jueves, 13 de marzo de 2025

Miqueas, un profeta solitario

Miqueas, un profeta solitario

Eduardo de la Serna


En la Biblia hay muchas personas llamadas Miqueas (el nombre significa “¿quién es como Yahvé?”, y es semejante a Miguel, “¿quién es como Dios?”). Entre estos muchos hay dos profetas llamados con ese nombre. Uno, de Moréset, un pueblo pequeño del que no conocemos la localización y de quien se conserva un libro con su nombre y otro que es hijo de Yimlá de quien se habla en 1 Reyes 22. Sin embargo, aunque sea poco (y no sabemos ni su historia, ni su origen ni tampoco su final), lo que se nos dice de este último profeta en el relato resulta sumamente interesante.

Los dos reinos (Norte y Sur) que habían conformado el de David estaban en tiempos de paz y el rey del sur, Josafat, visita al rey Ajab en Samaría, capital del Norte. Cada uno en su trono, vestidos de gala (v.10) hablaban de una posible campaña militar. La intención era recuperar la ciudad de Ramot de Galaad, que había pertenecido a Israel pero estaba en manos de los arameos (v.3). Hacía tres años que no había combates (v.1). Pero – y esto era algo fundamental – antes de ir a la batalla era necesario saber si Dios bendecía o no la aventura militar. Si Dios no la acompañaba, lo más seguro era el desastre. Para eso, entonces, se debía previamente consultar a los profetas.

Para ser claros, digamos que en Israel en este tiempo había muchísimos grupos de profetas (1 Re 18,4.13; 19,1). La reina Jezabel había matado a una gran cantidad de profetas de Yahvé, alentando otros profetas del dios Hadad (= Baal), aunque Abdías, el mayordomo del palacio, había escondido a cien de ellos para salvarles la vida. Elías, por su parte, había matado a cuatrocientos cincuenta que respondían a Baal (18,20-40). La guerra estaba declarada, y Elías debe huir para salvar su vida (19,1-3). En este contexto es que Josafat insiste en “consultar a Yahvé” (22,5) y recurren a cuatrocientos profetas. Seguramente estos no serían profetas de Baal, como hubiera preferido la reina, porque aquí se consulta a Yahvé, pero tampoco profetas de Yahvé porque estos eran perseguidos por la corte. Todo indica, entonces, que se trata de profetas al servicio de aquello que el rey requiriera. Y, precisamente por eso, le dicen aquello que él quiere escuchar: en este caso, “Yahvé entregará (Ramot de Galaad) en manos del rey” (v.6). Quizás por esto Josafat no queda conforme y pide otra opinión (v.7), lo que escuchó no le parece confiable; es demasiado "oficialista". 

Es aquí que recurren a Miqueas. Pero el problema con este profeta es que nunca profetiza lo que al rey le gusta (v.8). Por insistencia de Josafat, de todos modos, lo llaman, pero sugiriéndole que “sea favorable” (v.13) a Ajab. Luego de decir que sólo va a decir aquello que Dios diga, y no lo que quieran oír (v.14), al llegar repite lo mismo que los otros profetas: "Yahvé entregará...". El tono ha de haber sido irónico ya que Ajab mismo se da cuenta de la falsía y le insiste que le diga la verdad. Así, Miqueas afirma que Israel será derrotado y andará por los montes “como ovejas sin pastor” (v.17). Y luego cuenta una parábola sobre el Dios rey que quiere engañar a Ajab para lo que se ofrece “el espíritu” que se convertirá en “espíritu de mentira”. Ese espíritu es el que ha hablado por estos profetas. En consecuencia, molesto, Ajab manda detener a Miqueas, encerrarlo “a pan y agua” “hasta que vuelva victorioso” (v.27). Con dignidad Miqueas le dice que si vuelve victorioso es que Dios no habló por su intermedio (v.28). Acá desaparece de la escena el profeta, pero a continuación se narra la batalla, la derrota y la muerte del rey Ajab (vv.29-38) tal como Miqueas lo había anunciado.

El texto deja claramente varias enseñanzas: no son los muchos profetas los que hablan realmente de parte de Dios (no es cuestión de rating) sino sólo aquel a quién Dios ha hablado; no es cuestión de mayoría o de cantidad. Pero, además,  no es fácil saber cuándo alguien habla de parte de Dios o no. Por cierto, no basta con que diga que lo hace (es lógico que quien afirma ser profeta diga que habla en nombre de Dios) aunque Yahvé no le haya dicho nada (ver Deut 18,20-22). Aunque, el tema, en este caso concretamente, es que sólo se sabe lo que Dios ha dicho por el cumplimiento de su palabra, pero, en este caso, ya es tarde: ¡el rey ha muerto! (tarde para saber que Miqueas tenía razón). Finalmente, es frecuente que confundamos la voluntad de Dios, y su palabra, con aquello que nosotros queremos escuchar y no con tener una actitud dócil a su proyecto. No es fácil reconocer o discernir a los verdaderos profetas de Dios, pero eso no significa que – ni ayer, ni hoy – Dios guarde silencio.


Imagen tomada de https://laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com/2017/08/el-profeta-miqueas.html

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Cualquiera puede comentar y no será eliminado, aunque no este de acuerdo con lo dicho, siempre que sea respetuoso (caso contrario, será borrado). Pero habitualmente no responderé los comentarios, ni unos ni otros, para no transformar este blog en un foro. De todos modos, podrán expresar su opinión.