lunes, 1 de julio de 2019

El día en que fuimos derrotados


El día en que fuimos derrotados


Eduardo de la Serna
















Quizás sea por aquello de “una imagen vale más que mil palabras”, quizás sea por lo de “miente, miente, que algo queda”, o quizás sea porque la televisión se ha transformado en la gran catequista, el gran informador y, quizás por ser omnipresente, destellante y luminoso se parezca un poco a dios (o a Dios, como se prefiera). Pero lo cierto es que hemos sido derrotados. Y voy a poner tres ejemplos claros que me ocurrieron el año pasado:

  1. Hablando de los cuatro Evangelios mostré (con los textos oportunos, por cierto) que ya san Ireneo de Lyon (nacido entre el 130 y 140 y muerto, ¿mártir?, cerca del 200 y que es unánimemente reconocido el primer teólogo sistemático de la Iglesia) habla de los “cuatro Evangelios”. Es él, por ejemplo, el que relaciona los cuatro vivientes junto al trono, en Apocalipsis 4,7, con los cuatro Evangelios ligando el león a Marcos, el buey a Lucas, el ser humano a Mateo y el águila a Juan. Por tanto, “los cuatro Evangelios ya estaban recopilados a fines del s. II. ¡No!, me dijo uno, porque en “El Código Da Vinci vi que el que fijó los cuatro Evangelios fue Constantino” (s. III).
  2. Hablando de María Magdalena, mostré los diferentes textos que hablan de ella en los Evangelios y concluí: “Como ven, María Magdalena, no era ni fue nunca una prostituta”. ¡Si!, acotó otro, ¡sí fue prostituta! Me quedé esperando y remató: “lo vi en una película”.
  3. En clases de introducción a la Biblia hebrea mostraba diapositivas de elementos egipcios: pinturas de pirámides, sobre relieves, etc… para que pudieran ver cómo vivían: ¡cómo se cortaban el pelo, cuáles eran sus juegos de mesa, cómo era un ejército, como molían cebada y cómo tomaban cerveza. ¡No!, sentenció una estudianta. “No es así, porque en la serie Moisés vimos cómo tomaban cerveza en los harenes”.


En realidad, esto me recordaba una anécdota que me contó Antonio, un viejo misionero en África (no recuerdo el país). Habían conseguido un viejo proyector de super 8 y llevaban películas por las comunidades. Esas películas piadosas, tipo historia sagrada. En una oportunidad, al terminar la proyección, el jefe de la comunidad le dijo al misionero: “Gracias, padre, por traernos esto. ¡Ahora no van a poder decir que no era verdad lo que decimos!”

Quizás, entonces, lo que triunfe sea la parte menos crítica de nuestra humanidad, quizás lo lúdico infantil… o quizás cierta pereza. Pero lo cierto es que hemos sido derrotados. Podemos intentar una mirada crítica, podemos esforzarnos pedagógicamente, para ayudar a pensar, a poner en duda, a animarnos a discutir aun lo que pareciera seguro, pero una suerte de fundamentalismo, simplismo, o fascinación con las luces triunfa sobre la lectura crítica. Lo repito: hemos sido derrotados.

No es grato serlo, ciertamente. A nadie, ni masoquista siquiera, le gusta serlo. Pero, quizás por aquello de “ser honrados con lo real” (Jon Sobrino) se vuelve indispensable reconocerlo. Especialmente si seguimos en pie y seguimos dispuestos a insistir “a tiempo y a destiempo” (cf. 2Tim 4,2). Ayudar a pensar es nuestra misión, nos decía en la facultad a fines de los 70 el recordado Carmelo Giaquinta. Ayudar a pensar, grata y ardua tarea. Sobre todo ardua.

Las imágenes taladran los afectos, mientras la razón busca paso a paso ser aceptada por la inteligencia. He ahí la cuestión, probablemente. Y bien que saben de esto los publicistas, los inventores de posverdades o falsas noticias, los que penetran nuestras redes y celulares y por la televisión nos llenan de mentiras o medias verdades. Pero tocará seguir insistiendo, hablando, convenciendo. Para que una mirada crítica, de duda cartesiana quizás, o de sospecha hermenéutica tal vez, nos invite a pensar nosotros mismos sin que otro nos dé un pensamiento regurgitado y que no nutre, aunque sí beneficie al regurgitador. Quizás aplique aquí aquello de Pablo: “llevamos este tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros. Atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos, mas no desesperados; perseguidos, mas no abandonados; derribados, mas no aniquilados” (2 Cor 4:7-9). Derrotados seguramente, dispuestos a seguir la pelea, también.


Imágenes tomadas de https://egiptologia.com/la-cerveza-antiguo-egipto/

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