jueves, 13 de marzo de 2025

LA VIOLENCIA AVANZA (curas OPP)

LA VIOLENCIA AVANZA



Hoy, el Ministerio de Seguridad dio un paso más en su historia de vergüenza, violencia e inseguridad.

No solamente impidió el derecho constitucional de la protesta, argumentando un ridículo protocolo que ellos mismos no cumplieron, sino que además ejercieron, fuera y dentro del Congreso de la Nación, una violencia que demuestra, una vez más, que la única libertad que avanza es la de ellos de reprimir y pisotear a las víctimas de este modelo genocida.

Ver – como puede observarlo cualquiera que quiera hacerlo – a un policía agrediendo de un palazo a una anciana indefensa y luego esconderse entre decenas de uniformes, no solamente revela la cobardía del sujeto, sino la necesidad de sangre que manifiesta en el día a día la ministra Bullrich.

No es eso lo que necesita nuestra Patria. Patria devastada por la falta de obra pública y la negativa perversa del cambio climático, y, además – y lo repetimos desde hace décadas – tenemos la firme convicción de que este modelo perverso no se sostiene sin represión. ¡Y eligieron a la mejor!

Repudiamos la violencia, repudiamos la falta de justicia con los y las jubilados; repudiamos este modelo empobrecedor que se jacta de una baja de la inflación solo sostenida con el empobrecimiento y endeudamiento feroz que sigue… y sigue; repudiamos las detenciones sin causas absolutamente justificadas, cosa que suelen disfrazarse con la complicidad de medios y redes sociales, cuyas libertades exigimos. Y repudiamos la falta de independencia de los poderes que no sancionan las leyes de la justicia que un poder judicial no evaluará.

¡La patria no se lo merece!

Grupo de curas en opción por los y las pobres

12 de marzo 2025

Miqueas, un profeta solitario

Miqueas, un profeta solitario

Eduardo de la Serna


En la Biblia hay muchas personas llamadas Miqueas (el nombre significa “¿quién es como Yahvé?”, y es semejante a Miguel, “¿quién es como Dios?”). Entre estos muchos hay dos profetas llamados con ese nombre. Uno, de Moréset, un pueblo pequeño del que no conocemos la localización y de quien se conserva un libro con su nombre y otro que es hijo de Yimlá de quien se habla en 1 Reyes 22. Sin embargo, aunque sea poco (y no sabemos ni su historia, ni su origen ni tampoco su final), lo que se nos dice de este último profeta en el relato resulta sumamente interesante.

Los dos reinos (Norte y Sur) que habían conformado el de David estaban en tiempos de paz y el rey del sur, Josafat, visita al rey Ajab en Samaría, capital del Norte. Cada uno en su trono, vestidos de gala (v.10) hablaban de una posible campaña militar. La intención era recuperar la ciudad de Ramot de Galaad, que había pertenecido a Israel pero estaba en manos de los arameos (v.3). Hacía tres años que no había combates (v.1). Pero – y esto era algo fundamental – antes de ir a la batalla era necesario saber si Dios bendecía o no la aventura militar. Si Dios no la acompañaba, lo más seguro era el desastre. Para eso, entonces, se debía previamente consultar a los profetas.

Para ser claros, digamos que en Israel en este tiempo había muchísimos grupos de profetas (1 Re 18,4.13; 19,1). La reina Jezabel había matado a una gran cantidad de profetas de Yahvé, alentando otros profetas del dios Hadad (= Baal), aunque Abdías, el mayordomo del palacio, había escondido a cien de ellos para salvarles la vida. Elías, por su parte, había matado a cuatrocientos cincuenta que respondían a Baal (18,20-40). La guerra estaba declarada, y Elías debe huir para salvar su vida (19,1-3). En este contexto es que Josafat insiste en “consultar a Yahvé” (22,5) y recurren a cuatrocientos profetas. Seguramente estos no serían profetas de Baal, como hubiera preferido la reina, porque aquí se consulta a Yahvé, pero tampoco profetas de Yahvé porque estos eran perseguidos por la corte. Todo indica, entonces, que se trata de profetas al servicio de aquello que el rey requiriera. Y, precisamente por eso, le dicen aquello que él quiere escuchar: en este caso, “Yahvé entregará (Ramot de Galaad) en manos del rey” (v.6). Quizás por esto Josafat no queda conforme y pide otra opinión (v.7), lo que escuchó no le parece confiable; es demasiado "oficialista". 

Es aquí que recurren a Miqueas. Pero el problema con este profeta es que nunca profetiza lo que al rey le gusta (v.8). Por insistencia de Josafat, de todos modos, lo llaman, pero sugiriéndole que “sea favorable” (v.13) a Ajab. Luego de decir que sólo va a decir aquello que Dios diga, y no lo que quieran oír (v.14), al llegar repite lo mismo que los otros profetas: "Yahvé entregará...". El tono ha de haber sido irónico ya que Ajab mismo se da cuenta de la falsía y le insiste que le diga la verdad. Así, Miqueas afirma que Israel será derrotado y andará por los montes “como ovejas sin pastor” (v.17). Y luego cuenta una parábola sobre el Dios rey que quiere engañar a Ajab para lo que se ofrece “el espíritu” que se convertirá en “espíritu de mentira”. Ese espíritu es el que ha hablado por estos profetas. En consecuencia, molesto, Ajab manda detener a Miqueas, encerrarlo “a pan y agua” “hasta que vuelva victorioso” (v.27). Con dignidad Miqueas le dice que si vuelve victorioso es que Dios no habló por su intermedio (v.28). Acá desaparece de la escena el profeta, pero a continuación se narra la batalla, la derrota y la muerte del rey Ajab (vv.29-38) tal como Miqueas lo había anunciado.

