Pensando el “Diluvio Universal”
Eduardo de la Serna
Todos hemos escuchado hablar del “arca” (¿qué es un
arca? ¿por qué no una “barca”?) de Noé en la cual el Patriarca, junto con su
familia, introduce parejas de todos los animales a fin de salvarlos de la destrucción
inminente de la que está informado por Dios mismo. A partir de esto, se desata
una lluvia torrencial en la que todo queda sumergido y, por lo tanto, todo
muere. Finalizado el diluvio, ¡40 días!, cuando vuelve a aparecer “lo seco”,
los animales vuelven a ser dejados a su arbitrio de modo que “todo vuelva a
comenzar”.
Haciendo una lectura "historicista" podríamos formularnos decenas de preguntas:
- ¿Cómo
es posible que quepan tantos animales distintos en una sola nave?
- ¿Cómo
hizo una sola familia para juntarlos?
- ¿Cómo
se los alimentó dentro de la “caja”?
- ¿No
había vegetales allí? si todo había muerto, ¿cómo se reprodujeron árboles y
plantas al finalizar el diluvio?
- ¿Había
dinosaurios en ese lugar?
- ¿Cómo
se evitaba que, los carnívoros, se comieran unos a otros? ¿O eran “vegetarianos”?
- ¿Cómo
se hacía con las aves voladoras?
Y pueden surgir muchas preguntas más.
El problema comienza cuando a un relato, que no
pretende serlo, se lo lee de un modo histórico; entonces surgen los problemas, y
las respuestas insólitas e inverosímiles, es decir fundamentalistas.
Para empezar, notemos algo curioso, el termino hebreo
tebah, que solemos traducir “arca” (que es también cesta, caja) se
encuentra 28 veces en la Biblia hebrea, 26 de ellas referidas a Noé, las dos
restantes hacen referencia a la cesta empetrolada con la que Moisés es salvado
de las aguas (Ex 2,3.5) en Egipto, es decir, nuevamente referido al agua, a
sobreviviente, a vida… cuando se habla, por ejemplo del "arca de la alianza" se utiliza otro término hebreo ('arôn) que es también un canasto, cofre o incluso un ataúd. En este espacio nos interesa la primera.
Notemos, también, que en casi todas las culturas suele
haber memoria de grandes inundaciones que anegaron “toda la tierra” (es decir,
todo lo que se puede ver), en la que no parece haber diferencia entre cielo y
agua y no se vislumbra horizonte alguno. Por los datos de los que disponemos, en cambio, no hay constancia de ninguna inundación “universal”, lo que sería algo
muy distinto.
Cuando la élite judía es llevada cautiva a Babilonia (entre los años 597 a 537 antes de Cristo), allí escucha un relato de un diluvio (algo fácil de imaginar en la región plana y anegable) y de un grupo salvado de la catástrofe. Allí el que construye una nave es Guilgamesh, pero – dejando de lado la importante y obvia referencia en aquel relato a los dioses babilónicos propios del lugar – ambas narraciones se asemejan notablemente. Como es razonable en la Mesopotamia, las maderas, para asegurar la impermeabilización son, también, empetroladas. Entonces, exiliados en ese lugar, los judíos, evidentemente, lo tomaron, pero para “judaizarlo”: ahora se trata del dios Yahvé (se han eliminado al máximo posible todos los mitos divinos babilónicos), de Noé, al que se califica de “justo, íntegro y que caminaba con Dios” (Genesis 6,9) … En el relato babilónico el diluvio (¡7 días!; obviamente, como los 40 días del relato bíblico, debe tenerse en cuenta el valor simbólico de los números y no tomarlo como algo cronológico) ocurre porque los dioses así lo han decidido, sin motivo, e incluso luego se desesperan por lo que hicieron; en cambio, en el relato bíblico, el drama ocurre a raíz de que “la tierra se llenó de violencias” (Gén 6,11) por lo que, en el fondo, lo que Dios hace es volver la tierra al estado caótico de antes de la creación. Las compuertas que habían separado firmemente (= firmamento) “las aguas de arriba y las de abajo” (1,7), ahora se abrieron (7,11) y todo volvió a ser “caos y confusión” (1,1), pero – como ocurrirá más adelante con el caso de Moisés – Dios vuelve a comenzar su persistente apuesta por la vida y la justicia.
Aparentemente, en el texto que tenemos en la Biblia (Génesis 6-9) se mezclan, en un solo texto, más de un relato, porque hay repeticiones y algunos elementos diferentes entre sí, pero, evidentemente hay aspectos fundamentales que se quieren destacar (por supuesto que, además, como siempre, un texto debe ser leído atentamente en su contexto, pero hay a su vez otros textos con otros elementos, otros pensamientos, otras teologías que también se deben considerar). Por ejemplo,
- Jesús hace referencia dos veces a Noé, pero para destacar que sus contemporáneos no se percataron de lo que se aproximaba, la destrucción (Lc 17,26-27).
- La carta a los Hebreos destaca la fe de Noé (Heb 11,7),
- la Primera Carta de Pedro compara el diluvio y los salvados del agua con el bautismo (1 Pe 3,20-21) y
- la Segunda de Pedro resalta al patriarca por su justicia ente un mundo pecador (2 Pe 2,5).
Como se ve, en el Nuevo Testamento, el tema cambia de enfoque, cosa que
también caracterizará a los escritos cristianos de los siguientes siglos (el
tema del bautismo será frecuente). Evidentemente, y esto es lo principal, no
interesa acá si ocurrió o no un improbabilísimo hecho histórico sino una serie
de elementos que lo conforman: la vida conforme al proyecto de Dios, el estar
atentos a los signos de los tiempos y no descuidados ante el porvenir, y nunca
olvidar que Dios es Dios de vida y siempre la pretende para sus hijos e hijas (y para la integridad de la creación).
Imagen tomada de http://www.buenanueva.net/biblia/resBib/RB-6-moises.html
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