jueves, 19 de septiembre de 2024

Jeroboam, un mal rey

Jeroboam, un mal rey

Eduardo de la Serna



Los historiadores, al menos algunos de ellos, los más críticos, ponen en duda - con bastantes argumentos - varios acontecimientos y personajes bíblicos; sin embargo, no nos toca a nosotros, en estas páginas, entrar en el terreno histórico sino ver qué dicen los textos de la Biblia sobre un determinado personaje. En este caso, el rey Jeroboam (el primero, ya que habrá también un Jeroboam II unos 150 años más tarde).

Durante los reinados de David, y luego de su hijo Salomón, los pueblos del norte y del sur se dieron un mismo rey. Así ambos gobernaron tanto a los pueblos del Sur (luego llamado “Judá”) y del Norte (llamado “Israel”). La situación política, internacional, militar del ambiente hizo conveniente que ambos pueblos eligieran que un mismo rey los gobernara; pero, a la muerte de Salomón (año 930 a.C. aproximadamente), la situación era diferente. El hijo de Salomón, Roboam [de quien ya hablamos] no supo manejar la situación lo cual provocó una ruptura entre ambos pueblos. El Sur, Judá, con capital en Jerusalén, siguió siempre gobernado por un rey descendiente de David, pero en el Norte, Israel, con capital en Siquem, y más tarde en Samaría, las cosas empezaron a cambiar. Es así que es elegido un nuevo rey: Jeroboam (del 930 al 910 antes de Cristo).

Los textos bíblicos tienen diferentes opiniones sobre su reinado: 1 Re 11,29-31 afirma que su nombramiento fue decidido por Dios por intermedio del profeta Ajías, de Silo. Por cierto, que este rey debería cumplir las normas de Dios y ser buen gobernante “como lo fue David” (11,38). Enterado de esto, Salomón quiere matarlo – a pesar de ser capataz de su casa (11,28) – por lo que huye a Egipto para salvar su vida (11,40). Al morir el rey, Jeroboam regresa a su tierra (12,2). Pero – como dijimos entonces – Roboam no actúa con sensatez y todas las 10 tribus del norte rompen con el hijo de Salomón provocándose desde entonces una ruptura que jamás se restaurará. Desde este momento Israel será un reino con su propio gobierno, su propia capital, sus propias relaciones políticas. “Cuando todo Israel supo que Jeroboam había vuelto, enviaron a llamarle a la asamblea y le hicieron rey sobre todo Israel” (12,20).

Políticamente astuto, Jeroboam fortificó la capital, Siquem, temiendo un eventual ataque de Judá (12,25; ver 14,30 y 15,6). Pero su mayor jugada política será la reafirmación de dos antiguos santuarios tradicionales, uno al sur (Betel) y otro al norte (Dan). El rey sabe que lo habitual sería que el pueblo peregrinara a Jerusalén y ve en esto un peligro para su gobierno y entonces aprovecha dos lugares populares de peregrinación. En Dan fue que Abraham da alcance a los ejércitos que han secuestrado a Lot y los suyos (Gen 14,4); en Betel Jacob sueña con los enviados de Dios subiendo y bajando por lo que le da ese nombre, que significa “casa de Dios(Gen 28,19). Por tanto, la estrategia del rey es reforzar las tradiciones de sus pueblos; y, para más significación, coloca en ambos santuarios sendos “becerros de oro” diciendo “este es tu Dios, Israel, el que te hizo subir de la tierra de Egipto(12,28). Esto, que es sensato políticamente, es sumamente criticado por los libros bíblicos que añaden el nombramiento de sacerdotes que no eran de la tribu de Leví y la construcción de casas “en los altos” (12,31-32; 13,33). Para los autores bíblicos con estas actitudes “la idolatría” tuvo su entrada triunfal en Israel. Cuando – más tarde – Abías, el hijo del rey cae enfermo, la mujer de Jeroboam va disfrazada a ver al profeta Ajías, aquel que le había anunciado que sería rey, y éste la reconoce (a pesar de su ceguera) y le recrimina la idolatría y el abandono de los caminos de David (14,6-10), y anuncia un nuevo rey en su reemplazo (14,14). De hecho, su hijo Nadab gobernará en Israel (15,25) pero al poco tiempo será derrocado, asesinado y con él toda su familia (15,29). A partir de estos hechos Jeroboam será modelo de perversión para todos los reyes de Israel. A lo largo de los libros de los Reyes se repite insistentemente la misma fórmula: “Hizo el mal a los ojos de Yahveh y fue por el camino de Jeroboam y por el pecado con que hizo pecar a Israel” (15,34; 16,2.7.19.26.31 etc…).

La idolatría, que en este caso es adorar a otros dioses distintos del Dios de Israel, es el pecado principal para los profetas y sus libros de influencia como es el caso del libro de los Reyes. La jugada astuta del rey no fue vista con ojos políticos por los autores bíblicos que vieron que, a partir de ella, los ídolos, y en especial el dios Hadad, divinidad cananea que era llamada también “señor” (= Baal) y era representada con un toro, fue cada vez más claramente vislumbrado como el gran “enemigo de Yahvé Dios”. Y fue una razonable maniobra política, pero insensata religiosamente lo que le dio a esta divinidad extranjera su “carta de ciudadanía” en el “pueblo de Dios”. No siempre la sensatez política es coherente con la voluntad de Dios y los profetas deben denunciarlo.


Imagen tomada de https://iglesiando.com/2016/12/24/la-navidad-y-el-rey-jeroboam/

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