lunes, 17 de febrero de 2025

Historia de un cripto-usurero

Historia de un cripto-usurero

Eduardo de la Serna



En griego, las palabras con la raíz “krypto” hacen referencia a algo que está escondido.

 

Me voy a detener en la segunda alianza (= Nuevo Testamento):

 

En 1 Cor 4,5 Pablo invita a esperar y no juzgar lo que está “oculto en las tinieblas”; en 14,25 se manifiesta lo que está oculto en las decisiones de la comunidad (= en los corazones). En 2 Cor 4,2 Pablo renuncia a esconder la palabra de Dios. Lo oculto de las personas, lo que los demás no pueden ver, es lo verdadero (Rom 2,16.29). En lo escondido está, entonces, la verdad, en lo que no se ve.

 

En la tradición paulina, Col 3,3 dice que nuestra vida está oculta con Cristo (porque “hemos muerto” con él) para mirar las cosas de Dios; las obras buenas, no pueden permanecer ocultas (1 Tim 5,25); en 1 Pe 3,3 dice que lo oculto del corazón es lo que Dios ve.

 

El evangelio de Marcos 4,22 (y lo siguen Mateo 10,26 y Lucas 8,17 y lo repite en 12,2) dice que nada hay oculto que no sea revelado. Mateo, dos veces insiste en hacer las cosas de un modo “oculto” y que solo sean vistas por Dios (6,4.6). En Lc 11,33 señala que una lámpara no se pone en un lugar oculto, sino que debe iluminar... Jesús celebra que Dios “escondió” todas “estas cosas” (= el reino) a los sabios y entendidos y las “reveló” a los pequeños. Lo oculto, en Mateo, será revelado (cf. 13,35). En Lucas, Jesús revela su asesinato inminente, y no lo entienden, les resulta “oscuro” (18,34; 19,42).

 

En Juan, Jesús afirma que no hace las cosas “a escondidas” (18,20), aunque en ocasiones, elige no mostrare abiertamente porque buscan matarlo (7,4.10; 8,59; 12,36) y todavía no ha llegado la hora en que se manifieste al mundo.

 

Como se ve, hay una serie de elementos comunes. Una referencia es a “la luz”, hacer las cosas a la luz, o poner la luz en un lugar visible… evidentemente, el contraste está dado entre lo visible y lo oculto, lo escondido y lo revelado. Por otro lado, la convicción de que Dios mira lo escondido; entonces, mira lo que mueve las decisiones, no se guía por lo que se hace “para ser mirados”, lo superficial, sino lo que realmente sólo Él puede ver. De allí que – por ejemplo, en Pablo – tenga una connotación ética. Pero sabiendo que lo escondido “debe” ser manifiesto, como no se debe esconder el Evangelio, ni la luz.

 

Hay un texto muy interesante: en una parábola, una persona (ciertamente poderosa) antes de partir llama a sus esclavos y les encomienda posesiones… A tres de ellos les entrega 5, 2 y 1 “talentos”. El talento es originariamente una medida de peso que equivale a más de 34 kilos (ver Ap 16,21; a precio actual, un talento sería semejante a 600.000 U$A) lo que confirma la riqueza de esta persona. El primero y el segundo ponen a “trabajar” el dinero, obteniendo el 100%, lo cual, seguramente, sólo es posible en la usura; pero el último, “enterró” (kryptô) el talento. No hizo lo que el poderoso esperaba de él, ya que él mismo se reconoce como alguien que “cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí”, y afirma que debería haber puesto el dinero en intereses, algo que está absolutamente penado en la Biblia… por tanto, lo envía a la tortura. De los tres, sólo éste hizo lo que debía, ya que no se puede “servir a Dios y al dinero”, y aceptó padecer por ser fiel al proyecto de Dios confrontando con lo que en el imperio romano se esperaría de un esclavo (Mateo 25,14-30) … El esclavo prefirió “enterrar” (kryptô) el dinero antes que entrar en la patria financiera de la usura y los intereses y asumir las consecuencias. Enterrarlo fue una manera de protegerlo para devolverlo a su “señor”, pero no haciéndolo producir a costa de infidelidad al Reinado de Dios. Ciertamente, la relación con el dinero y con los demás es un buen test permanente de fidelidad a Dios…

 

De hecho, el reinado de Dios es tan valioso como un tesoro “escondido” (kryptô) en un campo, que vale la pena vender todo para adquirirlo (Mt 13,44). El esclavo rechazado, ¡entendió bien!


Imagen tomada de https://www.istockphoto.com/es/foto/cofre-del-tesoro-gm115876961-1054767

Video con comentario al Evangelio del 7º domingo "C"

Video con comentario al Evangelio del 7º domingo "C"



o también en

https://youtu.be/_TP_2fXbY30

Eduardo

jueves, 13 de febrero de 2025

Isaac, el hijo de la promesa

Isaac, el hijo de la promesa

Eduardo de la Serna




Hemos presentado, en su momento, a Abraham, Sara, Agar, Ismael, pero no se puede obviar la referencia a Isaac, el hijo de la promesa.

Sabemos, y dijimos, que Sara era estéril y, por lo tanto, Abraham no tenía descendencia. El hijo que tendrá con Agar no es, propiamente, el esperado. Este no debe ser sólo de Abraham, sino también de Sara.

