El exagerado Jesús de Nazaret
Eduardo de la
Serna
Hay una serie
de textos de los Evangelios que deberían escandalizarnos, y, sospecho, si eso
no ocurriera es probable que estemos leyendo mal o pasteurizando (¡una vez
más!) la Palabra de Dios. Sin pretender agostar los pasajes, quiero señalar
algunos:
1.- Jesús
compara “el reino de los cielos” a un “hombre rey” que quiso ajustar cuentas
con sus esclavos-siervos (doûlos). Siendo que uno no tuvo misericordia
con su con-siervo (sýndoulos) como el rey la había tenido con él,
encolerizado (orgízomai) lo entregó a los torturadores (basanistês)
hasta que pagara. Ciertamente, la palabra chocante en la parábola es
“torturadores”, porque no se espera eso de un rey-Dios. Muchas Biblias suavizan
un poco el término traduciendo “verdugos”. El término se encuentra sólo aquí en
toda la Biblia, pero, por
ejemplo, Flavio Josefo lo utiliza dos veces con ese
clarísimo sentido (Guerra 2:152; 5:436, tortura y crueldad).
2.- En otra
parábola, Jesús contrasta un buen y un mal esclavo (doulos) que actúan bien o
mal y su señor (kyrios), al llegar reaccionará de un modo “acorde” a
ello. Al primero lo pondrá al frente de sus bienes mientras que al segundo lo
“descuartizará” (dijotoméô; Mt 24,45; Lc 12,46). Nuevamente muchas
traducciones suavizan: castigará, separará; pero en Éxodo 29,17 el carnero debe
ser “descuartizado”; Josefo, nuevamente, en Antigüedades
8,31: “cortará a sus hijos en pedazos” …
3.-
A continuación, el texto de Lucas (12,47-48) anuncia “azotes” (dérô),
nuevamente suavizado por golpes o castigo en algunas traducciones. En 2 Cro
29,34 se traduce “desollar” (no parece el caso en Lucas), el término es usado
en los tres evangelios mostrando la violencia de los viñadores con los enviados
del dueño de la viña (Mc 12,3-5 par.) y para aludir a la violencia ejercida
contra Jesús y los apóstoles en su encarcelamiento (cf. Lc 22,63; Jn 18,23; Hch
5,40; 16,37; ver 22,19).
4.-
Especialmente Mateo insiste en que el rey echa, al que ha entrado a
la fiesta sin traje de bodas, “a las tinieblas de afuera”, “allí será el llanto
y rechinar de dientes” (22,13); allí también será echado el descuartizado
(24,51) y allí arroja el señor al esclavo que no puso el talento en un banco
para recibir intereses usurarios (25,30). Este lugar es calificado de “horno de
fuego” (13,42.50) y “tinieblas” (22,13; 25,30). Es la imagen del miedo, indignación, terror o también
(depende el sujeto) del odio o el enojo (cf. Job 16,9; Sal 35,16; 37,12;
112,10). Ciertamente, puesto que los sujetos son arrojados a este lugar, la
consecuencia entre tinieblas es el miedo. Se trata, por ejemplo, de una prisión
(que eran ciertamente oscuras; ver Is 42,7; Is 61,1; Lc 4,18).
Podríamos
seguir. Estos textos no son los únicos. Y, lo repetimos, no es sensato
suavizarlos para no escandalizarnos. Los textos deben leerse tal como están.
Concretamente,
¿alguien se escandalizaría, en tiempos de Jesús, de saber que un rey, como el
César, como Herodes, por ejemplo, actuaría de esa manera inmisericorde?
Ciertamente cualquiera sabe que “así actúa un rey”. Por otro lado, ¿alguien se
sorprendería del mal trato – eventualmente “justificado” – de un amo a sus
esclavos? Así actúa un amo ante un esclavo desobediente. La realidad de la
esclavitud (que, como se sabe, no la hay al interno de Israel con otro
israelita) es cruel (tampoco hay que pensarla a la luz de los esclavos de los
campos de algodón en Norte América, por cierto). Pero, para una mejor
comprensión, entendamos algunos elementos:
1. No en todos los casos se afirma que el
sujeto en cuestión es Dios; que sea una comparación no significa “así es Dios”;
por ejemplo, en la parábola de los talentos se dice “es como un hombre [anthropos]”
(25,14) no que “el reino se parece a…” (25,1).
2. Debe notarse que todos estos ejemplos se
encuentran en parábolas. Una parábola – debe recordarse – es una imagen, un
proverbio, donde se pretende señalar un elemento, y todo el resto forma parte
del marco narrativo. Un buen narrador, ¡y Jesús lo era!, busca encontrar los
mejores aspectos a fin de apuntar a lo que quiere resaltar; en estos casos, la
importancia de perdonar al hermano, de estar atento y fiel a las cosas de Dios,
de ser capaces de afrontar dificultades y persecuciones siendo fieles a las
cosas de Dios, etc.
Es
de notar que, expresamente Jesús busca exagerar en sus comparaciones:
- 1. Nadie tiene una viga en su ojo (Mt 7,3-5 // Lc 6,41-42)
- 2. Nadie piensa posible que un camello pase por el ojo de una aguja (Mc 10,25 par)
- 3. Nadie cuela un mosquito y se traga un camello (Mt 23,24)
Y
acá podemos dar un paso más. Jesús, que vive en su tiempo, usa las imágenes de
su tiempo, las crueles, las exageradas, las vistosas con la finalidad de mover
a pensar y actuar en consecuencia. Y, todo esto, en el contexto de su
predicación del reinado de Dios; pero no es sensato leer los textos “a la
letra” (no sólo pasteurizarlos, sino también proponerlos a la luz de un Dios
cruel, sádico y castigador es contrario a lo que los textos dicen); pero saber
que Jesús es “provocador” para sacudir conciencias, para invitar a un cambio de
mirada, no caben dudas.
Y,
a modo de conclusión, vaya un último ejemplo: como es frecuente en la fuente de
la que se sirven Mateo y Lucas, encontramos un varón y una mujer puestos en
paralelo. Encontramos un varón que pone un grano de mostaza en tierra
y esta semilla crece “hasta árbol”, pero luego se presenta a una mujer que mete
levadura en la harina “hasta fermentar todo”. Decir que el reino de Dios es
semejante ala levadura es algo absolutamente chocante para cualquier judío. La
levadura es señal de corrupción y pecado (Mt 16,6; Mc 8,15; 1 Cor 5,6-9). Sería
como compararla con una “manzana podrida” que, como es sabido, “pudre” todo el
cajón. Decir que “el reino de Dios es
semejante a una manzana podrida”, ciertamente es chocante. ¡Expresamente
chocante! Así como una manzana podrida afecta todo un cajón, así debe
propagarse el reino entre toda la realidad circundante. Chocante, ciertamente.
Para pensar, ciertamente.
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