El texto deja claramente varias enseñanzas: no son los muchos profetas los que hablan realmente de parte de Dios (no es cuestión de rating) sino sólo aquel a quién Dios ha hablado; no es cuestión de mayoría o de cantidad. Pero, además,  no es fácil saber cuándo alguien habla de parte de Dios o no. Por cierto, no basta con que diga que lo hace (es lógico que quien afirma ser profeta diga que habla en nombre de Dios) aunque Yahvé no le haya dicho nada (ver Deut 18,20-22). Aunque, el tema, en este caso concretamente, es que sólo se sabe lo que Dios ha dicho por el cumplimiento de su palabra, pero, en este caso, ya es tarde: ¡el rey ha muerto! (tarde para saber que Miqueas tenía razón). Finalmente, es frecuente que confundamos la voluntad de Dios, y su palabra, con aquello que nosotros queremos escuchar y no con tener una actitud dócil a su proyecto. No es fácil reconocer o discernir a los verdaderos profetas de Dios, pero eso no significa que – ni ayer, ni hoy – Dios guarde silencio.


Imagen tomada de https://laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com/2017/08/el-profeta-miqueas.html

martes, 11 de marzo de 2025

Cuaresma 2C

 «a Él/ellos sí, escúchenlo/s»

Segundo domingo de Cuaresma

Eduardo de la Serna



Lectura del libro del Génesis  15, 5-12. 17-18

Resumen: el texto nos muestra a Abram que es invitado a poner en Dios su confianza en que la descendencia y la tierra prometida serán una realidad. Dios es fiel a sus palabras y a sus promesas.

El texto de Génesis 15 abarca todo el capítulo. Comienza con una nueva presentación cronológica (15,1) y la siguiente unidad comienza con la esterilidad de Saray (16,1) y el nacimiento de Ismael. Esta unidad, sin embargo, tiene dos partes bien marcadas (1-6 y 7-21), cada una comienza con un dicho de Yahvé (1 y 7), continuada por una objeción de Abraham (2 y 8) y un signo visual de Dios que confirma su dicho (5 y 17). Veamos ambas unidades:

15,1-6. La unidad aparece como un clásico dicho profético. Para empezar, se dice que “fue dirigida la palabra de Yahvé”, algo que es habitual en los oráculos proféticos (Is 28,14; 38,9; 39,5; 66,5; Jer 2,4.31; 7,2; 8,9; 9,20…; Ez 1,3; 6,3; 13,2…; Os 4,1; Am 7,16; 8,11.12; Mi 4,2; Sof 2,5; Ag 1,1.3; 2,1.20; Zac 1,7; 7,1; 9,1; 12,4 y también Lc 3,2). Por otra parte, si tenemos en cuenta que antiguamente, los profetas eran también llamados “videntes” y “visionarios” (ver 1 Sam 9,11) es importante que esta palabra de Yahvé fue “dirigida en visión”. Esta palabra, “visión” (mahâzeh) no es muy común en la Biblia (sólo aquí y en Nu 24,4.16, 1 Re 7,4 (x2) y 5 (x2) y en Ez 13,7).

El uso de “no temas” es sumamente interesante, lo encontramos 53 veces en toda la Biblia, de los cuales 13 en los llamados “profetas anteriores”, 17 en los “profetas posteriores” y 7 en la obra de Lucas (claramente profética). Es decir, no es una terminología exclusivamente profética, pero sí habitual en los profetas. Frente al llamado de Dios, el temor reverencial que experimenta el profeta, ante la vocación y la dificultad o dimensión del encargo, el “no temas” se presenta como oráculo de salvación. Por eso suele ir acompañado con el “yo estaré contigo”, por ejemplo Is 41,10 (en los textos de lo que se llamaba “Segundo Isaías” es frecuente el uso de “no temas”, x7).

El tema sobre el que se desarrolla el diálogo entre Yahvé y Abram es en torno a la descendencia (en la siguiente unidad, el tema es la tierra). Según una antigua legislación, el criado de Abram será el heredero. Sin embargo, Dios le “muestra” las estrellas (en otros relatos será el polvo de la tierra, Gen 13,16 o las arenas de la playa del mar, Gen 22,17; 32,12; 41,49), y sin más, “Abram creyó”. Con esta frase conclusiva termina la primera unidad.

La frase conclusiva, sin embargo, tiene una enorme densidad (e importancia en el cristianismo de los orígenes) que merece al menos una breve atención. La frase dice: “creyó (Abram) en Yahve y se le reconoció como justicia”. Y hay aquí 3 palabras bien importantes.
  • Creer es el verbo ‘aman (de donde viene el término ‘amén, que es el sustantivo). La raíz tiene que ver con “estar firme”, afianzarse. La idea subyacente es afirmarse en Dios, por eso la imagen habitual es “Yahvé es mi roca”. Cuando uno se afirma en lo que no es Yahvé, el suelo no es “firme” (recordar la comparación entre la casa sobre roca o sobre arena de Mt 7,24-27). Y por eso, afirmarse sobre lo que no es Dios (aunque sea sobre cosas buenas, o hasta religiosas, si es el caso) nos pone en el terreno de la idolatría. Evidentemente, en este caso, el “creer en Yahve” contrasta con la duda de Abram con la que empezó la unidad.
  • Tener en cuenta, valorar, considerar (el término hebreo hashab en el tiempo verbal qal  debe entenderse en este sentido; ver Gen 38,15; Ex 31,4; 2 Sam 14,14; 18,25; Job 19,11; Sal 41,8; Is 13,17; 53,4; Ez 11,2; Am 6,5; Zac 7,10; y especialmente Gen 50,20 y 2 Sam 19,20). Se entiende que Dios se lo reconoce, con todo lo que implica un “reconocimiento divino”.
  • Justicia (tzedaqáh) es más -aunque lo incluye- que el término tal como lo entendemos hoy nosotros. Es un hecho profundamente religioso (y profundamente creyente, por lo tanto). Ser justo es andar por los caminos de Dios, ser obediente, fiel, santo.

Sin duda esto permite ubicar a Abram en altísima consideración, como lo hará el judaísmo posterior (y el cristianismo: “nuestro padre en la fe”). Sabemos la importancia que san Pablo da a la fe, y su teología de la “justificación por la fe y no por las obras de la ley” (Ga 3,6; Rom 4,3; ver Sgo 2,2; Heb 11,8-10), aunque no es este el lugar para comentar tan importante tema.

