Video con comentario al Evangelio de la Santísima Trinidad
o también en
Eduardo
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Dalila, ¿una mujer traidora?
Eduardo
de la Serna
Recién hemos comentado acerca
de la persona de Sansón. Allí señalamos que, aunque el marco parece legendario
y folclórico, hay un trasfondo religioso. La fuerza monumental de Sansón no
está dada por el cabello sino por su consagración a Dios de la cual el pelo
largo es su manifestación visible. Los filisteos, un pueblo guerrero, tienen en
él un feroz enemigo al que precisan someter para así poder dominar la región.
Ellos están, momentáneamente, en una pequeña región al sur de Judea donde
ocupan cinco ciudades: Ascalón, Asdod, Ecrón, Gat y Gaza [es lo que actualmente se llama la franja de Gaza].
El relato de la relación de
Sansón y Dalila es muy breve, y ocupa unos pocos versículos de la Biblia, en el
libro de los Jueces (16,4-18). Sansón, en cambio ocupa – como ya lo hemos dicho
– unos capítulos más (de Jue 13 a 16).
Es interesante, a modo de
curiosidad, un cierto juego de palabras que se descubre en el texto hebreo:
Dalila se asemeja a “layla”, que en
hebreo significa “noche” y Sansón recuerda a “shemesh” que en hebreo es “sol”. Los cuatro intentos de Dalila de someter
a Sansón con las supuestas razones de su fuerza que pretenden ser controladas, ocurren mientras este duerme (vv.6-9.10-12.13-14.16-22).
Pero Sansón, más allá de su
fuerza, como lo vimos, es sumamente inestable en su relación con mujeres.
1.
En Jue 14,1-15,8 se enamora de una filistea de
la región de Timná que luego de “asediarlo” (14,17; 16,16) lo traiciona con una
adivinanza que él había hecho, haciéndolo fracasar en el intento de ganar una
apuesta.
2.
En Gaza (16,1-3) también tiene relaciones con
una mujer. Ambas son filisteas.
3. Finalmente se enamora de Dalila, que es de la región del valle
Soreq (única vez que se menciona en la Biblia); todo indica que ella también es
filistea. Tres veces Sansón le dice falsamente el secreto de su fuerza (los
jefes de los filisteos le ofrecieron a Dalila mucho dinero a cambio de su
secreto) pero Sansón no quiere darse cuenta que Dalila lo está engañando;
parece que el “amor por las mujeres” es su verdadera debilidad.
En Jueces 16,4-18 se narra toda la relación entre ambos (luego de esto, Dalila desaparece y no es mencionada nunca más en toda la Biblia), y – tal como la presenta el autor del texto – la imagen que queda de ella es siempre la de una mujer malvada y traidora, sin tener en cuenta que es Sansón quien no parece tener razones en pretender que una filistea no sea fiel a su pueblo. De hecho, como dijimos, la mujer de Timná también lo traiciona (14,15-18). En 15,12 se nos cuenta que 3000 hombres de Judá entregan a Sansón a los filisteos, es decir, en este caso son los suyos. Es razonable preguntarse por la sensatez o credibilidad ingenua del hombre de Dios; parece una persona bastante fácil de confundir; resulta demasiado simplista responsabilizar (como siempre) a las mujeres de la torpeza de un varón, en este caso. Un valiente que no teme enfrentar un ejército entero y es capaz de vencerlo, pero que no resiste el “asedio” de las mujeres.
El relato finaliza – ya desaparecida de la escena
Dalila – y los filisteos dejan claro que para ellos no ha sido Dalila sino su
Dios “Dagón” quién ha puesto en sus
manos al enemigo Sansón (16,23), y por eso hacen una fiesta en su honor (ver 1
Sam 5,1-7). Parece que Dalila no fue, a fin de cuentas, la responsable (o al
menos no fue la perversa responsable) de la suerte del débil Sansón y su
historia.
Imagen de "Sansón y Dalila", cuadro de Rembrandt tomado de https://www.etsy.com/mx/listing/1216015020/rembrandt-sanson-y-dalila-1628-museo?dd_referrer=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F
Militancia de la vida cristiana
Eduardo de la Serna
El diccionario de la Real Academia Española – luego
de la evidente referencia bélica – indica que “militar” es:
4.
intr.
Haber o concurrir en una cosa alguna razón o circunstancia particular que favorece
o apoya cierta pretensión o determinado proyecto.
