lunes, 15 de julio de 2024

La izquierda de Milei (y otras)

La izquierda de Milei (y otras)

Eduardo de la Serna



Es sabido, y no hace falta más que recordarlo, que, en nuestras lenguas, hay muchas palabras “relativas", es decir, de relación: cerca, lejos, oriente, occidente, antes, después, arriba, abajo, y, por supuesto izquierda o derecha. Son términos que, para poder comprenderlos acabadamente, hace falta un punto fijo para relacionarlos: cerca de algo o de alguien… Por ejemplo, al leer que algo ocurre en “cercano oriente” no es lo mismo si el lector se encuentra en España o en Argentina, ya que en el primero de los casos se estaría refiriendo a Israel o Palestina, mientras que en el segundo., se trataría del Uruguay… Ya se ha hablado, también, del término “Descubrimiento de América”, por ejemplo, entre otros relativismos.

Es en este sentido que la utilización con pretensiones universales de ciertos términos o ideas, resulta, al menos discutible, y, en ocasiones definitivamente falsa. Concretemos: todos, estando en un lugar solemos tener gente a izquierda y derecha, delante y detrás. Obviamente, por ser nosotros los que vemos, hablamos, referimos, nos ubicamos en un supuesto centro. Pero, no es menos cierto que otras personas, también lo pretenderán, y, por eso mismo, quien está a la izquierda o delante de alguien, se encuentra, a su vez, a la derecha o detrás de los primeros.

¿Qué sería, entonces, la izquierda para Milei? Dejo de lado que, evidentemente, se trata de un slogan, o de mera publicidad del miedo, pero, por ejemplo, afirmar que fue “la izquierda” la que atentó contra Donald Trump, y siendo que el tirador era un afiliado al partido republicano, en cierto modo es razonable, Trump, o Milei – como todos (o casi todos) – tienen personas a derecha e izquierda, delante y detrás… pero en otro sentido – o al menos desde una perspectiva cuantitativa – es algo muy discutible, el partido republicano es de derecha.

En sentidos semejantes, son notables las críticas que recibe intensamente el Papa Francisco, por ejemplo, desde sectores ultra conservadores (es decir, de derecha) como el deplorable ex arzobispo Viganò o el ex actor Mel Gibson, entre otros, por, sencillamente intentar descongelar el Concilio Vaticano II.

La clave para comprender mejor pareciera estar en los propaladores que se autoperciben en el centro (y el equilibrio… aunque no parezca haber muchos que afirmen que Milei es alguien equilibrado). No está de más recordar que tanto el capitán ingeniero Álvaro Alsogaray, como el procesado ex presidente colombiano Álvaro Uribe afirmaban ser de “Centro Democrático” … Volviendo a la relación, si Alsogaray, Uribe, Trump o Milei son de centro, ¿cuántos serán (seremos) los que recibiremos el epíteto – para ellos insultante – de ser de izquierdas?

Es evidente, además, que – volviendo a lo relativo – pareciera que para estos sectores “centrados”, es aberrante el atentado contra Trump (¡que lo es!) pero nada dijeron del atentado contra Cristina Kirchner… Mirar exclusivamente para (su) derecha invisibiliza a todo un universo que no entra en su horizonte… y siendo que – en estos casos – son muy pocos los que están a sus derechas y siendo excesivos los de sus izquierdas, son muchos, ¡muchísimos!, los que no son tenidos en cuenta (por ejemplo, Milei dijo “soy un presidente libertario en un país de zurdos”. Y teniendo en cuenta que deplora la izquierda, y quiere eliminarla, se comprenden así mejor sus políticas).

A modo de mirada relativa… Viganò acaba de afirmar que Jesús protegió a Trump ante su atentado. Supondré por un minuto que así fue (aunque queda siempre, en ese caso, la pregunta de por qué no protegió a Kennedy, a Luther King, y a tantos otros), ¿por qué lo habría hecho? ¿Es porque Jesús está defendiendo las políticas de Trump (como el ex obispo insinúa) o porque Jesús quiere mostrar que la violencia política es algo que Él rechaza? Es decir, si así fuera (y dudo que así haga Jesús las cosas) sería sensato tratar de entender acabadamente qué y por qué y cómo lo hace y no ubicar a Jesús a la derecha (porque allí están los que lo dicen), algo que – en todo caso, y siempre si así lo miramos – sería más razonable ubicarlo “arriba”. O, a lo mejor, sería más justo, que los receptores, sean lectores o auditorios, tengan bien claro quién habla o escribe y desde qué lugar lo hace. Prender presentarse como desde un lugar puro, aséptico, casi inmaculado, es, por lo menos falso, en ocasiones manipulador y en todos los casos mostrarse como “desde arriba” lo que, una vez más lo repetimos, es relativo. Otros creemos que hay que ascender al pueblo, a los pobres para desde allí mirar, pensar, entender… y, desde allí, creer que algunas derechas han caído muy, muy bajo.


