sábado, 15 de enero de 2022

Ser santos o no

 Ser santos o no

Eduardo de la Serna



Como es sabido, los judíos religiosos no pueden comer cualquier cosa ni, tampoco, casarse con cualquier persona. El motivo fundamental tiene que ver con lo que es puro o no. La eminente antropóloga británica Mary Douglas sostiene que impureza y suciedad tiene que ver con algo que están fuera de lugar. En esa misma línea ella sostiene que hay una coherencia entre la ciudad y el cuerpo, y en las ciudades que tienen control de entradas y salidas su gente también tiene control de entradas y salidas de los cuerpos (por los orificios, alimentos, sexo…). Hay una relación muy estrecha, además, entre el culto y la comida (por ejemplo, pareciera que no se puede ofrecer a Dios lo que no se puede comer, y viceversa; como si en el sacrificio Dios “comiera” la ofrenda). Más allá de todo, la clave, como se dijo, radica en lo que se considera puro o impuro, es decir santo o profano (en la Biblia, con frecuencia lo santo y lo puro, lo profano y lo impuro son sinónimos; ver Lev 10,10). Si un alimento es impuro no puede comerse, y quien lo hiciera quedaría impuro y debe purificarse (aunque hay casos en que la impureza puede ser motivo de muerte; cf. Lev 15,31); caso contrario no puede entrar en comunión ni con Dios ni con las demás personas. Entre paréntesis, un tema angustiante es la posibilidad de quedar impuro sin saberlo (por tocar algo impuro que no se sabe que lo está, por ejemplo) ya que, en ese caso, toda relación con Dios es infructuosa. Este es el motivo, por ejemplo, de los excesivos cuidados para evitar toda posible impureza en un sacerdote ya que el culto (por ejemplo, la celebración anual del perdón) no sería eficaz (y, en ese caso, el pueblo entero quedaría todo el año sin ser perdonado porque el rito no fue efectivo). Algo puro, o santo, entonces, es algo dedicado a Dios (separado para Dios, para ser precisos) y no puede estar en contacto con algo que es impuro-profano porque quedaría a su vez “profanado”. Es importante tener presente, además, que el mundo de los dioses es santo (aunque se tratara de los ídolos), y lo propiamente humano es siempre profano. Por eso puede ser bueno “profanar” los altares de los ídolos, y es maravilloso algo profano y que hace impuro como dar a luz descendencia. Puro-impuro, santo-profano no necesariamente significa bueno-malo. Es necesario tenerlo presente.

Pero dentro del universo de lo santo hay grados. Israel es un “pueblo santo”, porque está dedicado a Dios a diferencia de los demás pueblos; la tribu de Leví es santa porque es separada para el sacerdocio; el Sumo Sacerdote (de la familia de Sadoq, descendiente de Leví) es el más santo y el único apto para ingresar en el “santo de los santos” en el Templo de Israel donde el ingreso en los diferentes ámbitos también es según santidad; hay tiempos santos (el sábado, las fiestas), lugares santos (el templo, un monte). Por eso el esquema clave está marcado en el llamado “Código de Santidad”: “sean santos, porque su Dios es santo”. Esto diferencia fundamentalmente a Israel de los demás pueblos: es un pueblo santo, separado para Dios, los demás son “paganos”.

Pero entrando en el Nuevo Testamento nos encontramos con una novedad absoluta. El término se encuentra con mucha frecuencia, pero en ocasiones alude a elementos judíos (el lugar santo [el Templo], la ley, que es santa, etc.), también se hace mención al “Espíritu (que es) Santo”, o a los discípulos (Pablo con frecuencia habla de los “santos”, es decir los “cristianos” [palabra que desconoce] o el “beso santo”), pero, ¡y aquí lo interesante!, nunca se destaca la necesidad de “santificación”, no hay rituales de purificación, ni alimentos vedados… Pareciera que la santidad no es un tema importante en el Nuevo Testamento. ¡No lo es! Es interesante que la única vez que Pablo utiliza el término “puro” hace referencia a los alimentos: «No vayas a destruir la obra de Dios por un alimento. Todo es puro, ciertamente, pero es malo comer dando escándalo» (Rm 14:20); lo que hay que evitar es el escándalo, no ciertos alimentos por ser o no puros; lo que importa es el cuidado del “hermanx” al que se puede hacer “tropezar”. No hay, entonces, ni lugares ni espacios ni tiempos “santos”. Es interesante, por ejemplo, que, en Lucas, el Templo es el lugar donde Jesús “enseña”, no un lugar de culto (19,47; 20,1; 21,37).

Para el encuentro con Dios ya no hay que recurrir a ritos. El “culto” (latria) se refiere casi siempre a algo antiguo. Discernir la voluntad de Dios en el tiempo presente es el verdadero “culto” (Rom 12,1-2; Fil 3,3). Ya no hay alimentos puros-santos, lugares puros-santos, ya que “una religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre consiste en visitar a los huérfanos y viudas en su necesidad y en no dejarse contaminar por el mundo” (Sant 1,27 [“mundo” en Santiago es todo ámbito enemigo de Dios, ver 4,4]).

Si el ámbito divino es la característica de lo “santo”, todo ha cambiado a partir del momento en que Dios “visitó” a su pueblo (Lc 1,68; 7,16 “visitar” es “ir en búsqueda de…”), a partir de que la palabra “se hizo carne” y “puso su carpa en medio nuestro” (Jn 1,14). “Para los puros todo es puro; para los incrédulos contaminados nada es puro, porque tienen contaminada la mente y la conciencia” (Tit 1,15). Es en nuestra historia y no en lugares puros-santos, con acciones puras-santas y rituales purificadores-santificadores que estaremos en comunión con Dios. Lo “santo” no es hacer o dejar de hacer algo, entonces, sino estar en comunión con el Dios de Jesús en la vida del amor, en la misericordia, en la justicia y el derecho, en la solidaridad…

Es interesante que, en los Evangelios, el dicho “sean santos como Dios es santo” (Lev 11,45) es reemplazado por Jesús. En Mateo, por “sean perfectos”, es decir, vivan en plenitud el mandamiento del amor (= sean “cristianos”; 5,48; cf. 19,21) y en Lucas por sean “compasivos” (6,36), ya que la misericordia nos impulsa a buscar que la situación de las víctimas cambie, y los que lloran, rían, los hambrientos sean saciados… Es decir, mientras la santidad’ excluye a los demás, separa, el ‘amor’ y la ‘compasión’ salen a su encuentro. Las cosas santas, “en cristiano” parecen ser muy distintas, aunque en ocasiones muchxs no hayan logrado descubrir su novedad y se parezcan más a “cazadores de rituales antiguos”.

 

Foto tomada de https://parralminutoaminuto.com/2018/?p=47932

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