martes, 9 de julio de 2024

Comentario a las lecturas domingo 15º B

 

La obra y predicación del Reino

cuenta con aquellos a los que Jesús ha enviado


DOMINGO DECIMOQUINTO - "B"


Eduardo de la Serna





Lectura de la profecía de Amós     7, 12-15

Resumen: La palabra dura de Amós es cuestionada por el sacerdote encargado del santuario y pretende expulsarlo de la tierra. Amós insiste en que es Dios mismo quien lo ha llamado y encargado hablar a Israel.


Amós es un profeta sumamente conflictivo, “no tiene pelos en la lengua”. Y eso molesta. Después de una serie de oráculos muy duros (muchos comenzados directamente con “Ay de los que…”. Cf. 5,7.18; 6,1) en el capítulo 7 comienzan una serie de visiones (“Esto me hizo ver el Señor Yahvé”, cf. 7,1.4.7; 8,1). Pero entre la 3ª y 4ª visión el profeta (o el recopilador) se interrumpe y narra el conflicto de Amós con el sacerdote de Betel, Amasías (7,10-17). El texto litúrgico es un fragmento de este conflicto.

Amós es proveniente del sur, de Judá, pero se sabe enviado por Dios a predicar en otro pueblo, en Israel, al norte. Ante la predicación tan dura, el sacerdote le informa al rey (vv.10-11) y sin que conozcamos la respuesta de éste, toma la iniciativa de expulsar a Amós a su tierra (“vete”, v.12). Irónicamente, el nombre del sacerdote, “Amasías”, significa “Yah[vé] es fuerte”. Betel es quizás el más importante santuario de Israel, reestructurado por el rey Jeroboam al asumir el trono luego de la muerte de Salomón (cf. 1 Re 12,29). Amós ha hecho frecuentes referencias a Betel (cf. 3,14; 4,4; 5,5.6) y criticado con mucha dureza el culto; es interesante recordar que “Betel” significa “casa de Dios”. No es culto lo que Dios quiere sino justicia. El culto sin una vida de justicia debe verse como idolatría, un “Dios hecho a nuestra imagen”. 

Con nueva ironía, el sacerdote informa al rey que en Betel (casa de Dios) el profeta conspira contra la “casa de Israel” (en este caso, entendida como la dinastía del rey). El rey, homónimo del primero, Jeroboam II se ha caracterizado por llevar adelante un gobierno en el que los ricos se desentienden de los pobres, los oprimen, e incluso roban. Y Amós ve en esto el foco de la corrupción que terminará destruyendo al mismo pueblo. Israel y Judá tienen su razón de ser en vivir como auténticos hermanos, el “derecho y la justicia” (5,7.24; 6,12), y entonces, vivir de una manera opuesta es indicio de que se han olvidado de Dios (y Dios se desentenderá de ellos). 

Es ante esto que reacciona Amasías. Por un lado le afirma que debería ir a predicar a su tierra (Judá) y no en un lugar del que no es parte. Además le reitera que donde está hablando es “betel” – santuario del rey -  casa del reino” (nueva ironía).

Algo importante para una buena comprensión del texto es que el “profeta” (nabî) con mucha frecuencia se trata de un personaje “profesional”, alguien que recibe (muchas veces de la corte) un salario por “pronunciar una palabra”, especialmente cuando se espera algo en relación al futuro: salud, cosecha, guerras, etc… A cambio de salario el nabî “profetiza”. Es lo que dice Amasías a Amós, que vaya a “ganarse su pan” a su tierra. Y es eso lo que Amós dice al afirmar que no es “profeta ni hijo de profeta” (profesional, ha de comprenderse). De hecho, su profesión, y con lo que se sustenta, es ser campesino, pastor (cuidador de ganado, como sabíamos por 1,1) y “picador de sicómoros” (el sicómoro es una higuera silvestre a la que se la “pica” en el tiempo preciso para eliminar el sabor agrio de los frutos. Suele ser alimento de los pobres). No sabemos si se trata de ganado y frutos propios de Amós o si se trata de un jornalero, pero lo cierto es que no profetiza por dinero. No es por eso que está en Betel sino porque “Yahvé lo tomó…” y le dijo “ve y profetiza a mi pueblo Israel” (v.15). 

A modo de conclusión – omitido en el texto litúrgico – Amós “profetiza” a Amasías: ya que le dice que “no hable” pues “hablará”, y lo que dirá será terrible para el sacerdote y su familia.


Lectura de la carta de san Pablo a los cristianos de Éfeso     1, 3-14

Resumen: Un himno canta los beneficios históricos de Dios a su pueblo Israel alcanzados en plenitud en Cristo. Pero esos dones también se amplían a los paganos por la fe en el Evangelio predicado.