Imagen tomada de https://sakisgonzalez.com/2023/05/jesus-fue-de-izquierda-o-derecha/


Video con comentario al Evangelio del domingo16° B

Video con comentario al Evangelio del domingo16° B



o también en 

https://youtu.be/0Slv3g0UHnY

Eduardo

domingo, 14 de julio de 2024

No me sorprendió… porque no esperaba

No me sorprendió… porque no esperaba

Eduardo de la Serna



Para evitar malos entendidos, antes de entrar en tema, quiero dejar claros una serie de criterios o pre-juicios personales.

No soy particularmente papista. Y no me refiero a Francisco, sino al Papa, al Papado. Respeto al Papa/do, creo que es el que preside la comunión y la caridad, pero no es el “jefe” de la Iglesia ni c
osas por el estilo (por eso, y lo he dicho varias veces, no me alegran los viajes del Papa, salvo cuando se trata de cosas internacionales). Y por eso no entiendo cuando hablan de la “primavera” de Francisco. El Papa no es la Iglesia, y creo que el invierno – gélido en ocasiones – impulsado por Juan Pablo II y continuado por Benito XVI demoraría muchos años, décadas, en templarse, si “la Iglesia” (no el Papa) así lo quisiera. Pero hay demasiados “osos polares” por doquier.

Creo firmemente que los sínodos son expresión de una iglesia en camino, en escucha, y decidida a dejarse conducir por el único “jefe”, que es el Espíritu Santo. Pero, y es evidente, un sínodo sin “actitud sinodal” no es sino “bronce que resuena o campana que retiñe” (como también lo es el Evangelio, o el Concilio, obviamente, para ese tipo de actitudes). Hace muchos años, en tiempos de los glaciares, recuerdo haber escuchado a un obispo que había ido a un sínodo comentar: “¿para qué nos convocan si está todo cocinado?” Suponiendo la mejor intención y la firme decisión papal de escuchar, nada de eso ocurrirá si en “la Iglesia” no hay una firme actitud sinodal; “el” Papa no es “la” Iglesia, evidentemente. Y, lamentablemente, creo, además, que los papados anteriores provocaron generaciones fascinadas con el invierno. Es decir, no solamente que se sienten a gusto en el frío, sino que también condenan inquisitorialmente cualquier – aunque mínimo – aumento de la temperatura.

Precisamente, notando el clima invernal que nos abarca, no me he manifestado entusiasta ante el sínodo. Un sínodo sobre la sinodalidad sería importante y necesario si hubiera una firme decisión y entusiasmo que se proponga escuchar lo que el Espíritu dice a las iglesias, pero ante tantos jerarcas que se autoperciben dueños y garantes de una única eclesialidad mis dudas se afirman. Ya he señalado, en otra ocasión, que, si congelaron un Concilio, mucho más fácil les resultará poner a hibernar un sínodo. Y, todo esto, lo repito, suponiendo la mejor buena intención romana, algo que me cuesta suponer.

Es sabido que cuando el profeta Juan XXIII convocó al Concilio Vaticano II, rápidamente la maquinaria curial puso a producir documentos propios de Lampedusa y el gatopardismo. Pero en la Iglesia de aquellos tiempos había decenas de movimientos vitales, como los movimientos bíblico, teológico, patrístico, litúrgico, y, paralelamente, el ecuménico, lo cual provocó una intensa modificación de los esquemas vaticanos en los que “todo estaba cocinado”. Pero, es evidente que el Espíritu Santo y su permanente novedad resultaba demasiado incómodo, y entonces surgió el miedo. El miedo que paraliza, que “nos dejó helados”. Es sabido que el frio conserva mejor, así que nada mejor que congelar todo.

