domingo, 2 de octubre de 2022

¿Qué hubiera pasado sí…?

¿Qué hubiera pasado sí…?

Eduardo de la Serna



Se llama “contra fáctico” a los intentos más o menos felices, más o menos ficcionales de imaginar lo que hubiera ocurrido en la realidad si algunas de las cosas presentes hubieran sido diferentes. Evidentemente, estamos en el terreno de la ficción, pero, hemos de reconocer que hay ficciones más y menos creíbles, probables, o casi seguras.

Si bien nunca podremos saber con certeza “qué hubiera ocurrido” si las cosas hubieran sido diferentes, unos buenos estudios históricos, una seria mirada de la realidad, nos puede permitir con mayor o menos convicción creer que algo de determinado modo hubiera o no ocurrido.

Y, para no dar vueltas, me quiero formular la pregunta que me parece gravísima y central: ¿qué hubiera pasado si salía la bala en el atentado contra la vicepresidenta Cristina Fernández?

El 9 de abril de 1948, al salir de sus oficinas, fue asesinado Jorge Eliecer Gaitán, dirigente del partido liberal de Colombia. El clima venía ya caldeado con violencias varias. Además, los EEUU habían organizado en Bogotá una conferencia contra el comunismo (comenzada el 30 de marzo) durante la cual, además, fue detenido Fidel Castro, entonces joven abogado. La CIA – siempre donde no quisiéramos que esté – lo calificó de un “abogado peronista de origen cubano”. Pero, lo cierto es que a partir del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán se desató en Colombia una ola de violencia (“Bogotazo”) que, con las características propias de los diferentes tiempos posteriores, recién está terminando ahora con los acuerdos de Paz que, a su vez, fueron boicoteados por la derecha colombiana (incluso la eclesiástica) y siguen en proceso de gestación y diálogo. Lo que quiero señalar, en este espacio, es que un magnicidio concreto, realizado, en un clima de tensión, fue causante de décadas y más décadas de violencia fratricida y sororicida. Quienes amamos Colombia somos testigos de cuánto dolor dejó el hecho y sus consecuencias que perduran todavía en la sociedad casi 75 años después.

Se podrá decir, con razón, que Argentina no es Colombia, lo que es cierto en todos los casos y en todos los demás países. Pero no deja de ser cierto que situaciones de violencia que hemos vivido en el nuestro fueron también gestoras de más y creciente violencia. Los bombardeos de junio de 1955 (precedidos por las bombas del 15 de abril de 1953) fueron desencadenantes de demasiada violencia a la que, en nuestros propios acuerdos de paz, decidimos poner fin en 1983 en el regreso de la democracia. De allí que el quiebre de estos acuerdos nos permite imaginar como muy posible lo peor. Lo peor alentado con un clima de violencia del que sólo no es consciente el que se niega a ver. Nadie sensatamente puede ver como pintorescas las bolsas mortuorias, las horcas, guillotinas y las imágenes y discursos de muerte de decenas de desequilibrados humanos. En este contexto, además, los discursos negacionistas (y la dolorosa presencia de jóvenes alentados por el discurso de la anti política) sobre los desaparecidos y toda la enorme gravedad provocada por el terrorismo de Estado no hace sino poner sal en la herida. Negar “los 30.000” es, sencillamente, socavar los cimientos de una sociedad regada con sangre y negada en su memoria, simulada en su verdad y desarmada en su justicia.

A esto, no puedo menos que sumarle los discursos y sujetos y sujetas anteriores al atentado que en nada se han retractado, de personajes que estercolean en medios de comunicación, o los editoriales de medios o comentarios de dirigentes. En lo personal no tengo forma de frenarlo más que con mi espanto. Y, si sirviera de algo, señalarlos con nombres y apellidos en caso de que se desatara nuevamente la violencia. La historia, si no nos ha servido en el presente, ojalá, al menos, sirva en el futuro.

 

Foto tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Bogotazo

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