Video con comentario al Evangelio del domingo 14º "C"
o también en
Eduardo
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Evodia y Síntique
Eduardo
de la Serna
En Filipenses 4,2 Pablo
menciona a dos personas, Evodia y Síntique, son dos nombres de mujer, los cuales se
encuentran sólo aquí en toda la Biblia (aunque “euodia”, en griego, también significa éxito, provecho, solución,
como lo encontramos en Tob 4,6; Pr 25,15; Eclo 10,5; 20,9; 38,13, pero nunca aparece
como nombre).
Lo que sabemos es que estas dos mujeres están
distanciadas, quizás peleadas, y por eso Pablo le encarga a un compañero que
las ayude para que “sientan en el Señor”,
es decir, que su modo de actuar cambie, que modifiquen sus “sentimientos”. Es interesante que, en
esta carta comunitaria, Pablo de golpe pasa a escribir en singular y le pide a
un “compañero” que las anime a ese
sentimiento. No sabemos a quién se dirige (puede ser un varón o también una mujer) pero
pareciera tener una cierta importancia en la comunidad como para que Pablo la o
lo mencione en privado y como para que las dos mujeres puedan cambiar sus
sentimientos por iniciativa de este “compañero” o “compañera” de Pablo y de
todos.
Pero de estas mujeres, Evodia y Síntique, todavía se
dicen otras cosas: (1) que lucharon-juntos (a Pablo y a otros) por
el Evangelio; que son (2) “colaboradoras”, como también lo son otros, entre los
que se menciona a un tal Clemente, y que (3) sus nombres están en el “libro de
la vida”.
1.- “Luchar-juntos” es algo que Pablo reconoce, también en esta carta, como
algo propio de los “ciudadanos del Evangelio” (Fil 1,27), unidos por el
espíritu. No se trata de ser “ciudadanos” como pide el Imperio Romano sino como
nos invita el evangelio.
2.- “Colaboradores” (es decir que “trabajan juntos”) es un término que
Pablo usa mucho para referirse a sus compañeros en la misión evangelizadora: en
2,25 lo dice de Epafrodito, que también es “compañero de armas” (ver Flm 2), es
decir que ha “luchado junto” a Pablo en la misión. En Filemón 1 y 24 y Rom
16,3.9.21 lo dice de otros varios personajes; y particularmente lo dice de Tito
(2 Cor 8,23) y de Timoteo (1 Tes 3,2). Es decir, se trata de misioneros como lo
es Pablo que es, a su vez, “colaborador
de Dios”, es decir compañero (1 Cor 3,9).
3.- El “libro de la vida” es una imagen (ver Ap 3,5; 20,15) que supone un rollo
en el que Dios escribe los “nombres” de sus amigos. Ese libro se abrirá
(imaginan) al final de los tiempos ya que todavía “se sigue escribiendo”.
Nos encontramos, entonces, con
dos mujeres que han sido misioneras activas en la comunidad. Que han trabajado con
mucho entusiasmo en el anuncio del Evangelio y Pablo sabe que Dios no es
indiferente a esto. Algo ha ocurrido entre ellas – y no sabemos qué – y Pablo
exhorta a su compañero a que busque la reconciliación de ambas.
A modo de conclusión, Pablo anima a todos, por
tanto, también a las dos mujeres, a tener la “alegría del Señor” (4,4). En 4,1
había dicho “mantenerse” en el Señor, “mantenerse firmes” dice en 1,27, “firmes
en la fe”, especifica en 1 Cor 16,13, “en pie” (Rom 14,4). Lo que señala, a
modo de conclusión, pero como signo evidente de la vida de la comunidad, es la
“alegría”. Mantener la alegría es la actitud propia de la realización de
la voluntad de Dios, aunque pueda
resultar dolorosa (ver Fil 1,17; 2,18.28). Es dedicarse a eso que debe el
o la compañera, así “ayudarlas” (v.3) porque así ellas, re-encontradas, vivirán “en el Señor”,
“sentirán” con el Señor y su vida, en la comunidad, será testimonio, será
anuncio del Evangelio.
No está mal tener esto presente en nuestras
comunidades para ayudar a los distanciados, animarlos al reencuentro para que así,
una comunidad reconciliada sea un buen testimonio del Evangelio y seamos así “colaboradores”
de Jesús y con él luchemos para que Cristo sea mejor conocido y más amado en el
ejemplo vivo de una comunidad de compañeros, hermanas y hermanos.
El
fundamentalismo y la pereza
Eduardo de la
Serna
Con el título «Exégesis
bíblica en la sociedad contemporánea: Conflictos, fundamentalismos y
resistencias» se ha desarrollado en Costa Rica, los días 23 a 27 de junio el
III Congreso Internacional de Estudios Bíblicos [el I en Buenos Aires, el II en
Bogotá]. Como suele ocurrir en este tipo de congresos, hay conferencias y mesas
temáticas con paneles. Ante la invitación a participar, hice llegar a los
encargados una propuesta de reflexión frente al fundamentalismo la cual fue
aprobada para participar en una mesa con otros tres panelistas sobre el tema.
Del mismo participé de modo virtual porque, obvias razones económicas, me
impidieron participar presencialmente del mismo.
Como suele ser
lo habitual, tuve que realizar mi comunicación en 15 minutos. Y, acá mi inconformidad.