Con motivo del próximo sínodo, como es habitual, se publicó un instrumento de trabajo (Instrumentum laboris), y, leyéndolo, no pudimos menos que recordar los esquemas curiales preconciliares. Y, si bien es cierto que en ocasiones el Espíritu Santo toma las riendas del yack y entre patinadas en el hielo conduce la Iglesia a regiones templadas, no son pocas las ocasiones (¡y tantas en los años recientes!) en las que los signos de los tiempos, los clamores del pueblo, y las ligeras insinuaciones de los escasos o silenciados profetas de nuestra era son tapadas por documentos o fogatas inquisitoriales que simulan calores incinerando a las Margaritas Porette o Juanas de Arco de nuestros días. O simplemente las silencian… o las ignoran.

¿Será capaz la Iglesia de hoy de asumir una auténtica actitud sinodal? ¿Será capaz de escuchar al Espíritu? ¿Será capaz de dejar el Instrumentum Laboris en un cajón y ponerse a trabajar en serio en el camino en común? Mientras tanto, con métodos insustanciales que creen que escuchan o dialogan con el Espíritu, sin juzgar, y menos actuar que acompañe a un ver sin profetismo, y en el invierno del miedo no se nos invita a tener casi ninguna esperanza. Ojalá el Espíritu de Dios nos dé una buena sorpresa, ojalá la Iglesia elija despertar de la pesadilla del temor y vuelva a abrir las ventanas a un mundo para el cual, dolorosamente, la Santa Institución es cada vez más irrelevante. Ojalá… A fin y al cabo a lo largo de los milenios el Espíritu supo hacerse escuchar, aunque en los tiempos actuales muchos no tengamos ilusiones.


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jueves, 11 de julio de 2024

Judit, una viuda ejemplar

Judit, una viuda ejemplar

Eduardo de la Serna



En las Biblias católicas encontramos un libro que lleva el nombre de una mujer que es desconocida en las Biblias protestantes. Una pena porque se trata de una obra fascinante. No se trata de un libro histórico, sino una suerte de parábola donde se intenta destacar una serie de elementos fundamentales para la vida cotidiana. Veamos brevemente el texto.

Para los conocedores de la historia, el comienzo es extraño ya que habla de Nabucodonosor (que fue rey de Babilonia) como rey de los asirios (su padre derrotó a los asirios) y que gobierna en Nínive, ciudad entonces ya destruida. Por otra parte, los personajes son anteriores al destierro judío, pero se dice que éste ya ha concluido. Sin duda en este relato folclórico, el autor quiere señalar en un momento “todos los momentos”. En todo tiempo de opresión y dominación ocurren cosas como estas que se narrarán.

Nabucodonosor, que se autopercibe como “el único Dios”, quiere castigar ejemplarmente a todos los pueblos que no se le sometieron y envía al general Holofernes con un ejército poderosísimo (120.000 hombres y 12.000 arqueros a caballo; Jdt 2,5.15). En el avance por todos los pueblos “destruyó sus santuarios, taló los árboles sagrados y se dedicó a exterminar todos los dioses del país, para que todas las naciones adoraran sólo a Nabucodonosor y todas las tribus lo invocasen como dios, cada una en su lengua” (3,8). En su rumbo hacia el sur el ejército llega a Judea. Los israelitas se preparan para la guerra y, además, piden a Dios con oraciones, vestimentas de dolor y ayunos (4,9-13). Al ver que no se le someten, Holofernes se notifica acerca de este pueblo y Ajior, un general amonita, le informa con precisión, haciendo una breve historia de Israel (5,6-21). La síntesis es que “si han pecado contra su Dios… subamos y ataquemos. Pero si no hay iniquidad, que mi señor se detenga, no sea que su Dios los proteja...” (vv.20-21). El general no le cree y pone sitio a la ciudad de Betulia para someterla por la sed. Esto desespera a los israelitas que se dirigen a Ozías uno de los jefes de la ciudad (6,15) recriminándole que si se hubiera sometido a los atacantes estarían vivos. “Dios nos ha entregado en sus manos” (7,25). Ozías no ve salida y se compromete ante el pueblo que, si Dios no hace llegar su ayuda en 5 días, entregará la ciudad a Holofernes (7,30-32).