15,7-21. La segunda parte del relato se centra –como se dijo- en el tema de la tierra. Se destaca que Yahvé sacó a Abram “de Ur de los Caldeos” para darle “esta tierra”. La fórmula “yo soy Yahvé… que te saqué” alude a Egipto en Ex 20,2; Dt 5,6 y Lev 25,38. La frase “Ur de los Caldeos” es un anacronismo (Gen 11,28.31; los caldeos son los babilonios de tiempos del exilio, ca. 550 a.C.) que nos permitirá enmarcar el relato en tiempos del redactor. Nuevamente Abram duda: “¿en qué lo conoceré?” y nuevamente Yahvé recurre a un signo. En este caso se trata de un ritual. Los animales mencionados son frecuentes en los sacrificios, y partir la víctima al medio, también; pero no estamos ante un sacrificio sino ante un hecho simbólico (ver Jer 34,18-20; la idea es “que me ocurra como a estos animales si violo esta alianza que estamos sellando”). El contexto parece más un texto de promesa-alianza que sacrificial-litúrgico. Aunque el que se compromete y el que pasa entre medio de los animales es Dios mismo, no Abraham, como veremos (es por eso que algunos estudiosos hablan de “promesa” más que de “alianza”). La referencia a las aves de rapiña que Abram espanta, alude, sin duda, a las dificultades por las que atravesará en la historia esta alianza con Dios. El paréntesis de vv.12-16 está precedido por un sopor de Abram, como el de Adán (Gen 2,21; ver 1 Sam 26,12; Job 4,13; 33,15; Prov 19,15; Is 29,10). Luego de este, a la caída del sol se concretará la promesa.

Los vv.12-16 parecen un paréntesis aludiendo a la concreción de la tierra prometida en los versículos anteriores. Se alude a la historia (es lo que se llama una “profecía posterior al evento”), a Egipto y el éxodo y a la posterior ocupación de la tierra. La referencia a los 400 años y las cuatro generaciones se ha prestado a diferentes interpretaciones. De todos modos, como diremos, este paréntesis es importante en el relato. Especialmente por la alusión a la extensión del territorio, que es inmensa –de Egipto al Éufrates-, tanto como la soñada idealmente de tiempos de David.

Al anochecer, se alude a un “horno”, una antorcha de fuego. El fuego es Dios mismo (Ex 19,16.18; 20,1.8; 24,17; 34,5) y es Él quien se compromete con Abram al pasar entre los animales partidos. Es Yahvé el que “cortó” una alianza con Abram (cortar es el verbo usado en hebreo), y la alianza supone dar la tierra extensa a la que hicimos alusión. La lista de 10 pueblos que serán despojados agranda otras listas ya conocidas.

El texto, entonces, nos permite notar una serie de temas importantes. Antiguamente se hablaba de que este texto conjugaba relatos “yavistas” y “elohistas”. La vieja teoría de “documentos” está en discusión en nuestros días. El relato parece aludir – o al menos así se lee en tiempos en que culmina su redacción - al conjunto que está por salir del cautiverio en Babilonia, o que se ha asentado recién. La promesa de Dios sigue en pie. Han salido del cautiverio de “los caldeos”, como antaño salieron “de Egipto”, y "hoy", – como antaño - ocuparán la tierra. Dios establece una alianza y se compromete con su pueblo en ello. Como los profetas de tiempos exílicos, Dios dirige su palabra y anuncia descendencia y posesión. Pero como Abram, Israel debe “confiar” (= creer en Yaveh). El texto, entonces, se revela como “kerygmático”, es una invitación a confiar en lo que Dios anuncia a su pueblo que se reúne al finalizar el cautiverio (de Babilonia, como lo fue el de Egipto). Si el pueblo confía en Dios (y no en los ídolos), ocurrirá como en los tiempos ideales de David, y se extenderán por la tierra y su descendencia iluminará y será inmensa como la de las estrellas.


Lectura de la carta de apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos  3, 17-4, 1

Resumen: Pablo es criticado por los que insisten en la necesidad de la circuncisión, y - en su apología - no solamente se defiende mostrando su fidelidad, sino que también les cuestiona el punto de partida que tiene que ver con una ciudadanía diferente.

Muchos autores coinciden en reconocer en la carta a los Filipenses, más de una carta reunidas. Los que sostienen esto, piensan que 3,1b-4,3 sería un fragmento (o un folleto) más tardío al resto de la carta, causado por la infiltración de los cristianos que predican la circuncisión como necesaria. Estos infiltrados son habituales en tiempos paulinos, y se hace también referencia o alusión a ellos en otras cartas (Gálatas, 2 Corintios, Romanos). La insistencia de estos es que el bautismo no es suficiente, y que es necesaria la circuncisión para ser verdaderamente judíos. Pablo – y con él muchos otros - sostienen que somos plenamente judíos estando “en Cristo” por el bautismo (es importante recordar que la palabra “cristianos” no existe en tiempos de Pablo. Él se siente y sabe judío, miembro del “Israel de Dios”, Ga 6,16). El problema, además, es que de este modo no sólo exigen la circuncisión como “rito de introducción” sino que niegan – o al menos relativizan - el valor salvador que tiene la Pascua. Además, frecuentemente, para reforzar su intento, estos (se los suele llamar “judaizantes”, por referencia al intento de “hacerse judíos”, lo cual no es demasiado exacto, como se ha dicho) critican ferozmente a Pablo y su predicación. De hecho el Apóstol relativiza las instituciones fundamentales de Israel tales como la circuncisión, el templo, y otras, como veremos. Así, cuestionando a Pablo, logran atacar de raíz el contenido de su predicación. Ese es el contexto del texto que toca comentar.

