jueves, 14 de septiembre de 2023

La limosna en la Biblia

La limosna en la Biblia

Eduardo de la Serna



La palabra “limosna” es muy conocida, y, con frecuencia, mal mirada; pero es interesante ver en qué sentido se usa el término en la Biblia, que es muy diferente a nuestro uso cotidiano..

Para empezar, notemos que el término, en el Antiguo Testamento, sólo se encuentra en algunos de los últimos libros (concretamente en Tobías y Eclesiástico, solamente allí) y luego en el Nuevo Testamento, solamente en Mateo y Lucas y Hechos.

Antes de mirar los textos, es importante notar que la misma palabra viene del griego eleêmosynê. El final “synê” se asemeja a nuestra final “---ez” como cuando decimos madurez, estupidez, candidez, que remite a la actitud de ser maduro estúpido o cándido. La clave está en “eleos”, que es compasión, misericordia. Por tanto, se trata de una actitud, de ser compasivos. Evidentemente hay muchas maneras de expresar la misericordia además de la económica, que se expresa en la limosna: visitar enfermos, consolar a los tristes, animar a los desanimados. Todas estas son “actitudes de compasión” (la misericordia, compasión es un tema mucho más amplio que lo que aquí señalamos) pero no se aplica a ellas el término “limosna” el cual, como decimos, alude expresamente a algo económico. Es decir, tener una actitud compasiva puede tener expresiones muy amplias, una de ellas es la económica (limosna).

Pues bien: en Israel hay decenas de leyes de protección y acompañamiento del pobre. Desde leyes alimentarias, liberación de esclavizados por deudas, pérdida de la tierra, etc. No debe haber pobres en Israel, sencillamente, porque se trata de un pueblo de hermanos y hermanas. Ahora, la cosa es diferente cuando Israel está sometido a otros pueblos y sus leyes no están vigentes para los dominadores. Muchos judíos son esclavizados, por ejemplo, por deudas, y sus tierras apropiadas porque rigen las leyes griegas, romanas, etc. ¿Cómo manifestar, entonces, la solidaridad y la compasión, si no podemos lograr que recuperen sus tierras o su libertad? Es acá que hace su aparición la limosna. El papá de Tobías se caracteriza públicamente por sus limosnas (7,6; 9,6), y enseña insistentemente a su hijo a obrar de esa manera: «Haz limosna en proporción a lo que tienes; si tienes poco, no temas dar de lo poco que tienes» (4:8). «Da tu pan al hambriento y tu ropa al desnudo. Da en limosna cuanto te sobre y no seas tacaño en tus limosnas» (4:16; 12,9). Para la sabiduría del Eclesiástico, la limosna «perdona pecados» (3:30). «Con todo, ten paciencia con el pobre y no lo hagas esperar en la limosna» (29:8). “Hacer limosna es ofrecer sacrificios de alabanza» (35:2). «Hermano y protector ayudan en la desgracia, pero todavía más salva la limosna» (40:24).

Esto condujo a que, ya en tiempos del Nuevo Testamento, se reconocieran tres grandes actos religiosos en Israel: la oración, el ayuno y la limosna. Mateo, entonces, mirará los tres, pero invitando a que no se hagan “para ser vistos”, sino que se hagan “en lo secreto”: “que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha” (6,2-4).

En la doble obra de Lucas (Lucas y Hechos de los apóstoles), el tema tiene un poco más de importancia: en ocasiones se nos presenta algún necesitado pidiendo limosna (Hch 3,2.3), pero Pedro y Juan le dicen: “no tengo ni oro ni plata, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo, el Nazareno ponte a andar”, con lo que el que había estado paralítico camina, salta y alaba a Dios provocando el asombro de todo el pueblo. Lo mismo ocurre con el mendigo ciego al que Jesús le pregunta qué quiere que haga: nuevamente no le dará dinero, sino que recobrará la vista, lo que, también, provoca que ande con Jesús (= discípulo) y el pueblo alabe a Dios (Lc 18,35-43). Pero, más aún, en contraste con la actitud farisea de las constantes purificaciones rituales, en Lucas Jesús – en coherencia con el Eclesiástico, como vimos – dirá: «Den, más bien, como limosna lo que tienen y todo será puro» (11:41). E insistiendo en algo que será frecuente en Jesús dirá que: «Vendan sus bienes y den limosna. Consigan bolsas que no se rompan, un tesoro inagotable en el cielo, donde los ladrones no llegan ni los roe la polilla. Porque donde está el tesoro de ustedes, allí también estará su corazón (12:33-34). El “tesoro en el cielo” es algo que ya había señalado Jesús al rico que le pregunta por cómo heredar vida eterna (18:18-27). Como es evidente, los términos “heredar”, “tesoro”, rico / pobre se mueven en el ámbito económico, pero el “cielo” cambia el eje: puesto que el cielo es de los pobres (16:9), ellos recibirán en “su casa” a quienes han compartido con ellos los bienes y la vida. Por eso, todas las decisiones (= el corazón) deben estar en la solidaridad con los necesitados, esa es la actitud de compasión: eso es la limosna.

Como se ve, en la Biblia la “limosna” no es una moneda que se da a una persona en la puerta de una Iglesia o en un semáforo, sino una actitud profunda y comprometida con el hermano necesitado. la cual busca hacerle llegar alivio verdadero a su situación. Una vez más, en los Evangelios, de ser hermanas, de ser hermanos se trata.

 

Foto tomada de https://www.redentoristasdecolombia.com/el-pan-para-compartir/

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