Cuando presenté mi propuesta, tenía la sensación que el tema era bastante serio
y merecía un detenido análisis; las 6 páginas que yo presentaba me resultaban
pobres, limitadas, insuficientes. Y, tener que comunicar esto en 15 minutos,
reducía ese texto todavía a la mitad. Sé que ese es el modo en que los
congresos se realizan, por tanto, nada tengo que decir a la organización, pero
debo confesar mi cada vez mayor incomodidad con “la Academia”. Creo que impone
un corsé a congresos, artículos, conferencias que terminan más concentrados en
la forma que en el contenido, y, entonces, algo se evalúa si sigue las normas
X, si presenta o no un abstract, si las palabras clave (que las veo totalmente
absurdas e innecesarias) son adecuadas, en lugar de concentrarse en la seriedad
o no, lo desafiante o no, lo propositivo o no del texto. En lo personal, yo
colaboraba con cierta frecuencia en revistas académicas y me han desalentado
absolutamente (por no añadir, todavía, el excesivo protagonismo que se
atribuyen algunos árbitros desalentando todo diálogo, debate o análisis) … En
lo personal (que no es importante, porque lo que cuenta es el buen desarrollo
del congreso, por cierto) terminada mi presentación quedé con una insatisfacción
muy profunda, como que los participantes perdieron 15 minutos en los que no se
les aportó nada. Una pena. Especialmente porque creo que el tema – como dije –
sí es importante para pensar y desafiante para la acción.
Acá presento el
texto original, como fue enviado a los organizadores.
Palabras
clave: pereza, individualismo, nutrimiento de la palabra,
otro evangelio, responsabilidad pastoral.
Es sabido que
la pereza constituye uno de los llamados “siete vicios capitales”. Algunos
pensamos que es quizás el más grave de todos,[1]
especialmente porque en los restantes puede haber una variante positiva, como
cuando se habla de “sana envidia”, o de “justa ira”, por ejemplo. La pereza, en
cambio no toma la decisión de levantarse, de ponerse en camino, del esfuerzo
arduo.
Es sabido que
históricamente en nuestro Continente, la lectura de la Biblia estaba ligada no
solamente al esfuerzo, sino también, en no pocas ocasiones, al martirio. Esto era
habitual, ya en tiempos y lugares distintos, en los que tener una Biblia, y que
esta revelara ser muy usada, sería tenido por algo subversivo en tiempos
pasados.[2]
La
proliferación de grupos fundamentalistas en América Latina y el Caribe es harto
evidente. Ya es sabido – y no es acá el caso de profundizar la idea – la
relación entre muchos de estos grupos con el proyecto de dominación del Norte,
pero no es menos cierto que la lectura fundamentalista “ha sido recibida” en
muchísimas comunidades de distintas iglesias cristianas.
Siendo, como
se había dicho, que América Latina y el Caribe es “el continente de la Biblia”,[3]
no era fácil eliminarla del horizonte popular; mucho más sencillo, y a su vez conveniente
para quienes la veían como un peligro, era “domesticarla”. Domesticar la Biblia
significaba descartar de ella toda mordiente que afectara la realidad y que
comprometiera a comunidades en su transformación.
A esto, creo,
que se ha de añadir, el auge de los individualismos: el individualismo en las
espiritualidades: intimismos, espiritualismo desencarnado y sin “otros”, que se
refleja en cantos en primera persona del singular, o en modos de piedad, pero también
el individualismo en corrientes políticas, etc. En este caso, el texto bíblico
“me habla a mí”, a “mi situación concreta”, sin un “nosotros” …
Es en este
contexto que, creo, y deteniéndome especialmente en quienes tienen
responsabilidades pastorales (ministros, catequistas, celebradores), que es el
ámbito donde entra la pereza. La lectura literal, sin el esfuerzo del análisis,
de la crítica, del contexto, del estudio, es ciertamente más fácil, más cómodo.
Es más fácil dejarse enseñar por las mini series “Moisés”, o “The Chosen”,
que cuestionar, leer, investigar. Y, en esto, creo, radica la gravedad de la
irresponsabilidad pastoral.
Si los que
tienen responsabilidades en las comunidades recurren a fundamentalismos
evidentes, ¿por qué cuestionaríamos ese mismo modo de lectura en quienes de
ellas y ellos han aprendido?
Y no me
refiero, en este caso, a los fundamentalismos bíblicos en los que incurren
evidentemente funcionarios políticos (como sería el caso de Jair Bolsonaro o
Javier Milei, por caso) gravísimos, por cierto, sino directamente a las
responsabilidades “pastorales”, eclesiales.
En otra
ocasión hemos propuesto que hay diferentes lecturas de la Biblia que se deben
retroalimentar mutuamente: una pastoral, una popular y una académica.[4]
Una lectura de mero escritorio, sin contacto con el Sitz im Leben und im
Tode del pueblo que vive, celebra y padece, puede terminar en dar
respuestas insustanciales a preguntas bizantinas; una lectura popular sin la
anterior puede aproximarse, por ejemplo, al fundamentalismo,.
Mirando u
oyendo reflexiones o documentos pastorales (por cuestión de pertenencia me
referiré particularmente a lo que ocurre dentro de la Iglesia católica romana,
pero, por lo que sé, no es exclusivo de ella) es habitual que se publiquen
textos escritos en los que los autores dicen lo que ellos creen que deben decir,
a lo que, después, se le añaden algunos textos bíblicos a modo casi decorativo;
en ocasiones se citan textos de los que estudios académicos dicen cosas muy
diferentes; e, incluso, en otras oportunidades, ni siquiera se cita la Biblia.
Es verdad que
los documentos “oficiales” de la Iglesia católica romana dicen que la Biblia ha
de ser “el alma de la teología”[5],
y, por tanto, también debiera serlo de la pastoral, pero no es menos cierto que
eso en la práctica casi no ocurre.
Es evidente,
por cierto, que una homilía o una pastoral no han de ser una “clase de Biblia”,
pero no es menos verdadero que la Biblia, lo que ésta dice a su pueblo, ha de
nutrir la palabra o el texto y ha de ser su punto de partida.
