martes, 16 de febrero de 2021

El sentido de la muerte

 El sentido de la muerte

Eduardo de la Serna



La vida, y, por tanto, la muerte, no tienen un sentido. Por eso algunes la orientan en una y otres en otra dirección. Pero sí podemos darle un sentido, es decir, dirigirlos hacia un modo de vida, hacia una razón. De allí la clásica frase que, por lo que sé, pertenece al gran Helder Cámara: “quién no tiene una razón para morir, no tiene una razón para vivir”.

Podemos afirmar, además, que la dirección que uno imprima a su vida no necesariamente es la que otres reciben. Un ejemplo evidente es entender que yo puedo disfrutar el sentido que doy a mi vida, pero que ese tal sentido, perjudica, o trastorna la vida de otres. Esto es algo, en muchísimas ocasiones normal. Por ejemplo, en el amor. Uno puede amar a cierta persona, y, eso provocar, desazón en otras por no ser elegidas… Sin duda, lo que solemos llamar “realización”, en un primer momento, vendrá dado por la concreción de la dirección que cada quién imprime a su vida. Es decir, yo puedo sentir que mi vida ha alcanzado un sentido, pero ese tal puede no ser celebrado por otros.

Valga esta introducción para entender ciertas vidas. Y ciertas muertes. Especialmente vale para las vidas públicas. Alguien que se ha dedicado a la política, por caso, es de esperar que realiza su sentido en la medida en que ha alcanzado, en mucho, o en parte, la felicidad de su pueblo. Por supuesto que puede haber quienes finjan celo político, pero – en realidad – su meta es concretar negocios, enriquecerse, lograr fama o poder (lo hemos experimentado en nuestro pasado inmediato)… Pero, por el objetivo aparente, puede, de todos modos, evaluarse por el logro público o no.

La reciente muerte del ex presidente, senador, gobernador Carlos Menem, puede pensarse en esta clave, sin duda. La falta de congoja popular, evidentemente “algo dice”. Obviamente, es lógico, que muchos de sus antiguos compañeros, aliados (“cómplices” diría alguno) y sus familiares se entristezcan. También es lógico que oficialmente se haga un cierto reconocimiento protocolar. Pero, resulta evidente, que el neoliberalismo, que se introdujo por la fuerza en un gobierno dictatorial y genocida, y no se sostuvo, necesitaba entrar “popularmente”, para lo que fue necesaria la traición. [En un segundo (o tercer momento, el macrismo) fue necesaria la mentira y el odio.] Pero, en lo personal, nada de esta muerte me entristece. Ciertamente no me alegra, ni la celebro. Pero entristecerse, o dolerse, es otra cosa. Murió uno que destruyó las raíces más profundas de la solidaridad, la justicia social, la vida y el futuro con esperanza de un pueblo. Uno aplaudido por Alsogaray y abrazado con Isaac Rojas, nada menos. Alguien reconocido por Mirtha, Malena, Domingo Felipe, obviamente, y muchos, muchísimos otros innombrables. Murió impune uno que hace patente la falta de justicia (o la justicia direccionada y manipulada, que, en este caso, es lo mismo). Los organismos de Derechos Humanos, ciertamente, no harán duelo, como sí lo harán los genocidas y sus familiares. Se podría hacer una larga lista de hechos lamentables de su gobierno, ¡muy larga!; simplemente valga a modo testimonial ver la lista de quienes lamentan su muerte y la de quienes sólo cuestionan su paso por la función pública. Y mirando los nombres, es evidente de qué lado elijo quedarme.


Foto tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Bandera_de_Argentina_a_media_asta.jpg

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Cualquiera puede comentar y no será eliminado, aunque no este de acuerdo con lo dicho, siempre que sea respetuoso (caso contrario, será borrado). Pero habitualmente no responderé los comentarios, ni unos ni otros, para no transformar este blog en un foro. De todos modos, podrán expresar su opinión.