Después de presentar elementos históricos y teológicos que justifican su posición (3,1b-16) Pablo saca las conclusiones. Lo hace comenzando con un vocativo: “hermanos” y finaliza con lo mismo (4,1). Los versículos 4,2-3 aparecen como conclusión, saludo o recomendaciones del final de este folleto. Pablo, como dijimos, acaba de mostrar su historia personal, porque ha sido atacado. Debe notarse que las veces que Pablo se presenta a sí mismo, o hace una apología de su ministerio, es porque ha sido criticado ante sus comunidades, Gal 1,13-24; 2 Cor 11,16-12,10). Es en ese sentido que dice “imítenme a mí”, esto es en dejarse alcanzar por Cristo (3,12) y dejar todo lo que antes era tenido por valioso (v.13) para alcanzar a Cristo. Por el contrario, los que cuestionan a Pablo son presentados de un modo muy duro:

  • Enemigos de la cruz de Cristo, alude a lo que desarrolla más intensamente en Gal 2,18-21. Cristo habría muerto en vano, si la circuncisión es necesaria. 
  • Cuyo final es la perdición parece aludir a la perdición eterna, señala así que no tiene futuro su predicación ni los predicadores. 
  • Su Dios es el vientre refiere a la “divinización” de la alimentación, a la exclusión de los no circuncisos de las mesas, a los ritos alimentarios (el contexto parece ser semejante a Ga 2,12). 
  • Su gloria la vergüenza indudablemente destaca que se jactan de algo que se ubica en el sexo (la circuncisión) cuando en realidad son aspectos que se ocultan (1 Cor 12,23) [hay que recordar que “vergüenza” es término frecuente para aludir a lo sexual, cf. Dt 25,11; Is 3,17].

De este modo, en lo que piensan es en las “cosas de la tierra”, mientras nosotros somos “ciudadanos del Cielo”. La idea de lo “terreno” (epigeia) se encuentra 7 veces en el NT, 5 en Pablo (1 Cor 15,40 (x2); 2 Cor 5,1; Fil 2,10; 3,19 y en Jn 3,12; Sgo 3,15). En todos los casos se opone a “cielo”. La referencia a lo “celestial” alude a Cristo, como se ve claramente en 1 Cor 15,45-49. En este caso, el contraste está dado entre “los que piensan de modo terrenal” (v.19) y “nosotros” (v.20). Pero el contraste no está en el hoy y un mañana indefinido sino en los que “hoy” piensan de modo terrenal y los que se dejan guiar hoy con una mentalidad “celestial”. El futuro sí viene dado por la esperanza, lo que aguardamos; la transformación que ocurrirá en los cuerpos cuando venga “el Salvador, Señor Jesús el Cristo”. Esa meta que esperamos, hacia la que Pablo tiende y a la que invita a tender también a los lectores, es “conocer a Cristo, y sentir en mí el poder de su resurrección, tomar parte en sus sufrimientos; configurarme con su muerte con la esperanza de alcanzar la resurrección de la muerte” (vv.10-11) y así “transfigurar” nuestro cuerpo en uno semejante al suyo, resucitado.

Con frecuencia ha sido malinterpretada la frase en la que afirma que “somos ciudadanos del cielo”. Habitualmente, se lo ha entendido de un modo más platónico que paulino [en realidad, con mucha frecuencia se interpreta toda la Biblia de un modo más platónico que bíblico]. 

Pero Pablo no es platónico, como decimos. ¿A qué se refiere con “ciudadanía”? Es interesante que la idea de ciudadanía aparezca rara vez en el NT (Hch 22,28; 23,1; Ef 2,12) y – en Pablo - solo una vez más, también en Filipenses (1,27). Hch 22 se refiere a la ciudadanía romana; Ef a la ciudadanía de Israel. Hch 23 es traducido por “conciencia” en varias Biblias. El texto de Fil 1 es traducido a veces como “conducta digna”, pero en todos los casos el término griego es “politeum—“ que es “ciudadanía”. Es importante retener que Filipos es una “colonia romana”, es decir, tierra conquistada, donde viven antiguos soldados romanos pensionados, a los que se les han dado tierras “en colonias” para que las habiten (y para que expandan el “romanic way of life”, el modo de vida romano). Estos antiguos soldados, lo mismo que la élite de Filipos, son “ciudadanos romanos”, con todo lo que esto supone: culto imperial, religiosidad como virtud cívica (diosa Roma, y todo lo que la religiosidad imperial implica), y por supuesto pax romana, impuestos, fidelidad al Emperador, exaltación de su figura como salvador, su magnificencia, su poder, su gracia, su ser hijo de Dios, etc… Que sea en Filipos donde Pablo usa dos veces la categoría “ciudadanía” no deja de ser claramente “contra-cultural”. Esta idea, en Filipenses no parece diferente de la que despliega Jesús al hablar de “reino de Dios” (que también ha sido deformada en ocasiones). La sede de la ciudadanía, entonces, no es Roma, sino el cielo. Desde allí viene un modo de vida diferente, un hijo de Dios diferente, una paz diferente, una gracia diferente, etc… No es Roma-el César, sino el Cielo-Jesús el que nos señala los caminos. Caminos contra culturales a aquellos que no entienden la novedad que trae Jesús, y contra culturales a las imposiciones de los imperios de todos los tiempos.


+ Lectura del Evangelio según san Lucas     9,28-36

Resumen: el conocido episodio de la Transfiguración presenta, en Lucas, una serie de elementos características. Ya no es a los profetas sino a Jesús al que hay que escuchar. Él se encamina hacia Jerusalén donde ocurrirá un nuevo éxodo.

Con una referencia cronológica empieza Lucas una nueva unidad (v.28). La unidad finaliza en v.36 ya que v.37 comienza con “al día siguiente”.

Lucas empieza señalando “ocho días después de estas palabras” sin que quede claro “después” que qué fecha (seguramente por esto es omitido en el texto litúrgico); ¿es una alusión al momento más solemne de la fiesta de las “carpas” (ver Lev 23,36)? El relato sigue en lo principal el texto de Marcos, pero con aportes muy interesantes.

