viernes, 11 de diciembre de 2020

La pobreza de una etiqueta

La pobreza de una etiqueta


Eduardo de la Serna



Los estudiosos de ventas y márquetin hacen muchos esfuerzos cuando de elegir una etiqueta del producto que pretenden vender se trata. En un pequeño espacio deben decir algo sobre el mismo, y buscar ser atractivos para el posible o los posibles compradores. Si no dicen lo fundamental nadie compraría lo que no sabe qué es; si no es atractiva, nadie compraría lo que le causa rechazo. Es un desafío para los creativos, ciertamente.

Digamos brevemente que en el otro extremo del mercado (como es habitual) está Dios, que no tiene límites, y por tanto no tiene etiquetas. Tanto que es habitual decir que “de Dios es más lo que podemos decir que no es que lo que podemos decir que es” (por eso decimos que es in-visible, in-mortal, etc.).

Ahora bien, con alguna frecuencia nos encontramos con “etiquetas” puestas a las personas; en ocasiones etiquetas que uno mismo se ha dado o acepta (por ejemplo, en referencia a la profesión u oficio), pero, en otras ocasiones, etiquetas que revelan cómo se ve a la persona o – ¡lo que es peligroso! – cómo desearíamos que se lo vea. En tiempos de la dictadura cívico-eclesiástico-militar, por ejemplo, tener (o que le atribuyan a alguien) la etiqueta de “zurdo” era una simple condena de muerte, o de urgencia de exilio.

Poner etiquetas a los demás, entonces, suele ser imagen visible de la limitación mental, de la incapacidad de escucha, o de una actitud de condena desde una pretendida superioridad y distinción (y estoy “etiquetando”)

La excelente declaración del equipo de pastoral Social de la diócesis de Quilmes sobre la etiqueta de “verde” al obispo es un buen ejemplo de eso. Algunos creemos que, para cierta gente, que milita en contra de la ley de interrupción voluntaria del embarazo, la “vida” solo vale 9 meses, porque después piden pena de muerte (o la avalaron), se desentienden totalmente de la vida digna y piden ¡cárcel ya!, baja de edad de imputabilidad, y no se escandalizan ni escandalizaron de la guerra, la tortura o las desapariciones; son indiferentes a las redes de trata de personas o de órganos, el aumento de la pobreza, de comedores comunitarios, y demás “cosas de la vida”, y desvalorizan hasta el extremo, como los tuits descerebrados lo manifestaron, las personas, la entidad o la vida de los “negros”, “paraguayos-bolivianos”, judíos, gays y demás seres “espantosos” (y pregunto, irónicamente: ¿es vida o es un “kit de limpieza”?). Pero eso no escandaliza, a lo sumo se los comprende (“eran jóvenes”, como los que ahora se pretende encarcelar, si es que son pobres, bajando la edad de imputabilidad). Si a la “vida” la vamos a etiquetar, con vida “de primera”, de “segunda” y hasta “de cuarta”, avisen… Avisen y etiqueten; total, ¿qué le hace una mancha más al tigre?

 

Declaración del equipo de Pastoral Social de la Diócesis de Quilmes


Quilmes, 11 de diciembre de 2020

“¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos, que son unos hipócritas! Ustedes son como sepulcros bien pintados, que se ven maravillosos, pero que por dentro están llenos de huesos y de toda clase de podredumbre.” (Mateo 23,27)

 

Cuando el Padre obispo Jorge Novak hablaba de los torturados, los desaparecidos y recibía a las Madres de Plaza de Mayo, decían que en Quilmes teníamos un obispo rojo. Ahora, que nuestro padre obispo dice que como nos DUELE el aborto, también nos debe doler y debemos reclamar, con la misma fuerza por los pibes que nacen en la pobreza, crecen con hambre, viven hacinados en una casilla y crecen excluidos de oportunidades, dicen que en Quilmes tenemos un obispo verde.

No podemos dejar de pensar que cuando desde la “fe” en el Dios de la vida, algunos hermanas y hermanos tienen la costumbre de pintar y nos pintan a los obispos, están más cerca de la ideología que del Evangelio de Jesús. 


Foto tomada de https://fentlideratge.cat/es/etiquetado-las-personas/

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