Los relatos son variados insistiendo en el anuncio del nacimiento, la desconfianza y – en alguna ocasión – la risa incrédula de Sara. Pero, finalmente, el hijo nace: Isaac.

Es interesante que en el nombre “Isaac” está la raíz hebrea shaq que significa reír, disfrutar, gozar, tener placer… y los textos juegan con esto: Abraham se ríe de la promesa de tener un hizo en su edad avanzada (Gen 17,17), Sara se ríe cuando escucha que será madre (Gen 18,12-15), se enoja cuando ve a su hijo jugando y riendo con su medio hermano Ismael (Gen 21,9), se ríe de la alegría de ser madre y celebra que otras reirán con ella (Gen 21,6), e incluso algunos ven a Isaac gozando con su mujer (26,8) con lo que se revela la mentira en la que – al igual que Abraham – había dicho que esta era su hermana para conservar la vida (ver Gen 26,1-14 y Gen 12,10-20 y 20,1-18). Así, en el nombre, el relato toma la etimología popular del nombre Isaac y su referencia a la risa (algunos estudiosos dicen que, en un sentido más académico, el nombre hace referencia a la alegría, al placer de Dios mismo).

Es cierto que los textos no dan demasiada importancia a este hijo y se detendrán más en su nieto, Jacob (al que luego se lo llamará, ¡nada menos!, Israel), así Isaac es una especie de “bisagra” entre Abraham y Jacob, pero hay algunos elementos que merecen ser tenidos en cuenta.

Es de notar que fuera del relato del Génesis, casi siempre lo encontramos en la lista “Abraham, Isaac y Jacob (o Israel)” (Ex 2,24; 3,6.15.16… Núm 32,11; Dt 1,8… Mt 8,11; Mc 12,26; Hch 3,13, etc.).

Al igual que ocurrirá con Jacob, hay preocupación de que no se casen con las mujeres “del lugar” (ver Gen 24,3-9 y 27,46-28,5). 

Como puede verse, hay elementos en común de Isaac con Abraham y también con Jacob lo cual confirma su rol de “bisagra” entre uno y otro.

No puede ignorarse, en todo esto, el momento dramático en el que Abraham es puesto a prueba y es invitado a sacrificar a su hijo. Para reforzar el drama el texto dice: «Toma ahora a tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, vete a tierra de Moriah y ofrécelo allí en holocausto» (Gen 22,2). Es conocido que, finalmente, Dios impide la muerte de Isaac y, entonces, Abraham lo reemplaza por un carnero que allí estaba enredado entre las ramas con sus cuernos. Abraham lo ofreció “en lugar” de su hijo (22,13). Sabemos que en la región eran frecuentes los sacrificios de personas (ver 2 Re 3,27; Ez 16,36). Algunos ofrecían a su hijo a la divinidad como un modo de ser agradecidos por el don de la fecundidad y con la esperanza de que esta se multiplicara. El relato, entonces, deja constancia de que esos sacrificios no son queridos por Dios; de hecho, a partir de entonces, es frecuente que ante el nacimiento del primer hijo, en Israel, se ofrezca un cordero "en lugar" del hijo, aunque los pobres pueden ofrecer dos palomas (Lev 12,5-8; como es el caso de María y José ante el nacimiento de Jesús, Lc 2,24).

Es interesante, que los textos más tardíos, imaginan a Isaac alentando a su padre Abraham a dar cumplimiento a lo pedido por Dios de ofrecerlo en holocausto, mostrando así su fidelidad al proyecto de Dios. En el Evangelio de Juan, por ejemplo, la cruz de Jesús no la lleva José de Arimatea (como en los evangelios sinópticos), sino el mismo Jesús, así como Isaac llevó las maderas para el sacrificio (Gen 22,6; Jn 19,17).

Como vemos, Isaac no juega un rol importante en el relato, pero es fundamental para el paso de la promesa de Dios a Abraham a su concreción en Jacob – Israel. Y ese rol está caracterizado por la alegría, el placer y la risa. De Dios y de su pueblo. La tristeza y la amargura de corazón está muy lejos de ser algo que Dios quiere para nosotros.

 

Imagen tomada de https://ia-biblia.com/los-patriarcas-abraham-isaac-y-jacob/

martes, 11 de febrero de 2025

Domingo 6C

Dios no permanece indiferente a la situación de los pobres

Domingo 6º durante el año – ciclo “C”

 Eduardo de la Serna

 


 

Lectura del profeta Jeremías    17,5-8

 

Resumen: con el clásico esquema de “dos caminos” señalados como maldición y bendición y recurriendo a imágenes vegetales, el profeta remarca la relación entre el ser humano y Dios en relación a dónde se pone la confianza.

 

Con un esquema propio de la literatura sapiencial, el profeta señala quienes son malditos y quienes benditos. El contraste es evidente: maldito o bendito será cada quién según se “fíe” (batah) en el hombre (’adam, v.5) o en Dios (v.7). El paralelo de la primera opción es “apoyarse en la carne” con lo cual “el corazón” (= las decisiones) se aparta de Yahvé. El paralelo de la segunda opción es que Yahvé “no defraudará” la confianza (mabetah). Ambos – como es también habitual en la literatura sapiencial – son contrastados con árboles o vegetales (ver Salmo 1,3.4), por un lado, se remarca la sequía: estepa (Arabá), desierto, salar, por el otro, orillas, agua permanente. Ante el calor seguirá frondoso, en tiempos de sequía dará fruto, por eso “no temerá” (con lo que pasa de la metáfora vegetal a referir a la persona significante).