El primer cambio con respecto a Marcos (además de lo cronológico, ya que Marcos habla de 6 días) es el orden de los discípulos. Poniendo siempre primero a Pedro, Lucas adelanta como segundo a Juan (ver también 8,51); seguramente por la importancia que éste tiene en el cristianismo primitivo (de hecho, en Hch 12,2 se hace referencia a la muerte temprana de Santiago; ver Lc 22,8).

La referencia a un monte / montaña no parece tener una intencionalidad geográfica. Recién después de Orígenes se hizo referencia al Tabor (muchos historiadores lo ven prácticamente imposible ya que allí había un destacamento del ejército de Herodes, afirman). El siguiente elemento muy importante, es que suben a la montaña “para orar” (v.1). Es sabido la gran importancia que tiene en Lucas la oración de Jesús. Jesús reza en su bautismo (3,21), antes de elegir a los Doce (6,12), al preguntar quién dice la gente que es (9,18), antes de enseñar el Padre nuestro (11,1), en el huerto (22,41), por ejemplo. Por un lado, Lucas quiere enseñar con el ejemplo de Jesús a sus discípulos que “hay que orar” tal como hacía Jesús. Pero la oración no es una especie de “contemplación platónica”, o una meditación; es un ponerse a la escucha de la voluntad de Dios. Como los profetas, la oración tiene como objetivo escuchar a Dios (como se ve en la construcción de 6,12) para después “hablar (y obrar) en su nombre”. Es sabido – y lo retomaremos - que Lucas destaca muy claramente la vocación profética de Jesús y de la Iglesia; la oración no es ajena a ello sino paso fundamental. Y es “mientras oraba” (v.2) que Jesús se transfigura.

El cambio de Jesús se manifiesta en su rostro, como el del profeta Moisés (Ex 34,30-35; en 24,17 hay también referencia a Moisés, la gloria y la nube; ver 40,34-35). Los dos hombres que conversan con Jesús son Moisés y Elías (Marcos los menciona en orden inverso). La aparición de estos dos es “en gloria”, lo que alude claramente al ámbito divino. Se ha afirmado que Lucas omite el término “metaforfôthê de Marcos, quizás para evitar confusiones en sus lectores paganos en clave metamorfosis mitológica de los dioses; si bien es posible, no puede olvidarse que también Marcos se dirige a lectores provenientes de ambiente pagano. La alusión al blanco y al resplandor nos ubica en un cierto marco apocalíptico (Ap 2,17; 6,2; 20,11; Ez 1,27-28; Dn 10,6; cf. Lc 24,4; Hch 1,10).

Lo que hablaban los tres es acerca del “éxodo” de Jesús “en Jerusalén”. Los términos no son casuales. “Éxodo” es extraño en el NT (solo acá, y una vez en Heb y en 2 Pe). El término alude metafóricamente a la muerte en Sab 3,2; 7,6 y en 2 Pe 1,15 (además de la salida de Egipto, como en Sal 104,38; 113,1; Heb 11,22). Este éxodo ocurrirá en Jerusalén, como también allí ocurrirá su “ascensión” (9,51). Se alude, así, a todo el proceso de muerte-resurrección-ascensión (esta última es narrativamente algo exclusivo de Lucas). Es posible que Lucas señale “un nuevo comienzo”, y con una confesión semejante en el Bautismo (“Hijo”) destaque el inicio del ministerio de Jesús, y en 9,35 aluda en comienzo del viaje a Jerusalén, tan propio de Lucas.

En el Evangelio de Lucas (y en Hechos) Jerusalén ocupa un lugar central. Desde 9,51 hacia allí se dirige resueltamente Jesús porque allí será matado. Lo que ocurrirá allí será la muerte del profeta. Jesús se dirige a la ciudad “porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén” (13,33). Luego, desde Jerusalén es desde donde sale la voz profética de la Iglesia (Hch 2,17). Los discípulos están cargados de “sueño” o “abombados” (el término también se utiliza para la embriaguez, p.e. Lc 21,34), y sin embargo, ven “la gloria de él”, la de Jesús. Quizás por el adormecimiento, Pedro “no sabía lo que decía” (Marcos aclara: “porque estaba aterrorizado”). Lo cierto es que propone “hacer tres carpas”. Si bien el contexto puede ser – como se ha propuesto - el de la fiesta judía de las Tiendas, la alusión nos remite también al éxodo y al tiempo del desierto (en los Evangelios, el término skênê, tienda, carpa, tabernáculo, sólo se encuentra aquí y en Lc 16,9; es muy frecuente en Heb 8-9 para aludir al Templo, como Tienda). Pedro se dirige a Jesús como “maestro”, en un término que es exclusivo de Lucas (epistátês, 5,5; 8,24 (x2). 45; 9,33.49; 17,13). La nube que los cubre a todos hace que se llenaran de temor. Desde la nube se escucha una voz. Las nubes, en el NT aluden al ámbito divino habitualmente (desde allí vendrá el Hijo del hombre a juzgar, 21,27 o en una nube se eleva Jesús, Hch 1,9) aunque también alude a los signos de los tiempos (12,54); en general se trata de una manifestación de Dios (cf. Ex 16,10; 19,9; 24,15.18; 40,34; 2 Sam 22,12; 1 Re 8,10.11; Ez 10,3.4; Sal 18,11; 2 Mac 2,8), la escenografía también es apocalíptica.

Por la voz desde la nube, Jesús es presentado como “Hijo” y “Elegido”. Hijo –como dijimos- se dice en el Bautismo (3,22), mientras que “Elegido” es usado sólo aquí (ver Is 41,8-9; 42,1) ¿la voz alude al Siervo sufriente de Yahvé? “A él escúchenlo” alude a Dt 18,15, al profeta esperado que es semejante a Moisés. La voz recuerda la voz del cielo en el Bautismo, pero en este caso el acento está puesto en la invitación: “a él escúchenlo”. Sin duda, para Lucas, ya es tiempo de dejar de escuchar a los grandes profetas del AT y es tiempo (“se ha cumplido hoy”) de escuchar al profeta Jesús. Al escucharse la voz, él queda solo (aunque ya se habían “separado de él” en v.33).

