Septuaginta
Eduardo de la
Serna
La Biblia en su
traducción griega (LXX) es, no solamente muy conocida, sino que fue
particularmente importante en los últimos siglos del judaísmo precristiano y
del movimiento de Jesús en expansión.
Notemos (sin pretender
una exhaustiva presentación) varios elementos importantes.
I.
La Tradición
a) Aristeas
Partiendo de la
llamada Carta de Aristeas (200 – 150 a.C.) se fue gestando una leyenda que
aludía a la intervención divina en el proceso de traducción:
Después de tres días, Demetrio los tomó
consigo, y tras recorrer el dique de mar de siete estadios hasta la isla [de
Faros], cruzó el puente y, avanzando hacia la parte norte, les congregó en una
mansión bien dispuesta junto a la playa, de gran belleza, e inmersa en una paz
profunda; y les exhortó a llevar a término la traducción, pues que estaban bien
provistos de todo lo que precisaran. Y la ejecutaron, poniéndose de acuerdo
mediante confrontaciones entre ellos acerca de cada punto; el resultado quedaba
fijado oportunamente por escrito, a cargo de Demetrio. Hasta la hora nona se
prolongaba la sesión; después se separaban para dedicarse a los cuidados del
cuerpo, facilitándoseles con espléndida provisión cuanto pudieran desear. Además,
cada día, todo lo que se disponía para el Rey, también para ellos Doroteo lo
aprestaba; pues tal había sido la orden del soberano. Con la primera luz
comparecían en la Corte cada día, y, tras saludar al Rey, regresaban a su
lugar. Tal como es usanza entre todos los judíos, se purificaban en el mar las
manos, elevando preces a Dios; acto seguido, se consagraban a la lectura y
exégesis de cada punto. También pregunté esto: «¿Por qué razón se lavan las
manos antes de orar?». Aclararon que, en testimonio de no haber cometido mal
alguno, pues toda acción se realiza por medio de las manos; así, hermosa,
piadosamente, todo lo remitían a la justicia y a la verdad. Tal como lo he
dicho, cada día, congregados en este lugar, que hacían tan deleitoso la calma y
luminosidad, llevaban a cabo la tarea fijada. Y acaeció que la traducción fue
completada en setenta y dos días, como si hubiese sucedido por una suerte de
premeditación. Cuando se llegó al cumplimiento, reunió Demetrio a la comunidad
de los judíos en aquel lugar donde la traducción había sido realizada, y se la
leyó a todos, en presencia de los Traductores, que se granjearon una recepción
magnífica también por parte del pueblo, como responsables de magníficos bienes.
Acogieron también a Demetrio, exhortándole a entregar a los rectores de su
comunidad una copia de toda la Ley. Después de leídos los rollos, en pie los
sacerdotes y los Ancianos de los Traductores y los rectores del común
proclamaron: «Puesto que ha sido traducida hermosamente y con piedad, y con
exactitud plena, bien está que permanezca como ella es y que no se produzca la
menor alteración». Todos aclamaron tales dichos y les
exhortaron a lanzar una maldición, según es usanza entre ellos, contra
cualquiera que alterase, añadiendo, modificando o suprimiendo, el tenor de lo escrito;
bien obraron, a fin de que fuera preservado incólume perpetuamente. (# 301-311)
b)
Filón, de Alejandría
En el mismo
marco alejandrino, Filón escribe que,
todavía en sus días, tenían lugar cada año en la isla de Faros fiestas
solemnes, en las que participaban no sólo judíos, sino multitudes variadas,
para venerar el lugar:
Tal es la razón por la que hasta la
actualidad todos los años tiene lugar una celebración y una general reunión en
la isla de Faro, rumbo a la cual atraviesan el mar, no sólo judíos sino también
muchísimos otros para honrar el lugar donde por primera vez se encendió la
claridad de esta traducción, y para dar gracias a Dios por este viejo y siempre
renovado beneficio (Vita Mosis II 41).