En la lengua castellana, la
acción de militar, se califica de “militancia”. Tradicionalmente, por ejemplo,
se ha hablado de una “iglesia militante” en contraste con la “iglesia
triunfante”.
«La Iglesia triunfante comprende
la corte nobilísima y feliz de los espíritus bienaventurados que vencieron al
mundo, demonio y carne, y, libres ya de las miserias y luchas de esta vida,
gozan de la eterna bienaventuranza.
La militante está integrada por todos
los fieles que aún viven en el mundo. Llámase así porque sus miembros deben aún
sostener una dura y continua lucha contra los terribles enemigos espirituales:
mundo, demonio y carne». [Catecismo del Concilio de Trento IX, 1090].
San Pablo señala que la vida es una “milicia” (2 Cor 10,4); estando en
prisión refiere a dos conocidos como “con-militones” (compañero de armas) y un
discípulo suyo invita a Timoteo: “combate el buen combate” (1 Tim 1,18). Pablo afirma tener “las armas de la
justicia” refiriéndose a las características del apostolado (2 Cor 6,7); son
armas que pretenden deshacer las fuerzas adversas, palabras que se oponen al
conocimiento de Dios, buscando la obediencia de Cristo (2 Cor 10,4-6). La vida toda
debe ser “arma de justicia al servicio de Cristo” (Rom 6,13), debemos
“revestirnos de las armas de la luz” (Rom 13,12). En otras ocasiones la
comparación parece tratarse de una metáfora deportiva:
Para
Pablo, su vida (que, a su vez pretende que sea imitada por los suyos; ver 1 Cor
4,16; 11,1; 1 Tes 1,6; Fil 3,17) es ciertamente una militancia en favor del
Evangelio.
Es
interesante, en los Evangelios, notar, para comenzar, estadísticamente el uso
de los términos que hacen referencia al amor. El verbo agapaô se encuentra 8x en Mateo, 5x en Marcos, 13x en
Lucas y 37x en Juan; el
sustantivo agape: 1/0/1/7; el verbo fileô:
5/1/2/13…
En el
Evangelio de Juan, que como se ve en los datos recién aportados, es un tema
particularmente importante, el modelo del amor es el del mismo Jesús (“como yo”,
13,34; 15,12) que, a su vez,
nada menos, ama “como el Padre me amó” (15,9). Pero este amor es “hasta el
extremo” (13,1; el término griego “télos” es “hasta el final”). La
imagen que Jesús presenta es la de “ponerse” delante del peligro que amenaza a quienes
se ama, como el pastor delante de las ovejas, o el amigo (10,11; 15,13; muchas Biblias suelen traducir “dar la vida”).
El amor de Dios es sin medida: “tanto amó…”, 3,16). El contraste está dado en
que es tanto el amor del Padre por el hijo que pone “todo en sus manos” (3,35),
en cambio “el mundo” (los adversarios del proyecto de Dios) “amaron las
tinieblas” (3,19) o la “gloria humana” (12,43). El amor de Dios a Jesús es “porque”
Jesús arriesga su vida en favor de los suyos (10,17). Como una rama de la vid
da frutos, los que aman a Jesús darán fruto, “cumplirán mis mandamientos” (=
amar; 14,15) y serán, a su vez, amados por el Padre (14,21; 17,23) y hospedarán
a Jesús y su Padre (14,23). Para Jesús, sencillamente, amar es hacer lo que
Dios quiere (14,31). El “discípulo amado” es, precisamente, el que tiene una
gran intimidad con Jesús (13,23), el que está junto a él en la cruz y recibe
como suya a su madre (19,26), el que reconoce los signos de la resurrección,
aunque sean casi insignificantes (20,8), el que lo reconoce en el prójimo (21,7),
el que permanece hasta que vuelva (21,20) y por eso da testimonio de él (19,35).
Es evidente que el amor, para el Nuevo Testamento, es “militancia”.
Ya en el Preámbulo del imprescindible libro de Erich
Fromm, El arte de amar, él señala:
La lectura de este libro será una experiencia decepcionante
para quien esperase una fácil instrucción sobre el arte de amar. Este libro, por
el contrario, quiere mostrar que el amor no es un sentimiento en el que cualquiera
se pueda complacer, sin tener en cuenta el nivel de madurez que alcanzó. Desea convencer
al lector de que todas sus tentativas de amar están condenadas al fracaso si no
intenta, con el máximo de actividad, desarrollar su personalidad total, de modo
de conseguir una orientación productiva; convencerlo de que la satisfacción en
el amor individual no puede ser conseguida sin la capacidad de amar al próximo,
sin verdadera humildad, coraje, fe y disciplina. En una cultura en la que tales
cualidades son raras, el alcance de la capacidad de amar permanecerá como una
conquista rara. O ... cualquiera puede preguntarse a cuantas personas ha conocido
que verdaderamente aman.
