domingo, 7 de junio de 2020

Condenados al fracaso

Condenados al fracaso

Eduardo de la Serna



De entrada, quiero señalar que, en muchos párrafos de estas líneas, habrá más elementos autorreferenciales de los que me gustaría. Sólo pretendo, partiendo de cosas vividas, encontrar “puntas” que sirvan para otras personas; si sirven habré logrado el objetivo, y si no sirven, pues se puede borrar con toda facilidad, sólo se habrá perdido un poco de tiempo (ese que, para mí, no es oro).

Es importante – creo – empezar expresando qué entiendo yo por fracaso. Y me refiero, expresamente, a lo contrario del éxito. Es decir, al triunfo social, al aplauso, al reconocimiento. Casi se podría recordar aquello de “felices… cuando los odien, los excluyan, los insulten y desprecien” y “ay… cuando todos los alaben” (Lucas 6,22.26). Y digo “casi” porque, es verdad que este texto, como tantos otros, puede entenderse mal (¡y se ha interpretado mal!) y se termine en una actitud victimal. Pero sí es cierto que hay muchos desprecios y alabanzas que tocan de lleno lo que quiero señalar.

Nuestra sociedad exitista (la del rating televisivo, la de la superficialidad del aplauso, la del “reconocimiento”) suele valorar o desvalorar cosas que, en lo personal, me pone en sus antípodas. Y, por supuesto, no es grato ser despreciado (o sentirse tal), mientras sí lo es ser alabado. Pongo algunos ejemplos:

En lo pastoral y eclesial. Haber hecho una opción por los pobres tiene sus consecuencias. Y no me refiero solo a que estando en zonas marginales estamos más en riesgo (de salud, seguridad, alimentación, calor o frio, malos servicios, etc… ¡tal como le sucede a la gente!), sino también a la mirada eclesial. Los curas de los aplausos y los aleluyas, del márquetin y los milagros a la carta tienen mucho más “éxito” que los que peleamos por el pan nuestro de cada día del pueblo. Y, ya que tienen más éxito, también son más aplaudidos. “Atraen gente”. Y, especialmente, cuando la iglesia quiere mostrar que tiene gente, y “arrastra” (por ejemplo, para manifestaciones o movilizaciones para “presionar” con un objetivo) lo cual es “políticamente correcto”, es algo conveniente. Para peor, cuando esa opción por los pobres se transforma en una voz que quiere justicia, que mira a los profetas (¡poco éxito tuvieron esos muchachos!, “¿a qué profeta no mataron…?”, Hechos 7,52) los márgenes sociales se transforman a su vez en márgenes eclesiales. Pongo un ejemplo: no hubo curas participantes del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo que accedieran al episcopado (es más, era una pregunta a los potenciales candidatos).

En lo académico. Las opciones de vida tienen sus consecuencias no solo en tiempos, libros y bibliotecas, sino también en reconocimiento. El castellano y el portugués, concretamente, son dos lenguas que casi no existen en los ambientes académicos internacionales. La semana pasada leía un excelente libro bíblico, en inglés. La bibliografía citada era enorme. ¿El castellano o portugués? ¡Nada! ¿Puede salir algo bueno de Nazaret? (Juan 1,46) La misma lógica (síndrome Natanael, me gusta llamarlo) vale para América Latina. Y, ciertamente, si pretendemos “jugar su juego”, no tenemos ni los tiempos, ni el dinero, ni las bibliotecas que tienen (aquellos que, por otra parte, aunque los tuviéramos, jamás nos leerán). Conocí la biblioteca personal de Rudolf Schnackenburg y también la de Orlando Yorio. En cantidad de volúmenes la diferencia era abismal. En sabiduría, Orlando no tenía nada que envidiar a ninguno, sino que, por el contrario, reconozco mucho más sus aportes que muchos de los que tienen estantes llenos y rellenos (no me refiero a Schnackenburg, concretamente. Persona sabia, por lo que pude conocer). Pero Orlando nunca pretendió imitar o repetir un modelo que no era el suyo (ni el nuestro). La biblioteca de Lucio Gera tampoco era monumental, por lo que recuerdo. Quiero señalar que, si pretendemos repetir un modelo que no es el nuestro, no solamente, no tendremos nada (o casi) que aportar, sino que habremos negado nuestras propias riquezas y aportes. Eso no significa que no seamos capaces de dialogar o de aprovechar lo que otros proponen. Para decirlo con una metáfora: tengo un auto de matriz europea; pero ese auto anda por las calles de Bernal oeste, para servir a la gente de Bernal oeste. Si yo pretendiera ser un teólogo “europeo”, creo que sería muy malo. Además, porque no tengo ninguna intención de serlo. Pretendo ser un buen biblista latinoamericano, que piensa y escribe desde América Latina. Es posible que eso no encaje en las lógicas académicas del primer mundo. Lo siento por ellos. Perderán las riquezas que el Tercer Mundo tiene para aportarles.

