jueves, 29 de septiembre de 2016

El Papa Francisco representante de la "Teología del Pueblo"


El Papa Francisco representante de la "Teología del Pueblo"



Eduardo de la Serna



La presente fue una ponencia dada el lunes 19 de septiembre de 2016 en el Congreso Internacional de Teología “Interpelaciones del Papa Francisco a la Teología Hoy” en la Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá, Colombia; del 18 al 21 de septiembre 2016). Publico mi ponencia con la autorización del P. Hermann Rodríguez sj, organizador del evento a quien agradezco.


El desconcierto provocado por Francisco-Bergoglio en algunos sectores de América Latina, puesto que – por lo que se sabía de él – se esperaba un papado en continuidad con los anteriores, quedó aparentemente zanjado por Leonardo Boff al afirmar que Francisco es representante de la “teología del pueblo”. 


“… antes de ser elegido papa, el cardenal Jorge Bergoglio “era adepto de una de las vertientes de la Teología de la Liberación, que era propia de Argentina, y que es la teología del pueblo, la teología de la cultura popular”. “La Teología de la Liberación tenía muchas tendencias. En Argentina predominó ésa, que viene del justicialismo”, expresó Boff. “Francisco siempre se entendió a sí mismo como un peronista, un justicialista. El defendía traer a los pobres como participantes, y que no hay solución para los pobres sin su participación”. (Página 12, 24 de julio de 2013)


I.              La Teología del Pueblo

El nombre de “teología del pueblo” es tardío. Proviene de la excelente tesis de licenciatura eclesiástica de Sebastián Politi, [1] dirigida por Lucio Gera, en la que hace un detallado análisis de los diferentes momentos y colectivos que confluyen en dicha teología.

Lucio Gera. Es – sin duda – el referente ineludible de dicha corriente teológica. Ya desde temprano Gera hablaba de “teología de la liberación”. [2]  Sin dudas la categoría “pueblo” resultaba difícil de entender en algunos ambientes, y esto motivó que Diego Irarrazabal, [3] y con él Víctor Codina, [4] propusiera la existencia de 3 modelos teológicos en torno a la cultura y la inculturación; uno de ellos, el de “neo-cristiandad” [de grupos como el Opus Dei, Neo-Catecumenales, Focolari, Comunión y Liberación, Renovación carismática…] y sobre ellos afirma Codina: “Aunque algunos no admitan la formulación de ‘neo-cristiandad’, sí proponen una cultura modelada por la religión católica, una civilización cristiana y popular” y expresamente menciona entre ellos a L. Gera. [5] En torno a la asamblea de Puebla (1979) hubo una serie de conflictos (no ajenos a los que desde Roma algunos – como Alfonso López Trujillo – desataron contra la Teología de la Liberación. Esto motivó que esta corriente teológica dudara entonces en ser incluida dentro de la “teología de la liberación” como se puede leer en escritos de Juan Carlos Scannone [6] y, más claramente de Antonio Quarraccino. [7]

Rafael Tello. Como era habitual entonces, tampoco Tello fue conocido por sus escritos. De una enorme intuición pastoral y sólida formación teológica supo entrever meses antes de la Dictadura cívico-militar que se avecinaban tiempos difíciles y propuso en la religiosidad popular, concretamente en la peregrinación al santuario mariano de Luján, presentar un espacio de vida en medio de la opresión y la muerte. Su cercanía a los pobres le llevó también a proponer un seminario para que se prepararan al ministerio ordenado personas de ambientes populares, lejos de un espacio ilustrado que les es ajeno. Esto le motivó una sanción por parte del cardenal Aramburu. Tello se llamó a silencio público desde entonces hasta su muerte. Semanalmente un grupo de curas se encontraban con él en lo que se llamó “la escuelita”. Después de su fallecimiento el grupo, llamado “la Cofradía”, comenzó a desgrabar y publicar sus escritos y reflexiones. 

La COEPAL. Es de señalar, al menos brevemente, la formación, dependiente de la Conferencia Episcopal Argentina, de lo que se llamó la COEPAL (Comisión Episcopal de Pastoral). Muchos grandes pensadores y pastores de lo que más tarde se llamó la “teología del Pueblo” participaron en la misma y grandes pastores argentinos como Enrique Angelelli y Eduardo Pironio no fueron ajenos a este momento.