Ahora en este momento (¡recién en el cap. 8!) hace su aparición Judit. Se nos dice que era viuda desde hacía poco más de 3 años. Que cumplía celosamente los ayunos, salvo los días de fiesta, y que era hermosísima. Precisamente por ser una mujer religiosa Judit rechaza el “desafío” a Dios que hicieron Ozías y los habitantes de Betulia, “¿quiénes son ustedes para poner a prueba a Dios?” (8,12). Ozías reconoce su error y entonces Judit hace una contrapropuesta: ella saldrá de la ciudad y antes de esos 5 días el Señor vendrá en defensa de Israel (8,33). Judit tiene un plan, pero antes de cumplirlo vuelve a las oraciones y vestidos de dolor (9,1) y le pide a Dios que escuche “a esta viuda” (9,4). Acabadas las oraciones (10,1) se quitó los vestidos de viudez y realzó su belleza con sus mejores joyas y vestidos. Saliendo de la ciudad ella y su ayudanta son capturadas por una avanzada asiria. Ella les dice que quiere hablar con su jefe y que le dirá el modo de dominar a Israel (10,13). Irónicamente los que la ven dicen que todos los israelitas deben ser matados porque si quedara con vida solo uno como ella “serían capaces de engañar a todo el mundo” (10,19). Todos quedan prendados de su belleza y ella le dice a Holofernes que el pueblo está al borde de pecar comiendo alimentos no permitidos (v.12) y entonces el ejército podrá dominar fácilmente la ciudad (lo cual es coherente con lo que Ajior había dicho). Incluso se presenta como sierva de Nabucodonosor (11,4.7). Pide quedarse en el campamento y sólo salir por la noche para rezar y comer la comida apropiada que ha traído de la ciudad. El general quedó cautivado por las palabras y la belleza y le permitió hacerlo a la espera del momento del “pecado del pueblo” que le permitiría capturar Betulia sin riesgo. Pasados tres días, y víctima del alcohol, Holofernes pretende seducir y poseer a Judit y ella simula consentirlo. Pero cuando cae rendido por el vino ella con la espada del general le corta la cabeza (13,8). Y simulando, como todas las noches, salir a hacer oración (13,10) vuelve a su ciudad con el trofeo de guerra (13,11). Esto provoca desconcierto en los asirios que serán derrotados por los judíos (14,19) y se celebra fiesta en el templo de Jerusalén (15,8; 16,18-20) y se canta un salmo (16,1-17).

Como dijimos, el texto es un relato folclórico (es decir, no hay que entenderlo como hechos históricos), y hay varias cosas que el autor quiere resaltar: para empezar, el contraste notable entre el único Dios de Israel y el único “dios Nabucodonosor” (un contraste de monoteísmos); éste tiene un ejército poderoso a su servicio, Yahvé se sirve de una simple viuda (que para la Biblia es un sinónimo de debilidad y desprotección). El ejército poderoso que destruye ciudades y pueblos enteros no puede con la pequeña Betulia. Pero la religiosidad no está dada por pretender que Dios haga nuestra voluntad (eso sería “poner a prueba a Dios”) sino en ponernos a su servicio. Así, el pueblo de Dios (“Judit” significa la “judía”) siendo fiel a Dios y a su voluntad debe saber que cuenta con la compañía de Dios en todo momento de la historia. A eso estamos invitados a pesar de que la publicidad de los poderosos nos invite a poner a Dios a prueba para que él haga nuestra voluntad.


Foto tomada de https://blog.febic.org/2021/11/05/ester-judit-y-las-otras-la-metafora-del-poder/

martes, 9 de julio de 2024

Comentario a las lecturas domingo 15º B

 

La obra y predicación del Reino

cuenta con aquellos a los que Jesús ha enviado


DOMINGO DECIMOQUINTO - "B"


Eduardo de la Serna





Lectura de la profecía de Amós     7, 12-15

Resumen: La palabra dura de Amós es cuestionada por el sacerdote encargado del santuario y pretende expulsarlo de la tierra. Amós insiste en que es Dios mismo quien lo ha llamado y encargado hablar a Israel.


Amós es un profeta sumamente conflictivo, “no tiene pelos en la lengua”. Y eso molesta. Después de una serie de oráculos muy duros (muchos comenzados directamente con “Ay de los que…”. Cf. 5,7.18; 6,1) en el capítulo 7 comienzan una serie de visiones (“Esto me hizo ver el Señor Yahvé”, cf. 7,1.4.7; 8,1). Pero entre la 3ª y 4ª visión el profeta (o el recopilador) se interrumpe y narra el conflicto de Amós con el sacerdote de Betel, Amasías (7,10-17). El texto litúrgico es un fragmento de este conflicto.