Carlos Mugica, al hablar sobre “el Sacerdote hoy” lo
decía así:
Uno de los grandes
daños que nos hace esta sociedad llamada de consumo, pero de consumo para unos
pocos y de hambre para muchos, es el de hacernos creer que el amor es una cosa
dulce, más o menos afectuosa. No. Por amor, muchas veces me veo obligado a hacer
sufrir mucho a los seres que amo. Amar, amar verdaderamente, ¿qué es? Es buscar
el verdadero crecimiento del otro; buscar que el otro desarrolle su capacidad
de crear; suscitar realmente todas las potencialidades de creación, de
fecundidad que hay en el otro. Y eso a veces es muy doloroso. (…)
Lo que decide la
amistad con Cristo es el compromiso con los hombres. De modo que hoy, un
sacerdote realiza su rol sacerdotal en la medida en que se compromete hasta los
tuétanos con los hombres. Hoy el compromiso de amor con los hombres es un
compromiso político, en el sentido amplio de la palabra. (…)
“La medida del amor –
decía santa Teresa – es amar sin medida”.
Es evidente que, en nuestra sociedad, el término “amor
– amar” (que es “polisémico”) se puede usar de modos muy diferentes; ¡y así se
usa! Lo que nos toca a los cristianos, en este caso, es ver en qué sentido lo
usa Jesús, en qué sentido lo usaron quienes fueron fieles militantes de su proyecto,
el Reino de Dios. Y viéndolo, sencillamente “militarlo”.
Imagen tomada de https://www.bubok.com.ar/libros/199011/poesia-para-la-militancia
Jesús se va sin dejarnos solos
Homilía en la misa por los 50 años del martirio de Carlos Mugica
Eduardo de la Serna
Lecturas: 1 Timoteo 6,6-12 / Lucas 1,46-55 / Lucas 16,1-13
Los seres humanos solemos domesticar a quienes
fueron grandes personajes de la historia. La solemos hacer con Dios, por eso
los místicos suelen hablar de “dejar a Dios ser Dios”.
Como sabemos, en la Biblia esto se manifiesta con el
conflicto entre Dios y la idolatría (incluso confrontando manipulaciones de
Dios).
Lo mismo hacemos con Mugica, muchas veces nos
fabricamos un Mugica “a nuestra imagen y semejanza”; podemos ironizar diciendo
que hay un “Carlos de la historia y un Mugica de la fe”.
Carlos en su vida, muchas veces cambió (en lo
religioso, en lo político, en lo social): parafraseando a Casaldáliga podemos
decir que “los pobres le enseñaron a leer el Evangelio”, «a la villa voy a
hablar de Cristo y aprender a conocerlo».
Así, con frecuencia solemos decir o escuchar “si
Carlos viviera / estuviera” diría, estaría, haría” lo cual es siempre parcial o incluso falso,
porque “ese Carlos” diría, estaría, haría lo que “yo” digo, hago, un Mugica a
nuestra imagen y semejanza.
Es evidente que, desde el asesinato de Carlos,
pasaron ¡50 años!, y muchas cosas cambiaron en la Iglesia, en el país, en el
mundo… ¿Dónde estaría? ¿Qué diría? Creo que es falso afirmarlo. Lo que toca es
“dejar a Mugica ser Mugica”, escucharlo, verlo y después ver, escuchar nuestra
realidad, nuestra Iglesia, nuestra patria, nuestro mundo siendo “honrados con
lo real” e inspirarnos en el Carlos histórico para hablar o actuar en
consecuencia.
Un tema recurrente en Mugica es la “divinización” de
los seres humanos. No se trata de ser meramente “humanos”, o “hermanos”, sino
pretender “divinizar” nuestra vida, social, cultural, política, eclesial. Por
eso Carlos se adelanta a lo que dirá Leonardo Boff, «Cristo es tan humano,
precisamente porque es divino».