 

El texto, en realidad, se ubica en una unidad mayor en la que señala la infidelidad de Judá (17,1) a Dios y por eso Dios asegura que dará a cada quién “según el fruto de sus obras” (17,10). El paralelismo sapiencial antitético viene a ilustrar dos caminos en el vivir o no conforme a la voluntad de Dios y su respuesta.

 

 

Lectura de la 1º carta de san Pablo a los Corintios            15,12.16-20

 

Resumen: la resurrección de Cristo no es un hecho “para él” sino el primero de una sucesión. Negar la resurrección “de los muertos” es negar también la de Cristo con lo que nada habría cambiado en nuestra historia.

 

Pablo se entera oralmente que algunos en Corinto niegan “la resurrección de los muertos”. Así lo afirma en el v.12 puesto aquí para explicar el sentido del planteo de Pablo que presenta en vv.16-20.

 

Nada indica que los criticados por el Apóstol estén negando la resurrección de Cristo pero sí la de los “cristianos”, Pablo, conforme a su teología, presenta todo en un mismo nivel de debate y discusión. Es posible que algunos de la élite corintia, más influenciados por pensamientos o ideas filosóficas, como las que afirman que “el cuerpo es cárcel del alma” negaran sentido a la resurrección (en la muerte el alma se libera, no tiene sentido volver a encarcelarse en la resurrección, sería la idea de los críticos). No es ese el esquema que Pablo hace suyo. Más cercano a la literatura apocalíptica (ver Daniel 12,2) él afirma que “al final”, en “aquel día” los muertos resucitarán. Y ese día ya llegó con la resurrección de Cristo, Él es el primero de una serie que vendrá (“primicias”, v.20).

Este esquema paulino (que ya encontramos en 1 Tesalonicenses 4,14 y repetirá en Romanos 5,12-21) podemos expresarlo de esta manera: con Adán, y su desobediencia que condujo a la muerte, empezó una cadena de sucesiones: todos mueren en Adán (1 Cor 15,22); pero con la resurrección de Cristo, resucitado por Dios en virtud de su obediencia, todos “resucitarán” (en futuro ya que “por ahora” sólo el primero de la cadena de sucesiones, Cristo, ha resucitado). Por eso son “primicias”. Como repetirá en Rom 4,25, Cristo “resucitó para nuestra justificación” con lo que, si no hubiera resurrección, todos “están todavía en sus pecados” (1 Cor 15,17). Negar la resurrección de los muertos es, por lo tanto, negar la de Cristo, y negar la de Cristo es negar la eficacia de la obra justificadora de Dios en Cristo.

 

 

+ Evangelio de Jesucristo según san Lucas           6,17.20-26

 

Resumen: Jesús felicita la situación de unos y se lamenta por la situación de otros puesto que estas son transitorias y cambiarán invirtiéndose las realidades presentes. Así los que ahora lloran, reirán, mientras que los que ríen, llorarán. Y Dios no es ajeno a todo esto.

 

El relato, que, con notables diferencias, encontramos también en Mateo, por lo que hemos de atribuirlo al documento Q, presenta lo que se ha llamado justamente “las bienaventuranzas”, aunque, las diferencias entre los dos evangelios sean importantes, y encontremos que, sólo en Lucas, a cada bienaventuranza corresponde su antítesis expresada en un “Ay”.

 

El texto litúrgico añade el v.17 para ubicar el hecho (que, a diferencia de Mateo, no ocurre en una montaña, sino en un “lugar llano”).

 

Aquí encontraremos 4 bienaventuranzas y 4 ayes que se corresponden mutuamente.

 

Destaquemos algunos elementos importantes antes de entrar en tema:

 

Los destinatarios de los textos son personas concretas (“ustedes”), Lucas se dirige a su auditorio preciso (en Mateo, en cambio, se dirige a “aquellos que…” con lo que cualquiera puede ser destinatario, transformando así el tema en un “modo de vida que ha de elegirse”). En segundo lugar, señalemos que la característica, en todos los casos, es que la situación actual que viven los destinatarios se invertirá, con lo que lo positivo o negativo no viene dado por lo que ahora se vive sino por lo que luego ocurrirá. Se es feliz, por ejemplo, no por tener hambre sino porque finalmente se será saciado; no se dice “ay” al que ahora ríe por reír, sino porque luego llorará.

 

Podemos esquematizarlo de esta manera

 

Bienaventurados

Ay de los que

situación

inversión

situación

inversión

pobres

reino

ricos

ya tuvieron consuelo

Ahora hambre

saciados

Ahora hartos

tendrán hambre

Ahora lloran

reirán

Ahora ríen

llanto

odien

Recompensa (= profetas)

alaben

así ocurrió con los falsos profetas

 

La más extensa de las cuatro, en los dos casos, es la última, y la medida de la relación está dada por el trato a los profetas. Siendo que el Evangelio de Lucas remarca insistentemente a Jesús como profeta, y a los discípulos de Jesús con misión profética, sin duda el trato que recibe de los demás la comunidad cristiana y su semejanza con el trato a Jesús (el profeta perseguido: odiado [ver Lc 21,17], injuriado, proscripto y expulsado) es la medida de la fidelidad.