Juan Carlos Scanonne. Más cercano a la filosofía que a la teología (aunque incursionando con profundidad en ella) Scannone es hoy el gran referente de la “teología del pueblo”. Después de los trabajos iniciales a los que hicimos referencia, especialmente a partir de la elección del Papa Francisco, Juan Carlos Scannone ha profundizado en diferentes momentos y contextos esta corriente teológica de la Argentina. [8]
 
A partir de la muerte de Gera y Tello y luego de la mencionada obra de Sebastián Politi empezaron a proliferar autores y escritos en cierto modo “herederos” de la Teología del Pueblo. Entre ellos pueden tenerse en cuenta a Marcelo González, Víctor M. Fernández, Enrique Bianchi, Omar C. Abado y Carlos M. Galli. [9]

Jorge M. Bergoglio y Gera y Tello. Se podría señalar que Jorge M. Bergoglio no es propiamente un teólogo. Comenzó su tesis doctoral sobre Romano Guardini (en Alemania), la cual no finalizó, lo que ciertamente no lo ubica en el contexto de la “teología del pueblo”. Sin embargo, ya arzobispo de Buenos Aires no sólo ofreció la catedral porteña para que allí fuera enterrado Lucio Gera (luego de que – años antes – en la mitad de las diócesis argentinas no tenía licencias ministeriales a pesar de haber sido miembro de la Comisión Teológica internacional) y prologó el primero de los libros de Rafael Tello en publicación. El rescate de estos dos grandes personajes del presente teológico fue evidente, e influyeron indiscutiblemente en su pastoral como arzobispo de Buenos Aires. 

Sin embargo, al hablar de Jorge M. Bergoglio hay elementos que no pueden dejar de tenerse en cuenta. [10] En su juventud, y coherentemente con una época de enorme militancia política, Jorge Bergoglio estuvo siempre cerca de la agrupación “Guardia de Hierro”, la que se podría calificar de un peronismo de centro-derecha. Por estar cerca del peronismo [11] es que a su vez se lo ha calificado de populista.

En el caso concreto de la realidad argentina, muchos celebraron el nombramiento de Jorge Bergoglio como sucesor de Pedro ya que esperaban que fuera el gran opositor al gobierno de Cristina Fernández. Pero curiosamente no sólo no fue así y ambos manifestaron una cierta cercanía, sino que el Papa manifestó abierta distancia con el gobierno neo-liberal de Mauricio Macri. Así, escritores y periodistas cercanos al capitalismo (como periodistas de los medios hegemónicos La Nación o Clarín) cuestionaron el “populismo” del Papa. El historiador italiano Loris Zanata afirmó recientemente: “El universo terminológico del Papa: en sus grandes viajes del año pasado –Ecuador, Bolivia, Paraguay; Cuba y los Estados Unidos; Kenia, Uganda, República Centroafricana– Francisco pronunció 356 veces la palabra pueblo. El populismo del Papa está ya en sus palabras. Menos familiaridad tiene en cambio Bergoglio con otros términos: democracia la mencionó apenas 10 veces, individuo 14 veces, y generalmente en su acepción negativa. La palabra libertad la repitió más a menudo, 73 veces, y en la mitad de los casos en los Estados Unidos. En Cuba la pronunció sólo dos veces”. [12] El escritor Jorge Fernández Díaz se sumó a Zanata (utilizando sus estadísticas) y criticó a Francisco por “populista” en sus programas radiales y en frecuentes notas periodísticas en el diario Clarín. [13]

Es sabido que el término “pueblo (de Dios)” fue muy importante en el Concilio Vaticano II. La curia Vaticana, que ya había redactado los grandes textos del concilio fue derrotada en la Constitución Lumen Gentium cuando al esquema verticalista (Papa – Episcopados – Presbíteros – Laicado) se le antepuso la categoría “Pueblo de Dios”. Esto se vio notablemente reflejado en el primer número (enero 1965) de la luego prestigiosa revista Concilium en la que Ives Congar escribe sobre “La Iglesia como pueblo de Dios” (pp.9-33) desde una perspectiva teológica y también Rudolf Schnackenburg y Jacques Dupont sobre “La Iglesia como pueblo de Dios” (pp.105-113) desde una perspectiva bíblica.

