martes, 1 de marzo de 2022

La urgencia de la paz

La urgencia de la paz

Eduardo de la Serna



La paz es molesta, es incómoda y hasta subversiva. Porque hay demasiados intereses para la guerra. Sólo la superficialidad que caracteriza a tantos Medios de Comunicación, y a quienes hacen uso de ellos para sus propios beneficios, pueden entender que, ante el conflicto, “hay que tomar postura” como si de un partido de fútbol se tratara. Evidentemente cada quién tiene sus propias miradas, ideologías, posiciones, y eso no es cuestionable. Sí lo es ser aliado de la muerte, que es otra cosa, por cierto.

Ciertamente para que un conflicto bélico se desate hay decenas o centenas de temas, motivos, causas o excusas, datos históricos que, mirados habitualmente desde una óptica parcial, terminan invitando a “optar” … Más aún, por cierto, cuando hay cercanía o complicidades con los mencionados intereses. Energéticos, por ejemplo. O geopolíticos, si es que estos fueran diferentes.

Mirar o leer actitudes que no tienen preguntas sino slogans vuelve casi imposible el análisis, la mirada integral o, incluso el diálogo. Y mirar que, algo que se dice hoy no se sostenía ayer invita a detestar la imparcialidad, por lo menos. Por ejemplo, que hoy la OTAN sea ensalzada como “buena” como si no hubiera sido “mala” ayer, cuando Malvinas, invita a preguntarse con qué seriedad se analizan las cosas, se comentan, o se “opera” en favor de propios provechos, micro-electorales, económicos, o hasta cipayos. Porque, en algunos comentaristas, parece que la OTAN, ayer mala hoy es buenísima… como el FMI. Y sin que nos quede claro qué cambió en ambos para que se produjera semejante metamorfosis. A menos que lo que cambió es que a ciertos sectores les convenía algo ayer y lo contrario hoy. Y, puesto que esos “ciertos sectores” no representan al pueblo entero, me permito la disidencia.

No pretendo analizar algo que me excede, pero tampoco, por lo mismo, ser llevado de las narinas para quedar de un lado del que no sé por qué debiera quedar. Insisto que las películas de “buenos y malos” no me satisfacen, porque me parece falaz, porque me resulta caricaturesca, y, porque en muchas ocasiones, no me queda claro por qué sería bueno lo que se afirma tal, o por qué sería malo lo opuesto. Además, debo confesarlo, cuando veo las posturas de ciertos sectores ante algo que me excede, sé que debo quedar del otro lado. Nunca, ¡nunca!, los he experimentado del lado de lo que le conviene a la patria, porque su patria es el dinero.

Resulta que yo quiero posicionarme del lado de la paz. Paz que no es “aquí no ha pasado nada”, porque ¡ha pasado!, pero paz que implica, en ocasiones el esfuerzo arduo por conocer la verdad (la misma que las guerras o los medios de comunicación tanto se esfuerzan en simular), y, también, saber que en la “lucha por la paz” hay renuncias, hay espacios que ceder; cosa que, en medio de las tensiones, no se mide en categorías de “lo mejor”, “lo que a la mayoría” beneficia, sino de “ganar – perder”, con lo que el análisis fue derrotado.  Y eso vale, siempre, para todos los bandos en pugna. Y todos significa “todos”. Incluso para los que manejan la marioneta universal detrás de los “piolines” escondidos en las sombras del poder. "Bienaventurados los artesanos de la paz" dijo una vez un tal Jesús, según el Evangelio de Mateo. Que se me “perdone” elegir, otra vez, el arduo y difícil espacio de la paz y, ser otra vez, subversivo ante el statu quo. Está en mi ADN.


Imagen tomada de file:///C:/Users/Eduardo/AppData/Local/Temp/MI%20PROYECTO%20DE%20VIDA%202017%20.pdf

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