El silencio que guardan del acontecimiento remite al mandato de callar que es habitual en Marcos, resumido aquí por Lucas que no destaca este aspecto. Ellos callaron “por aquellos días”.

Pero el texto del relato, no puede quedar aislado del contexto en el que se encuentra. El capítulo 9 parece estar concentrado en la idea ¿quién es Jesús?, ¿quién dicen que es? Herodes dice que es el Bautista (9,9), la gente dice que es Juan el Bautista, o Elías o un profeta (9,19), Pedro afirma que es “el Cristo de Dios” (9,20), mientras que la voz de Dios lo presenta como “mi hijo, (mi) elegido” (9,35).

Pero en este contexto, también, se ha escuchado el dicho de Jesús de que algunos no padecerán la muerte “hasta que vean el reino de Dios” (es el texto inmediatamente anterior a la transfiguración), mientras aquí nos resalta que “vieron su gloria” (v.32).

Quizás estemos en un contexto semejante – también - a aquellos que pueden conocer los “misterios” del Reino“ (8,10) o al “pequeño rebaño” al que el Padre ha querido darle el reino (12,32). El marco y el contexto profético – tan propio de Lucas, por cierto, como hemos dicho - nos desafía a la oración y la escucha para ser nosotros también portavoces de Dios, Iglesia profética, que se atreva a decir con osadía una palabra de parte de Dios para nuestro tiempo, aunque Pedro no sepa qué decir por estar abombado.


Video comentando el Evangelio en
o también en
https://blogeduopp1.blogspot.com/2025/03/video-con-comentario-al-evangelio-del_10.html


Imagen tomada de http://jeremias20.files.wordpress.com/2012/12/ribeirc3a3o-mural.jpg

jueves, 6 de marzo de 2025

Felipe, uno de los Siete

Felipe, uno de los Siete

Eduardo de la Serna



La nota pasada hicimos referencia a Felipe, uno de los Doce, pero – como dijimos – hay otro Felipe en el grupo de Jesús que merece que le dediquemos nuestra mirada.

Según Hechos de los Apóstoles, como la comunidad de los seguidores crecía, las viudas de los “griegos” no fueron correctamente atendidas, lo que causó algunos malos momentos (6,1). Con este motivo, los Doce, eligieron Siete (6,3). Originalmente se esperaba que “sirvieran las mesas” (6,2; como “servicio” en griego se dice “diakonía” algunos pensaron, erróneamente, que se trató de los primeros diáconos). Sin embargo, muy pronto se verá que estos siete también se dedican a la predicación; de hecho, lo que se busca de estos “Siete” es que sean “de buena fama, llenos del espíritu y de sabiduría” (6,3) y les imponen las manos luego de hacer oración (6,6) algo que excede lo que se espera de quienes sólo se dedican a servir las mesas. De la mayoría de estos (como de la mayoría de los Doce) sólo sabemos el nombre, sólo conocemos – por Hechos de los Apóstoles – más detalles sobre Esteban y Felipe. Para ser más claros, en Hch 21,8 a Felipe además se lo llama “evangelista”.

En el capítulo 8, Hechos dedica un importante espacio a Felipe quien debe dejar Jerusalén después del martirio de Esteban (8,1.4). Comienza señalando, como es habitual, que Felipe predica en Samaría (“predicaba a Cristo”, 8,5) y este anuncio va acompañado de signos milagrosos, expulsaba “espíritus inmundos” y sanaba lisiados y cojos (8,7). Incluso mueve a la fe (8,13) a Simón, un importante mago de la ciudad (8,9-11) que más adelante tendrá problemas con Pedro (8,18-24).

A continuación, movido por una revelación, Felipe va al encuentro de un etíope, convertido al judaísmo (o creyente desde su nacimiento, no lo sabemos), un alto funcionario de Candace, la reina de los etíopes (8,26-27). El etíope está leyendo a Isaías, pero no lo comprende y Felipe se ofrece a ayudarlo (8,31-32). El texto que leía hacía referencia a uno "como cordero" al que se le ha negado la justicia y su vida fue arrancada de la tierra (8,32-33). Felipe, el evangelista que predica a Cristo, hace exactamente eso: partiendo de este texto “se puso a anunciarle el evangelio de Jesús” (8,35). Esto lleva al eunuco a la fe y pide el bautismo aprovechando el agua de una parada (8,36). Felipe le dice que si cree puede hacerlo: “Creo que Jesucristo es el hijo de Dios” (8,37) afirma y entonces es bautizado (8,38). Hecho esto, Felipe “desaparece” y lo encontramos “evangelizando” en otra región (8,40). Ya había cumplido su misión y debía comenzar un nuevo anuncio.

Después de esto, Hechos de los Apóstoles dirige su mirada hacia otro personaje, Pablo, y ya no volvemos a saber de Felipe hasta el final. Pablo, en viaje a Jerusalén llega a Cesarea a “casa de Felipe”, que tiene cuatro hijas vírgenes que profetizan. Lo último que sabemos de Felipe, entonces, es su hospitalidad, ya que Pablo y los suyos “permanecen allí bastantes días” (21,8-9).

Es llamativo que Felipe predica a extranjeros, a no-judíos, y que les predica “a Cristo”. Es lo que hizo con el eunuco a quien un texto del siervo de Dios (Is 53,7-9) le es interpretado por él en clave “Cristo siervo”, lo cual lo lleva a confesar a Cristo. Es por eso que luego es calificado de “evangelista”.

Felipe, entonces, es presentado como un “servidor” pero uno que interpreta su servicio como predicación de la Buena Noticia de Jesús. Sin duda el servicio misionero y evangelizador que los seguidores de Jesús deberíamos sentirnos llamados a dar a todos, en especial a los extranjeros o a los no creyentes, es que Jesús es la buena Noticia que nuestro mundo necesita.


Imagen tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Felipe_el_Di%C3%A1cono

martes, 4 de marzo de 2025

Cuaresma 1C

 Jesús nos invita a seguir su ejemplo dejando a Dios reinar en la historia

PRIMER DOMINGO DE CUARESMA – “C”


Eduardo de la Serna



Es sabido que el tiempo de Cuaresma (y otros tiempos “fuertes”) son diferentes del tiempo común en la selección de lecturas evangélicas. No se sigue un criterio continuado, sino “temático”. En este caso, aludiendo a la Cuaresma, por cierto.



