sábado, 6 de julio de 2024

Un paso más sobre la tensión creativa entre teoría y praxis

Un paso más sobre la tensión creativa entre teoría y praxis

Eduardo de la Serna



Días pasados señalé la tensión entre el ámbito de las ideas y la realidad de su realización práctica.

Quisiera aquí dar un paso más.

Jesús, la “palabra que se hizo carne y acampó entre nosotros”, es expresión obvia de los límites que siempre tienen los seres humanos, por ejemplo, límites del tiempo y límites del espacio. A Jesús, por eso, se lo puede tocar, abrazar, o incluso matar. Jesús tenía hambre y sed, lloraba y reía, se enojaba y alegraba. A Jesús es factible invitarlo a comer a nuestra casa donde puede ser acogido o también cuestionado; puede ser visto e imaginado…

El Espíritu Santo, en cambio, no tiene forma, como no la tiene el viento, el agua o el fuego, no es posible aferrarlo, y se cuela por donde quiere o donde encuentra un resquicio. Es novedad permanente, no puede ser imaginado más que metafóricamente como paloma o lenguas de fuego…

Las personas que quieren seguir a Jesús y ser conducidas por el Espíritu de Dios tienen, evidentemente, esta tensión entre ellos mismos. Tienen en cuanto seguidoras de Jesús, todos los límites propios de la humanidad, cada quién con sus propias características, pero, en cuanto guiadas por el Espíritu Santo, incapaces de definir o limitar con precisión. Ciertamente, no en cuanto a lo humano, al tiempo y al espacio, a lo concreto, pero sí en cuanto a la gracia, al soplo del Espíritu y su recepción.

Es a esto a lo que en otras ocasiones nos hemos referido como “domesticación”. Ciertamente estas personas hicieron estas cosas concretas, escribieron estos textos, fundaron estas casas, dijeron estas cosas, pero el Espíritu que inspiró y movió todo ello, el Espíritu al que ellas siguieron, escucharon, por el que se dejaron conducir no es aferrable, y siempre tiene nuevas luces, nuevos impulsos, nuevos torrentes, ayer, hoy y mañana. Cuando no dejamos que estas personas sigan vivas, cuando las volvemos estatuas o estampas, textos sin contextos, las acomodamos a nuestra vida, a nuestros preconceptos y las “secamos”.

Jesús, en Marcos, propone el discipulado como una nueva “casa” (domus, en latín, de donde viene “domesticar”), en ella Jesús habla y explica, celebra y festeja, es casa de una comunidad (no es un monoambiente, por cierto).

Estamos en tiempos de intenso individualismo: la espiritualidad y los cantos son individuales (“ven a mi vida”, “se mueve en mi”, “llévame…”) e intimistas en los que no hay “nosotros”; y la sociedad se guía con el mismo espíritu, (“mi libertad”, “cada uno se las debe arreglar”), la libertad, por ejemplo, no es la vida de un pueblo sino “mía”.

Ciertamente no es esa la vida de Jesús que se vive en “asamblea” (en griego ekklesía, de donde viene Iglesia) y se expresa en el amor; el seguimiento de Jesús siempre supone otros… muchos otros. La relación “Jesús y yo” es evidente manifestación de un Jesús domesticado, un Jesús muy parecido a mí, hecho – por mí mismo – a mi “imagen y semejanza” … Así podemos ver, además, que se muestren personajes que en su tiempo se dejaron conducir a lo inesperado por el Espíritu Santo, pero a los que se los ha manipulado, domesticado, acotando sus novedades, desafíos, profetismos e inseguridades.

Resulta curioso, en ocasiones, escuchar hablar de, o citar a grandes personajes, pero huecos de toda novedad, acomodados a nuestros propios preconceptos y vacíos de toda espiritualidad. No está de más recordad la cantidad muy importante de veces que los profetas (y no solo ellos) supieron cuestionar los ritos bien hechos, los actos de culto realizados “como se debe”, pero vacíos de la vida que debería buscar ser fiel al proyecto de Dios para su pueblo. No es cuestión de citar a Mugica, Romero, Casaldáliga, Angelelli o quien se quiera… Fueron personajes maravillosos por medio de quienes sopló el Espíritu en su tiempo y espacio, sin duda, pero es ese mismo espíritu el que ayer los impulsó y hoy quiere seguir impulsando a su pueblo; no se trata de su “carne”, tiempo y espacio o praxis, sino que – partiendo de ella, sin duda – discernir por dónde sopla hoy el Espíritu de Dios, para que Romero, Mugica, y tantas y tantos testigos, no sean una estampita sino una palabra que hoy nos sigue desafiando y cuestionando e impulsando a un mañana nuevo.


Imagen tomada de https://amerindiaenlared.org/contenido/20502/recuperar-el-halito-del-espiritu/

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