 

Un aspecto a tener en cuenta es que Mateo (por motivos propios y que se comentará oportunamente) aclara que los pobres en ese caso concreto y preciso son “de espíritu”. En este caso, claramente, Lucas se refiere a pobreza concreta, a carencia, ¡y su contrario es “ricos” que ya tuvieron su consuelo!  

 

De hecho, Lucas elige destacar como algo propio de lo que Dios quiere, el cambio de situación que viven y vivirán los pobres.

 

En canto de la Madre de Jesús señala que Dios

derriba del trono a los poderosos y eleva a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos. (1:52-53)

 

En la parábola del pobre Lázaro y el rico remarca el cambio absoluto de situación entre uno y otro una vez muertos (puede pensarse que la parábola ilustra la primera bienaventuranza y el primer ay: “recibiste bienes, Lázaro males, por eso ahora es consolado y tú atormentado” (16,25).

 

Sin duda es razonable la pregunta acerca de cuándo es que eso ocurrirá para que el anuncio no termine siendo una burla o una ofensa a la situación de los pobres. Lucas señala que eso ocurre (= debe ocurrir) en las comunidades cristianas en las que todos comparten sus bienes y no hay entre ellos ningún necesitado (Hch 2,42.44-45; 4,32.34-35).

 

Señalemos, finalmente, que “¡bienaventurado!” es una expresión típica de la literatura sapiencial que felicita a los que viven de una manera: “¡qué bueno que…!” mientras que el “¡ay!” manifiesta una situación de desgracia (Is 3,9.11; Jer 15,10; Lam 5,16). Como se ve, en todo se destaca un cambio, para mal, el en caso de los ricos, y para bien, en caso de los que sufren. Dios mira con agrado la suerte cambiante del pobre, del que llora, del hambriento y del maltratado porque sabe que esto mudará, y Dios no será ajeno al cambio en favor de la vida; Dios celebra que cambie para bien la suerte del pobre y del que sufre. Y una Iglesia profética, que debe hacer suyas las palabras y vida de Jesús, padecerá lo mismo que el Señor. Pero Dios tiene la última palabra.

 

El video con comentario al Evangelio puede verse en

https://youtu.be/EWHv3Q5x6oQ

o también en

https://blogeduopp1.blogspot.com/2025/02/video-con-comentario-al-evangelio-del-6.html


Dibujo tomado de http://blogs.periodistadigital.com/hilari-raguer.php/2017/01/27/las-bienaventuranzas-ilucas-versus-mateo

 


jueves, 6 de febrero de 2025

Ismael

Ismael

Eduardo de la Serna


El patriarca Abraham, receptor de la promesa de que Dios se preparará un pueblo de su descendencia, está casado con Sara, la cual – como se sabe – es estéril. Ella, entonces, para que la familia tenga descendencia y el futuro esté asegurado, le entrega a su esposo a su esclava Agar a fin de darle esa descendencia. Y es así que nacerá Ismael. Pero la promesa de Dios no es sólo de los hijos de Abraham sino que, afirma, también lo serán de su mujer, por lo que hemos de esperar recién al nacimiento de Isaac para que la promesa divina siga su curso. Pero – de todos modos – en el nacimiento de Ismael, se trata de un hijo de Abraham (y probablemente, además, de un hijo muy querido, como se ve en Gen 21,11, quizás por tratarse del primogénito).

Como es habitual en los primeros capítulos bíblicos, de un determinado personaje descenderán comunidades, pueblos o naciones enteras, y – es evidente – de Ismael nacerán los Ismaelitas que serán un pueblo que vive en el desierto (Sal 83,7; Jdt 2,23). Es interesante, a modo al menos anecdótico, que, en algún relato, serán los ismaelitas los responsables de la ida de José a Egipto, donde luego irán todos sus hermanos para empezar luego desde allí la historia del éxodo (Gen 37,25.27.28; 39,1). La relación entre Egipto (Agar es egipcia) y el desierto sin duda resultan importantes en las tradiciones fundamentales.

Hay más de un Ismael en los textos bíblicos (2 Re 25,23; 1 Cro 8,32; Esd 10,22, etc.), pero aquí nos centraremos en el hijo de Abraham y Agar, la esclava egipcia.

Por ser hijo de Abraham, aunque no sea el heredero de la promesa, se afirman de él cosas importantes: será bendecido, se multiplicará en una gran descendencia. Abraham, que, en principio, ríe incrédulamente ante el anuncio de tener un hijo, pide que Ismael viva “en presencia” de Dios (17,18), será “bendecido y fecundo” (17,20) y engendrará príncipes (no está de más recordar que Sara significa “princesa”). Expresamente se insiste que Ismael será circuncidado (17,23.25.26). Aunque sea expulsado por Sara al desierto (21,8-19, donde curiosamente jamás se lo llama por su nombre), acompaña a su hermano Isaac a enterrar a su padre (25,9). Finalmente se menciona su importante descendencia (25,12-16) y el fin de sus días (25,17). La historia de Ismael finaliza señalando la enorme extensión de territorio que ocupa señalando que “se estableció enfrente de sus hermanos” (25,18 con lo que finaliza como había comenzado, en 16,12).

