jueves, 11 de julio de 2024

Judit, una viuda ejemplar

Judit, una viuda ejemplar

Eduardo de la Serna



En las Biblias católicas encontramos un libro que lleva el nombre de una mujer que es desconocida en las Biblias protestantes. Una pena porque se trata de una obra fascinante. No se trata de un libro histórico, sino una suerte de parábola donde se intenta destacar una serie de elementos fundamentales para la vida cotidiana. Veamos brevemente el texto.

Para los conocedores de la historia, el comienzo es extraño ya que habla de Nabucodonosor (que fue rey de Babilonia) como rey de los asirios (su padre derrotó a los asirios) y que gobierna en Nínive, ciudad entonces ya destruida. Por otra parte, los personajes son anteriores al destierro judío, pero se dice que éste ya ha concluido. Sin duda en este relato folclórico, el autor quiere señalar en un momento “todos los momentos”. En todo tiempo de opresión y dominación ocurren cosas como estas que se narrarán.

Nabucodonosor, que se autopercibe como “el único Dios”, quiere castigar ejemplarmente a todos los pueblos que no se le sometieron y envía al general Holofernes con un ejército poderosísimo (120.000 hombres y 12.000 arqueros a caballo; Jdt 2,5.15). En el avance por todos los pueblos “destruyó sus santuarios, taló los árboles sagrados y se dedicó a exterminar todos los dioses del país, para que todas las naciones adoraran sólo a Nabucodonosor y todas las tribus lo invocasen como dios, cada una en su lengua” (3,8). En su rumbo hacia el sur el ejército llega a Judea. Los israelitas se preparan para la guerra y, además, piden a Dios con oraciones, vestimentas de dolor y ayunos (4,9-13). Al ver que no se le someten, Holofernes se notifica acerca de este pueblo y Ajior, un general amonita, le informa con precisión, haciendo una breve historia de Israel (5,6-21). La síntesis es que “si han pecado contra su Dios… subamos y ataquemos. Pero si no hay iniquidad, que mi señor se detenga, no sea que su Dios los proteja...” (vv.20-21). El general no le cree y pone sitio a la ciudad de Betulia para someterla por la sed. Esto desespera a los israelitas que se dirigen a Ozías uno de los jefes de la ciudad (6,15) recriminándole que si se hubiera sometido a los atacantes estarían vivos. “Dios nos ha entregado en sus manos” (7,25). Ozías no ve salida y se compromete ante el pueblo que, si Dios no hace llegar su ayuda en 5 días, entregará la ciudad a Holofernes (7,30-32).

Ahora en este momento (¡recién en el cap. 8!) hace su aparición Judit. Se nos dice que era viuda desde hacía poco más de 3 años. Que cumplía celosamente los ayunos, salvo los días de fiesta, y que era hermosísima. Precisamente por ser una mujer religiosa Judit rechaza el “desafío” a Dios que hicieron Ozías y los habitantes de Betulia, “¿quiénes son ustedes para poner a prueba a Dios?” (8,12). Ozías reconoce su error y entonces Judit hace una contrapropuesta: ella saldrá de la ciudad y antes de esos 5 días el Señor vendrá en defensa de Israel (8,33). Judit tiene un plan, pero antes de cumplirlo vuelve a las oraciones y vestidos de dolor (9,1) y le pide a Dios que escuche “a esta viuda” (9,4). Acabadas las oraciones (10,1) se quitó los vestidos de viudez y realzó su belleza con sus mejores joyas y vestidos. Saliendo de la ciudad ella y su ayudanta son capturadas por una avanzada asiria. Ella les dice que quiere hablar con su jefe y que le dirá el modo de dominar a Israel (10,13). Irónicamente los que la ven dicen que todos los israelitas deben ser matados porque si quedara con vida solo uno como ella “serían capaces de engañar a todo el mundo” (10,19). Todos quedan prendados de su belleza y ella le dice a Holofernes que el pueblo está al borde de pecar comiendo alimentos no permitidos (v.12) y entonces el ejército podrá dominar fácilmente la ciudad (lo cual es coherente con lo que Ajior había dicho). Incluso se presenta como sierva de Nabucodonosor (11,4.7). Pide quedarse en el campamento y sólo salir por la noche para rezar y comer la comida apropiada que ha traído de la ciudad. El general quedó cautivado por las palabras y la belleza y le permitió hacerlo a la espera del momento del “pecado del pueblo” que le permitiría capturar Betulia sin riesgo. Pasados tres días, y víctima del alcohol, Holofernes pretende seducir y poseer a Judit y ella simula consentirlo. Pero cuando cae rendido por el vino ella con la espada del general le corta la cabeza (13,8). Y simulando, como todas las noches, salir a hacer oración (13,10) vuelve a su ciudad con el trofeo de guerra (13,11). Esto provoca desconcierto en los asirios que serán derrotados por los judíos (14,19) y se celebra fiesta en el templo de Jerusalén (15,8; 16,18-20) y se canta un salmo (16,1-17).

Como dijimos, el texto es un relato folclórico (es decir, no hay que entenderlo como hechos históricos), y hay varias cosas que el autor quiere resaltar: para empezar, el contraste notable entre el único Dios de Israel y el único “dios Nabucodonosor” (un contraste de monoteísmos); éste tiene un ejército poderoso a su servicio, Yahvé se sirve de una simple viuda (que para la Biblia es un sinónimo de debilidad y desprotección). El ejército poderoso que destruye ciudades y pueblos enteros no puede con la pequeña Betulia. Pero la religiosidad no está dada por pretender que Dios haga nuestra voluntad (eso sería “poner a prueba a Dios”) sino en ponernos a su servicio. Así, el pueblo de Dios (“Judit” significa la “judía”) siendo fiel a Dios y a su voluntad debe saber que cuenta con la compañía de Dios en todo momento de la historia. A eso estamos invitados a pesar de que la publicidad de los poderosos nos invite a poner a Dios a prueba para que él haga nuestra voluntad.


Foto tomada de https://blog.febic.org/2021/11/05/ester-judit-y-las-otras-la-metafora-del-poder/

1 comentario:

  1. Padre, leo frecuentemente y con mucho interés su blog. Lo felicito por su gran trabajo. Le quiero hacer una pregunta que puede parecerle tonta ¿de qué color era el luto en los tiempos de Judith porque me parece que debido a su costo y complejidad no podía ser negro, no le parece?. Abrazo grande. Osvaldo

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