Sin embargo, es también sabido que muchos de los teólogos “derrotados” en el Vaticano II luego fueron triunfantes en los pontificados de Juan Pablo II y Benito XVI. Un momento significativo fue la publicación por parte de la Congregación para la doctrina de la fe el 6 de agosto de 2000 de la declaración Dominus Iesus. La interpretación restrictiva del “subsistit in” (LG 8, en DI 16) afirmando que “Las Iglesias que no están en perfecta comunión con la Iglesia católica pero se mantienen unidas a ella por medio de vínculos estrechísimos como la sucesión apostólica y la Eucaristía válidamente consagrada, son verdaderas iglesias particulares” destaca la centralidad de la “eclesialidad” en el orden sagrado más que en el Bautismo. Valga esto a modo de ejemplo como lo fue también la publicación del “Informe sobre la fe” (1985) del cardenal Josef Ratzinger justo antes de comenzar el sínodo extraordinario para conmemorar el XX aniversario de la solemne conclusión del concilio Vaticano II. Así afirmaba Ratzinger:


«En realidad, "pueblo de Dios" es, para la Escritura, Israel en sus relaciones de oración y de fidelidad con el Señor.  Pero limitarse únicamente a esta expresión para definir a la Iglesia significa dejar un tanto en la sombra la concepción que de ella nos ofrece el Nuevo Testamento.  En éste, la expresión "pueblo de Dios" remite siempre al elemento veterotestamentario de la Iglesia, a su continuidad con Israel. Pero la Iglesia recibe su connotación neotestamentaria más evidente en el concepto de "cuerpo de Cristo".  Se es Iglesia y se entra en ella no a través de pertenencias sociológicas, sino a través de la inserción en el cuerpo mismo del Señor, por medio del bautismo y de la eucaristía.  Detrás del concepto, hoy tan en boga, de Iglesia como sólo “pueblo de Dios" perviven sugestiones de eclesiologías que vuelven, de hecho, al Antiguo Testamento; y perviven también, posiblemente, sugestiones políticas, partidistas y colectivistas». [14]

En este contexto, la “vuelta” con Francisco a la centralidad de la categoría “Pueblo de Dios” parece un cambio sustancial. Pero además, parece un regreso central a una categoría bíblica fundamental. En las diferentes “eclesiologías” del Nuevo Testamento, o de escritos particulares, varios elementos resaltan. Me permito señalar casi a vuelo de pájaro los distintos escritos del Nuevo Testamento. La intención es mostrar que reflejar a “la Iglesia” como “pueblo de Dios” constituye un tema central en la eclesiología del Nuevo Testamento, nada circunstancial por cierto, y difícilmente debiera volver a desaparecer. [15]

II.             La Iglesia Pueblo de Dios en el Nuevo Testamento

Pablo. Es sabido que para incorporarse al pueblo judío (los prosélitos) luego de un bautismo ritual de purificación debían ser circuncidados. Sin embargo, a partir de una decisión tomada por la comunidad de Antioquía se consideró que el “bautismo en nombre de Cristo” era suficiente para acceder a las bendiciones de Dios. Pablo acepta este planteo. La centralidad del bautismo es fundamental en el Apóstol, es el bautismo el que nos pone “como en un” cuerpo (cuerpo es aquí metáfora) [1 Cor 12,13]. Los adversarios intra “cristianos” de Pablo exigen la circuncisión porque no aceptan que pueda ser judío quien no se hubiere sometido a dicho ritual [Gal 5,2; Fil 3,2], y contra esto Pablo reacciona insistentemente [Gal 1,6; Fil 3,3]. Pablo hace suyos los textos proféticos que afirmaban que los pueblos “vendrán” a Israel aceptando su Dios [Fil 2,10-11 // Is 45,23]. Ese compartir los bienes de Dios que Israel posee es lo que da sentido a la colecta para los pobres de Jerusalén en un poner en común los bienes para alcanzar la “igualdad” de hermanos [2 Cor 8.9; Rom 15,27]. Por eso afirmará Pablo que el bautismo es la “verdadera” circuncisión [Rom 2,29; Fil 3,3; cf. Dt 10,16; 30,6; Jer 4,4]. Pablo entiende que los seguidores de Jesús son plenos miembros del pueblo de Israel del cual Pablo jamás se siente fuera. La referencia a Abraham [Gálatas y Romanos], Jerusalén [Gal 4,25.26] y la alianza [Rom 9,4; 11,27; Gal 4,24; y 1 Cor 11,25; 2 Cor 3,6 (en estos casos “nueva alianza”)] refuerza más aún esta temática. [16]

