miércoles, 12 de enero de 2022

El desafío y el miedo a la novedad

 El desafío y el miedo a la novedad

Eduardo de la Serna


En muchísimas ocasiones me ha pasado (y les ha pasado a amigues y conocides) que frente a algo que siempre se hacía de algún modo yo (o elles) proponía “otra variante” (para mí preferible) para hacerlo… era y es frecuente escuchar “¡qué lindo!”, “¡qué bueno!”, o cosas semejantes, pero, en seguida todo se seguía haciendo como antes. Exactamente como antes. En lo personal creo que hay muchas posibilidades o razones para que esto ocurra de esta manera, y sería muy interesante intentar profundizarlas (¿pereza?, ¿temor al error o al cambio?, ¿miedo a que pierda su “eficacia” ?, ¿falta de creatividad?, ¿inconsciente colectivo?, ¿cultura centenaria, o milenaria inamovible? ...). Y me estoy refiriendo, especialmente, a cuestiones que se mueven en el ámbito religioso: celebraciones, oraciones, liturgias o paraliturgias, sacramentos o sacramentales, pesebres, viacrucis o rituales, etc.

Por ejemplo, es habitual en muchas culturas imaginar que Dios (o la/s divinidad/es) se encuentran “arriba”, y por eso el fuego o el humo se elevan, los altares se elevan, y hasta es frecuente, si no hay montañas (para estar más cerca de Dios) que se recurra a pirámides o cosas semejantes para acercarse a él. Y, en general, es habitual que para relacionarse con la divinidad se recurra al culto (sean sacrificios, liturgias, ritos o demás cosas). Para quienes aceptamos la Biblia como un Dios que nos sale al encuentro, nos resulta llamativo que, con muchísima frecuencia, mientras – como es habitual – el pueblo (y los sacerdotes) pretenden encontrarse con Dios en el culto, Él les (nos) dice que no es allí donde lo encontraremos sino en “el derecho y la justicia” [mizpat wetzedaqá], es decir, en el reconocimiento (y comportamiento) frente a lxs demás como verdaderxs hermanxs. “Después sí” se puede recurrir al culto. Después, porque entonces sí habremos vivido “como Dios quiere” y entonces, porque ya nos hemos encontrado con él, ahora sí podemos celebrarlo. El culto, en la Biblia, no es “para” encontrarnos con Dios, sino una celebración de que “ya nos hemos encontrado” antes con Él y lo festejamos, lo expresamos.

El Nuevo Testamento va todavía más allá. El encuentro con Dios se vive en el amor mutuo, “misericordia quiero, no sacrificios” repite dos veces Mateo citando al profeta Oseas. No se puede amar a Dios a quien no se ve si no se ama a su hermano(a) a quien sí se ve… quien dice que ama a Dios y no ama a su hermano(a) es un(a) mentiroso(a). El problema bíblico es que – como se ve en el texto recién citado – pareciera que siempre se debe cargar con el peso de pretender hacer nosotros lo que Dios nos dice que no es lo importante, no es necesario o, peor aún, es erróneo hacer. Casi como si nosotros le explicáramos a Dios cómo debiera ser Él y sus cosas, dónde debe estar y cómo “debe” Él salirnos al encuentro.

Entonces, la repetición de lo habitual (culto, rituales…) pareciera – para nosotros – el modo sensato para encontrarnos con Dios. Aunque Dios mismo diga lo contrario. Todo debe hacerse como siempre se hizo y hace, y así Dios estará contento, pareciera. Es decir, todo indica que somos incapaces de ver, primero la novedad que Israel tiene con respecto a los pueblos, dioses y religiones de su entorno, y, además, incapaces de entender la novedad que trae Jesús; así parece que decir Nuevo Testamento, Nueva Alianza, Mandamiento Nuevo, y todo lo “nuevo” que atribuimos al Nazareno no debiera ser tan “nuevo” como se dice. La cosa está en seguir haciendo todo como siempre; quizás así estemos seguros que se hace bien.


Imagen tomada de https://www.psicoadapta.es/blog/miedo-al-cambio/

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Cualquiera puede comentar y no será eliminado, aunque no este de acuerdo con lo dicho, siempre que sea respetuoso (caso contrario, será borrado). Pero habitualmente no responderé los comentarios, ni unos ni otros, para no transformar este blog en un foro. De todos modos, podrán expresar su opinión.