sábado, 23 de abril de 2022

Diablo, demonios y otros

Diablo, demonios y otros

Eduardo de la Serna



En determinados momentos y ambientes, alentados por miedos y por lo desconocido, y acompañado por Hollywood, siempre útil y funcional, aparecen y reaparecen endemoniados o presencias diabólicas. Se dice.

Dejo de lado acá lo cinematográfico, que por momentos roza el absurdo, y quiero introducirme en el terreno bíblico. Para empezar, notemos que el término griego diábolos (de donde proviene nuestro término castellano) en el Antiguo Testamento griego se encuentra 22 veces, de las que 13 provienen de los primeros 2 capítulos de Job. En estos párrafos, en ocasiones alude a un enemigo (no mencionado), la gran mayoría traduce el término hebreo “satán” y sólo una parece referirse al personaje que conocemos como “diablo” (Sab 2,24). Entre paréntesis, notemos que el término hebreo “satán” se encuentra 33 veces en la Biblia hebrea, pero la mayor cantidad de estas ocasiones refiere a alguien que es adversario (1 Re 11,14), que traiciona (1 Sam 29,4) o que acusa (Sal 109,4). Solamente en Zacarías 3,1.2 y Job 1-2 se hace referencia a un personaje extraño, aparentemente celestial, llamado “satán” (que – como dijimos – es traducido al griego como diábolos). En estos textos se trata de alguien que está junto a Yahvé. La imagen de un fiscal de la corte (acusador) es la más probable.

Introduciéndonos en el NT, es interesante señalar que el término nunca se encuentra en Pablo (sí en sus discípulos). Nunca en Marcos, sí en Mateo (6x), Lucas-Hechos (5 y 2x) y Juan (3x). Las tentaciones de Jesús, que lo presentan en conflicto con el diablo, se encuentran en Mateo y Lucas (donde se lo menciona 4 veces en cada una). En Juan, 2 veces se lo relaciona con Judas. Sirva esto para indicar que, el “personaje” no es importante sino simplemente ocasional (y definitivamente vencido por Jesús, salvo un interesante paréntesis de Lucas, que mencionaremos), y nunca hay “posesiones”. Se ha de señalar, sí, que, como es habitual en tiempos apocalípticos, “el diablo” suele ser mencionado también con otros nombres como puede verse en el texto clave: «fue arrojado el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus Ángeles fueron arrojados con él» (Ap 12,9), al cual pueden añadirse otros, como Beelzebú (solo se encuentra en las acusaciones que le hacen a Jesús) y Belial (2 Cor 6,15). El más frecuente es Satanás, que lo encontramos 37x veces en el Nuevo Testamento (reemplazando el hebreo satán). Además de un uso en Apocalipsis (8x) se encuentra 7 veces en Pablo (en 2 de ellas se refiere a fuerzas que impiden algo: ir a una ciudad o un compromiso de amor mutuo), una tercera hace referencia simbólica a los falsos apóstoles (2 Cor 11,14). En Juan se reitera la relación con Judas. En Marcos, Jesús responde a la acusación que le hicieron (con lo que es evidente que se encuentra en paralelo con Beelzebú; texto repetido por Mt y Lc). Una breve nota sobre Lucas: en las tentaciones, el diablo, vencido, se retira “hasta el momento oportuno” (4,13); entre tanto, Jesús y su propuesta del reino de Dios entran en conflicto con el reino del diablo; Jesús lo ve caer (10,18), libera a una mujer a la que Satanás tenía atada (13,16) y finalmente confronta con él en la pasión (el momento oportuno) que entra en Judas (22,3) y quiere atrapar a Simón Pedro y los suyos (22,31). Que la imagen de “satanás” puede utilizarse para referir a alguien que tienta a otro para apartarse del camino de Dios basta con ver que Jesús se la aplica a Pedro cuando lo invita a no seguir el camino de la cruz (Mc 8,33). El diablo, entonces, cuando se refiere a un personaje espiritual, parece indicar las fuerzas interiores que invitan (tientan) o provocan a apartarse del proyecto de Dios.