Lo que caracteriza a Ismael será el desierto, de allí que sea comparado con un “asno salvaje” (16,12). Pero su vida es inseparable de la de su madre. Expulsada de la casa de Abraham por Sara, con aceptación pasiva del marido, Agar, la madre, llora la muerte inminente por sed. El agua que Abraham le había dado se había agotado y la sed es grave. Pero el llanto del niño mueve a Dios a intervenir; el pequeño ya no “ríe” (ya no es como Isaac, que fue lo que motivó la expulsión). Pero la paradoja empieza a desplegarse y mostrar que Dios, que ha mirado, a su vez acompaña: El desierto que amenaza su vida se transforma luego en su hogar (21,20). Y aquel cuya madre, para acompañarlo a morir, se puso a “tiro de flecha”, se transformó en arquero (21,20). Su madre lo sigue acompañando y toma para él una esposa en Egipto (21,21).

El pueblo que fue liberado por Dios de la esclavitud en Egipto no está exento de ser él a su vez esclavizador de egipcios, como Agar, y el Dios que escucha el clamor del pueblo oprimido y lo libera, de Egipto, escucha a su vez a Agar y al niño y se ocupa de su suerte. Un Dios que es indiferente al dolor de la humanidad no se parece en nada al Dios de la Biblia.

 

Imagen tomada de https://ficonofue.fuesp.com/ficha/82077

martes, 4 de febrero de 2025

Septuaginta

Septuaginta

Eduardo de la Serna


La Biblia en su traducción griega (LXX) es, no solamente muy conocida, sino que fue particularmente importante en los últimos siglos del judaísmo precristiano y del movimiento de Jesús en expansión.

Notemos (sin pretender una exhaustiva presentación) varios elementos importantes.

 

I.             La Tradición

 

a)    Aristeas

Partiendo de la llamada Carta de Aristeas (200 – 150 a.C.) se fue gestando una leyenda que aludía a la intervención divina en el proceso de traducción:

Después de tres días, Demetrio los tomó consigo, y tras recorrer el dique de mar de siete estadios hasta la isla [de Faros], cruzó el puente y, avanzando hacia la parte norte, les congregó en una mansión bien dispuesta junto a la playa, de gran belleza, e inmersa en una paz profunda; y les exhortó a llevar a término la traducción, pues que estaban bien provistos de todo lo que precisaran. Y la ejecutaron, poniéndose de acuerdo mediante confrontaciones entre ellos acerca de cada punto; el resultado quedaba fijado oportunamente por escrito, a cargo de Demetrio. Hasta la hora nona se prolongaba la sesión; después se separaban para dedicarse a los cuidados del cuerpo, facilitándoseles con espléndida provisión cuanto pudieran desear. Además, cada día, todo lo que se disponía para el Rey, también para ellos Doroteo lo aprestaba; pues tal había sido la orden del soberano. Con la primera luz comparecían en la Corte cada día, y, tras saludar al Rey, regresaban a su lugar. Tal como es usanza entre todos los judíos, se purificaban en el mar las manos, elevando preces a Dios; acto seguido, se consagraban a la lectura y exégesis de cada punto. También pregunté esto: «¿Por qué razón se lavan las manos antes de orar?». Aclararon que, en testimonio de no haber cometido mal alguno, pues toda acción se realiza por medio de las manos; así, hermosa, piadosamente, todo lo remitían a la justicia y a la verdad. Tal como lo he dicho, cada día, congregados en este lugar, que hacían tan deleitoso la calma y luminosidad, llevaban a cabo la tarea fijada. Y acaeció que la traducción fue completada en setenta y dos días, como si hubiese sucedido por una suerte de premeditación. Cuando se llegó al cumplimiento, reunió Demetrio a la comunidad de los judíos en aquel lugar donde la traducción había sido realizada, y se la leyó a todos, en presencia de los Traductores, que se granjearon una recepción magnífica también por parte del pueblo, como responsables de magníficos bienes. Acogieron también a Demetrio, exhortándole a entregar a los rectores de su comunidad una copia de toda la Ley. Después de leídos los rollos, en pie los sacerdotes y los Ancianos de los Traductores y los rectores del común proclamaron: «Puesto que ha sido traducida hermosamente y con piedad, y con exactitud plena, bien está que permanezca como ella es y que no se produzca la menor alteración». Todos aclamaron tales dichos y les exhortaron a lanzar una maldición, según es usanza entre ellos, contra cualquiera que alterase, añadiendo, modificando o suprimiendo, el tenor de lo escrito; bien obraron, a fin de que fuera preservado incólume perpetuamente. (# 301-311)

 

b)    Filón, de Alejandría

En el mismo marco alejandrino, Filón escribe que, todavía en sus días, tenían lugar cada año en la isla de Faros fiestas solemnes, en las que participaban no sólo judíos, sino multitudes variadas, para venerar el lugar:

Tal es la razón por la que hasta la actualidad todos los años tiene lugar una celebración y una general reunión en la isla de Faro, rumbo a la cual atraviesan el mar, no sólo judíos sino también muchísimos otros para honrar el lugar donde por primera vez se encendió la claridad de esta traducción, y para dar gracias a Dios por este viejo y siempre renovado beneficio (Vita Mosis II 41).