El autor de la carta a los Efesios, un discípulo de Pablo, introduce un himno que posiblemente ya conociera. El mismo comienza con una “bendición”, que reemplaza las habituales “acción de gracias” típicas de Pablo (lo mismo ocurre en 2 Corintios y en 1 Pedro). En el himno, para comenzar, debe notarse que la primera parte está en primera persona del plural (“nosotros”) mientras que a partir de v.13 pasa a la segunda persona del plural (“ustedes”).

Los verbos que se atribuyen como beneficio a “nosotros” son: bendecido, elegido (santos, hijos adoptivos), tenemos redención, nos dio a conocer el misterio, somos herederos, ya esperábamos (vv.3-12). Es evidente que todo esto se dice en ambientes judeo-cristianos. “En Cristo” se han alcanzado todas las esperanzas y plenificado todo lo que ya había. Todo aquello que los judíos decían de sí mismos, o que aguardaban está allí señalado como alcanzado a partir de Cristo. 

Los judíos saben que han sido elegidos, es lo propio de su ser como pueblo (Dt 7,6; 1 Re 3,8; Sal 105,43; 106,5; Is 43,20). Pero esta elección es a “ser santos” porque Dios “es santo” (Lev 11,44.45; 19,2; 20,26). “Irreprochable” (ámômos) es  propiamente lo que se dice de los animales para la ofrenda, que han de ser “sin defecto” (Ex 29,1; Lev 1,3; Num 6,14…) pero se pretende también del creyente (2 Sam 22,24.33; Sal 15,2; 17,24.31.33…). Ser “hijos adoptivos” se afirma también de Israel (cf. Ex 4,22.23; Os 11,1; cf. Rom 9,4). La “redención”, liberación es un “desatar” de algo que tenía cautivo a alguien. Esto se repetirá en relación a la “herencia” en v.14. La “riqueza de la gracia” se manifiesta en esta redención y el perdón de los delitos.

El “misterio” es una terminología importante en la carta. La palabra es frecuente en la literatura apocalíptica, se refiere a circunstancias del plan de Dios en la historia que resultan incomprensibles para el pueblo “en este momento”, pero que se espera en un futuro “Dios revelará”. En esta epístola (3,3.4.9; 5,32; 6,19; cf. Col 1,26.27; 2,2; 4,3) se trata de que al fin se ha revelado que tanto judíos como paganos participarán de las bendiciones de Dios:

…cómo me fue comunicado por una revelación el conocimiento del Misterio, tal como brevemente acabo de exponerles. Según esto, leyéndolo pueden entender mi conocimiento del Misterio de Cristo; Misterio que en generaciones pasadas no fue dado a conocer a los hombres, como ha sido ahora revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: que ustedes los gentiles son coherederos, miembros del mismo Cuerpo y partícipes de la misma Promesa en Cristo Jesús por medio del Evangelio, del cual he llegado a ser ministro, conforme al don de la gracia de Dios a mí concedida por la fuerza de su poder”. (3:3-7)
Pero esto, ocurriría en “la plenitud de los tiempos” (cf. Gal 4,4, aunque aquí utiliza jronos mientras en Efesios usa kairós). Así, “todo” se “recapitula”, tiene por cabeza (anakefalaióô) a Cristo. 

Así somos “herederos” (klêroô) algo elegido de antemano, previo designio, su voluntad (es clara referencia al plan de Dios), lo cual es algo que “esperábamos”. Obviamente todo esto se ha alcanzado plenamente “en Cristo”, es “alabanza de la gloria” (vv.1,6.12.14). 

Pero “Pablo” da aquí un paso más (en coherencia con el “misterio”): “ustedes”, los no judíos “también” recibieron el “espíritu” de “la promesa”. Para comenzar, esto ha tenido el clásico movimiento paulino de “palabra y respuesta", han “oído” y han “creído” en el Evangelio (Rom 10,14). Esto es como un tatuaje (sfragizô), un sello indeleble (2 Cor 1,22; cf. Ef 4,30) con el que el Espíritu se fija en la vida de “ustedes”. Es espíritu de la promesa que “ustedes” antes no tenían (2,12) pero de la que ahora participan (3,6). Este tatuaje “marca” (arrabôn; ambas palabras sfragizô arrabôn se encuentran en 2 Cor 1,22) la “herencia” (klêroô) para esa redención / liberación (cf. 1,7.14; 4,30) de su posesión, para alabanza de su gloria. Este don del Espíritu, signo de la “plenitud de los tiempos” está grabado en “ustedes” y de ese modo participan, con su fuerza y su gracia, de todos los dones que Dios otorgó a su pueblo elegido del cual ahora “ustedes” participan por la predicación y la “fe” en el Evangelio.


Evangelio según san Marcos     6, 7-13

Resumen: Aquellos que Jesús eligió para que estén con él son ahora enviados para continuar con la misma obra y palabra del Maestro. Deben manifestar plena confianza en el Dios que los acompaña en el camino, pero a su vez saber que en muchos casos serán rechazados.


