lunes, 12 de agosto de 2019

No me gusta lo que veo


No me gusta lo que veo


Eduardo de la Serna



Creo que lo dije más de una vez. “Estos tipos sacan lo peor de mi”. Y, entonces, y no me gusta, ver sus caras, sus gestos me causa placer. Y no es bueno, eso. Ver las caras de Lanata, Leuco (x2), Wiñazki (x2), Mónica Gutiérrez, Reato, Laje, Bonelli, Fantino, y, ¡por supuesto!, Majul me da mucho placer. Y no es bueno, eso. Y, esto, sin sumar el gozo al ver las caras de Vidal, Molina, y, ¡por supuesto!, de Macri.

Para ser claro, creo que todavía no se ganó nada. Había que dar un PASO, y el que se dio sobrepasó todas mis expectativas, pero a estos perversos los creo capaces de cualquier cosa. De ¡cualquiera! Hay que esperar octubre, aunque ahora lo hagamos llenos de una esperanza renovada y alegre. Ahora espero que los candidatos sepan buscar más votos todavía (dormirse en los laureles sería terrible), que los que no ganaron en las internas en las PASO acompañen (el que gana gobierna y el que pierde acompaña decía uno que sabe bastante de estas cosas) para sumar y seguir sumando. En la nación, las provincias y los municipios.

Dentro de las cosas que “me sacan”, una es no poder entender la mentalidad y actitudes del que “se mira” sin ser capaz de “mirar” al que está caído, al que está mal. Debo decir que no puedo entender a los votantes de Juntos por el cambio. No puedo. Simplemente por mirar a los desocupados, a los que tienen hambre, a los jubilados, a los chicos. Me parece de un egoísmo perverso eso de que “voto lo que me conviene” y que los demás se embromen. Esa actitud jauretcheana “la clase media cuando está bien vota mal y cuando está mal vota bien” me hace mucho ruido. ¿Tengo que desear que estén mal para que voten bien? Sigue sin gustarme lo que veo. O deseo.

Siempre creí que los economistas habitualmente entienden poco. Miran datos, números, no ven personas (no me refiero a todos, por cierto…). Eso quedó ejemplificado – simbólicamente, al menos – cuando Zlotogwiazda dijo ayer que “mucha gente votó con el bolsillo” y Víctor Hugo le acotó que votó “con el estómago”. Es la diferencia entre los números y las personas la que contaba. Y por eso, ahora parece que “los mercados”, o “el mundo” (ese del que me quiero bajar) está nervioso (o nerviosho) y también me alegra, porque son dañinos. Pero todos sabemos que, si esos tipos caen, caerán “arriba nuestro”. Y no me alegra ver mi alegría.

Y empiezo a imaginar… y los quiero presos a todos. Y eso no debe ser… Porque lo que es justo es que vayan todos presos después de un juicio justo, en todas las instancias del caso, y que se juzguen delitos y no políticas. No quiero un “Bonadío de nuestro lado”, pero me encantaría. Y tampoco me gusta.

En suma… espero volver a la normalidad (o lo que se parece a eso) y empezar de cero. Hay que sumar y sumar, hay que convencer que las políticas del individualismo perjudican a todos, que el neoliberalismo mata. Hay que serenar a los que perdieron y son amigos. Hay que saber que tenemos un país, una provincia, un municipio por reconstruir después del tsunami neoliberal. Tenemos mucho por hacer. Todos.

Ernesto Sábato, hablando de la dictadura y su discurso único, decía que quieren una orquesta sólo de oboes. No quiero lo mismo. Hay quienes me caen bien, quienes me caen más o menos y quienes no me gustan nada. Pero tocará al “director de orquesta” (y la codirectora) armar la mejor sinfonía para que el país vuelva a ponerse de pie después de la postración macrista. Y puestos de pie, tengamos un país que cante y baile porque sea feliz. Con F de fiesta, de fe, de fraternidad (y sororidad), con F de futuro. Que lo merecemos.


Foto tomada de https://www.flickr.com/photos/bel3/4716041650/


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