 

c)    Flavio Josefo

Flavio Josefo preserva un resumen bastante creíble de un texto atribuido a Hecateo. El objetivo del Pseudo-Hecateo era ciertamente propagandístico, no a favor de los LXX, ni de su revisión, sino a favor de los judíos en general, pero la referencia es elocuente:

Y su sucesor Ptolomeo, que se llamaba Filadelfo, no sólo liberó a todos aquellos de nuestra nación que estaban cautivos bajo su mando, sino que con frecuencia dio dinero [para su rescate]; y, lo que fue su mayor obra de todas, tenía un gran deseo de conocer nuestras leyes y de obtener los libros de nuestras sagradas escrituras: en consecuencia, deseaba que se le enviaran hombres que pudieran interpretarle nuestra ley; Y, para que se redactaran bien, no encomendó esa tarea a personas comunes, sino que ordenó que Demetrio Falero, Andreas y Aristeas, el primero, Demetrio, la persona más erudita de su época, y los demás, a quienes se les confió su custodia personal. Y ciertamente no habría estado tan deseoso de aprender nuestras leyes y la filosofía de nuestra nación, si hubiera despreciado a los hombres que hacían uso de ellas, o si no los hubiera tenido en gran admiración. (contra Apión 2:45-47)

 

II.            El “problema cristiano”

 

Pero, más tarde todo cambió. Muchos judíos no vieron con buenos ojos la traducción y pretendieron otra mucho más literal (es sabida la dificultad de las buenas traducciones pretendiendo ser fieles al texto traducido, pero a su vez a los eventuales lectores, su lengua y su cultura).

 

                    a)    El Sirácida

No deja de ser interesante el prólogo del traductor del libro del Sirácida:

Muchas e importantes lecciones se nos han transmitido por la Ley, los Profetas y los otros que les han seguido, por las cuales bien se debe encomiar a Israel por su instrucción y sabiduría.

Mas como es razón que no sólo los lectores se hagan sabios, sino que puedan también estos amigos del saber ser útiles a los de fuera, tanto de palabra como por escrito, mi abuelo Jesús, después de haberse dado intensamente a la lectura de la Ley, los Profetas y los otros libros de los antepasados, y haber adquirido un gran dominio en ellos, se propuso también él escribir algo en lo tocante a instrucción y sabiduría, con ánimo de que los amigos del saber, lo aceptaran y progresaran más todavía en la vida según la Ley.

Están, pues, invitados a leerlo con benevolencia y atención, así como a mostrar indulgencia allí donde se crea que, a pesar de nuestros denodados esfuerzos de interpretación, no hemos podido acertar en alguna expresión. Pues no tienen la misma fuerza las cosas expresadas originalmente en hebreo que cuando se traducen a otra lengua. Cosa que no sucede sólo en esto, sino que también la misma Ley, los Profetas y los otros libros presentan no pequeña diferencia respecto de lo que dice el original.

Fue, pues, en el año treinta y ocho del rey Evergetes cuando, después de venir a Egipto y residir allí, encontré una obra de no pequeña enseñanza, y juzgué muy necesario aportar yo también algún interés y esfuerzo para traducir este libro. Mucha vigilia y ciencia he puesto en juego durante este período, hasta llegar a buen término y publicar el libro para uso de aquellos que, en el extranjero, quieren ser amigos del saber, y conformar sus costumbres a una vida de acuerdo con la Ley. (Sir prol 1:1-35)

 

                    b)    Los Jubileos

Recordemos lo que le dice el ángel revelador a Abrahán según el libro de los Jubileos, siglo II a.C.:


Y me dijo (al ángel) el señor Dios: “Ábrele la boca y los oídos, que entienda y hable la lengua clara”, pues había cesado de ser la lengua de los hombres desde el día de la confusión. Le abrí la boca, los oídos y los labios y comencé a hablar con él en hebreo, la lengua de la creación. Tomó Abrahán los libros de sus padres, que estaban escritos en hebreo, los recopió y comenzó a aprenderlos desde entonces. Yo (el ángel) le explicaba todo lo que le era inaccesible, y los aprendió en los seis meses invernales” (12,25-26).

 

                    c)    Áquila

Una nueva "traducción", absurda por su método desde una mirada contemporánea, no es una verdadera traducción sino una traslación casi mecánica, y lleva el nombre de Áquila (hacia el 130 d.C.). Es el fruto más característico de la reacción contra la que se consideraba excesiva helenización del judaísmo alcanzada en Alejandría y de la que la versión de los LXX se había convertido en su máximo exponente.

La traducción de Áquila pretendía reemplazar a todas las restantes como única versión auténtica, pues se acomodaba total y literalmente al texto hebreo evolucionado — bastante diverso en muchos pasajes al más helénico de los LXX — que se utilizaba desde finales del siglo I.

El otro problema que acarreaba la traducción de los LXX es que fue una versión muy utilizada en el naciente cristianismo. Cuando a fines del s. I y comienzos del s. II empieza a ser cada vez más evidente que ambos grupos, judíos y cristianos, eran diferentes, y cada grupo buscaba fortalecer su propia identidad y diferenciación, era razonable que el judaísmo no se sintiera a gusto de compartir con los cristianos un texto en común.