El Evangelio de Marcos comienza en el texto de hoy (en realidad comienza en la segunda parte del v.6) la tercera parte de la primera unidad (1,14-8,30). Como las dos unidades anteriores comienza con una referencia a los discípulos (1,16-20; 3,13-19) aunque dando siempre un paso más a la anterior. Al comienzo los elegidos son signo de lo que comienza (el Reino), luego están llamados para estar con él y son enviados a predicar y expulsar demonios cosa que se concreta en el texto de hoy. 

El envío de “dos en dos” alude a la necesidad de dos personas para dar testimonio de algo (Dt 19,15). Y lo primero que se destaca es el poder / autoridad (exousía) para expulsar demonios. La autoridad manifiesta la capacidad de Jesús, su palabra tiene autoridad, y se manifiesta en sus hechos (como la expulsión de demonios; es decir, Jesús “dice” que el Reino está llegando, y eso se manifiesta patentemente en su capacidad de expulsarlos); comunica esa autoridad / poder a los suyos (3,15; 6,7; cf. 13,34). Pero con esa misma autoridad (de Hijo) también expulsa a los vendedores del Templo mostrando el sentido que el Templo tiene en el proyecto de Dios (“casa de oración para todos los pueblos”). 

La “expulsión” (exballô), el “poder” (exousía) sobre los “demonios” (daimonía) o “espíritus inmundos” como se ha visto con frecuencia es tema importante en Marcos. Los “espíritus inmundos” (pneuma akathartos) es un término preferido por Marcos (Mt x2; Lc x6 [Hch x2], Mc x11). Hay una estrecha relación entre esta “expulsión” y la inauguración del Reino de Dios; por otro lado – se ha dicho en otro lugar – es importante señalar que propiamente hablando “Jesús no hace exorcismos” ya que un exorcismo es un ritual, supone  una serie de “ritos”, mientras que lo que se dice de Jesús es que con su autoridad los “expulsa”. Nada puede/n hacer el/los demonio/s ante esta autoridad que, se señala en el texto, Jesús comparte con sus “enviados”. No es ajeno a esto que el envío sea con autoridad para hacerlo. El resto es una suerte de complemento: el anuncio del Evangelio y los destinatarios.

El envío tiene dos partes, la primera una “orden” (paraggellô, v.8) luego “les dijo” (“élegen”, v.10; en este caso la fórmula “y les decía”, kaì élegen autois es frecuente de Marcos: 2,27; 4,1.2.21.24; 6,4.10; 7,9; 8,21; 9,1.31; 11,17).

La primera orden a los “enviados” (apostéllein) alude a lo que pueden y lo que no deben llevar en la misión. La segunda palabra alude al lugar y modo de relacionarse con los destinatarios. Con un breve sumario (v.12-13) alude a la realización del encargo: si habían sido enviados “a predicar y con autoridad para expulsar demonios” (3,14-15) aquí se indica que lo hicieron. Se acota un tercer elemento que es la sanación de enfermos “ungiéndolos con aceite” (cf. Sgo 5,14). 

Lo único que pueden llevar los misioneros es un bastónsandalias y sólo una túnica. El bastón es propio del caminante. Es un cayado para sostenerse en el trayecto largo, simplemente una ayuda para caminar (es interesante que en el texto Q que usan Mt y Lc dice que tampoco han de llevar bastón, Lc 9,3 / Mt 10,10). Lo que no han de llevar es aquello que les garantizaría el sustento (pan, un bolso, o dinero). La confianza en el Dios que proveerá es el punto de partida del criterio misionero. En Jos 9,3-16 los gabaonitas para no ser aniquilados y parecer peregrinos distantes y pobres se calzan sandalias viejas, bolsas viejas, pan seco. Es un signo de la pobreza y la astucia les permite salvar sus vidas. Por el contrario, Pedro debe salir de la cárcel rápidamente para lo que el ángel le encarga calzarse las sandalias, ponerse el manto y ajustar el cinturón (Hch 12,8). Se trata, entonces, de implementos del caminante. La túnica es el vestido común, y basta con una sola (cf. Mt 5,40; Lc 3,11). Los misioneros deben viajar “ligeros de equipaje” para estar prontos a confiar en Dios que acompaña y cuida.

En cuanto al destino, deben aceptar la hospitalidad de quienes los reciben. Pero han de tener en cuenta la posibilidad del rechazo. En este caso, el polvo adherido a los pies (cf. Is 49,23) deben sacudirlo para que no quede memoria de aquellos (cf. Hch 13,51; 18,6). 

Continuando el ministerio de Jesús, entonces, los “enviados” expulsan demonios, predican y sanan enfermos. Los discípulos empiezan a ocupar su lugar en el Evangelio (aunque serán constantemente malos entendedores del mensaje de Jesús; de eso se trata gran parte de lo que continúa el texto).



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