Amós es proveniente del sur, de Judá, pero se sabe enviado por Dios a predicar en otro pueblo, en Israel, al norte. Ante la predicación tan dura, el sacerdote le informa al rey (vv.10-11) y sin que conozcamos la respuesta de éste, toma la iniciativa de expulsar a Amós a su tierra (“vete”, v.12). Irónicamente, el nombre del sacerdote, “Amasías”, significa “Yah[vé] es fuerte”. Betel es quizás el más importante santuario de Israel, reestructurado por el rey Jeroboam al asumir el trono luego de la muerte de Salomón (cf. 1 Re 12,29). Amós ha hecho frecuentes referencias a Betel (cf. 3,14; 4,4; 5,5.6) y criticado con mucha dureza el culto; es interesante recordar que “Betel” significa “casa de Dios”. No es culto lo que Dios quiere sino justicia. El culto sin una vida de justicia debe verse como idolatría, un “Dios hecho a nuestra imagen”. 

Con nueva ironía, el sacerdote informa al rey que en Betel (casa de Dios) el profeta conspira contra la “casa de Israel” (en este caso, entendida como la dinastía del rey). El rey, homónimo del primero, Jeroboam II se ha caracterizado por llevar adelante un gobierno en el que los ricos se desentienden de los pobres, los oprimen, e incluso roban. Y Amós ve en esto el foco de la corrupción que terminará destruyendo al mismo pueblo. Israel y Judá tienen su razón de ser en vivir como auténticos hermanos, el “derecho y la justicia” (5,7.24; 6,12), y entonces, vivir de una manera opuesta es indicio de que se han olvidado de Dios (y Dios se desentenderá de ellos). 

Es ante esto que reacciona Amasías. Por un lado le afirma que debería ir a predicar a su tierra (Judá) y no en un lugar del que no es parte. Además le reitera que donde está hablando es “betel” – santuario del rey -  casa del reino” (nueva ironía).

Algo importante para una buena comprensión del texto es que el “profeta” (nabî) con mucha frecuencia se trata de un personaje “profesional”, alguien que recibe (muchas veces de la corte) un salario por “pronunciar una palabra”, especialmente cuando se espera algo en relación al futuro: salud, cosecha, guerras, etc… A cambio de salario el nabî “profetiza”. Es lo que dice Amasías a Amós, que vaya a “ganarse su pan” a su tierra. Y es eso lo que Amós dice al afirmar que no es “profeta ni hijo de profeta” (profesional, ha de comprenderse). De hecho, su profesión, y con lo que se sustenta, es ser campesino, pastor (cuidador de ganado, como sabíamos por 1,1) y “picador de sicómoros” (el sicómoro es una higuera silvestre a la que se la “pica” en el tiempo preciso para eliminar el sabor agrio de los frutos. Suele ser alimento de los pobres). No sabemos si se trata de ganado y frutos propios de Amós o si se trata de un jornalero, pero lo cierto es que no profetiza por dinero. No es por eso que está en Betel sino porque “Yahvé lo tomó…” y le dijo “ve y profetiza a mi pueblo Israel” (v.15). 

A modo de conclusión – omitido en el texto litúrgico – Amós “profetiza” a Amasías: ya que le dice que “no hable” pues “hablará”, y lo que dirá será terrible para el sacerdote y su familia.


Lectura de la carta de san Pablo a los cristianos de Éfeso     1, 3-14

Resumen: Un himno canta los beneficios históricos de Dios a su pueblo Israel alcanzados en plenitud en Cristo. Pero esos dones también se amplían a los paganos por la fe en el Evangelio predicado.

El autor de la carta a los Efesios, un discípulo de Pablo, introduce un himno que posiblemente ya conociera. El mismo comienza con una “bendición”, que reemplaza las habituales “acción de gracias” típicas de Pablo (lo mismo ocurre en 2 Corintios y en 1 Pedro). En el himno, para comenzar, debe notarse que la primera parte está en primera persona del plural (“nosotros”) mientras que a partir de v.13 pasa a la segunda persona del plural (“ustedes”).

Los verbos que se atribuyen como beneficio a “nosotros” son: bendecido, elegido (santos, hijos adoptivos), tenemos redención, nos dio a conocer el misterio, somos herederos, ya esperábamos (vv.3-12). Es evidente que todo esto se dice en ambientes judeo-cristianos. “En Cristo” se han alcanzado todas las esperanzas y plenificado todo lo que ya había. Todo aquello que los judíos decían de sí mismos, o que aguardaban está allí señalado como alcanzado a partir de Cristo. 