Cuando hace referencia a su ser sacerdote, Carlos
empieza hablando de Cristo (el sacerdote por antonomasia, dice) y esto implica
una exigencia radical de quien lo sigue. Y esto implica buscar el crecimiento
del otro (eso es el amor) incluso enfrentando la persecución (según Devoto;
caso Monzón). Es responder al apetito de divinidad de los seres humanos, y esto
solo lo logra Cristo. Esa es la Buena Noticia, “los invito a la vida divina”, a
hacer “la voluntad del Padre” que es el amor extremo por los seres humanos
(hermandad). El sacerdocio tiene que ver con «jugarse hasta los tuétanos por
los seres humanos», estar dispuestos a jugarse la vida por la causa del pueblo
(pero «no se trata de dar muerte, sino dar vida en cada instante». Eso es el
sacerdocio: tener una dimensión divina y poner todas las energías en el
servicio de las personas.
El sacerdote se ocupa de lo religioso, pero, ¿qué es
lo religioso? Desde la Divino Afflante Spiritu [Pio XII] no hay dualismo cuerpo-alma ni dualismo
Iglesia-mundo. Por eso la opción por un socialismo, un humanismo cristiano, la
búsqueda de una fraternidad divinizada por la paternidad de Dios. Porque
nosotros no seguimos una doctrina sino a una persona hasta el extremo de “amar
sin medida”.
Y esto nos ayuda a entender por qué Carlos fue
asesinado.
Una pregunta siempre fundamental es ¿por qué muere
Jesús?, ¿por qué lo matan? ¿lo mataron por contar parábolas? ¿por expulsar
demonios o sanar enfermos? “Se mata a quien estorba” (mons. Romero). El reino
que Jesús predica y pone en acto busca que vivan y sean reconocidos como
hermanos las víctimas, y esto nos ayuda a entender el para qué de su asesinato.
Y nos permite entender con qué actitud Carlos arriesga su vida y quiénes
querrían eliminarlo.
Carlos hablaba de Dios y confrontaba con “Mamón”, el
dinero divinizado; tenía claro que “la raíz de todos los males es el amor al
dinero”. Ya desde el manifiesto de los obispos del Tercer Mundo se acentúa este
conflicto. Pero no podemos negar que ayer y hoy los adoradores del dinero, los
seguidores de Mamón ven amenazadas sus seguridades, su vida con la crítica
feroz de Carlos. Él, que conocía bien el ambiente de Mamón, y “apostató de él”.
Mugica era ateo de ese Dios:
«De ahí que nos llamen ateos, y si de esos falsos
dioses se trata, confesamos ser ateos; pero no respecto al Dios verdadero,
padre de la justicia y de las cosas justas» (san Justino, [s.II] 1ª
Apología 6).
El famoso oído en el Evangelio y el otro en el pueblo,
que también Mugica decía, denuncia el poder de Mamón. Y ahí encontramos
claramente el responsable principal de su asesinato, los ídolos son “dioses de
muerte” en contraste con el Dios de la vida, ¡y vida divina!
Con la insistencia que lo caracterizaba repetía a
Helder Cámara que pretendía “ser voz de los que no tienen voz”, él quería en su
acceso a los medios hacer sonar y replicar la voz de los pobres, de los
villeros. Los seguidores de Mamón lo querían callar
«Ya se los he dicho mil veces: las riquezas, acompañadas de buenas obras, son buenas ellas también. ¿Cómo son buenas? Si con ellas se remedia la pobreza y se socorre a quienes lo necesitan. Me dirán: “¿Ya está otra vez metiéndose con los ricos?” Pero yo les digo: ¡Ya están otra vez ustedes contra los pobres!” (…) Si ustedes no se hartan de devorar y tragarse a los pobres, yo no me harto de echárselos en cara» (san Juan Crisóstomo [344-407] expos. Salmo 48.4 [PG 55: 504.4]).
Alberto Carbone recordaba las reuniones originarias en
la calle Virrey Liniers donde los curas se preguntaban ¿por qué hay villas?,
para llegar a la conclusión obvia de la “injusticia”. Esa pregunta es la
fundamental: ¿por qué hay villas? ¿por qué hay desocupados? ¿por qué hay droga?
¿por qué hay violencia? ¿por qué hay desocupación?
“Cuando yo ayudaba a los pobres me decían ‘padre,
usted es un santo’, pero cuando empecé a preguntar ‘¿por qué hay pobres?’ me
dijeron ¡padre, ¡usted es comunista!” decía Helder Cámara.
