sábado, 2 de septiembre de 2023

El innombrable

El innombrable

Eduardo de la Serna



Con mucha frecuencia, solemos entrar en una lógica de competencia, y entonces, en lo cotidiano hacemos referencia a que algo o alguien es “el mejor” o “lo peor” sin que tal competencia hubiera ocurrido o sin que se indiquen los criterios para saber la razón por la cual se evalúa de esa manera.

Para “peor”, es habitual que ignoremos desde fuera lo que ocurre desde “dentro”; esto es, que para cada quien, en momentos de dolores o de festejos, ese tal suele ser experimentado como “lo mejor” o “lo peor”. Por ejemplo, una persona que ha tenido una experiencia grande de dolor (del tipo que fuera) esa experiencia no es mensurada, es simplemente “mía” y, por lo tanto, es lo peor.

Señalo esto, porque quisiera hacer referencia a alguien que, en muchos imaginarios, es “el peor”, o – al menos – estaría en el podio de esta imaginaria competencia; y lo señalo porque se podrían nombrar a lo largo y ancho del país otros muchos que “competirían” con él; no haremos, entonces, un “campeonato”, pero no podemos ignorar a uno aberrante: el genocida Miguel Osvaldo Etchecolatz. No hace falta presentar su “curriculum”, la justicia – que a veces funciona – lo condenó en más de una ocasión (y aún condenado y detenido parece haber sido directamente responsable del nuevo secuestro y desaparición de Jorge Julio López (en su mano tenía un papel que decía “Julio López secuestrar”).

Lamentablemente, un poder judicial lamentable demora, cajonea, obstaculiza los procesos de Memoria – Verdad – Justicia, por lo que, decenas de casos aún están en proceso o todavía no han comenzado. La “cronoterapia” de la que hablaba el vetusto juez supremo Carlos Fayt, va haciendo lo suyo. Etchecolatz ya ha muerto, Ramon Camps también. El cura Christian Von Wernich sigue en la prisión sin que nadie le haya retirado sus “atributos ministeriales”. Pero con cierta frecuencia, la actual diputada y candidata a vicepresidenta por la Libertad retrocede, Victoria Villarruel (DNI 15.583XXX) lo frecuentaba, e incluso él la tenía anotada como eventual referenta para un juicio.

Un buen ejemplo de la persona (sic) que era, este engendro, es que su hija Mariana logró el cambio de apellido. Era y es una carga demasiado pesada que no quería soportar. Ella no, la diputada sí.

Curiosamente, el negacionismo (“gracias” a la complicidad judicial y mediática) sigue vigente sin que exista prohibición alguna a quienes lo sostienen, como ocurre en otros lugares serios, como Alemania. Vergonzosamente repiten que “no fueron 30.000” y hasta – estúpidamente – el candidato presidencial que pretende que el país retroceda, pidió la lista de los nombres de los 30.000. Lista que ellos mismos se han negado a brindar: esa fue su política: capturar y desaparecer. Y ahora ofenden la vida y la muerte de tantos y tantas compañeros y compañeras negando.

Y reviven, o despiertan, la teoría de los dos demonios, con la clara finalidad de dejar claro que – para ellos – solo hubo un demonio al cual heroicamente “la patria” (= las Fuerzas Armadas y de Seguridad) debieron combatir, aunque quizás – en alguna ocasión – no lo hayan hecho con pulcritud y pureza química, despertando esos demonios, y, aprovechando que miles y miles de jóvenes no han escuchado hablar de lo ocurrido, ni en sus casas, ni en la escuela, ni en los medios (aquí menos todavía) hablan de libertad, hablan de república… y proponen el mismo modelo económico, cultural, político, internacional, social que ayer por la fuerza Etchecolatz impuso y hoy la ignorancia consigue.

 

Foto tomada de https://www.infobae.com/2014/10/26/1604311-antes-que-lo-condenaran-etchecolatz-escribio-jorge-julio-lopez-un-papel/

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