Deutero paulinas. Con una escatología más realizada por la llegada a la plenitud de la “cabeza”, Cristo, los que “están en Cristo” son su “cuerpo” [Col 1,18; 2,19]. Sin embargo, el himno introductorio de la carta a los Efesios (1,3-14) resalta claramente las bendiciones que “en Cristo” han alcanzado los judeo-cristianos (vv.3-12), pero que tras haber oído la palabra y haberla aceptado por la fe “también ustedes” (los pagano cristianos, vv.13-14) están en Cristo que ha hecho de los dos pueblos – derribando el muro de enemistad – “un solo hombre nuevo, Cristo” [Ef 2,14-15]. 

1 Pedro. El esquema socio-cultural de “la casa” es, en Primera de Pedro, un tema central. El bautismo (3,21) ha hecho de los paganos un pueblo, un pueblo de extranjeros (1,1; 2,11) ante un imperio que los niega y discrimina. La comunidad (o comunidades) de Asia Menor están llamadas a ser “una plaza para los desplazados” del imperio; un pueblo (2,10) de hermanos. [17]

Apocalipsis. Entre las numerosas visiones del libro del Apocalipsis es importante la de la mujer y el desierto. La mujer que dará a luz (12,2) se refiere, claramente al Pueblo de Dios (reflejada también en la recurrencia insistente del número Doce en el libro: 12,1; 21,12.14.21; 22,2). Ese pueblo que da a luz es, ciertamente Israel, de donde nace el Mesías, pero pasa a ser la Iglesia en el desierto, el tiempo que dura la persecución (12,6). El contraste entre las dos mujeres-ciudades finales, la prostituta-Babilonia [17,1-19,5] y la novia-Jerusalén (19,11-22,5; la de las “Doce puertas”) evidentemente ha de entenderse en el marco de una Iglesia pueblo de Dios que es perseguida pero a su vez cuidada por Dios que interviene decididamente en su favor. [18]

Hebreos.  La carta a los Hebreos precisamente se ubica en un marco de nostalgia ante la pérdida del templo y el sacerdocio antiguo a causa de la destrucción de Jerusalén. La centralidad de Cristo, sumo sacerdote – templo - ofrenda remarca la llegada de la Nueva Alianza (8,8-12) anunciada por Jeremías. Pero no se trata de una Alianza nueva con un “nuevo pueblo” sino de una “nueva alianza” con el mismo pueblo. Alianza de un modo nuevo, con características nuevas, y un nuevo culto. [19]

Santiago. Este escrito está expresamente dirigido a las “Doce Tribus de la Dispersión” (1,1), tanto que ha habido quien negara que se tratara de una obra originalmente cristiana. Sin embargo, la gran cantidad de paralelos o semejanzas con textos del Sermón de la Montaña (Mateo parece remitir a un mismo marco teológico que la carta) nos permiten cualificarla de una carta de “un cristianismo práctico”. Estas son las “Doce tribus”. [20]

Jesús histórico. Resulta muy probable que Jesús se haya visto como quien vino a reunir a las ovejas perdidas del pueblo de Israel [Mt 10,6; 15,24]. Es así cuando Dios reina, cuando los que debieran ser “hermanos” porque ese es el proyecto de Dios para su pueblo, empiezan a serlo, a verse como “hijos de Abraham” [Lc 13,16; 16,25]. Ese es el marco y sentido de la elección de los Doce, es el marco del Padre-Abbá y los hermanos. No puede entenderse el ministerio de Jesús sin verlo como el del hijo que quiere que las autoridades den el fruto que pertenece al Padre y por lo cual es ejecutado [Mc 12,1-12]. [21]

Marcos Es sabido que el Evangelio de Marcos pone su acento principal en la persona de Jesús como Buena Noticia. Aunque hay una importante teología sobre el discipulado, el cristocentrismo hace que el discipulado se mida en función del seguimiento.

