sábado, 3 de agosto de 2019

De la felicidad de todos se trata


De la felicidad de todos se trata


Eduardo de la Serna



Se acerca la primera instancia electoral del año. El domingo 11 se realizarán las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). Para quienes lo desconocen, todos los partidos o alianzas habilitadas presentan sus candidatxs o pre-candidatxs a los diferentes cargos electivos. El más votado o votada será quien se presentará. Sólo debe superar el 1,5% de los votos, sin lo cual quedarán inhabilitados para presentarse. Desde un tiempo prudencial está prohibido al oficialismo hacer inauguraciones ya que esto se interpretaría como campaña con fondos públicos… hay que decir que el actual gobierno ha violado sistemáticamente esta veda. y para ello ha contado, una vez más (y van…) con la complicidad de los Medios hegemónicos de Comunicación. Desde una semana antes está prohibida la publicación o difusión de encuestas (ya que también son, claramente, parte de la campaña). En general, todas son unánimes en qué grupo será el primero, el segundo y el tercero en las preferencias electorales. Pero no sería la primera vez que las encuestadoras no aciertan, sea en la cantidad o en el orden. En el recuento (oficial) de los últimos votos está la realidad.

Pero también es cierto que el actual gobierno ha hecho de la mentira una eficaz arma de gobierno. E incluso en la difusión de datos en las PASO de 2017 detuvo por más de una semana la información oficial para parecer que había triunfado, cuando en realidad había sido derrotado. La posibilidad de que haga fraude es – para mí y para muchos – algo absolutamente probable (si no lo hizo ya en elecciones anteriores, cosa que me permito sospechar). La publicidad, el márquetin y la mentira son su “cada día”. Reconozcámoslo: el cada día del gobierno, pero también de los Medios de comunicación y del poder judicial… sin duda, en una semana se sabrá cuánto influye la inoculación de márquetin, de mentira, de mendacidad (curiosamente todas palabras que comienzan con “M” como Martiniano, Mariu, Macri, y otros más), cuánto influye el odio, o el “nada por aquí, nada por allá” (no hay gente muerta de frio, hay un eclipse transmitido en vivo… [sic]; no hay aumento enorme de la pobreza y aumento enorme de bienes de los funcionarios, como Macri, Arribas o Dujovne, hay inauguración de la sociedad rural; no hay negociados interminables del presidente con las arcas del gobierno, con el Correo y en Vialidad, hay que celebrar un año de unas fotocopias). Pero entretanto, la pobreza crece en el día a día, la salud se deteriora, las escuelas se cierran (¡yo conocía un gobierno que hacía publicidad con las escuelas inauguradas, no uno que se jacta de cerrarlas!), los comedores no dan abasto, salvando las luces de neón de los metrobuses, los caminos de los barrios parecen zonas bombardeadas, los jubilados sólo pueden resistir si alguien de sus familias puede ayudarlos, las vacunas “te las debo”, el trabajo se cierra y no hay posibilidades de conseguir uno nuevo, así que regresemos al trueque, o a la changa (que, como no hay, a veces no es demasiado lícita)…

Nos han acusado (a los curas opp) de “curas K”. Si querer que Macri se vaya ¡ya¡, (como han hecho y dicho miles de científicos argentinos) nos transforma en “K”, a lo mejor lo somos. O a lo mejor no se trata de ser o no “K” sino de querer que los pobres estén mejor, que tengan vida, trabajo digno (ese que no aporta la Sociedad Rural y “ese campo”), que se pueda juntar la familia y compartir algo (hasta, quizás, un asadito) y -derrochones ellos- irse un par de días de vacaciones, o ir al cine. Que puedan tener un poquito de calefacción cuando hace frio, o un ventilador, al menos, si hace mucho calor (y no tenga que morir ahogado como Alejandro [23] por bañarse en la tosquera, en un febrero de calor agobiante y porque retiraron los guardias para ahorrar…); o tenga, al menos, una fuente para poner las patas. En realidad, no sé si se trata de “K” o de “M” sino de saber si queremos tener dignidad o vamos a soportar que unos pocos se apropien de ella y los aplaudamos en un pobre “síndrome de Estocolmo”, o “del esclavo agradecido” porque nos habían “hecho creer” que teníamos derecho a ser felices. De la felicidad de los pobres se trata, algo que el gobierno actual ignora absolutamente. Algo que, un tal Jesús, quiere que sea el “cada día”, como el pan nuestro (ese que se volvió inaccesible, como la leche, la carne, el aceite… en el país “del campo”). En suma, soy cristiano, por eso quiero que el pueblo sea feliz. y tengo claro que “Felicidad” no empieza con la letra “M”.



foto del Archivo General de la Nación

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