 

                    d)    El Talmud

La Guemará continúa: Y esto se debió al incidente del rey Ptolomeo, como se enseña en una baraita: Hubo un incidente que involucró al rey Ptolomeo de Egipto, quien reunió a setenta y dos ancianos de los Sabios de Israel, y los puso en setenta y dos habitaciones separadas, y no les reveló con qué propósito los reunió, para que no coordinaran sus respuestas. Entró y se acercó a todos y cada uno de ellos, y le dijo a cada uno de ellos: Escríbanme una traducción de la Torá de Moisés, su maestro. El Santo, Bendito Sea, puso sabiduría en el corazón de todos y cada uno, y todos estuvieron de acuerdo en un entendimiento común. No solo todos tradujeron el texto correctamente, sino que todos introdujeron los mismos cambios en el texto traducido. (Megillah 9a)

 

                    e)    La Megillah

Para más diferenciación entre ambos grupos, en la crónica “Megillat Ta'anit. Adar” escrita en arameo, podemos leer:

“(V) ¡El día ocho de Tevet se escribió la Torá en griego en los días del rey Ptolomeo, y la oscuridad cubrió la tierra durante tres días!

Según el Talmud, este día [el 8 de Tebet] se convirtió en «día de ayuno y duelo, para expiar el pecado cometido al divulgar la Torah en la lengua de los Goyim». El 9 de Tebet se conmemora la muerte de Esdras y de Nehemías y el 10 de Tebet el sitio de Jerusalén por Nabucodonosor (solo este día es ayuno – todavía hoy – para toda la comunidad, los anteriores solo eran respetados – y hoy no se realizan – por “los justos”).

Así que no deja de ser importante que los judíos rechacen esta traducción mientras que sean los cristianos los que la reciban plenamente; aunque es importante – siempre – tener presente que tanto los diferentes judaísmos, como los diferentes cristianismos no se mueven en un horizonte de uniformidad y, por lo tanto, hay miradas y posiciones diferentes en una gran variedad de temas.

 

III.          El cristianismo antiguo

 

                    a)    Orígenes

Recusa una comprensión literal de antropomorfismos y metáforas bíblicas, porque en caso contrario el Dios bíblico no sería el Dios de su fe ni la divinidad trascendente a que aspiraba la religiosidad contemporánea, sino un dios mítico de pueblo primitivo. Polemiza contra las interpretaciones que daban pie a objeciones marcionitas o burlas paganas. Rechaza una exégesis literal judía que, buscando entender a los profetas en su propio ambiente, o a lo más en el área del judaísmo, cerraba las profecías a toda posible apertura hacia el misterio cristiano. Frente al grupo de cristianos que, en el interior de la Iglesia, recusaban la interpretación espiritual, asienta su gran principio hermenéutico de que la Escritura no puede decimos nada que sea indigno de Dios. En consecuencia, lo que parezca indigno o impropio habrá que interpretarlo espiritualmente. (R. Trevijano, La Biblia en el cristianismo antiguo [2001] 91)


                    b)    La Biblia (casi oficial)

Los santos padres y escritores cristianos Justino, Ireneo de Lyon, Clemente de Alejandría, Tertuliano, Julio el Africano, Eusebio, Hilario de Poitiers, Cirilo de Jerusalén, Ambrosio van preparando la leyenda que Epifanio, obispo de Salamina en Chipre (310-403) construye por completo llegando a dar los nombres de los 72 traductores, 6 de cada tribu, siguiendo la tradición de Aristeas (al cual cita) para concluir: la traducción es obra de la inspiración divina.

Pero, más tarde, cuando Roma es omnipresente y casi omnipotente, la biblia hubo de ser traducida al latín y así lo hace Jerónimo con la llamada “Vulgata” porque el latín es la lengua del vulgo, del pueblo, frente al griego que era la lengua erudita.

 

IV.          Una Traducción

Es importante notar que, además de las dificultades de toda traducción (Traduttore, traditore) las diferencias textuales no implican falsificación. Es sabido que los textos antiguos son copiados, leídos, interpretados, retocados… Y esto ocurre en todos los casos… Diferentes textos de la misma LXX no implican, ciertamente, adulterios; los diferentes escritos del NT, por ejemplo, no son ajenos a esta misma realidad…

Es interesante lo que plantea Quintiliano en el prefacio de su obra sobre retórica:

He tenido tanto más deseo de hacerlo cuanto que actualmente circulan bajo mi nombre dos libros sobre el arte de la retórica, aunque nunca los publiqué ni los compuse con ese fin. Uno es una conferencia de dos días que fue escrita por los muchachos que fueron mis oyentes. El otro consiste en las notas que mis buenos alumnos lograron tomar de un curso de conferencias en una escala algo más extensa. Agradezco su amabilidad, pero mostraron un exceso de entusiasmo y cierta falta de discreción al hacer que mis discursos tuvieran el honor de ser publicados. Por consiguiente, en la presente obra, aunque algunos pasajes permanecen iguales, encontrará muchas alteraciones y aún más añadidos, mientras que el tema en su conjunto será tratado con mayor sistema y con tanta perfección como esté a mi alcance. (Quintiliano, Institutio oratoria I, prefacio 7-8 [Loeb Classical Library 124 trad. H. E. Butler; 1996, 9])

Pero hoy día los filólogos judíos han caído ya en la cuenta de que no pueden ignorar uno de sus grandes tesoros de la Antigüedad, utilísimo para conocer el judaísmo anterior, para interpretar mejor la Biblia hebrea que ellos valoran y constituye uno de los grandes monumentos literarios que nos ha legado la antigüedad helénica.