Los judíos saben que han sido elegidos, es lo propio de su ser como pueblo (Dt 7,6; 1 Re 3,8; Sal 105,43; 106,5; Is 43,20). Pero esta elección es a “ser santos” porque Dios “es santo” (Lev 11,44.45; 19,2; 20,26). “Irreprochable” (ámômos) es  propiamente lo que se dice de los animales para la ofrenda, que han de ser “sin defecto” (Ex 29,1; Lev 1,3; Num 6,14…) pero se pretende también del creyente (2 Sam 22,24.33; Sal 15,2; 17,24.31.33…). Ser “hijos adoptivos” se afirma también de Israel (cf. Ex 4,22.23; Os 11,1; cf. Rom 9,4). La “redención”, liberación es un “desatar” de algo que tenía cautivo a alguien. Esto se repetirá en relación a la “herencia” en v.14. La “riqueza de la gracia” se manifiesta en esta redención y el perdón de los delitos.

El “misterio” es una terminología importante en la carta. La palabra es frecuente en la literatura apocalíptica, se refiere a circunstancias del plan de Dios en la historia que resultan incomprensibles para el pueblo “en este momento”, pero que se espera en un futuro “Dios revelará”. En esta epístola (3,3.4.9; 5,32; 6,19; cf. Col 1,26.27; 2,2; 4,3) se trata de que al fin se ha revelado que tanto judíos como paganos participarán de las bendiciones de Dios:

…cómo me fue comunicado por una revelación el conocimiento del Misterio, tal como brevemente acabo de exponerles. Según esto, leyéndolo pueden entender mi conocimiento del Misterio de Cristo; Misterio que en generaciones pasadas no fue dado a conocer a los hombres, como ha sido ahora revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: que ustedes los gentiles son coherederos, miembros del mismo Cuerpo y partícipes de la misma Promesa en Cristo Jesús por medio del Evangelio, del cual he llegado a ser ministro, conforme al don de la gracia de Dios a mí concedida por la fuerza de su poder”. (3:3-7)
Pero esto, ocurriría en “la plenitud de los tiempos” (cf. Gal 4,4, aunque aquí utiliza jronos mientras en Efesios usa kairós). Así, “todo” se “recapitula”, tiene por cabeza (anakefalaióô) a Cristo. 

Así somos “herederos” (klêroô) algo elegido de antemano, previo designio, su voluntad (es clara referencia al plan de Dios), lo cual es algo que “esperábamos”. Obviamente todo esto se ha alcanzado plenamente “en Cristo”, es “alabanza de la gloria” (vv.1,6.12.14). 

Pero “Pablo” da aquí un paso más (en coherencia con el “misterio”): “ustedes”, los no judíos “también” recibieron el “espíritu” de “la promesa”. Para comenzar, esto ha tenido el clásico movimiento paulino de “palabra y respuesta", han “oído” y han “creído” en el Evangelio (Rom 10,14). Esto es como un tatuaje (sfragizô), un sello indeleble (2 Cor 1,22; cf. Ef 4,30) con el que el Espíritu se fija en la vida de “ustedes”. Es espíritu de la promesa que “ustedes” antes no tenían (2,12) pero de la que ahora participan (3,6). Este tatuaje “marca” (arrabôn; ambas palabras sfragizô arrabôn se encuentran en 2 Cor 1,22) la “herencia” (klêroô) para esa redención / liberación (cf. 1,7.14; 4,30) de su posesión, para alabanza de su gloria. Este don del Espíritu, signo de la “plenitud de los tiempos” está grabado en “ustedes” y de ese modo participan, con su fuerza y su gracia, de todos los dones que Dios otorgó a su pueblo elegido del cual ahora “ustedes” participan por la predicación y la “fe” en el Evangelio.


Evangelio según san Marcos     6, 7-13

Resumen: Aquellos que Jesús eligió para que estén con él son ahora enviados para continuar con la misma obra y palabra del Maestro. Deben manifestar plena confianza en el Dios que los acompaña en el camino, pero a su vez saber que en muchos casos serán rechazados.


El Evangelio de Marcos comienza en el texto de hoy (en realidad comienza en la segunda parte del v.6) la tercera parte de la primera unidad (1,14-8,30). Como las dos unidades anteriores comienza con una referencia a los discípulos (1,16-20; 3,13-19) aunque dando siempre un paso más a la anterior. Al comienzo los elegidos son signo de lo que comienza (el Reino), luego están llamados para estar con él y son enviados a predicar y expulsar demonios cosa que se concreta en el texto de hoy. 