Biblia
La
referencia a los pastores en Ezequiel 34 alude claramente a los reyes de Judá:
no se han ocupado de su pueblo, se han “apacentado a sí mismos” y el pueblo
está disperso (clara alusión a las consecuencias de la destrucción de Jerusalén
de 587 a.C.).[6] La
referencia a David (v.23) confirma que, por pastores, se alude a la monarquía a
la cual se responsabiliza, por su mal ejercicio, de la “dispersión” de las
ovejas de Israel, especialmente las débiles. Por tanto, Dios mismo se ocupará
de alimentarlas y llevarlas a los montes de Israel (v.14), el alimento será la
justicia (v.16).
Es muy
probable que el texto de Ezequiel haya inspirado el discurso de Jesús en Juan
10, sobre el buen pastor.[7]
Sin embargo, es
interesante destacar las diferencias. Mientras el texto de Ezequiel pone su
acento en los malos pastores (a los que el profeta contrastará con Dios, el
pastor quien, luego, llamará a David), en Juan no se hace referencia a los
malos pastores sino a Jesús como pastor bueno (lit. bello).[8]
Sin embargo, sí hay contraste entre los que entran o no por la puerta (v.1),
los que son o no seguidos por las ovejas (vv.4-5). Los primeros son calificados
de ladrones y salteadores (vv.1.8.10) o también de extraños (v.5), que, sin entrar por la
puerta, escalan al redil, y lo hacen para “matar, sacrificar y destruir” (v.10);
los segundos no son conocidos por las ovejas, y – por lo tanto – ellas no los
siguen; el mutuo conocimiento entre pastor y oveja está ausente: él no conoce
sus nombres, ellas no conocen su voz (vv.3-4). Sin embargo, el contraste
principal está dado por el cuidado de la vida: los ladrones buscan “robar, sacrificar
y destruir” mientras el pastor Jesús se pone delante del peligro arriesgando su
vida (psyjê, vv.11.15.17) en favor de las ovejas para que tengan vida
(zôê, v.10) pero una vida “eterna” (v.28),
es decir divina, lo cual constituye “un mini Evangelio”.[9]
De allí que aquí el contraste esté dado entre el pastor, a quien pertenecen las
ovejas, con el asalariado, que no arriesgará su vida ante el peligro. La vida,
y vida plena del rebaño, es la clave del relato, vida que trae Jesús, (a quien
conocemos, nos conoce y reconocemos su voz).
En la Segunda Carta a los Corintios,[10]
Pablo debe defenderse de quienes le han cuestionado su apostolado. Ya en 1 Cor
9,1 vemos que hay quienes niegan que él sea en verdad “apóstol”, algo que, para
Pablo, constituye un motivo de jactancia por la gracia de Dios (1 Cor 15,10). Sabemos
que hay quienes han ofendido a Pablo o a alguien del equipo apostólico, y esto
motiva su defensa. Pero esta crítica supone, a su vez, el reconocimiento, por
parte de los corintios, de otros ministros, de los que Pablo afirma
críticamente: que él no se recomienda a sí mismo (3,1; 5,12), como sí lo hacen
sus adversarios, (10,12), ya que es recomendado por Dios (4,2;
10,18) y lo hace como ministro de Dios (6,4) y deberían haber sido los mismos
corintios quienes lo hicieran (12,11). Precisamente porque actúa delante de
Dios es que no “falsifica la palabra de Dios” sino que manifiesta la verdad
(4,2). Pablo y su equipo
no “negocian” con ella, sino que actúan con sinceridad, con
pureza de razones (2,17). Por un lado, se ha de tener en cuenta que Pablo tiene
una relación tensa con (o con algunos de) los corintios, particularmente en el
terreno económico. Es probable, por un lado, que muchos le cuestionen que sea
realmente apóstol puesto que Jesús dijo que los suyos debían ser mantenidos por
la comunidad, y, en este caso, Pablo no acepta dinero de ellos (particularmente
de los corintios) sino que trabaja con sus propias manos para autoabastecerse.
Así resuena muy irónica la frase de 2 Cor 12,13: “¿En qué fueron menos que otras
Iglesias salvo en que yo no me convertí en una carga para ustedes? Perdónenme
esa ofensa”. Por otra parte, Pablo intenta, en toda la carta, mostrar una
identificación simbólica entre el apostolado, que él reivindica para sí y su
equipo, y el crucificado: el apostolado está marcado por el sello de la cruz. [11]
Los falsos apóstoles (11,13), a los que – nuevamente con ironía – califica de
“apóstoles excelsos” (11,5; 12,11), predican “otro espíritu”, “otro evangelio”;
Pablo predica sin cobrar y “nadie me privará de ese honor” (11,10), es la
gracia la que actúa en la debilidad (palabra clave en ambas cartas a los
corintios):[12]
Pero él me dijo: «Mi gracia te basta,
que mi fuerza se muestra perfecta en la debilidad». Por tanto, con sumo gusto
seguiré jactándome sobre todo en mis debilidades, para que habite en mí la
fuerza de Cristo.
Por eso me complazco en mis debilidades,
en los insultos, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias
sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte. (12,9-10)
La debilidad es expresión de Jesús crucificado (13,4) y
manifiesta la fidelidad de Pablo al apostolado. Los falsos (o excelsos)
apóstoles no predican con verdad la palabra de Dios, negocian con ella, se
jactan de sus propias fuerzas (es decir, no en la de Dios).