c)
Flavio
Josefo
Flavio
Josefo preserva un resumen bastante creíble de un texto atribuido a Hecateo. El
objetivo del Pseudo-Hecateo era ciertamente propagandístico, no a favor de los
LXX, ni de su revisión, sino a favor de los judíos en general, pero la
referencia es elocuente:
Y su sucesor
Ptolomeo, que se llamaba Filadelfo, no sólo liberó a todos aquellos de nuestra
nación que estaban cautivos bajo su mando, sino que con frecuencia dio dinero
[para su rescate]; y, lo que fue su mayor obra de todas, tenía un gran deseo de
conocer nuestras leyes y de obtener los libros de nuestras sagradas escrituras:
en consecuencia, deseaba que se le enviaran hombres que pudieran interpretarle
nuestra ley; Y, para que se redactaran bien, no encomendó esa tarea a personas
comunes, sino que ordenó que Demetrio Falero, Andreas y Aristeas, el primero,
Demetrio, la persona más erudita de su época, y los demás, a quienes se les
confió su custodia personal. Y ciertamente no habría estado tan deseoso de
aprender nuestras leyes y la filosofía de nuestra nación, si hubiera
despreciado a los hombres que hacían uso de ellas, o si no los hubiera tenido
en gran admiración. (contra Apión 2:45-47)
II.
El
“problema cristiano”
Pero,
más tarde todo cambió. Muchos judíos no vieron con buenos ojos la traducción y
pretendieron otra mucho más literal (es sabida la dificultad de las buenas
traducciones pretendiendo ser fieles al texto traducido, pero a su vez a los
eventuales lectores, su lengua y su cultura).
a) El Sirácida
No
deja de ser interesante el prólogo del traductor del libro del Sirácida:
Muchas e importantes lecciones se nos
han transmitido por la Ley, los Profetas y los otros que les han seguido, por
las cuales bien se debe encomiar a Israel por su instrucción y sabiduría.
Mas como es razón que no sólo los
lectores se hagan sabios, sino que puedan también estos amigos del saber ser
útiles a los de fuera, tanto de palabra como por escrito, mi abuelo Jesús,
después de haberse dado intensamente a la lectura de la Ley, los Profetas y los
otros libros de los antepasados, y haber adquirido un gran dominio en ellos, se
propuso también él escribir algo en lo tocante a instrucción y sabiduría, con
ánimo de que los amigos del saber, lo aceptaran y progresaran más todavía en la
vida según la Ley.
Están, pues, invitados a leerlo con
benevolencia y atención, así como a mostrar indulgencia allí donde se crea que,
a pesar de nuestros denodados esfuerzos de interpretación, no hemos podido
acertar en alguna expresión. Pues no tienen la misma fuerza las cosas
expresadas originalmente en hebreo que cuando se traducen a otra lengua. Cosa
que no sucede sólo en esto, sino que también la misma Ley, los Profetas y los
otros libros presentan no pequeña diferencia respecto de lo que dice el
original.
Fue, pues, en el año treinta y ocho del
rey Evergetes cuando, después de venir a Egipto y residir allí, encontré una
obra de no pequeña enseñanza, y juzgué muy necesario aportar yo también algún
interés y esfuerzo para traducir este libro. Mucha vigilia y ciencia he puesto
en juego durante este período, hasta llegar a buen término y publicar el libro para
uso de aquellos que, en el extranjero, quieren ser amigos del saber, y
conformar sus costumbres a una vida de acuerdo con la Ley. (Sir prol 1:1-35)
b) Los Jubileos
Recordemos lo que le dice el ángel
revelador a Abrahán según el libro de los Jubileos, siglo II a.C.:
Y me dijo (al ángel) el señor Dios: “Ábrele la boca y los oídos, que entienda y
hable la lengua clara”, pues había cesado de ser la lengua de los hombres desde
el día de la confusión. Le abrí la boca, los oídos y los labios y comencé a
hablar con él en hebreo, la lengua de la creación. Tomó Abrahán los libros de
sus padres, que estaban escritos en hebreo, los recopió y comenzó a aprenderlos
desde entonces. Yo (el ángel) le explicaba todo lo que le era inaccesible, y
los aprendió en los seis meses invernales” (12,25-26).
c) Áquila
Una
nueva "traducción", absurda por su método desde una mirada
contemporánea, no es una verdadera traducción sino una traslación casi
mecánica, y lleva el nombre de Áquila (hacia el 130 d.C.). Es el fruto
más característico de la reacción contra la que se consideraba excesiva
helenización del judaísmo alcanzada en Alejandría y de la que la versión de los
LXX se había convertido en su máximo exponente.
