jueves, 1 de octubre de 2020

Insistiendo en el fracaso

 Insistiendo en el fracaso


Eduardo de la Serna



Me resulta simpático, y casi tierno, la cantidad de amigues que me escribieron a raíz de lo que yo escribí haciendo referencia a mi “fracaso”: que no, que es solo aparente, que no es tal, que al final se verá, y demás intentos de suavizar mi expresión. Y esto me hizo pensar sencillamente en ¿por qué le tienen tanto miedo a la palabra “fracaso”?


Si la mirada fuera deportiva, eso es muy comprensible (especialmente para los que no somos menottistas ni un cachito); también lo es si miramos la vida desde la meritocracia, o desde un éxito en tal o cual orden de la vida. Pero muy lejos estoy de esas miradas: no me interesa ni un cachito la meritocracia y no ando buscando “triunfar” aquí o allá. Podría poner ejemplos, pero serían demasiado personales y mi intención en estas líneas es simplemente pensar, no “presentarme” para ser querido, amado y por tanto evitar el (otro) fracaso.


Y me voy a permitir una breve reflexión partiendo de mi amiga Teresa de Lisieux hoy, en su día (1 de octubre). Mirando las veces que se encuentra el término “mérito” en sus obras, creo que se entenderá lo que pretendo decir. Para empezar, ella es “cero individualista”, su vida la entiende siempre en un contexto de “familia”, sea la familia de origen (familia Martin-Guérin) o la familia de elección (Carmelitas descalzas). Entonces, ella quiere – es así que entiende el amor – que su familia brille, y su rol en ese brillo es desaparecer, ponerse en su lugar (“como el cero”, dice ella, que en su lugar hace maravillas, pero puesto adelante no suma nada). Ella entra al Carmelo no para ser amada sino para que Jesús sea amado. Ese es su triunfo o fracaso, o – mejor dicho – el triunfo o fracaso de su “vocación”. No teme hacer cosas escondidas, sin aparecer porque su objetivo no es Teresa sino Jesús, los méritos que valen, para ella, son los de Jesús, no los propios. Ella no pretende tener méritos. Es más, afirma que los suyos son mínimos, y eso no le importa.


Volviendo a mí, reitero: no me “hice cura” para triunfar, para ser conocido y aplaudido, sino para que Jesús sea conocido y amado. Trato de presentarlo lo mejor posible, y si – por ejemplo – hablo de Teresa, es para que ella muestre a Jesús, no para que ella sea “aplaudida” (me “mataría” si lo hiciera, digo bromeando). Es más, creo que los/as santos/as más grandes son los/as que “desaparecen” y transparentan a Jesús (¿hace falta pensar en Francisco de Asís?), y se los/as deforma cuando se habla tanto de ellos/as que Jesús queda escondido.


En los Carmelos de tiempos de Teresita era habitual enviar a las comunidades vecinas una “vida” de las monjas que morían para que las demás conocieran quien había sido. Cuando Teresita estaba muriendo (septiembre 1897), una monja dijo “¿y qué se va a poder decir de Teresa si su vida es del todo ordinaria?”


Insisto: no le tengo miedo al fracaso… me resulta hasta divertido la cantidad de veces que quisiera comprarme esto o aquello y cuando veo los precios simplemente no lo puedo comprar. Y mi sensación interior es: “ah, ¡no!” y listo. Eso sería un fracaso para un meritócrata, creo. Insisto que podría contar anécdotas desde académicas a pastorales, desde personales hasta sociales. Y no me quitan el sueño ni un poquito. Me quita el sueño cómo poder hacer para que Jesús sea mejor conocido (que bastante caricaturizado está en tantas ocasiones… ¡intra eclesiales la mayoría!). Así que, a todes les amigues preocupades por mi fracaso me encantaría decirles con una sonrisa (verdadera, bien de adentro) que tratemos todes que Jesús aparezca, brille, sea conocido (si es conocido será amado, ¡no lo dudo!). ¡Para eso “andamos dando vueltas por la historia”!


Foto tomada de https://www.abc.es/familia/vida-sana/abci-consejos-para-realizar-camino-santiago-familia-201807150118_noticia.html?ref=https:%2F%2Fwww.google.com%2F

1 comentario:

  1. Que nuestras vidas sean de tal modo que Jesús sea mostrado, transparentado, que lo reflejemos y que lo miren sólo a Él. Que lo que se transmita de Él por medio de nosotros no sea una caricatura ni algo insípido o desdibujado. Que deseando desaparecer, no por virtuosismo, sino para que Él crezca, sea Jesús bien conocido y así amado. Y que al conocerlo, nuestros hermanos descubran lo que ya quienes intentamos seguirlo hemos encontrado. ¡Gracias Eduardo por tus reflexiones que nos ayudan al andar!

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