Una de las características que tiene, en Pablo, el verbo
“jactarse” (kaujaomai) es que la clave no está en sí mismo sino en el
objeto de la jactancia. Jactarse por la obra de Dios de la que el apóstol es un
mero instrumento, es dar cabida a Dios y su gracia en el seno de la comunidad,
en cambio, jactarse en las propias fuerzas, es mirarse a sí mismos antes que a aquellos
con los que se tiene una responsabilidad pastoral.[13]
El primer modo se asemeja a “gloriarse” (doxazô, de hecho, muchas
traducciones ponen “gloriarse” donde Pablo dice kaujaomai, lo cual puede
prestarse a confusiones) lo que es siempre positivo por cuanto edifica a la
comunidad. En cambio, el segundo modo, se asemeja a fysióô, que es
hincharse, pavonearse, es decir, mirarse a sí mismos: “La ciencia [gnôsis],
hincha [fysióô], el amor [agápê], edifica [oikodoméô]” (1
Cor 8,1). Es interesante que “pavonearse” es algo característico de los
corintios [el verbo aparece solamente 7 veces en el NT, 6 de
ellas en 1 Cor]. La edificación de la comunidad es lo que cuenta, para Pablo.
Ese es el sentido de su apostolado, mientras otros se miran a sí mismos,
negocian, se aprovechan…
Pereza
Mirando estos textos, que se podrían multiplicar, es oportuno
preguntarnos por la responsabilidad o la pereza pastoral en la responsabilidad
con el pueblo de Dios. ¿Cuál es el nutrimento que, como pastores, se está dando
al pueblo? Porque, es evidente, que un pueblo subalimentado será un pueblo
débil o frágil frente a la dificultad. La fortaleza, necesaria para enfrentar
la tormenta, las raíces, o los cimientos sobre los que se edifica la comunidad,
que están en el origen del término hebreo amén, requieren una
predicación sólida y firme a su vez.
Ya desde el comienzo de sus escritos Pablo celebra que los
tesalonicenses recibieron su predicación como lo que verdaderamente es:
“palabra de Dios” (1 Tes 2,13).
“Pero ¿cómo invocarán a aquel en quien
no han creído? ¿Cómo creerán en aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que
se les predique?” (Rm 10,14)
La fe / creer, palabra central en Pablo (142 veces), nace de
la predicación (cf. 1 Cor 15,11), pero – como es sabido – una casa edificada
sobre arena no resiste la tempestad, mientras que edificada sobre roca (YHWH
es mi roca) puede resistir.
Como hemos visto, tanto en 2 Corintios, como también en
Gálatas, Pablo confronta con quienes han predicado “otro Evangelio” (2
Cor 11,4; Gal 1,6-7). La predicación paulina, dirigida a los paganos, les
insiste que son verdaderamente miembros del pueblo de Dios a partir del
bautismo; ya no es necesaria la circuncisión que los convertiría en prosélitos.
Sumergidos “en Cristo” los bautizados se unen y reciben plenamente los dones de
Dios. Esta predicación le trae a Pablo numerosas dificultades por parte de los
que él llama “el Israel según la carne” (1 Cor 10,18), “los de mi raza según la
carne” (Rom 9,3); sin circuncisión – afirman – no hay verdadera incorporación
en la comunidad. Para Pablo es la recepción del espíritu lo que nos integra en
el “Israel de Dios” (Gal 6,16), con
una “circuncisión en espíritu” (Rom 2,29). Por eso,
ese “otro evangelio” es, a su vez, “otro espíritu” (2 Cor 11,4). Por eso, con
mucha frecuencia Pablo es perseguido por sus “hermanos”, precisamente por su
predicación (Gal 5,11).
La novedad de su anuncio tiene su raíz en el espíritu (Rom 7,6), es una “nueva
alianza” con espíritu (2 Cor 3,6). Con su raíz farisea sería de esperar que
Pablo se hubiera limitado a invitar a los paganos a incorporarse a Israel por
el bautismo de los prosélitos y la posterior – e indispensable – circuncisión;
pero la novedad que él descubre lo lleva a anunciar que el espíritu de Dios se
recibe en el bautismo (1 Cor 12,13). Pero esta novedad le
provoca, como decimos, dificultades y persecuciones. No solamente la ruptura
con Pedro o con Bernabé sino, también, la presencia frecuente de misioneros que
predican lo contrario en las comunidades paulinas, anuncian “otro evangelio”.
Sin embargo, Pablo, por el bien de aquellos a los que se dirige les dice que a los judaizantes “ni por un instante
cedimos, sometiéndonos, a fin de salvaguardar para ustedes la verdad del
Evangelio” (Gal 2,5). El bien de la comunidad es aquello que Pablo no cede, a
pesar que eso significa cárceles, azotes, torturas… (es decir, semejanza con la
cruz). Ciertamente no es la comodidad, lo fácil, lo que Pablo elige y vive.
La responsabilidad con las comunidades exige predicar el
Evangelio del reino. Es verdad que el individualismo que señalábamos, sumado a
la comercialización con la palabra de Dios (no son pocas las motivaciones
económicas en pastores y pastoras en la concreción de un anuncio de un
evangelio light) conducen a la superficial y cómoda “teología de la
prosperidad”.[14]
La responsabilidad de los pastores y pastoras en la
predicación en las comunidades, no puede estar movida por la pereza. Es su
compromiso alimentarse seriamente de la palabra de Dios, y, nutridos por ella,
compartirla a su vez con el pueblo que les ha sido confiado. La realidad de
nuestra América Latina es grave, la situación de injusticia, violencia,
opresión es creciente. Y la palabra de Dios no puede ser una excusa para
predicar la resignación.[15]
La palabra bien nutrida y nutriente permitirá al pueblo la resistencia, y,
quizás también, elementos para que la sociedad cambie y se asemeje un poco más
(o mucho más) a algo más parecido a lo que Dios, quiere, eso que Jesús llamó
“Reino de Dios”.
[1]
Eduardo de la Serna, Los vicios capitales, Buenos Aires, ed. Paulinas 1997,
101.
[2] Cf. María López Vigil, Piezas
para un retrato, El Salvador: UCA ed., 2014, 281.
[3] Cf. Rafael Aguirre, La
utilización política de la Biblia, Estella (Navarra), Verbo Divino 2024, 161.
