jueves, 26 de agosto de 2021

Libertad, libertad, libertad

 Libertad, libertad, libertad

Eduardo de la Serna


Hay una serie de palabras, generalmente las que importan, que tienen una pluralidad de sentido, casi tanta como la de quienes las pronuncian. Y, con especial frecuencia, por lo tanto, pareciera ilusoriamente que nos entendemos, porque el idioma es el mismo, pero el contenido no lo es.

De ninguna manera pretendo que determinado grupo tenga la garantía ortodoxa de la interpretación (menos aun la real academia, que bastante poco en común tengo con la realeza). Pero no estaría mal, para empezar, tener claro qué decimos cuando decimos lo que decimos (valga el macrismo). Palabras como alma, amor, paz, vida, felicidad, por ejemplo, se usan de tantos y diversos sentidos que hasta Videla pudo afirmar que la represión ilegal y genocida fue un acto de amor.

Una palabra siempre de moda, y siempre ambigua es el término libertad. Con sus habituales inconexas e insustanciales definiciones, Javier Milei cuestionó el término neoliberalismo, porque lo que importa es la libertad, de donde viene el término; un argumento que valdría, por la misma razón para comunismo, fascismo y casi todos los demás –ismos imaginables. Suele ser poco frecuente que uno proponga como punto de partida algo detestable (aunque algunos hay, por cierto, y existe macrismo, por caso). Pero no conforme con su cómico análisis de las raíces del término, el sujeto en cuestión se autopercibe como libertario. La libertad, parece decirnos, es lo que lo constituye. Es cierto que verlo desencajado en sus programas habituales agrediendo ferozmente a quien lo contradice o simplemente está en desacuerdo, viendo que plagia (= roba) textos de otros autores, viendo la violencia con la que él y otros que se le asemejan manifiestan, viendo la negación sistemática de las demás personas, es transparente lo que él (y otros) entienden por libertad: hacer todo lo que yo quiero, cuando lo quiero y cómo lo quiero, y nada de lo que quieran los demás me importa nada. Terrible pensar esos engendros llevando adelante políticas de salud en la pandemia. O la economía, que, según quieren hacernos creer, es su expertise.

Ciertamente la libertad es importantísima, y pobres aquellas personas que no pueden ejercerla, vivirla y disfrutarla. Claro que, bien se podría decir, bastante lejos estamos de conseguirla, o – al menos – de que podamos decir que se trata de un bien social. Es cierto que, en la ley del más fuerte, o del más apto, o del más hábil (o del que tiene más contactos) eso sería problema de “los otros”, o de su falta de méritos. ¿Por qué tendría yo que preocuparme por ellos? Si hay millones de esclavos contemporáneos, pues es su problema; si hay víctimas de la sociedad tal como esta está estructurada, pues también es su problema; si hay continentes enteros devastados, saqueados, aniquilados, y con libertades de baja intensidad, también lo es. Lo que me importa es mi libertad, aunque deba imponerla a los gritos, y con el apoyo de los medios que, al fin y al cabo, ejercen un mismo modo de entender la libertad hasta el punto que un periodista puede estar implicado en chantaje, soborno, corrupción y manipulación de la justicia y por toda defensa se argumenta la sedicente libertad de prensa.

Curiosa libertad que no tiene en cuenta a los otros, otras y otres, curiosa libertad que no sale hacia los últimos, las víctimas, los pobres para celebrar que todos puedan - ¡podamos! – disfrutar de ella. En el mundo antiguo, en el que era legal y natural la compra-venta de esclavos, la libertad tenía dos partes, porque si uno o una era esclavo/a de Fulano/a y éste lo vendía a Mengano, pues era “libre de Fulano”, pero no era libre. Y, por supuesto, si Fulano era cruel y Mengano tolerante el paso es visto positivamente, casi, casi como una liberación. Pero ¿y la libertad? “Esa te la debo”, diría el innecesario (o los y las que lo repiten, aunque crucen distritos). En lo personal, y es sensato aclararlo, como dije, no entiendo mi libertad si no es en comunión con otras libertades. Y no me refiero solamente a la libertad de los que son como yo, que sería cómoda; me refiero a la libertad de aquellas y aquellos a los que no le sale fácil una sonrisa de la cara cotidiana, a aquellas y aquellos que vivir siempre incluye el prefijo “sobre” adelante, a aquellas y aquellos por y con los que vale la pena vivir, que es otra palabra que le da sentido a la libertad. Yo soy libre, y quiero serlo; sin duda. Pero eso no implica hacer lo que quiera, y no solamente porque “mi libertad termina donde empieza la de los/as demás” sino porque quiero vivirla con los/las demás, algo imposible de comprender para un “libertario”.

 

Foto tomada de https://www.flickr.com/photos/pablittus/7022571651

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