Mateo. Desde W. Trilling (1959) se afirma que el tema central del Evangelio es destacar que la Iglesia es el “verdadero Israel”. [22] El conflicto con el rabinismo de la ciudad, probablemente Antioquía, lleva precisamente al Evangelio a insistir en el cumplimiento de los anuncios bíblicos, a la realización de expectativas e incluso a revivir grandes personajes del A.T. Los fariseos (y el pueblo) rechazan a Jesús [27,25] con lo que la continuidad histórica se dirige ahora a los “pequeños” [11,25] de la región, son ellos son auténticos “herederos” del pueblo de Dios, son el “nuevo pueblo” que ha de dar frutos [21,43]. [23]

Lucas-Hechos. En la doble obra lucana ya empieza a vislumbrarse la separación de los judíos y los cristianos. Sin embargo, el gran protagonista del AT y de los tiempos nuevos es el Espíritu Santo que establece la continuidad en el cumplimiento de la palabra [Lc 24,46] y el crecimiento de la palabra [Hch 6,7; 12,24; 19,20] hasta “los confines de la tierra” [Hch 1,8]. [24]

Juan. Muchos elementos que los Evangelios sinópticos señalaban de los discípulos de Jesús en Juan se concentra todo en la persona de Jesús: él es, por ejemplo, la vid verdadera [15,1]. [25] La ausencia de un “juicio religioso” en el Evangelio nos permite una lectura “existencial”, todo el evangelio es un gran juicio en el que los lectores somos juzgados según aceptemos (= creer) en Jesús o no [20,30-31]. Para eso el Evangelio abunda en testigos [5,31-47]. Los judíos, rechazan a Jesús, expulsando de la sinagoga a los que confiesen a Jesús [9,22; 12,42; 16,2].

Se puede afirmar que un tema característico de los diferentes libros del NT es la búsqueda histórica de la propia identidad, precisamente para entender (y lo harán los diferentes textos y autores con sus matices propios) cuánto de Israel mantenemos y cuando de novedad. Ambos extremos: nada de Israel, (como sostuvo Marción) nada de novedad (como sostenían los Ebionitas) resultaba intolerable. Entre ambos extremos encontramos algunos escritos para los cuales la novedad es escasa (Santiago, Judas, Mateo), otros para los que hay una importante novedad (las tradiciones petrinas: Marcos, Hebreos y las “cartas de Pedro”), otros para los que hay fundamentalmente novedad (las tradiciones paulinas: cartas paulinas y literatura lucana) y otros para los que la novedad es absoluta no habiendo casi continuidad (tradición joánica: “pascua de los judíos”), sin embargo, con los matices propios lo cierto es que la relación entre la Iglesia e Israel, el Pueblo de Dios, es constitutiva de la búsqueda y profundización de la propia identidad. Se podrían notar algunos elementos propios, por ejemplo las referencias a Jerusalén (especialmente en sentido teológico más que geográfico, como es el caso de la Jerusalén del cielo) o las referencias a la “elección”, pero el elemento más significativo es que en todo el Nuevo Testamento, con la exclusiva excepción de 2 Pedro 3,16 siempre que se habla de “escrituras” se refieren a los textos del AT. Los discípulos de Jesús se saben en continuidad con Israel, el pueblo de Dios y alimentados por la misma palabra que Dios le ha dirigido. [26]

A partir de las palabras (y gestos) del Papa Francisco hemos recuperado la centralidad del tema del “Pueblo de Dios”. La Iglesia se ve a sí misma como tal. Y mal haría la teología, especialmente la que se elabora en América Latina, en descuidar semejante locus theologicus. Permítaseme a modo de conclusión resaltar un tema que es propio de la “teología del Pueblo” y al cual Francisco ha dado gran importancia.

