jueves, 5 de septiembre de 2024

Eva, una mujer acusada

Eva, una mujer acusada

Eduardo de la Serna



Sin duda alguna “Eva” es una de las mujeres más conocidas por nosotros de toda la Biblia. Pero, también sin duda, es una de las “peor conocidas”. Por ejemplo, se dice que pareciera que por “culpa” de Eva empezó todo lo malo. El “pecado”, que es la causa de todo lo perverso, lo negativo, lo cruel, lo corrupto, empezó por “culpa” de ella. Así se piensa y a veces, así se dice. Pero ¿es así como se nos presenta a esta mujer en la Biblia? Veamos:

Si miramos en los textos, el nombre “Eva” aparece poquísimas veces. En el Antiguo Testamento, sólo tres veces (Génesis 3,20; 4,1 y Tobías 8,6) y dos veces en el Nuevo Testamento aludiendo al “engaño” o la “seducción” del pecado (2 Corintios 11,3 y 1 Timoteo 2,13). Entre paréntesis digamos que el término hebreo “eva” además quiere decir “tienda, carpa, inclinación, adoración” y hasta “vida”, por lo que el término aparece muchísimas veces en la biblia hebrea, pero sólo estas pocas que señalamos lo encontramos como nombre para referir a la primera mujer. Como es sabido, la referencia a Eva alude inmediatamente después de Adán, el primer hombre (también el término adán quiere decir muchas cosas en hebreo, como humanidad, tierra y hasta el color rojo).

Lo primero que hay que señalar es que en el primer relato de la Creación (la Biblia tiene dos relatos diferentes que se enriquecen mutuamente) se dice que Dios creó al ser humano (adán) a “su imagen”, “macho y hembra los creó” (Génesis 1,27). Sin ninguna duda lo que se quiere destacar es que ambos, varón y mujer, son iguales en dignidad, aunque se los distinga en su sexualidad. El segundo relato, en cambio, presenta a Dios modelando artesanalmente del barro al “adán” (puede ser el varón, o también el ser humano ya que, al igual que en castellano, el término “hombre” designa tanto la especie humana como al varón, Gen 2,7). 

Como para la Biblia la “soledad” no es algo bueno, Dios quiere que su creatura humana tenga una “ayuda adecuada” (2,18). Para eso crea los animales a los que el adán, “hombre” les encarga una función, una tarea o responsabilidad (eso es lo que significa “poner el nombre”; ver 2,19-20). Pero como estos no representan una adecuada ayuda, Dios decide crear “una mujer” (2,22). Lo interesante es que mientras los animales fueron formados del barro, la mujer es formada de una “costilla” del varón. Así queda clara la igualdad de ambos. Por eso, al verla, el varón exclama “¡esta sí! Es hueso de mis huesos y carne de mi carne” (2,23). La fórmula remarca claramente la igualdad, y hasta el parentesco (Gén 29,14; 37,27; Jue 9,2; 2 Sam 5,1; 19,13). Una vez más el acento está puesto en la igualdad entre el varón y la mujer. Esto, todavía, se resalta más al cambiar los nombres. El que era llamado adán ahora se lo llama en hebreo “ish” (varón, macho, esposo) y la mujer es “isha’” (mujer, hembra, esposa); podríamos traducirlo así “su nombre será esposa [isha’] porque del esposo [ish] fue sacada” (2,23). Todavía hay que recordar que presentar a la mujer como “ayuda” no ha de entenderse como que está al servicio del varón ya que también se dice de Dios mismo que es “ayuda” del ser humano (Salmo 30,11; 146,5).

La prohibición de comer un fruto particular dada al “hombre” pasa, a continuación, a ser tema de debate entre la mujer (isha’) y la serpiente (evidentemente el relato es simbólico, nadie afirma que antes, por ejemplo, las serpientes hablaran). Esta convence a la isha’ de comer el fruto ya que hacerlo sería beneficioso para ser sabios. Con resistencia en un primer momento finalmente cede y come. Luego le ofrece al varón que, sin resistencia alguna, también come. El texto, como se encuentra actualmente, parece un proceso judicial: hechos – interrogatorio – sentencia; así a lo que señalamos, en el orden serpiente-mujer-varón le sucede el interrogatorio de Dios en el orden inverso varón-mujer-serpiente y luego la sentencia serpiente-mujer-varón. Es recién después de todo esto, que incluye como sentencia negativa que el varón dominará sobre la mujer (3,16; lo cual revela que este dominio no estaba en el plan original de Dios que – como hemos señalado – era un proyecto de igualdad); ahora se le cambia el nombre a la mujer-isha’ y se la llamará “Eva” (3,20). El nombre se lo relaciona popularmente con “vida” (en hebreo Eva es Jawah y vida es Jayah) porque a continuación comienza una nueva etapa que es la generación humana y el nacimiento de hijos (de hecho, así comienza la segunda vez que “Eva” es mencionada: “Adán se unió a Eva, su mujer y ella concibió…”, 4,1).

Mucho más podría señalarse, pero resumamos: es cierto que hay textos que atribuyen a “Eva” el origen del pecado y la culpa (Eclo 25,24; 2 Cor 11,3; 1 Tim 2,14) pero también otros textos responsabilizan de esto al varón (Rom 5,12; 1 Cor 15,21). También hay textos que expresamente señalan que la mujer es inocente como lo comentamos al hablar de Susana. Lo que habría que destacar es que el texto responsabiliza de la desobediencia al proyecto de Dios al “ser humano”, él (= ellos, varón y mujer) fue (fueron) infiel a lo que Dios nos encarga, pero a su vez él (el varón) le escapa a esa responsabilidad culpando a la mujer: “esa que tú me diste” (3,12); como a su vez la mujer señala a la serpiente, “ella me sedujo” (3,13). Pero a su vez indica que el dominio patriarcal o violento del varón sobre la mujer es consecuencia de ese delito primero y no algo querido por Dios, que desde el comienzo los pensó y los creó iguales. Lo que sí es algo que Dios ha querido desde el comienzo es que la mujer sea vista como igual en dignidad, como igual en todo. Pareciera que los varones “algo” hemos hecho mal.


Imagen tomada de https://www.veniracristo.org/creencias/la-vida-tiene-un-proposito/importancia-de-adan-y-eva

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