 

                    a)    Irene Vallejo, El Infinito en un junco (2019)

La Biblioteca se abrió a la amplitud del mundo exterior. Incluyó las obras más importantes de otras lenguas, traducidas al griego. Un tratadista bizantino escribió sobre aquel tiempo: «De cada pueblo se reclutaron sabios, los cuales, además de dominar la propia lengua, conocían a la maravilla el griego; a cada grupo le fueron confiados sus textos respectivos, y así se preparó de todos una traducción». Allí se realizó la conocida versión griega de la Torá judía conocida como Biblia de los Setenta. (cap. 10 p. 36).


                    b)    ¿70 o 72?

Como puede verse, por momentos se hace referencia a 70 traductores (en el título) pero habitualmente se los numera como 72.

En la Torah se hace referencia a 70 ancianos sobre los que descenderá parte del espíritu que acompaña a Moisés (Num 11,16-17), pero cuando Moisés los convoca en la Tienda y los 70 ancianos comienzan a profetizar, el relato informa que hay dos, Eldad y Medad, que no fueron a la tienda, pero, sin embargo, también profetizaron (11,27). El texto no pretende ser matemáticamente preciso; es decir, Eldad y Medad, ¿forman parte de los 70, o se deben sumar dos al número anterior, siendo, entonces 72? Lo que el autor pretende señalar es que un número importante de ancianos ayudará a Moisés con su ministerio profético al servicio del pueblo (cf. Ex 24,1.9-14).

Algo semejante ocurre con Jesús, en el Evangelio de Lucas (10,1.17), que convoca un número importante para que lo precedan en la misión, sin embargo, los manuscritos no son unánimes en el número: muchos manuscritos importantes mencionan “setenta” mientras otros, también confiables y antiguos, dicen “setenta y dos”. Es muy probable que el número – con la finalidad de señalar que Jesús envía a los suyos a “todos los pueblos” – haga “referencia a Génesis 11 (sic)”, pero, “para el texto hebreo todas las naciones son setenta, mientras que para la biblia Septuaginta la numeración es de setenta y dos” (B. Metzger, Textual Commentary on the greek NT [1975], p. 150 n.1); entre los comentaristas, por ejemplo, algunos optan por setenta: Morris, Conzelmann, Schweizer, Green, Johnson, Reid-Matthews y otros por setenta y dos: Rivas, Ernst, Carroll, Bovon, mientras algunos dudan: Schmid, Fitzmyer… Lo mismo diferentes traducciones bíblicas: mientras la Biblia de Jerusalén, el Libro del pueblo de Dios y la Biblia latinoamericana ponen “setenta y dos”, la Reina Valera (1995) dice “setenta” y “la Biblia de nuestro pueblo” ambiguamente “setenta (y dos)”.

Siendo que el número “setenta” tiene connotaciones bíblicas, como vimos, cosa que no tiene el “setenta y dos” es más fácil suponer que el texto primitivo decía 72 y fue reemplazado, en los diferentes manuscritos, por 70 y no a la inversa.

“El número no tiene excesivo interés y nos debemos quedar con la idea de que era un grupo numeroso, pues todos los discípulos tenían que colaborar en la expansión del Reino” (Isabel Gómez Acebo, Lucas [2008] 293).

 

Conclusión

Hay una serie de elementos que me parecen importantes tener en cuenta a modo conclusivo.

  •          En estos casos, el número setenta (simbólicamente, al menos), alude a la palabra de Dios que pretende – con los límites y críticas señaladas – ser comunicada a todos los pueblos.
  •          El marco, en ocasiones es profético, y en referencia al Espíritu de Dios. Espíritu y profecía son – con particular frecuencia – palabras en paralelo.
  •          El texto del envío de los setenta (y dos) dice expresa referencia al conflicto de reinos – entre el reino de Dios y el reino de Satanás – que Lucas presenta desde el comienzo (Lc 4,5-6), que es vencido por su predicación (Lc 10,19). El reino de Dios entra en conflicto con aquel reino que “ata” (Lc 13,16) e impide la libertad y plenitud de la vida de los hijos e hijas de Abraham. La lucha con la alienación que anula a las personas es particularmente importante en el ministerio de Jesús (ver Lc 10,18).
  •          La Biblia Septuaginta fue decisiva en la expansión del naciente grupo cristiano y, a su vez, importante en la profundización de la propia identidad. Esta expresaba lo “en común” con el pueblo de Israel, a la vez que abría las puertas a la novedad.

Este anuncio universal de la palabra, misionero, profético, centrado en el reinado de Dios y movido por el espíritu me parece tema central.

Vaya todo esto para celebrar que cumplo ¡¡¡70 años!!!