Carlos, cuando quiere hablar del sacerdote, después de
una larguísima referencia al “sacerdote por antonomasia”, Cristo, empieza a
destacar el ser sacerdote de los cristianos, la militancia hasta los tuétanos
en el compromiso del amor por los seres humanos y aceptar la consecuencia de
ser “signo de contradicción”. Por eso interpela a los ricos recordándoles que
si comparten sus bienes serán hermanos de los pobres y Dios reinará. Hacer la
voluntad de Dios es el secreto de la verdadera alegría, y su voluntad es la
liberación.
Hoy todo es muy distinto que hace 50 años. No hace
falta desarrollarlo. A la primavera eclesial que Carlos vivió, le sucedió un
prolongado invierno del que no parecemos haber salido. La Patria que Carlos
vivió pasó también – poco después – por una noche oscura, y por momentos de
muchas tinieblas. El socialismo nacional con el que Carlos soñaba porque era
más parecido al Evangelio y a los proyectos de hermandad, hoy es insultado,
desde la boca sucia y las manos ensangrentadas del presidente. Los pobres, sus hermanos,
hoy son más pobres y los ricos más ricos a costa suya… El ser humano divinizado
que Carlos soñaba y predicaba quedó atrapado por un tsunami de medidas y
políticas de descarte y de deshumanización. El sacerdocio, como un puente de
compromiso entre Dios y la humanidad, volvió al dualismo superado y al
intimismo piadoso que, convertido, Carlos fue dejando de lado. Hoy, los
adoradores de Mamón sacrifican víctimas y celebran a sus sumos sacerdotes
provenientes del Norte. Hoy, los pobres vuelven a estar sin voz. Hoy estamos
invitados por Carlos a jugarnos hasta los tuétanos por la vida plena de los
hermanos y hermanas; cada cristiano, por ser él también sacerdote, está llamado
a denunciar las injusticias, porque esa es «la expresión misma de su misión religiosa»;
hoy, repitiendo a Carlos: «Frente a las consecuencias de este
sistema el sacerdote no puede no hablar. No puede no actuar, si quiere seguir
siendo sacerdote de Jesucristo y no sacerdote del statu quo».
Imagen de Carlos Mugica en el lugar que fue baleado por la Triple A tomada de https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Villa_Luro-San_Francisco_Solano3.jpg
Sansón, el consagrado
Eduardo de la Serna
[nota previa: el interminable conflicto entre Israel y Palestina se remonta, tradicionalmente, a los orígenes de la presencia de ambos pueblos en la misma tierra. El relato de Sansón, de la tribu de Dan, enfrentado con los filisteos remite a este conflicto. Lo que pretendemos en esta nota no busca entrar en el complicado terreno histórico, sino ver de qué nos habla un texto bíblico, sencillamente.]
La historia de Sansón parece una clásica novela de super-héroes: una persona con una fuerza colosal, capaz de derrotar él solo a todo un ejército, engañado por una mujer, que el narrador presenta como maligna, y que es momentáneamente vencido, pero finalmente se recupera y vence a todos. Dalila, la mujer, es también modelo de “mujer malvada de novela”, una que engaña a quien la ama hasta el punto de entregarlo derrotado en manos de sus enemigos. Pero dejemos atrás la novela y veamos un poco más detenidamente el relato de Sansón (y de Dalila, de quién escribiremos más adelante).
La “historia” se encuentra narrada en el libro de los Jueces, en los capítulos 14-16. Su nacimiento es relatado en 13,24. Pero mirando en detalle las circunstancias de esta gestación ya sabemos de antemano que algo interesante va a ocurrir: una mujer es estéril (13,2: lo cual es una imagen habitual de la Biblia para hablar de un futuro personaje providencial, aunque encierre un evidente machismo), y un ángel le anuncia el nacimiento inminente. Todo esto implica que Dios tiene algo pensado para este hijo por venir – por eso la demora, simbolizada en la esterilidad – dada la situación terrible que está viviendo su pueblo oprimido por sus enemigos. ¿Qué es lo que ocurría?