En lo político. Estamos en un tiempo cruel. Nadie hubiera imaginado hace 10 años que alguien pudiera hablar de “supremacía blanca” sin que se ganara el desprecio universal. Pero estamos en tiempos muy extraños. Tiempos donde el poder campea y las víctimas son burladas estruendosamente. Tiempos donde muchos exhiben impunemente su oquedad manipulados orgullosamente por los medios de Comunicación y otros dueños de vida y muerte. Y salen supuestos intelectuales inventando palabras para decir que estarían orgullosos de ver miles de muertos por las calles argentinas, pero que al menos serían muertos libres. Tiempos raros donde muchos cuestionan y critican desde el poder y el éxito a quienes quieren cuidar o quienes quieren cuidarse.

Creo que se podrían señalar muchos elementos más, pero el fracaso campea en nuestro horizonte en el día a día. Y no es fácil abrazarlo. Porque es mucho mejor la palmada en la espalda de los triunfadores que te hacen sentir (por escasos segundos, reconozcámoslo) “uno de los nuestros” (lo que ellos no creen, pero logran que creamos serlo).

En la carta a los Corintios se vislumbra que algunos despreciaban la predicación de Pablo (seguramente no predicaba bien) en comparación con la “sabiduría” de palabra que mostraban otros, como Apolo, por ejemplo. Pablo no se defiende, pero explica que la centralidad de la cruz (que es el contenido de la predicación, de Pablo, de Apolo y de todos) debe reflejarse también en el modo de la predicación. Pablo es un apóstol crucificado con predicación crucificada. Aunque a algunos no les guste (ver 1 Corintios 1,17-2,10).

El profeta de Nazaret, no sólo manifestó su alegría porque Dios escondió “estas cosas a los sabios y los entendidos y se las has revelado a los pequeños” (Mateo 11,25) sino que eligió predicar sencillo a los sencillos. Eso son las parábolas, precisamente. Que el éxito no es el camino del Evangelio se refleja, claramente, en la cruz. Ésta es el éxito de los romanos, de aquellos a los que molestaba su predicación. La resurrección no es la inversión de la historia, no es que la tortilla se vuelva. Es el amor creador de Dios engendrador de vida que afirma que está del lado del derrotado Jesús y de los que, como él, arriesgan la vida en el amor cotidiano. Unos buscarán el éxito y los aplausos, el reconocimiento y los escalafones, mientras otros preferimos poner nuestra carpa en medio de los derrotados de la historia. Del resto, que se encargue Dios que para eso lo es.

 

Foto tomada de https://www.pxfuel.com/es/free-photo-orjcl


2 comentarios:

  1. Hola!
    1- Acuerdo con tu postura vital en el contexto de nuestra situación argentina.
    2- No estoy seguro que Jesús haya proyectado una OPCIÓN por los pobres.
    3- Según los evangelios Jesús se ganó adhesiones entre personas pudientes.
    Exceptuados los doce, que los evangelistas citan con sus nombres, los demás simpatizantes de Jesús, de cuyos nombres hay constancia, no pertenecen al pueblo llano, sino siempre a la clase dominante:
    - Zaqueo, identificado como “rico” y “recaudador jefe” (Lc 19, 1-10);
    - Nicodemo, un “notable entre los fariseos” (Jn 3, 1);
    - José de Arimatea, “miembro del consejo”, del sanedrín, y lo bastante rico e influyente como para poder pedirle a Pilatos el cuerpo del crucificado y acogerlo en un sepulcro nuevo de su propiedad (Mc 14, 43- 46);
    - una de las mujeres que le acompañan, Juana, “esposa del intendente de Herodes” (Lc 8, 3);
    - la familia de Lázaro, supuestamente resucitado por un milagro suyo (Jn 11, 1- 44),
    - una familia, sin duda, de posibles, con recursos para permitirse ofrecer a Jesús y los suyos un convite, en medio del cual una hermana de Lázaro, María le unge con un caro perfume, que escandaliza a Judas (Jn 12, 1-8).
    Ninguno de ellos vivía en la pobreza.
    Los pobres y los desheredados cuentan en los evangelios bastante menos de lo que se presume.
    Tampoco consta en ningún sitio que a Jesús le hayan seguido o entendido mejor los pobres que los ricos.

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  2. https://www.religiondigital.org/un_oido_en_el_evangelio_y_otro_en_el_pueblo/divinidad-pobres-vicarios-Cristo_7_2137056277.html

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