[4] E. de la Serna, “La Biblia y la
Teología de la Liberación. Un
desafío”, Alternativas 44 (2012/2) 37-52.
[5] Concilio Vaticano II, Dei Verbum 24. Incluso, cuando Juan Pablo
propone un examen de conciencia en la Iglesia al aproximarse el tercer Milenio,
la primera pregunta que se formula es “¿En qué medida la Palabra de Dios
ha llegado a ser plenamente el alma de la teología y la inspiradora de toda la
existencia cristiana, como pedía la Dei Verbum?”, Tertio Millennio
Adveniente 36.
[6] Paul M. Joyce, “Ezekiel”, en John
J. Collins et al, The Jerome Biblical Commentary for the Twenty-First Century.
Third Fully Revised Edition, London – New York: t&t Clark 2022, 996.
[7] Cf. Xavier Léon-Dufour, Lecture de
l’Évangile selon Jean, tome II, Paris: Ed, du Seuil 1990, 380-381.
[8] Jean Zumstein, El Evangelio según
Juan (1-12) [BEB 152], Salamanca: ed. Sígueme 2016, 439.
[9] Mary L. Coloe, John 1-10 (Wisdom
Commentary), Collegeville, Minnesota: Liturgical Press 2021, 255.
[10] Cf. E. de la Serna, “Segunda
carta a los Corintios”, en A. Levoratti (dir.) en Comentario Bíblico
Latinoamericano, Estella (Navarra): Verbo Divino 2003, 859-894.
[11]
Sobre el tema ha escrito Santiago Guijarro en Servidores de Dios y esclavos
vuestros. La primera reflexión cristiana sobre el ministerio [BEB minor 17],
Salamanca, 2011, aunque no resalta que se trata propiamente del ministerio del
apostolado ni la identificación de este con el Crucificado.
[12] Cf. E. de la Serna, “El ‘Cuerpo
de Cristo’ en San Pablo”, Proyección 272 (enero-marzo 2019) 71.
[13]
Cf. E. de la Serna, Primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de
Corinto. Comentario [Estudios Bíblicos 72], Estella (Navarra), Verbo Divino 2019,
49.57.100
[14]
R. Aguirre, La utilización política de la Biblia 181-185, “El fundamento
bíblico de la teología de la prosperidad es extremadamente endeble”, 185.
[15] “No puedo predicar la
resignación” decía el beato mártir Enrique Angelelli, Crisis 13 (1974) 54-57
(lo mismo afirmaba Eva Perón, Mi Mensaje, https://www.agenciapacourondo.com.ar/cultura/eva-peron-mi-mensaje
cap. 21).
Apóstoles de una Iglesia al servicio del reino
Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo
29 de junio
Eduardo de la Serna
Introducción:
La solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo –como
otras memorias, fiestas y solemnidades dedicadas a los santos- hace memoria de
sus vidas (en muchos casos las lecturas toman un aspecto que es visto como
principal de su vida y su santidad). En este caso las dos primeras lecturas, la
primera centrada en Pedro, la segunda centrada en Pablo, muestran a ambos
apóstoles acompañados por Dios en los momentos de dificultad. A nivel histórico
no es mucho lo que sabemos del final de la vida de ambos. Los primeros datos
que poseemos son de los primeros escritores cristianos a los que se conoce como
Padres Apostólicos quienes afirman:
«… compañeros, en divina iniciación, de Pablo, el que fue santificado, el que fue atestiguado [memartyrêménou], el que merece se le proclame bienaventurado, cuyas huellas ojalá se me concediera a mí seguir cuando alcance a Dios…» (Ignacio de Antioquía a los Efesios 12:2)
«Por envidia y malevolencia, las columnas más importantes y justas fueron perseguidas y combatieron hasta la muerte. Pongamos ante nuestros ojos a los buenos apóstoles: a Pedro que, por inicua envidia sufrió no una ni dos, sino muchas fatigas y, tras haber dado testimonio [martyrêsas] de esta manera, marchó al lugar de la gloria que le era debido. A causa de la envidia y la rivalidad, Pablo mostró el galardón de la paciencia, al arrastrar siete veces cadenas, al ser desterrado y apedreado. Siendo heraldo en oriente y occidente alcanzó la ilustre gloria de su fe. Después de haber enseñado la justicia a todo el mundo, de haber ido hasta los confines de occidente y de dar testimonio [martyrêsas] ante las autoridades, se fue así del mundo y marchó al lugar santo, convirtiéndose en el mayor ejemplo de paciencia». (1ª carta de Clemente 5:2-7)
También el final del Evangelio de Juan alude a la muerte de Pedro diciendo:
“«En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras». Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme». (Jn 21:18-19)
Con los datos de los que disponemos podemos, entonces afirmar, que lo más
probable es que Pedro haya muerto mártir en Roma, y se piensa fundamentalmente
que esto ocurrió en la llamada “Persecución de Nerón”, esto es en el año 64. La
muerte de Pablo es menos segura, aunque es muy posible que también haya muerto
mártir. Si esto ocurrió en Roma no lo sabemos con certeza, aunque es probable.
Según una tradición (Ovidio, Fastos, libro VI.795), la ciudad de Roma fue fundada el 29 de junio de
753 a. C. Desde san Ireneo se sostiene que Pedro y Pablo fueron los fundadores
de la comunidad romana (el tema es teológico ya que no fueron propiamente los
fundadores de la comunidad, pero sí afirma que la comunidad se “funda” sobre
ellos), y más tarde se afirma que la misma ciudad (en cuanto cristiana) fue
fundada por ellos, por lo que comienza a conmemorarse su martirio el día 29 de
junio.