Un grupo muy belicoso, al que conocemos como “pueblos del mar”, probablemente al terminar la guerra de Troya, se dirigen asolando la región: acaban con los hititas, un pueblo sumamente guerrero, en la actual Turquía, intentan invadir Egipto y, siendo rechazados, se instalan en “Palestina” (en la actual franja de Gaza, mencionada en este relato en 16,1.2.21). Son los “filisteos” (de ellos proviene el nombre “Palestina”). Su capacidad militar y el monopolio del hierro los llevan a dominar toda la zona. Las distintas tribus de la región están sojuzgadas (todavía no había una nación unificada). Y en este contexto Dios prepara un elegido: Sansón. Pero lo que ha de quedar claro es que no es Sansón sino Dios el que librará a su pueblo. Para ello Sansón deberá “consagrarse”. En Números 6,1-21 se habla de esta consagración, a la que se llama “nazireato”. Sansón deberá ser “nazir” y Dios estará con él (13,5). Una de las características visibles – para que todos sepan que esta persona es “consagrado” – es que no se deberá cortar el cabello mientras dure su consagración (Núm 6,5; Jue 13,5). Como entonces el cabello se usaba corto, un nazir era fácilmente reconocible. Allí radica la fuerza enorme de Sansón, en Dios, en su consagración; el pelo largo era la manifestación de esto (entre paréntesis, como muchos imaginaron que Jesús de Nazaret sería también él un consagrado, muchísimas imágenes lo presentan con el pelo largo, pero hay que decir que, evidentemente, Jesús no era un "nazir")..
El conflicto de Sansón con los filisteos es progresivo: comienza por una adivinanza – seguramente para ir preparando el desenlace – y los filisteos amenazan a la mujer de Sansón, que también era filistea (por oculto designio de Dios para permitirle al relato avanzar en el conflicto, 14,4) diciéndole que si no consigue que su marido le revele el secreto “la quemarán a ella y toda su casa” (14,15). El conflicto crece en intensidad (15,1-8). Incluso, Sansón es atado – el relato sigue profundizando el conflicto – y ante los filisteos rompe fácilmente las sogas nuevas (15,13) porque “bajó sobre él el espíritu de Dios” (15,14). Luego es rodeado mientras está en casa de una prostituta (16,1-3) pero arranca como si nada “las puertas de la ciudad” (16,3). Finalmente, Sansón se enamora de Dalila, a la cual los príncipes filisteos sobornan (“cada uno” – quizás sean cinco – le dará 1.100 monedas de plata… para evaluar esto, es bueno recordar que un esclavo “vale” 30 monedas de plata, Ex 21,32 por lo que la suma es exorbitante) a fin que consiga el secreto del origen de la fuerza de Sansón (como es evidente que esa fuerza no es humana, los filisteos quieren saber el origen, con lo que el relato insistentemente, nos remarca que la fuerza "no es de Sansón", sino que tiene su origen en Dios). Luego de tres engaños sucesivos, finalmente cansado de la insistencia (16,16; ver lo mismo en 14,17) le revela que el secreto radica en su consagración. Al cortarle el cabello Sansón queda totalmente debilitado y es capturado (y le entregan a Dalila su dinero, 16,18), arrancándole los ojos y llevándolo cautivo a Gaza.
Detenido, Sansón sirve de divertimento para los filisteos. Pero, ¡el cabello crece! (16,22) Sansón renueva su consagración y en medio de una fiesta al dios Dagón, pidiendo la fuerza, que viene de parte de Dios (16,28), tira abajo el edificio, muriendo él y todos los participantes de la fiesta, unas 3.000 personas (v.27) con los príncipes entre ellos.
Con un fuerte marco legendario, el texto quiere señalar algunos elementos que vale la pena tener presentes, al menos brevemente: toda la fuerza que tenga Israel, o sus ministros, no le es propia, sino que viene de parte de Dios. Es él quien conduce los caminos, y la historia. Creer que la fuerza o la capacidad es nuestra (personal o grupal) hace olvidar a Dios, y puede asemejarse a la idolatría. Como es frecuente en el libro de los Jueces, y los que se le asemejan, el gran problema con los pueblos vecinos es su idolatría (Dagón, en este caso), pero ante ello Dios tiene la última palabra. Sansón no es un super-héroe, simplemente Dios es Dios.
Una nota breve sobre las mujeres del relato. El texto esconde bastante machismo, evidentemente. Pero – para empezar – el responsable de todo lo que ocurre, especialmente lo negativo, es Sansón, no Dalila o la filistea anónima (que será quemada ella y toda su casa, como la habían amenazado: 15,6); es Sansón – el que enfrenta sin temor ejércitos enteros – el que no resiste el asedio de una mujer (el verbo “asediar” es una ironía ya que se usa para los ejércitos: Deut 28,53.55.57; Is 29,7; 51,13). Sin embargo (recordemos que cuando el texto se compone, siglos después, Israel ya se ha organizado como pueblo), a pesar de todo, Sansón “empezará” a salvar de los filisteos a su pueblo (13,5) aunque eso lo continuarán otros también elegidos de Dios, como Samuel y David.