El día en que fuimos derrotados
Eduardo
de la Serna
Quizás sea por aquello de “una
imagen vale más que mil palabras”, quizás sea por lo de “miente, miente, que
algo queda”, o quizás sea porque la televisión se ha transformado en la gran
catequista, el gran informador y, quizás por ser omnipresente, destellante y
luminoso se parezca un poco a dios (o a Dios, como se prefiera). Pero lo cierto
es que hemos sido derrotados. Y voy a poner tres ejemplos claros que me
ocurrieron el año pasado:
- Hablando de los cuatro Evangelios mostré (con los textos oportunos, por cierto) que ya san Ireneo de Lyon (nacido entre el 130 y 140 y muerto, ¿mártir?, cerca del 200 y que es unánimemente reconocido el primer teólogo sistemático de la Iglesia) habla de los “cuatro Evangelios”. Es él, por ejemplo, el que relaciona los cuatro vivientes junto al trono, en Apocalipsis 4,7, con los cuatro Evangelios ligando el león a Marcos, el buey a Lucas, el ser humano a Mateo y el águila a Juan. Por tanto, “los cuatro Evangelios ya estaban recopilados a fines del s. II. ¡No!, me dijo uno, porque en “El Código Da Vinci vi que el que fijó los cuatro Evangelios fue Constantino” (s. III).
- Hablando de María Magdalena, mostré los diferentes textos que hablan de ella en los Evangelios y concluí: “Como ven, María Magdalena, no era ni fue nunca una prostituta”. ¡Si!, acotó otro, ¡sí fue prostituta! Me quedé esperando y remató: “lo vi en una película”.
- En clases de introducción a la Biblia hebrea mostraba diapositivas de elementos egipcios: pinturas de pirámides, sobre relieves, etc… para que pudieran ver cómo vivían: ¡cómo se cortaban el pelo, cuáles eran sus juegos de mesa, cómo era un ejército, como molían cebada y cómo tomaban cerveza. ¡No!, sentenció una estudianta. “No es así, porque en la serie Moisés vimos cómo tomaban cerveza en los harenes”.
En realidad, esto me recordaba
una anécdota que me contó Antonio, un viejo misionero en África (no recuerdo el país).
Habían conseguido un viejo proyector de super 8 y llevaban películas por las
comunidades. Esas películas piadosas, tipo historia sagrada. En una oportunidad,
al terminar la proyección, el jefe de la comunidad le dijo al misionero: “Gracias,
padre, por traernos esto. ¡Ahora no van a poder decir que no era verdad lo que
decimos!”
Quizás, entonces, lo que
triunfe sea la parte menos crítica de nuestra humanidad, quizás lo lúdico
infantil… o quizás cierta pereza. Pero lo cierto es que hemos sido derrotados.
Podemos intentar una mirada crítica, podemos esforzarnos pedagógicamente, para
ayudar a pensar, a poner en duda, a animarnos a discutir aun lo que pareciera
seguro, pero una suerte de fundamentalismo, simplismo, o fascinación con las
luces triunfa sobre la lectura crítica. Lo repito: hemos sido derrotados.
No es grato serlo,
ciertamente. A nadie, ni masoquista siquiera, le gusta serlo. Pero, quizás por
aquello de “ser honrados con lo real” (Jon Sobrino) se vuelve indispensable
reconocerlo. Especialmente si seguimos en pie y seguimos dispuestos a insistir “a
tiempo y a destiempo” (cf. 2Tim 4,2). Ayudar a pensar es nuestra misión, nos decía
en la facultad a fines de los 70 el recordado Carmelo Giaquinta. Ayudar a
pensar, grata y ardua tarea. Sobre todo ardua.
Las imágenes taladran
los afectos, mientras la razón busca paso a paso ser aceptada por la
inteligencia. He ahí la cuestión, probablemente. Y bien que saben de esto los
publicistas, los inventores de posverdades o falsas noticias, los que penetran
nuestras redes y celulares y por la televisión nos llenan de mentiras o medias
verdades. Pero tocará seguir insistiendo, hablando, convenciendo. Para que una
mirada crítica, de duda cartesiana quizás, o de sospecha hermenéutica tal vez,
nos invite a pensar nosotros mismos sin que otro nos dé un pensamiento
regurgitado y que no nutre, aunque sí beneficie al regurgitador. Quizás aplique aquí aquello de Pablo: “llevamos este tesoro en recipientes de barro para que
aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros. Atribulados
en todo, mas no aplastados; perplejos, mas no desesperados; perseguidos, mas no
abandonados; derribados, mas no aniquilados” (2 Cor 4:7-9). Derrotados
seguramente, dispuestos a seguir la pelea, también.
Imágenes tomadas de https://egiptologia.com/la-cerveza-antiguo-egipto/
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