martes, 6 de octubre de 2020

Breves notas eclesiales (o eclesiásticas)

 Breves notas eclesiales (o eclesiásticas)


Eduardo de la Serna




A.- Después de meses y meses de cuarentena, nos dicen que habría una pequeña apertura a celebraciones. Se afirma que deben ser al aire libre, no más de 20 personas y menores de 60 años. Más allá de que lo del “aire libre” podría entenderlo para alguna circunstancia particular, no lo veo practico ni fácilmente posible. En segundo lugar, lo de no más de 20 personas me hace surgir una pregunta: ¿y la comunidad? ¿Una celebración sin comunidad y con cupos? Me hace ruido. Y, además, tengo 65 años. ¿Qué hago? En lo personal, por ahora, creo que seguiré esperando.


B.- Como creo que no hemos salido del invierno eclesial, no me escandalizan determinadas cosas; o, mejor dicho, no me sorprenden. Lo del cardenal Becciu no me resultó asombroso. Y debo contar una anécdota: al cardenal lo vi cuando volvía de cenar en La Rioja, cuando fui para la beatificación de los mártires riojanos. En la plaza él caminaba delante nuestro, y la imagen que tuve fue nefasta. Me imaginaba una escena de la mafia: un petizo rodeado de adulones. Y me molestó mucho la imagen que veía y a lo que me remitía. Tanto que al llegar a donde iba, había allí un obispo, un buen tipo, y yo lo agredí injusta e innecesariamente. Por cierto, le pedí perdón cuando volví a verlo. Pero mi sensación fue espantosa, aunque luego se suavizó mucho con su homilía en la misa de beatificación, por cierto, muy buena. Pero no pude olvidar la escena, y las noticias que circulan en torno a su renuncia y otras que van apareciendo, debo confesar que no me extrañan. Lamentablemente las creo ciertas, y más lamentablemente aún, lamento las que no salen a la luz, que las imagino peores mirando algunos “paños”.


C.- Leí atentamente la encíclica del Papa “Fratelli tutti”. Imaginaba que después de hacerlo escribiría algo, y debo confesar que me cuesta muchísimo poder hacerlo. Para empezar, no le veo un hilo conductor, no le veo demasiada teología, y los usos bíblicos me parecen típicos de aquello a que nos tiene acostumbrada la “Santa Madre”: textos para justificar lo que se dice y no que de la Biblia nazca lo que se va a decir. Como es característico en los escritos de Francisco, un lenguaje agradable y llano, pero excesivamente largo. Temas que van y vienen, con muchísimas cosas positivas. Algunas excelentes. Pero, fuera de eso, mi sensación al leerla es que es un escrito de autoayuda comunitaria. Bueno, positivo, pero no me parece habitual que una encíclica tenga exhortaciones tipo “hagamos”, “digamos”, “vayamos” … No me costó leerla, pero (al menos por ahora) no me parece fácil poder hacer un comentario al texto completo. Celebro algunas referencias y algunos párrafos, me agradan algunas citas (y lamento alguna ausencia: por ejemplo, el excelente artículo de J. Ratzinger sobre la “fraternidad” con un buen uso de la Biblia, de la tradición y la teología; texto que quizás olvidara él mismo años después; o, también, la ausencia de todo tema ligado a género: por ejemplo, la palabra “homosexual” no figura en todo el texto, como tampoco la palabra “género” [sí género humano, o problemas de “cualquier género”]). Lamentablemente este tema del género creo que es algo – como desde el mismo título de la encíclica se vislumbra – que no hay forma de que en el Vaticano sea (¿por ahora?) comprendido, más allá de que en ocasiones (no todas) se recurra a un lenguaje binariamente inclusivo. Una pena.


D.- El 7 de octubre Carlos Mugica habría cumplido 90 años. Insisto en que sería pobre, y en ocasiones parcial o hasta peligroso, señalar cosas como “si Carlos viviera diría o haría” … demasiado dolor hubo a partir del “si Evita viviera”. Fuera de esto, resulta sintomática la, cada tanto reiterativa, referencia a que “a Mugica lo mataron los Montoneros”. En realidad, basta con mirar los emisores del “dictum” para que este pierda toda seriedad, recientemente “Cali” Bullrich, por ejemplo, haciendo impúdica ostentación de su traición al pasado (y a la verdad). Nada nuevo. No tiene sentido explicar y justificar la falsedad del dicho, porque sería darles entidad a los sujetos. Simplemente quiero, una vez más, levantar la bandera de Carlos, alguien fiel al pueblo y fiel a Dios, coherente hasta el final con lo que sabía que era su camino, allí donde fuere. Ciertamente está en la lista de referentes y lámparas que iluminan mi camino y el de muches. Una vez, en la puerta de Cristo Obrero, a la salida de misa me preguntó, irónicamente: “-¿y qué viene a hacer un de la Serna en una villa?”, “-Lo mismo que un Mugica”, le respondí. Por tanto, Carlos, hermano, un de la Serna te sigue abrazando en la iglesia de los pobres. ¡Hasta la victoria!

 

Imagen tomada de https://toppng.com/show_download/219045/ifs-y-fondos-pazenlatormenta-pluma-de-escribir/large

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