Hechos de los Apóstoles está finalizando el gran bloque centrado en Pedro y empieza a preparar el rol de Pablo. El texto finaliza (v.17) señalando que, liberado, Pedro les pide a los que estaban en casa de María, la madre de Juan, también llamado Marcos, que avisen a Santiago, y “marchó a otro lugar”. El texto, sin embargo tiene dos partes luego de la introducción:
Introducción: Herodes persigue a los seguidores de Jesús: mata a Santiago, el hermano de Juan y encarcela a Pedro (vv.1-5);
Parte 1: Pedro en la cárcel es liberado milagrosamente (vv.6-11)
Parte 2: Pedro se dirige a casa de María y luego se marcha (vv.12-17)
Conclusión: Herodes castiga a los soldados por la fuga y se marcha a Cesarea (vv-18-19).
La milagrosa liberación de la prisión ya había sido anunciada en 5,17-21, aunque allí los encarcelados son “los apóstoles”. Allí el Ángel del Señor abre las puertas de la prisión, como ocurre aquí (v.7). Lo mismo sucederá con Pablo (como es frecuente en Hechos poniendo en paralelo diversas palabras y hechos de ambos apóstoles), en este caso un temblor provoca que las puertas se abran y se suelten las cadenas (16,25-40).
Un tema interesante, que no hace al texto en la liturgia de hoy, es la muerte de Santiago. Judas había muerto y eligen a Matías para mantener el número Doce, pero en este caso no hacen lo mismo. Sin duda en aquel caso fue así para repetir lo hecho por Jesús al comienzo de su ministerio (elección de los Doce) y poner en paralelo el comienzo del ministerio de Jesús y el comienzo del ministerio de la Iglesia. Pero esta Iglesia de Hechos es responsable del “crecimiento de la Palabra” y el texto de hoy se ocupa de mostrar cómo Dios cuida atentamente, protegiendo a los suyos, de que así sea.
Lucas parece querer poner el crecimiento de la Palabra como la extensión de una cadena cuyo primer eslabón es Cristo, seguido luego por los apóstoles, presididos por Pedro, luego otro grupo (los Siete, Bernabé) cuyo mayor exponente es Pablo y seguido por los presbíteros que continuarán la obra. La liberación de la cárcel de Pedro, luego repetida en Pablo, como se dijo, es una expresión de esta cadena.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a
Timoteo 4, 6-8.17-18
Resumen: El discípulo de Pablo comienza la despedida de su maestro dando a la carta forma de Testamento. Da testimonio de su fidelidad aun en la
muerte inminente, y manifiesta a su sucesor, Timoteo, que aunque son muchos los
que lo han abandonado, Dios ha permanecido junto a él y permanecerá a su lado.
El autor sabe que Pablo ya ha muerto y hace una lectura sobre eso. Por eso en los versículos anteriores hablaba de lo que Timoteo debe hacer (4,1-5), el ministerio de Pablo pasa a la siguiente generación, de allí que “ahora” Pablo debe desaparecer de la escena. Las imágenes de la muerte habían sido usadas por Pablo: libación (Fil 2,17), competencia (1 Cor 9,27), carrera (1 Cor 9,24; Fil 3,12). La situación de abandono, los personajes y regiones tiene una cierta relación con el abandono sufrido por Jesús (Mc 14,50), pero, como Jesús, los perdona (Lc 23,34; cf. Hch 7,60)..
El contexto parece judicial y Pablo aparece como escribiendo
entre la primera (v.16) y la segunda etapa del juicio. Pero abandonado
por todos, Dios no lo ha dejado a su suerte. La referencia al Sal 22 lo
demuestra: el salmista en la angustia clamaba a Dios que no esté lejos (v.2)
que corra en su ayuda, que libre su vida de la espada, y recurre para ello a
imágenes animales (perro, león, búfalos, vv.21-22). Mientras el Salmo pedía la
ayuda de Dios, el Pablo de los últimos momentos reconoce que “fui librado” (la
voz pasiva remite, una vez más, a Dios como aquel que libra; pero el verbo en
aoristo remite a un momento concreto en el que fue librado) “de la boca del
león” (v.17). Dios lo ha salvado y conducido. Esto no excluye su muerte, pero
la referencia explícita es al “reino celestial”. En la segunda carta a Timoteo,
la referencia al reino tiene clara connotación a una escatología futura
(4,1.18), ligado a la “gloria” (v.1) y a los cielos (v.18).
El texto de la llamada “confesión de fe de Pedro” como es narrada en el Evangelio de Mateo es un texto sumamente comentado en la tradición teológica y bíblica. A modo complementario de lo que aquí decimos, remitimos en este mismo blog al artículo (en los “artículos bíblicos”) “la presentación de Pedro en los Evangelios sinópticos” [http://blogeduopp.blogspot.com.ar/2014/06/pedro-en-los-sinopticos.html]. Aquí solamente señalaremos lo principal de referencia a Pedro dejando lo demás para dicha lectura complementaria.
A nivel estructural, el relato de la confesión de Pedro no ocupa en Mateo el lugar central que tiene en Marcos, pero sin duda es central en su pensamiento. De hecho sólo en este bloque Mateo utiliza el sustantivo “Iglesia”, que no vuelve a encontrarse en ninguno de los Evangelios, y en él Pedro es presentado como “piedra” sobre la cual esta Iglesia es edificada. No debe descuidarse que en esta misma unidad Pedro es piedra de tropiezo para Jesús. Una y otra piedra dependen de que Pedro escuche o no la voz reveladora de Dios.
El esquema es semejante al de Marcos:
Pero mientras en Marcos a esto le sigue la incomprensión de los discípulos, en este caso de Pedro, dando comienzo a la segunda parte de su Evangelio, en Mateo ambos relatos se unen para destacar el rol central de Pedro, pero que este no está exento de error o pecado si no escucha a Dios.