Ya habíamos escuchado los males que aquejan a la Iglesia contemporánea en más de una ocasión en palabras del Papa, al estilo de aquellas llagas de la Iglesia a las que aludía Rosmini. Uno de esos grandes males que ha señalado Francisco es el clericalismo. Especialmente en América Latina es frecuente notar que el clero “engendra” menores de edad que “dependen” del poder clerical. El cura tiene la última palabra en la comunidad, es “el que sabe” y en parroquias o diócesis se ha de hacer según su voluntad (o capricho); a esa actitud la llama “mala vivencia de la eclesiología planteada por el Vaticano II. Sin embargo, en su sabiduría, el pueblo fiel de Dios en América Latina ha encontrado un remedio al clericalismo, y es la “religiosidad popular”. [27]Ha sido de los pocos espacios donde el pueblo (incluyendo a sus pastores) y el Espíritu Santo se han podido encontrar sin el clericalismo que busca controlar y frenar la unción de Dios sobre los suyos. En esta expresión de verdadera fe el pueblo mismo sabe qué debe hacer y cómo, y no precisa de la autoridad clerical para vivir y manifestar esa fe. “Confiemos en nuestro Pueblo, en su memoria y en su “olfato”, confiemos que el Espíritu Santo actúa en y con ellos, y que este Espíritu no es solo “propiedad” de la jerarquía eclesial”. [28]

Notas:
1 Politi, Sebastián. Teología del pueblo. Una propuesta Argentina para Latinoamérica. Buenos Aires: Castañeda, 1992. En realidad lo había utilizado de modo negativo Juan Luis Segundo, Liberación de la teología, Buenos Aires, Lohlé, 1974, 264 y Politi lo “rescata”.


2 Gera, Lucio, “Teología de la Liberación”, MIEC-JECI, Lima 1972.


3 Irarrazabal, Diego, “Práctica y teología de la inculturación” Páginas 18/122 (agosto 1993) 32-48.


4 Codina, Víctor Creo en el Espíritu Santo. Pneumatología Narrativa, Santander 1994, 210.


5 En conversación personal con ambos manifestaron no haber entendido que en el caso de Lucio Gera la categoría “pueblo” no ha de separarse del peronismo.


6 Scannone Juan Carlos, «La teología de la liberación. Características, corrientes, etapas», Stromata 48 (1982), 3-40.


7 A. Quarracino [tomado de J. C. Scannone, “Perspectivas eclesiológicas de la "teología del pueblo" en la Argentina”, en: Chica, F.; Panizzolo, S. y Wagner, H. (eds.), Ecclesia Tertii Millennii Advenientis. Omaggio al P. Angel Antón, Casale Monferrato, 1997, pp. 686-704 y en: Christus 707 (1997) pp. 38-46]: «Algunos aspectos de la "Teología de la liberación". Líneas doctrinales y pastorales del documento: L'Osservatore Romano (ed. semanal en español) Nro. 819 (9 de setiembre 1984), p. 11, donde dice: "algunos todavía hablarían de una teología de la liberación, que en lugar del análisis marxista, utiliza un método histórico-cultural en el que cobran mucho relieve las categorías de 'pueblo', 'cultura' y 'religiosidad popular". Ver también: id., CELAM. Diálogos fraternos, CELAM, Bogotá, 1984, p. 54 ss. Allí añade la acotación: "pero ignoro si esos autores aceptarían ser ubicados dentro de la denominada 'teología de la liberación'"».


8 Por ejemplo: “Papa Francesco e la teología del popolo”, La Civiltà Cattolica 165 (2014) 571-590; “El Papa Francisco y la teología del pueblo”, Razón y Fe, 2014, t. 271, nº 1395, pp. 31-50.


9 Puede verse bibliografía en http://revistas.usbbog.edu.co/index.php/Franciscanum/article/view/443.


10 No me refiero a los momentos “oscuros” cuando provincial de la Compañía de Jesús (1976) y la relación con la desaparición de los jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics sino a su relación con “el pueblo”.


11 Sus afirmaciones sobre el tiempo y el espacio, la realidad y la idea, la unidad y el conflicto son características de agrupaciones como Guardia de Hierro; como arzobispo de Buenos Aires ya las repitió en sendas conferencias en 2005 (VIII Jornada de Pastoral Social, 25 de junio) y 2010, (“Hacia un bicentenario en justicia y solidaridad 2010-2016. Nosotros como ciudadanos, nosotros como pueblo”).


12 Zanata Loris, Criterio 2424 (abril 2016), http://www.revistacriterio.com.ar/bloginst_new/2016/04/01/un-papa-populista-2/.