¿Y los demonios? También traducen el término griego daimoníos, el que se encuentra 16 veces en el AT, de las que 7 se hallan en Tobías (una novela que hace referencia a un demonio, Asmodeo, enamorado de Sara a la que no permite contraer matrimonio). Los textos aluden a los falsos dioses (ídolos), pero incluso puede referir a los chivos (Is 13,21; 34,14). En ocasiones traduce el hebreo shir, que alude a “dioses desconocidos” (Dt 32,17), de donde a veces se ha traducido por “demonio/s” pero que significa especialmente “pechos”, “violencia”, etc.

En el NT, los demonios parecen tomar otra dimensión. Fuera de los Evangelios y Apocalipsis lo encontramos en pocos textos: dos veces en Pablo (donde alude a divinidades extranjeras: 1 Cor 10,20.21; cosa que también ocurre en Hechos 17,18). En Juan se refieren a acusaciones a Jesús como “endemoniado”. En los tres sinópticos se refiere a unas fuerzas internas que son expulsadas por Jesús o los suyos (en todos los casos la característica es que son expulsados). Hay dos elementos que merece la pena comentar: el dicho de que Jesús expulsa demonios con el poder de Beelzebul (Mc 3,22; Mt 14,24; Lc 11,15) revela, claramente, que el diablo y los demonios no son lo mismo. Aquel es el “jefe”, como el general, de un ejército de adversarios a Dios y su Hijo. Los demonios serían una suerte de soldados enviados por un jefe, el diablo. Por eso, porque son los adversarios de Jesús, es que con frecuencia él los manda callar (“porque lo conocían”) y pretendían provocar confusión en los testigos. Pero, y precisamente porque su característica es ser expulsados, esta expulsión es manifestación evidente de que Dios ha comenzado a reinar, el reino de Dios ha llegado (Mt 12,28; Lc 11,20).

Ciertamente, cada Evangelio añade elementos interpretativos a esto: como se ve, en Juan (donde no hay expulsión de demonios), el diablo es lo opuesto a Jesús, y quién pretende destruirlo (en Judas), por eso, si Jesús es la vida, este es “asesino”, si Jesús es la luz es “príncipe de las tinieblas”, si Jesús es la verdad, es el “padre de la mentira”. Por eso, Jesús en este mundo propone otro mundo, otra paz, mientras el príncipe de este mundo propone combates y violencia. En Lucas, lo vimos, hay un contraste entre dos reinos, y Jesús vence el reino adversario, incluso en el “momento oportuno” de la tentación. En Mateo confronta con los fariseos (adversarios de Jesús en este evangelio) que pretenden ligar la novedad de Jesús a algo originado en Beelzebul. En Marcos, escrito en pleno conflicto con los romanos, los demonios tienen toda la apariencia del ejército imperial: son Legión, no los pueden dominar, y – a la orden de Jesús – se trasladan a los cerdos (la legión Fretensis, que combatió en la región de Gerasa, utilizaba un cerdo / jabalí en su estandarte).

Como se ve, muy lejos están los textos bíblicos de los espectáculos hollywoodenses (y de otros espectáculos teatrales, incluso pseudoreligiosos). Jesús nunca hace rituales exorcistas (como hemos dicho en otro texto, la palabra nunca se aplica a Jesús ni a los suyos); el diablo (siempre en singular, porque solo “hay” uno, no posee personas, cosa que hacen los demonios (el plural). En nuestros tiempos, las ciencias sociales (la psicología social, la antropología cultural, etc.) interpretan lo que se llamó “posesiones” como estados alterados de conciencia (EAC) y las actitudes de Jesús con estas personas como una plena restauración de personas desquiciadas a causa de crisis (por ejemplo, la opresión del imperio romano y el agobio por las deudas) y esta restauración como una presencia viva de que “el reino de Dios está entre ustedes”.

 

Imagen tomada de https://twitter.com/DigitalMapsAW/status/1166680951021342720/photo/3

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