Un tema central –y en discusión- es la relación entre las
llaves y el rol de atar y desatar. ¿Se refiere a lo mismo, puesto en paralelo,
o son dos cosas diferentes? La referencia a las llaves parece aludir al
mayordomo del palacio (Is 22,22) mientras que la referencia a atar y desatar
vuelve a repetirse aludiendo a los Doce en 18,18 en sentido judicial. Con frecuencia –incluso en
Mateo- Pedro es mostrado como el portavoz de los Doce, con lo que bien podría
referirse a él como portavoz al decirle, en c.16, a Pedro lo mismo que luego dirá a
los Doce en c.18. Pero también es concreto, y es particularmente notable en
Mateo, que Pedro juega un rol especial, quizás aquí presentado como una especie
de “mayordomo del Reino de Dios”. Él abrirá para que ingresen (o
impedirá entrar) al reino por haber escuchado lo que el Padre le ha revelado,
pero –precisamente por tratarse del Reino, es decir, la centralidad de Dios-
dependerá de la escucha de la Palabra de Dios y no de su propia voluntad ya
que, a renglón seguido, hará exactamente lo contrario (“tus pensamientos no son
los de Dios sino los de los hombres”, 16,23).
Video con comentario a la solemnidad de San Pedro y San Pablo
o también en
Eduardo
Sacarlo (¿todo?) afuera
Eduardo de la
Serna
Dentro de los
numerosos prefijos que suelen acompañar el verbo latino “vocar” (= llamar),
como e-vocar, con-vocar, in-vocar, re-vocar, podemos notar, como con-vocante en
estos días, el verbo pro-vocar: llamar para que salga fuera. Este en ocasiones,
es un término casi afectivo, como es el caso – por ejemplo, en Colombia –
cuando dicen “¿le provoca un tinto?” para preguntar a una persona si quisiera tomar
un café, pero – habitualmente, entre nosotros – se utiliza en el sentido de “Irritar o estimular a alguien con
palabras u obras para que se enoje” (RAE, 2da acepción). Y surge
alguna pregunta…
¿Cuál
es el objetivo de esa intención de hacer enojar? Y creo que no es demasiado
difícil concluir algún aspecto.
Por
un lado, para molestar lo más posible a la persona a la que se detesta. Se la o
lo provoca “para que explote”, y, en ocasiones se celebra que eso ocurra por
todo el daño que, a la persona “provocada”, la explosión le provoca.
En otras ocasiones, y – lamentablemente – lo vemos a diario, se provoca a un colectivo buscando una reacción. Lo evidente es que se pretende esa reacción a fin de poder descargar, a causa de ella, más violencia, represión. Se trata de una excusa para una violencia ya preparada y deseada. Nuevamente, el objetivo está dirigido contra el objeto de la provocación. Ciertamente, confiando en la mayor capacidad de reacción del provocador sobre el provocado. Es evidente, sin embargo, que puede haber errores de cálculo que serían, a la postre, perjudiciales para aquel y benéficos para este.
Los
“juegos de la guerra” que amenazan día a día el mundo en nuestros días, nacen
de provocaciones y respuestas, muchas de las cuales – al menos hoy – no tenemos
la capacidad de mensurar en reacciones y consecuencias, y se temen
catastróficas.
Pareciera,
además, que el gobierno argentino, incapaz de generar propuestas, alimentado de
mero odio, sólo busca reacciones a las amenazas que profiere en el día a día, a
sus provocaciones, sean dirigidas a colectivos o a personas seleccionadas.
Pareciera que de eso se nutre, con ese motor anda [¡y pensar que desde esos
ambientes se criticaba al marxismo por hacer referencia a la lucha de clases!].
Y, ciertamente, no es menos cierto que ha encontrado caldo de cultivo en
ambientes de limitada capacidad de análisis o atrapados por el miedo o el odio
(que se parecen). En ese caso, esa “explosión” provocada es benéfica para los provocadores,
por cierto, y, quizás, sea el objetivo final; conseguir adherentes en una
suerte de “club del odio”.
Los
tradicionales filmes de vampiros nos mostraban unos seres “de la noche” (fotofóbicos,
por cierto) que mordían a personas descuidadas, habitualmente en el sueño,
sorbiendo su sangre y alimentándose de ella. Se trata, entonces, de seres que
para vivir necesitan “chuparles toda la energía (= sangre)” a otras personas. Y,
más allá de la ficción, es innegable que esas personas existen, como existen
los vampiros (no los de ficción, sino los quirópteros), los mosquitos, las
garrapatas o las vinchucas… Y de estos últimos también los hay, no sólo en el
reino zoológico sino en nuestra realidad cotidiana.
Como
pareciera que provocar es el pan de ellos de cada día, les tocará a los provocados
actuar con sensatez, con prudencia, con inteligencia. Y esto implica que el
obrar y decir sea, precisamente, lo que se quiere decir u obrar (y cuando se
quiere, cómo se quiere, y sólo lo que se quiere) y no aquello que los
provocadores pretenden a consecuencia de una “explosión”, de haber sacado
afuera odio, violencia o rabia en lugar de construcción, “como la primavera”.
Foto tomada de https://luigibosca.com/primavera-de-nuevo-brota-la-vida/
Ozías, un rey apestado
Eduardo de la Serna
Varios libros bíblicos hacen referencia a diferentes
reyes. Los libros de los profetas con frecuencia señalan que el profeta “X”
habló en tiempos del rey “Y”. Evidentemente, saber qué pasaba en tiempos de tal
rey nos ayudará a entender mejor el sentido de las cosas que dice el profeta. Hay, también, otros
libros, con apariencia de “históricos” que nos aportan otros elementos sobre
los reyes u otros personajes. La intención de estos libros no es la de ser “libros
de historia”, pero sí mostrar cómo Dios acompaña a su pueblo en la historia.
