere a dos “universos”, como el “cielo y la tierra” sino a dos grupos diferenciados por creer o no en Jesús.


Lo paradojal viene dado en que Dios ama a quienes serán sus adversarios, y como manifestación de ese amor se señala la donación de su Hijo, al que llama “único” reforzando el amor y la intimidad (1,14.18; probablemente pensando en Abraham e Isaac, cf. Gen 22,12.16). En Juan el “amor” (agapê) es tema clave. Dios amó “al mundo” (3,16; 1 Juan 4,9) aunque los “hombres” amaron las tinieblas (3,19), tanto ama  que nos llama hijos (1 Juan 3,1). El Padre ama al hijo (3,35; 10,17), y el hijo al Padre (14,31), los amigos se aman (11,5). El amor de Jesús “a los suyos” fue hasta “el extremo” (13,1) e invita a amar “como él” (13,34; 15,12), “hasta dar la vida” (15,13; 1 Juan 3,16), tanto que el “amor” revela a los “discípulos” (13,35). Hay relación entre “amor” y “mandamientos” (14,15) pero el mandamiento es el del amor (15,17). Hay una interrelación de amar a Jesús, a Dios, y ser amado (14,21.23.24; 15,10; 17,23.26; 1 Juan 4,7.12). El que ama a su hermano permanece “en la luz” (1 Juan 2,10), tanto que no ama a Dios quien no ama a su hermano (1 Juan 3,17; 4,20), pero Dios siempre ama primero (1 Juan 4,10.19) y el amor hace desaparecer el temor (1 Juan 4,18). El amor del Padre por el mundo viene mostrado por su “don”, Jesús es don de Dios para que el mundo se salve y tenga vida.


La relación viene dada por “creer”, y el contraste entre “perecer” – tener “vida eterna” que en v.17 se aclaran como “juzgar” y “salvar”. Esta relación “perecer” – “ser juzgado” y tener “vida eterna” y “salvación” viene dada por el verbo “creer” y “no creer” (en tiempo perfecto, es decir, no haber creído y seguir en esa actitud increyente), que es creer “en él” (el Hijo único) o no creer “en el nombre” (= la persona). Los que “no creen” son los que constituyen “el mundo” a pesar del amor que Dios les ha manifestado ya que su salvación-vida eterna es lo que Dios quiere y ha manifestado en su amor. 




Icono tomado de mertonpito.blogspot.com




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