Lectura del libro del Deuteronomio                 26, 4-10

Resumen: el Dios de Israel es un Dios histórico que camina con su pueblo y lo compromete con sus hermanos en el sufrimiento y el dolor.

La primera lectura constituye lo que tradicionalmente se ha llamado “credo histórico”. El tema principal del texto es lo que podríamos llamar la “gratitud” del judío religioso a Dios por las “bendiciones” que le manifiesta en los frutos de la tierra. Esta gratitud se manifiesta en la presentación ante el sacerdote en funciones, de las “primicias” de los frutos de la tierra que, precisamente, Dios ha dado a Israel. Pero esta donación de la tierra tiene su origen en el clamor del pueblo (v.7). 

El clamor es un término importante en el A.T. ya desde el “clamor de la sangre de Abel” (Gen 4,10). Es la consecuencia de la angustia, el dolor o la opresión (Gen 27,34; 41,55), y es el grito habitual de Israel ante la opresión que le provocan otros pueblos (Ex 14,10; Num 20,16; Jos 24,7; es algo frecuente en el esquema de Jueces: 4,3; 7,23.24; 10,12.17; 12,1; Neh 9,27; Sal 77,2; 107,6.28; Is 19,20 etc). El Dios compasivo no puede permanecer indiferente ante el clamor de los que sufren, particularmente de los pobres (Ex 22,22. 26) o de los justos (Sal 34,18; 88,2). La traducción frecuente del hebreo tzehaká al griego es (ana)boaô que, del mismo modo, puede ser “grito” (como “la voz que clama en el desierto”, Mc 1,3; Mt 3,3; Lc 3,4; Jn 1,23), o el clamor de Jesús en la cruz a Dios ”por qué me has abandonado” (Mc 15,34; Mt 27,46), también puede ser el grito suplicante en el dolor (particularmente frecuente en Lucas, 9,38; 18,7. 38; Hch 8,7). 

El Dios “clemente y compasivo” se compromete con su pueblo-hijo único ante su dolor, y lo arranca de manos de sus opresores, conduciéndolos a la tierra “que mana leche y miel”. El agradecimiento, de todos modos, no está exento de conflicto especialmente en el contexto de la teología deuteronómica, siempre enfrentada con los ídolos, particularmente los de la fecundidad. Reconocer que es Dios – quien se compromete históricamente con Israel – el que da fruto a los campos es, indiscutiblemente, afirmar que no es Ba’al quien lo hace. La insistencia en la “tierra que tu Dios te da”, el “lugar elegido por Yahvé”, el sacerdote (lo que implica el templo de Jerusalén en la teología deuteronómica, = “el lugar”), “he llegado a la tierra que Yahvé juró a nuestros padres” (texto extrañamente omitido en la liturgia), “altar de Yahvé”, “estas palabras ante Yahvé”, “clamamos a Yahvé, Dios de nuestros padres”, “Yahvé escuchó nuestra voz”, “Yahvé nos sacó de Egipto”, “nos trajo aquí a esta tierra”, “productos que tú, Yahvé me has dado”, “los depositarás ante Yahvé y te postrarás ante Yahvé” y (sigue el texto todavía un versículo, también extrañamente omitido), “te regocijarás con los bienes que Yahvé tu Dios te ha dado a ti y a tu casa. Y – añade – se regocijarán el levita y el forastero que viven en medio de ti" (porque recibirán parte de estos dones; Yahvé no se desentiende de los pobres). ¡14 veces se menciona a Yahvé en sólo 11 versículos! Y ¡10 veces! llamándolo “Yahvé tu/mi Dios”. 

El texto nos presenta, entonces, un Dios “incapaz” de permanecer indiferente ante el “clamor” de su pueblo, lo cual lo compromete en la historia en la liberación. Pero esa liberación de una potencia opresora, compromete al pueblo en un encuentro gratuito y agradecido con Dios, lo que le  impide volverse a los otros dioses. La dinámica propia de “pecado – castigo – clamor – liberación” propia de los Jueces, marca a fuego la teología deuteronómica. 

Los ídolos siguen tentando, la posibilidad de reconocer que los bienes que se poseen vienen de otros dioses (Ba’al u otros) y que esos bienes que se poseen no exigen un compromiso con el levita y el forastero (el pobre, el desplazado o migrante, el marginado) es – precisamente – negar al Dios de Israel (del “credo histórico”). Al Dios que camina en la historia para que los miembros de su pueblo estén atentos a los clamores de los hermanos que sufren.


Lectura de la carta de san Pablo a los Romanos                10, 8-13

Resumen: la confesión de fe, algo que puede ser universal, es el criterio exclusivo para la salvación; ya no la pertenencia a un pueblo. La fe y no la circuncisión, no la pertenencia a unos pocos sino el universal tiene entrada en la vida.

La carta de Pablo a los Romanos vuelve sobre la “confesión de fe” en el Dios en el que creemos. El texto se ubica en el contexto del conflicto con los que insisten en que el seguidor de Jesús debe pasar por la circuncisión para acceder a la salvación. Pablo, que predica a ciudades de inmensa mayoría no judía, no acepta la circuncisión como “requisito”, ni como posibilidad. Para él sólo la fe es condición fundamental y la única necesaria. “Si crees… serás salvo” (v.9). Y esto vale para judíos y paganos (v.12). El universalismo de la salvación que trae Jesús, y a la que accedemos por la fe, es la gran característica de toda la carta a los Romanos. Y es precisamente uno de los temas que Pablo enfrenta en esta unidad, tanto ante los que pretenden que cuentan “sólo los judíos (o quienes se hagan tales por la circuncisión)” como ante el elitismo imperial de muchos en la comunidad romana (aunque esto no se encuentra señalado particularmente en esta unidad, pero sí aludido en la importancia del “todos”, “todo el que invoque…”, v.13). 