13 La prensa hegemónica manifiesta en el presente una clara molestia con los hechos y discursos del Papa Francisco. A modo de ejemplo, es frecuente que el obrar del grupo de curas en opción por los pobres – claramente críticos al gobierno de Mauricio Macri – se vea acompañado del dicho “curas cercanos al papa Francisco”. Recientemente esto fue patético al afirmar el principal diario (con la consecuente repetición en todos los medios orales, escritos y audiovisuales que “al frente del acampe y huelga de hambre se encuentran los sacerdotes Eduardo de la Serna y Francisco "Paco" Oliveira de la corriente Sacerdotes en Opción por los Pobres, cercanos al Papa Francisco e identificados con el kirchnerismo” (Clarín, 16 de agosto de 2016). En esos días me encontraba dando clases en Bogotá, más podía estar en un acampe en Buenos Aires.


14 Card. Joseph Ratzinger – Vittorio Messori, Informe sobre la Fe, cap. III: La raíz de la crisis: la idea de Iglesia, Madrid 1985, 55.


15 No podemos menos que recordar la lamentable intervención del cardenal Juan Luis Cipriani, de Lima, Perú pidiendo que en la Asamblea de Aparecida no se hable tanto de “reino de Dios” porque es “una categoría sociológica”. En lo personal desconozco los motivos por los que se hizo caso a semejante desatino. No parece muy diferente de lo afirmado por J. Ratzinger en el texto recientemente citado.


16 Cf. G. Fee, Pablo, el Espíritu y el Pueblo de Dios, Miami 2007, 67-69-

 

17 Cf. J. H. Elliott, Un Hogar para los que no tienen Patria ni Hogar, Navarra 1995.



18 S. Pattemore, The People of God in the Apocalypse (SNTS Monogr. 128) Cambridge 2004.


19 A. C. Mitchell, Hebrews (SP 13), Minnesota 2007, 25-28.


20 P. J. Hartin, James (SP 14), Minnesota 2003, 53-55.


21 G. Lohfink, La Iglesia que Jesús quería, Bilbao 1986; e ib. ¿Necesita Dios la Iglesia?, Madrid 1999.


22 W. Trilling, Das Wahre Israel. Studien zur Theologie des Matthäusevangeliums, Leipzig 1959.


23 A. J. Saldarini, Matthew’s Christian-Jewish Community, Chicago-London 1994.


24 E. de la Serna, Hechos de los Apóstoles, Buenos Aires 2003.


25 “La verdadera dificultad que encontramos para suponer que estas imágenes constituyan el trasfondo de Juan está en el hecho de que la vid o la viña representan a Israel, mientras que Juan identifica a la vid con Jesús y no con el pueblo o las personas. Pero, como ya hemos indicado (…) es rasgo peculiar de Juan el que Jesús se aplique a sí mismo términos que en el AT se aplican a Israel y en otros lugares del NT a la comunidad cristiana”: R. E. Brown, El Evangelio según Juan, Madrid 1979, 1006.


26 Cf. R. Aguirre (ed.), Así empezó el cristianismo, Navarras 2010; E. de la Serna, De Jesús a la “Gran Iglesia”. El nacimiento del cristianismo, Buenos Aires 2012.


27 "Se dio, sin embargo, otro tipo de inculturación de la fe cristiana por vía del catolicismo popular.  Este no es una decadencia del catolicismo oficial; por el contrario, posee su propio perfil. Se basa principalmente en la devoción de los santos y en las fiestas religiosas. Este tipo de catolicismo no tiene como sujeto de su construcción, al clero y al aparato eclesiástico, sino al pueblo, a los laicos, a los devotos. Asumió la cultura popular; sin el control de la Iglesia oficial, pudo inculturarse en el universo de las representaciones populares; por eso es auténtico; representa una creación original del pueblo cristiano de nuestro continente; quizás sea la única inculturación singular del mensaje cristiano en América Latina. Esa inculturación, llamada catolicismo popular, fue factor de resistencia y hoy es, ampliamente, el motor de la liberación política del pueblo", Leonardo Boff, La Nueva Evangelización, Buenos Aires 1990, 35.


28. Carta del Papa Francisco al Cardenal Marc Ouellet, Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, 19 de marzo de 2016.



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