Cuando se intenta presentar a los diferentes
monarcas, el llamado libro de los Reyes, tiene tres modelos: los que podríamos llamar reyes
“malos”, reyes “más o menos” y reyes “buenos”, y el criterio para evaluar a unos y otros es su
actitud frente a los ídolos, y por tanto, ante Dios. Los reyes que hicieron
templos, o sacrificaron, o que importaron dioses son vistos como “malos”. Los
reyes que combatieron la idolatría, profanaron los templos y altares son vistos
como “buenos” (son muy pocos, solamente dos). Los restantes son reyes “buenos”,
que hacen lo que Dios quiere, “pero…” no enfrentaron la idolatría, no
desaparecieron los lugares de culto, etc. A este grupo pertenecen la mayor
parte de los reyes de Jerusalén. La frase con la que se los presenta es más o
menos así: “hizo lo recto a los ojos de Yahve… solo que no desaparecieron los
altos…”
(por ejemplo, 2 Re 12,4; 14,4; 15,4…). El rey Ozías, es paradigma cabal de esto
(2 Re 15,4).
Señalemos que de este rey hay cosas interesantes que decir, por lo que de él podemos conocer. Como sabemos, Israel cree estar en la tierra que Dios le ha prometido, pero a raíz de los malos reyes esa tierra se ha ido dividiendo y perdiendo. Cada vez va quedando menos, la cual va siendo poseída por los pueblos vecinos. También sabemos que Dios da la abundancia, y – por ejemplo – una sequía es expresión de que Dios “castiga” el pecado. Para sintetizar, Israel va tomando conciencia de la presencia o de la ausencia de Dios según aumente o disminuya la vida plena del pueblo. Lo cierto es que con Ozías se van recuperando tierras que estaban en poder de otros pueblos (2 Re 14,22), como Edom o los filisteos, las fronteras se expanden (2 Cr 26,8), se construyen torres (2 Cr 26,9.10), las cosechas son importantes (2 Cr 26,10), y – sobre todo – en todas partes reina la paz. Todo esto, visto desde la bendición divina, es indicio de que Dios bendice el gobierno del rey. Las murallas de las ciudades hostiles son quebradas, se hacen torres en el desierto, se fomenta la agricultura. El ejército (excesivamente numeroso, 2 Cr 26,13) conquista territorios adversos y contribuye a la paz.
La pregunta que podemos formularnos es, si todo
esto parece idílico, maravilloso y signo de fidelidad, por qué, entonces, se añade un “pero…” En cada circunstancia, los libros bíblicos señalan sus propios planteos. En el
caso de este rey, que parece casi ideal, el "pero" se expresa en que se infectó
“de lepra”. Obviamente, para la mentalidad antigua, el planteo era entender que
“Dios lo infectó”. Algo que no se puede afirmar hoy, pero así lo plantean (con
sus diferentes teologías) los dos libros “históricos”:
Hizo lo recto
a los ojos de Yahveh, enteramente como lo había hecho su padre Amasías. Sólo
que no desaparecieron los altos y el pueblo siguió ofreciendo sacrificios y
quemando incienso en los altos. Yahveh hirió al rey y quedó leproso hasta el
día de su muerte. Vivió en una casa aislada, y Jotam, hijo del rey, estaba al
frente de la casa y administraba justicia al pueblo de la tierra. (2 Re 15:3-5)
Mas, una vez
fortalecido en su poder, se ensoberbeció hasta acarrearse la ruina, y se rebeló
contra Yahveh su Dios, entrando en el Templo de Yahveh para quemar incienso
sobre el altar del incienso. Fue tras él Azarías, el sacerdote, y con él
ochenta sacerdotes de Yahveh, hombres valientes, que se opusieron al rey Ozías
y le dijeron: «No te corresponde a ti, Ozías, quemar incienso a Yahveh, sino a
los sacerdotes, los hijos de Aarón, que han sido consagrados para quemar el
incienso. ¡Sal del santuario porque estás prevaricando, y tú no tienes derecho
a la gloria que viene de Yahveh Dios!» Entonces Ozías, que tenía en la mano un
incensario para ofrecer incienso, se llenó de ira, y mientras se irritaba
contra los sacerdotes, brotó la lepra en su frente, a vista de los sacerdotes,
en la Casa de Yahveh, junto al altar del incienso. (2 Cr. 26:16-19)
Es decir, para “Reyes” que no “desaparecieran” los
lugares altos, donde se sacrificaba a los dioses, fue consecuencia de la lepra.
Para “Crónicas”, su culpa fue que asumiera un rol sacerdotal, que no le
correspondía… Pero, para ambos textos, lo cierto es que algo en el obrar del rey “desagradó” a
Dios. Hoy es insostenible decir que una peste o una pandemia sean “fruto” del
enojo de Dios, o un castigo. Nadie sensatamente diría hoy algo por el estilo.
Pero así se expresaba el mundo bíblico en otra cultura muy diferente a la
nuestra.
Aclaremos, además, que para el mundo bíblico, se entiende como lepra toda
enfermedad de la piel (de hecho, es probable que lo que hoy llamamos “lepra” no
existiera en ese entonces en Israel). Se trata de algo que transforma a la
persona en impura y, por lo tanto, no puede entrar en contacto con Dios, y quien entrara en
contacto con esta persona, sería a su vez impuro (para la Biblia el tema de la lepra no
es tanto un tema de salud cuanto de pureza ritual). Lo habitual es que los
impuros anduvieran por lugares descampados para no transmitir su situación. Pero en este caso se trata de un
rey. Entonces se edifica para él un lugar de aislamiento donde pueda moverse
con libertad, pero sin infectar al resto. Y entre tanto, gobierna como regente
su hijo. Pero esa es otra historia. El aislamiento y la infección es algo de
todos los tiempos, y en la Biblia se los tomó en serio.
Imagen del rey Ozias pintada por Rembrandt, tomada de https://wikioo.org/es/