¡El persistente pecado de eclesiolatría!
Eduardo de la Serna
Hace tiempo conocí a Françoise Marie Léthel, carmelita, ¡gran teresianista!; serio y profundo y, cosa que no siempre se ve, responsable
y meticuloso en el trabajo con los textos.
Él me hizo conocer a Juana de Arco (francés él,
y amigo de Teresa de Lisieux ¡no podía ser de otra manera!); incluso – gracias a
él – pude acceder al texto de todo el juicio (injusto, por cierto) a que ella
fue sometida… ¡y sentenciada! Es sabido que la condena fue articulada por la Facultad
de Teología de París (la misma que poco más de un siglo antes condenaba también a la hoguera a Margarita
Porete (1 de junio de 1310), y la misma que lamentaba la tradición de Francisco
de Asís: “París, París, ¡que matas a Asís!” Pues bien, el juicio, por lo tanto,
tuvo toda la apariencia de ser teológico, aunque en lo profundo fuera político:
el contexto de la guerra de los 100 años entre Francia e Inglaterra (a la que
la facultad de teología parisina adhería) ciertamente debe tenerse en primer
lugar en un análisis que pretenda ser acabado.
Pues bien, Juana, que había comandado
exitosamente el ejército a un triunfo militar, había humillado a la “pérfida
Albión”, y eso, no podía dejarse pasar sin consecuencias. Juana, escuchando sus
“voces” no escuchaba la voz altiva de “la Iglesia”.
El contexto eclesial es interesante de tener en
cuenta. En el concilio de Basilea (1431), plena época del conciliarismo,
«Torquemada informa de que, en Basilea, los padres se arrodillaban a las
palabras del credo “et in unam sanctam Ecclesiam…” (S. de Eccl, I.20)»[1]
En ese contexto, marcado además por un cierto auge del clericalismo, Juana es
juzgada teniendo todas las de perder: mujer, iletrada, laica, y francesa…
La comunidad eclesiástica, que
debería representar el Cuerpo místico, deviene un colectivo sin corazón ni
cabeza, sin referencia viva a la cabeza que es Jesús y al corazón que es el
Espíritu Santo, donde cada uno abdica de su responsabilidad personal, de su
conciencia. Por falta de caridad, el poder eclesiástico se degrada en
clericalismo, es decir en voluntad de poder afirmada de un modo abusivo contra
una laica.[2]
Y esto lleva a Léthel a una cruel conclusión:
Puesto que se afirma el carácter esencialmente
laico de Juana y de su misión, este clericalismo universitario aparece,
entonces, con una excepcional nitidez. Hay una extraordinaria inflación eclesiológica
que conduce a una “eclesiolatría”.[3]
Es sabido el desenlace: la acusación definitiva
de obrar en contra de “la Iglesia” y Juana afirmando que se somete a la “Iglesia
triunfante” (lo que la lleva a relativizar a la “Iglesia militante” ya que para
ella “es imposible” (y lo repite tres veces el 31 de marzo de 1431 en el
juicio) revocar “lo que Nuestro Señor le ha indicado en sus revelaciones”.
Cuando le reiteran la obediencia al papa, cardenales, arzobispos, obispos y
presbíteros de la Iglesia, responde afirmativamente, pero “primero servir al
Señor”. Inclusive, cuando Juana acepta quitarse ropas de varón, y las tropas
inglesas simulan una violación, logran que vuelva a ponérselas, atentando así contra
la “ley natural” que afirma que esas ropas son propias de varones[4].
Y es esta definitiva desobediencia a la Iglesia la que provoca su posterior
asesinato el 30 de mayo.
Pero sería poco serio creer que esta “eclesiolatría”
constituye una rara excepción en la larga historia de la Iglesia. Se pueden señalar
casos del pasado, por cierto (el caso y determinación del final de las beguinas
ciertamente es también un buen ejemplo … y no es ajeno a esto que, nuevamente
se trate de laicas, mujeres que confrontan con “la teología”); pero también
casos del presente. No es sensato que se hable más de la Iglesia que de Jesús,
del Papa que de la Biblia, dice el papa Francisco (E.G. 38) lo cual es,
ciertamente, indicio de que así ocurre. Pero mientras parezca más importante el
“Magisterio” que la “Palabra de Dios”, mientras “la Biblia” no esté en primer
lugar en la vida eclesial, evidentemente la eclesiolatría sigue vigente.
Evidentemente, ¡de Juana de Arco no hemos aprendido nada!
[1]
Y. Congar, Eclesiología. Desde
San Agustín hasta nuestros días (Historia de los dogmas III. 3cd) Madrid: BAC
1976, 192.
[2] F. M. Léthel, Connaître l’amour du
Chist qui surpasse toute connaissance. La théologie des saints, Venasque: ed. du
Carmel 1989, 342.
[3]
Léthel, Connaître l’amour 348.
[4] 27
de febrero; 3 de marzo; 28 de
marzo: “ley divina y natural”; Procés de Condamnation de Jeanne d’Arc, Societé
d’histoire de France, Paris: Libraire C. Klincksieck 1960, pp. 75.95.192
Imagen tomada de https://www.alamy.com/juana-de-arco-con-su-espada-y-su-estandarte-con-los-nombres-de-jhesus-y-maria-miniatura-siglo-xv-location-archives-nationales-image209324518.html
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