El envío de “dos en dos” alude a la necesidad de dos personas para dar testimonio de algo (Dt 19,15). Y lo primero que se destaca es el poder / autoridad (exousía) para expulsar demonios. La autoridad manifiesta la capacidad de Jesús, su palabra tiene autoridad, y se manifiesta en sus hechos (como la expulsión de demonios; es decir, Jesús “dice” que el Reino está llegando, y eso se manifiesta patentemente en su capacidad de expulsarlos); comunica esa autoridad / poder a los suyos (3,15; 6,7; cf. 13,34). Pero con esa misma autoridad (de Hijo) también expulsa a los vendedores del Templo mostrando el sentido que el Templo tiene en el proyecto de Dios (“casa de oración para todos los pueblos”). 

La “expulsión” (exballô), el “poder” (exousía) sobre los “demonios” (daimonía) o “espíritus inmundos” como se ha visto con frecuencia es tema importante en Marcos. Los “espíritus inmundos” (pneuma akathartos) es un término preferido por Marcos (Mt x2; Lc x6 [Hch x2], Mc x11). Hay una estrecha relación entre esta “expulsión” y la inauguración del Reino de Dios; por otro lado – se ha dicho en otro lugar – es importante señalar que propiamente hablando “Jesús no hace exorcismos” ya que un exorcismo es un ritual, supone  una serie de “ritos”, mientras que lo que se dice de Jesús es que con su autoridad los “expulsa”. Nada puede/n hacer el/los demonio/s ante esta autoridad que, se señala en el texto, Jesús comparte con sus “enviados”. No es ajeno a esto que el envío sea con autoridad para hacerlo. El resto es una suerte de complemento: el anuncio del Evangelio y los destinatarios.

El envío tiene dos partes, la primera una “orden” (paraggellô, v.8) luego “les dijo” (“élegen”, v.10; en este caso la fórmula “y les decía”, kaì élegen autois es frecuente de Marcos: 2,27; 4,1.2.21.24; 6,4.10; 7,9; 8,21; 9,1.31; 11,17).

La primera orden a los “enviados” (apostéllein) alude a lo que pueden y lo que no deben llevar en la misión. La segunda palabra alude al lugar y modo de relacionarse con los destinatarios. Con un breve sumario (v.12-13) alude a la realización del encargo: si habían sido enviados “a predicar y con autoridad para expulsar demonios” (3,14-15) aquí se indica que lo hicieron. Se acota un tercer elemento que es la sanación de enfermos “ungiéndolos con aceite” (cf. Sgo 5,14). 

Lo único que pueden llevar los misioneros es un bastónsandalias y sólo una túnica. El bastón es propio del caminante. Es un cayado para sostenerse en el trayecto largo, simplemente una ayuda para caminar (es interesante que en el texto Q que usan Mt y Lc dice que tampoco han de llevar bastón, Lc 9,3 / Mt 10,10). Lo que no han de llevar es aquello que les garantizaría el sustento (pan, un bolso, o dinero). La confianza en el Dios que proveerá es el punto de partida del criterio misionero. En Jos 9,3-16 los gabaonitas para no ser aniquilados y parecer peregrinos distantes y pobres se calzan sandalias viejas, bolsas viejas, pan seco. Es un signo de la pobreza y la astucia les permite salvar sus vidas. Por el contrario, Pedro debe salir de la cárcel rápidamente para lo que el ángel le encarga calzarse las sandalias, ponerse el manto y ajustar el cinturón (Hch 12,8). Se trata, entonces, de implementos del caminante. La túnica es el vestido común, y basta con una sola (cf. Mt 5,40; Lc 3,11). Los misioneros deben viajar “ligeros de equipaje” para estar prontos a confiar en Dios que acompaña y cuida.

En cuanto al destino, deben aceptar la hospitalidad de quienes los reciben. Pero han de tener en cuenta la posibilidad del rechazo. En este caso, el polvo adherido a los pies (cf. Is 49,23) deben sacudirlo para que no quede memoria de aquellos (cf. Hch 13,51; 18,6). 

Continuando el ministerio de Jesús, entonces, los “enviados” expulsan demonios, predican y sanan enfermos. Los discípulos empiezan a ocupar su lugar en el Evangelio (aunque serán constantemente malos entendedores del mensaje de Jesús; de eso se trata gran parte de lo que continúa el texto).



sábado, 6 de julio de 2024

Un paso más sobre la tensión creativa entre teoría y praxis

Un paso más sobre la tensión creativa entre teoría y praxis

Eduardo de la Serna



Días pasados señalé la tensión entre el ámbito de las ideas y la realidad de su realización práctica.

Quisiera aquí dar un paso más.