Nuevamente el tema subyacente es “cómo es el Dios en el que creemos” (o en el que “no creemos”). Este Dios universal, que Pablo destaca, y que por universal empieza desde los últimos, (los “paganos“, ante el elitismo judío; los “bárbaros”, ante el elitismo romano) nos invita a confesar nuestra fe en su accionar histórico. Jesús es hecho Señor por la resurrección (v.9; Fil 2,11), y en la resurrección Dios manifiesta la “fidelidad de Jesús” (Rom 3,22.26) que es la que nos alcanza la salvación. 


Lectura del evangelio según san Lucas                    4, 1-13

Resumen: como el pueblo en el desierto, Jesús es tentado. Pero a diferencia de este, supera la tentación. Un conflicto entre el reino de Dios y el de satanás se desata y Jesús invita a los suyos a seguir sus huellas.

El Evangelio presenta una serie de elementos propios de Lucas que merecen ser destacados. La narración de las llamadas “tentaciones en el desierto” se repite en Mt con algunas diferencias, por lo que han de atribuirse a la fuente común entre ambos, llamada “Q”. Por un lado es llamativa la inversión de la segunda y tercera tentación, que en este caso ha de atribuirse a Lucas con la intención de señalar la conclusión de toda esta etapa en Jerusalén, lo que es algo propio de él. Por otro lado, la gravedad creciente de tentaciones de Mateo, queda alterada en Lucas.

Para comenzar, Lucas destaca que Jesús vuelve del Jordán y se dirige al desierto “lleno del Espíritu Santo”. La presencia del Espíritu Santo en el comienzo del Evangelio y también de Hechos revela la activa intervención divina en ambos momentos históricos. Es el Espíritu Santo el gran protagonista, el que acompaña y fortalece a Jesús y a los Doce y sucesores para el fiel desempeño de su misión profética y evangelizadora. A semejanza de Marcos (y no de Mateo) Jesús es tentado durante los 40 días. A semejanza de Mateo (y no de Marcos), Jesús no toma alimento durante estos 40 días (aunque Lucas no lo califica de “ayuno”). El sujeto de la tentación es el “diablo”, que es mencionado varias veces (vv.2.3.6.13). Sin embargo, de este “diablo” se destacan algunas cosas, algunas propias de Lucas: la oferta de entregarle a Jesús todos los reinos de la tierra si adora al diablo, recibe una acotación sorprendente sobre el poder y la gloria de los reinos: “porque a mí me ha sido dado y yo los doy a quien quiero”. No es evidente quién se los ha dado (¿Dios?), pero lo cierto es que aquí encontramos una clave de interpretación de otros textos propios de Lucas: Jesús ve “a Satanás caer del cielo” (10,18), a la mujer encorvada “Satanás la tenía atada” (13,16), y Satanás “ha solicitado poder para cribar como el trigo” a Pedro y los suyos (22,31). Esto revela que para Lucas con el ministerio de Jesús y la fuerza del Espíritu Santo comienza un conflicto entre dos reinos. El reino de Dios, que el Jesús de Lucas predica, se enfrenta con el poder diabólico que quiere atar a la humanidad, cribarla. El contraste está dado por Jesús, que “pasa haciendo el bien, y curando a todos los oprimidos por el Diablo porque Dios estaba con él” (Hch 10,38). 

Es llamativo que las respuestas de Jesús a las tres tentaciones (como también ocurre en Mateo) son citas del libro del Deuteronomio. El pueblo, en los 40 años del desierto, cayó ante las tentaciones; en los 40 días de desierto, Jesús vence las tentaciones con textos que indican que allí donde el pueblo cedió, Jesús triunfa “lleno del Espíritu Santo”. 

La tentación de ceder ante el hambre (Mateo es más “religioso” añadiendo “sino de toda palabra que sale de boca de Dios”), ante la idolatría, y ante la posibilidad de ser un “mesías de espectáculos” son superadas por Jesús que “acaba (así) toda tentación” (v.13). 

Sin embargo, Lucas nos reserva todavía una sorpresa para el final… No nos dice - como Mateo - que “el diablo se aleja” sino que lo hace “hasta un tiempo oportuno”. Esto es: ¡volverá! El conflicto de reinos continúa. De hecho, en 22,3 nos muestra una nueva etapa del conflicto: “entró Satanás en Judas”. Nuevamente el conflicto, nuevamente Jesús deberá vencer. Sabemos que así como entró en Judas, también pretendió entrar en Pedro, pero Jesús ha rogado por él para que “vuelva”, su fe no desfallezca y confirme a sus hermanos (22,31-32). 

Es particularmente importante también en Lucas el tema del “tiempo” (“el tiempo oportuno”); ya desde hace décadas se ha propuesto que la clave teológica de Lucas-Hechos es presentar a Jesús como el “centro del tiempo”. El “hoy” de la salvación (2,11; 3,22; 4,21; 5,26; 19,5.9; 22,34.61; 23,43; Hch 13,33). Este hoy es el hoy del comienzo del reino anunciado a los pobres, el hoy de un nuevo modo de reinar diferente – totalmente diferente – a los de los reinos de la tierra. 

Un conflicto de reinos comienza, conflicto que no termina. Jesús se muestra como el que triunfa sobre el reino de Satanás “encarnado” en los reinos contemporáneos como el imperio romano (20,20), o el gobierno de Herodes (19,14). Pero este triunfo es una invitación a los seguidores a seguir sus huellas.

«Los reyes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los que ejercen el poder sobre ellas se hacen llamar Bienhechores; pero no así vosotros, sino que el mayor entre vosotros sea como el más joven y el que gobierna como el que sirve. Porque, ¿quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de ustedes como el que sirve. Ustedes son los que han perseverado conmigo en mis tentaciones; yo, por mi parte, dispongo un Reino para ustedes, como mi Padre lo dispuso para mí, para que coman y beban a mi mesa en mi Reino y se sienten sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel» (22,25-30).

Foto tomada de www.travelplus.tur.ar