sábado, 26 de febrero de 2022

Estemos seguros

Estemos seguros

Eduardo de la Serna



Un tema siempre presente, especialmente cuando los medios de comunicación lo agitan, pero preocupante… es el tema de la seguridad (y la inseguridad). Pero, no está de más reflexionar un poco en el tema más allá de los justos y razonables temores sobre este tema.

En realidad, la búsqueda de seguridad y estar seguros es un tema muy humano. Todos lo buscamos y necesitamos. No solamente ante un peligro cercano o urgente, sino en todos los órdenes de la vida. Buscamos tener una casa segura, un trabajo seguro, una amistad segura, y hasta podemos contratar un “seguro” de vida, de accidentes, de robo, etc. Pero todavía el tema es más amplio: si nos dirigimos a un lugar y no encontramos el camino, nos sentimos inseguros (y no necesariamente por temor a que nos ocurra algo) hasta que nos ubicamos y tenemos “paz”; si queremos darle a nuestra vida un sentido, es importante que este sea un camino firme (seguridad y firmeza son ideas semejantes). Esta es la raíz hebrea de la palabra “amén”, se trata de “estar firme”, y – por supuesto – para la Biblia es insensato buscar estar firme, buscar seguridad en algo que no es en Dios mismo. Este es el punto de partida de lo que se llama la idolatría.

Una persona, un pueblo, necesita la protección (= seguridad) de sus dioses. Ellos le garantizan paz frente a los enemigos, buena cosecha y abundancia de ganado, multiplicidad de hijos, bienestar económico, es decir, ¡bendiciones! Por supuesto que, frecuentemente, para conseguir esas bendiciones, hay que hacer una serie de cosas (ofrendas, sacrificios, etc.) con lo que se entra con las divinidades en una relación de “doy para que me des”. Por eso, frecuentemente, para tener la seguridad que los dioses nos pueden brindar, es indispensable “llevarnos bien” con ellos, para lo que el culto es un paso fundamental.

Ahora, en Israel las cosas son muy distintas. Para empezar, porque tiene un solo Dios y no más (ya no hay un dios que garantiza la lluvia, una diosa que garantiza la fertilidad, etc.). Y, “para peor”, se trata de un Dios que no acepta límites, como los que representan hacerse una imagen… Una imagen permite tener la “confianza”, la “seguridad” de que “acá está Dios”. Una imagen se puede ver, tocar, una imagen “está” aquí. Un Dios sin imagen “es un problema”. Pero la tendencia de “aferrarse” a lo más “seguro” no quedó de lado. Así empezó a haber quienes ponían su “seguridad”, por ejemplo, en el Templo, o en “ser pueblo de Dios”, o en la alianza, etc. Una muestra ocurre cuando los babilonios se acercan amenazantes. Todos saben que esa amenaza no es menor, la vida de todos está en peligro real. Pero muchos empiezan a decir “en la ciudad de Dios (= Jerusalén) estamos seguros”, “en el templo no nos va a pasar nada”, etc. Entonces, los profetas (en este caso Jeremías) van a decir “¡No!, ¡la cosa no es así!”. Poner la confianza, o la seguridad, en el templo, también es idolatría (ver Jer 7).

Poner la confianza en Dios es una cosa, pero poner la confianza en “las cosas de Dios” (como el templo, el pueblo, la ciudad), o poner la confianza en lo que decimos que es Dios, pero no lo es (por ejemplo, en las imágenes) es idolatría, no es un verdadero encuentro con Dios. Por supuesto que muchos creerán que se han encontrado con Dios (de hecho, ¿cómo saber si es o no así?), pero los profetas, de parte de Dios, les dicen ¡no! Allí (o en eso) ¡Dios no está!

Lo interesante (y que parece contradictorio) es que lo que parece más “seguro”, porque lo podemos ver, o tocar, precisamente no lo es. El encuentro con Dios es de otra manera. No es en el culto, no es en el templo, no es en la imagen. Creer o buscar seguridad, y ¡hasta creer (o sentir) estar seguros!, no es garantía de que Dios esté con nosotros. Estaremos con los ídolos, o con un Dios hecho a nuestra medida, pero no con el Dios de Israel y de la Biblia.

Sin duda que, para realmente relacionarnos con el Dios de la Biblia, el de Jesús, se trata de estar donde él está (y no donde nosotros decimos que “debe” estar, donde creemos que “estará”) ¿Qué otra cosa es, si no, un encuentro? Caso contrario, aunque creamos estar con Dios, sencillamente no lo estaremos; nos habremos encontrado con lo que creemos que es Dios, pero se parece más a ídolos. Hemos buscado seguridad, bendiciones, confianza, y creemos tenerlas, pero “por allí, Dios no pasó”. ¿Cómo sabemos si estamos o no con Dios? Creerlo o sentirlo no es suficiente (¡tantas veces hemos sentido lo que después vemos no era como creíamos!) … sin duda, la Biblia y la comunidad eclesial nos dan un buen anclaje para ir descubriendo a un Dios que se hace cercano/a, hermano/a y amigo/a. Es el desafío constante del encuentro con un Dios que no acepta ser “imaginado”, “aferrado”, y controlado (ni siquiera con el culto).

Estar con Dios no significa que estaremos seguros y no nos ocurrirá nada. Creer que porque estamos con Dios no enfermaremos, o no seremos víctimas, es precisamente algo más cercano a la idolatría. Ese no es Dios. “Manipular a Dios”, creer (o hacer creer) que seremos sanados al paso de la Eucaristía, o ir a la búsqueda de un milagro, no es encontrarnos con Dios (aunque la sanación ocurriera). A Dios, el papá de Jesús, lo encontraremos cuando nosotros nos ocupemos de la salud de las/los hermanos, cuando busquemos su paz, cuando seamos nosotros manos de Dios, voz de Dios para que todas y todos nos encontremos, en comunidad de hermanas y hermanos. Cuando la gente, al ver a los “cristianos” pueda decir “allí está Dios” (Zac 8,23; 1 Cor 14,25), o “miren cómo se aman” (Tertuliano).

 

Foto tomada de https://activated.org/es/fe/en-accion/fe/confianza/

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