Jesús, la “palabra que se hizo carne y acampó entre nosotros”, es expresión obvia de los límites que siempre tienen los seres humanos, por ejemplo, límites del tiempo y límites del espacio. A Jesús, por eso, se lo puede tocar, abrazar, o incluso matar. Jesús tenía hambre y sed, lloraba y reía, se enojaba y alegraba. A Jesús es factible invitarlo a comer a nuestra casa donde puede ser acogido o también cuestionado; puede ser visto e imaginado…

El Espíritu Santo, en cambio, no tiene forma, como no la tiene el viento, el agua o el fuego, no es posible aferrarlo, y se cuela por donde quiere o donde encuentra un resquicio. Es novedad permanente, no puede ser imaginado más que metafóricamente como paloma o lenguas de fuego…

Las personas que quieren seguir a Jesús y ser conducidas por el Espíritu de Dios tienen, evidentemente, esta tensión entre ellos mismos. Tienen en cuanto seguidoras de Jesús, todos los límites propios de la humanidad, cada quién con sus propias características, pero, en cuanto guiadas por el Espíritu Santo, incapaces de definir o limitar con precisión. Ciertamente, no en cuanto a lo humano, al tiempo y al espacio, a lo concreto, pero sí en cuanto a la gracia, al soplo del Espíritu y su recepción.

Es a esto a lo que en otras ocasiones nos hemos referido como “domesticación”. Ciertamente estas personas hicieron estas cosas concretas, escribieron estos textos, fundaron estas casas, dijeron estas cosas, pero el Espíritu que inspiró y movió todo ello, el Espíritu al que ellas siguieron, escucharon, por el que se dejaron conducir no es aferrable, y siempre tiene nuevas luces, nuevos impulsos, nuevos torrentes, ayer, hoy y mañana. Cuando no dejamos que estas personas sigan vivas, cuando las volvemos estatuas o estampas, textos sin contextos, las acomodamos a nuestra vida, a nuestros preconceptos y las “secamos”.

Jesús, en Marcos, propone el discipulado como una nueva “casa” (domus, en latín, de donde viene “domesticar”), en ella Jesús habla y explica, celebra y festeja, es casa de una comunidad (no es un monoambiente, por cierto).

Estamos en tiempos de intenso individualismo: la espiritualidad y los cantos son individuales (“ven a mi vida”, “se mueve en mi”, “llévame…”) e intimistas en los que no hay “nosotros”; y la sociedad se guía con el mismo espíritu, (“mi libertad”, “cada uno se las debe arreglar”), la libertad, por ejemplo, no es la vida de un pueblo sino “mía”.

Ciertamente no es esa la vida de Jesús que se vive en “asamblea” (en griego ekklesía, de donde viene Iglesia) y se expresa en el amor; el seguimiento de Jesús siempre supone otros… muchos otros. La relación “Jesús y yo” es evidente manifestación de un Jesús domesticado, un Jesús muy parecido a mí, hecho – por mí mismo – a mi “imagen y semejanza” … Así podemos ver, además, que se muestren personajes que en su tiempo se dejaron conducir a lo inesperado por el Espíritu Santo, pero a los que se los ha manipulado, domesticado, acotando sus novedades, desafíos, profetismos e inseguridades.

Resulta curioso, en ocasiones, escuchar hablar de, o citar a grandes personajes, pero huecos de toda novedad, acomodados a nuestros propios preconceptos y vacíos de toda espiritualidad. No está de más recordad la cantidad muy importante de veces que los profetas (y no solo ellos) supieron cuestionar los ritos bien hechos, los actos de culto realizados “como se debe”, pero vacíos de la vida que debería buscar ser fiel al proyecto de Dios para su pueblo. No es cuestión de citar a Mugica, Romero, Casaldáliga, Angelelli o quien se quiera… Fueron personajes maravillosos por medio de quienes sopló el Espíritu en su tiempo y espacio, sin duda, pero es ese mismo espíritu el que ayer los impulsó y hoy quiere seguir impulsando a su pueblo; no se trata de su “carne”, tiempo y espacio o praxis, sino que – partiendo de ella, sin duda – discernir por dónde sopla hoy el Espíritu de Dios, para que Romero, Mugica, y tantas y tantos testigos, no sean una estampita sino una palabra que hoy nos sigue desafiando y cuestionando e impulsando a un mañana nuevo.


Imagen tomada de https://amerindiaenlared.org/contenido/20502/recuperar-el-halito-del-espiritu/