La
traducción de Áquila pretendía reemplazar a todas las restantes como única
versión auténtica, pues se acomodaba total y literalmente al texto hebreo
evolucionado — bastante diverso en muchos pasajes al más helénico de los LXX —
que se utilizaba desde finales del siglo I.
El
otro problema que acarreaba la traducción de los LXX es que fue una versión muy
utilizada en el naciente cristianismo. Cuando a fines del s. I y comienzos del
s. II empieza a ser cada vez más evidente que ambos grupos, judíos y
cristianos, eran diferentes, y cada grupo buscaba fortalecer su propia
identidad y diferenciación, era razonable que el judaísmo no se sintiera a
gusto de compartir con los cristianos un texto en común.
d) El Talmud
La Guemará continúa: Y esto se debió al
incidente del rey Ptolomeo, como se enseña en una baraita: Hubo un incidente
que involucró al rey Ptolomeo de Egipto, quien reunió a setenta y dos ancianos
de los Sabios de Israel, y los puso en setenta y dos habitaciones separadas, y
no les reveló con qué propósito los reunió, para que no coordinaran sus
respuestas. Entró y se acercó a todos y cada uno de ellos, y le dijo a cada uno
de ellos: Escríbanme una traducción de la Torá de Moisés, su maestro. El Santo,
Bendito Sea, puso sabiduría en el corazón de todos y cada uno, y todos
estuvieron de acuerdo en un entendimiento común. No solo todos tradujeron el
texto correctamente, sino que todos introdujeron los mismos cambios en el texto
traducido. (Megillah 9a)
e) La Megillah
Para
más diferenciación entre ambos grupos, en la crónica “Megillat Ta'anit. Adar” escrita
en arameo, podemos leer:
“(V) ¡El día ocho de Tevet se escribió
la Torá en griego en los días del rey Ptolomeo, y la oscuridad cubrió la tierra
durante tres días!
Según
el Talmud, este día [el 8 de Tebet] se convirtió en «día de ayuno y duelo, para
expiar el pecado cometido al divulgar la Torah en la lengua de los Goyim». El 9
de Tebet se conmemora la muerte de Esdras y de Nehemías y el 10 de Tebet el
sitio de Jerusalén por Nabucodonosor (solo este día es ayuno – todavía hoy – para
toda la comunidad, los anteriores solo eran respetados – y hoy no se realizan –
por “los justos”).
Así
que no deja de ser importante que los judíos rechacen esta traducción mientras
que sean los cristianos los que la reciban plenamente; aunque es importante – siempre
– tener presente que tanto los diferentes judaísmos, como los diferentes
cristianismos no se mueven en un horizonte de uniformidad y, por lo tanto, hay
miradas y posiciones diferentes en una gran variedad de temas.
III.
El cristianismo antiguo
a)
Orígenes
Recusa una comprensión literal de antropomorfismos y metáforas bíblicas, porque en caso contrario el Dios bíblico no sería el Dios de su fe ni la divinidad trascendente a que aspiraba la religiosidad contemporánea, sino un dios mítico de pueblo primitivo. Polemiza contra las interpretaciones que daban pie a objeciones marcionitas o burlas paganas. Rechaza una exégesis literal judía que, buscando entender a los profetas en su propio ambiente, o a lo más en el área del judaísmo, cerraba las profecías a toda posible apertura hacia el misterio cristiano. Frente al grupo de cristianos que, en el interior de la Iglesia, recusaban la interpretación espiritual, asienta su gran principio hermenéutico de que la Escritura no puede decimos nada que sea indigno de Dios. En consecuencia, lo que parezca indigno o impropio habrá que interpretarlo espiritualmente. (R. Trevijano, La Biblia en el cristianismo antiguo [2001] 91)
b) La Biblia (casi oficial)
Los
santos padres y escritores cristianos Justino, Ireneo de Lyon, Clemente de
Alejandría, Tertuliano, Julio el Africano, Eusebio, Hilario de Poitiers, Cirilo
de Jerusalén, Ambrosio van preparando la leyenda que Epifanio,
obispo de Salamina en Chipre (310-403) construye por completo llegando a dar
los nombres de los 72 traductores, 6 de cada tribu, siguiendo la tradición de
Aristeas (al cual cita) para concluir: la traducción es obra de la
inspiración divina.
Pero,
más tarde, cuando Roma es omnipresente y casi omnipotente, la biblia hubo de
ser traducida al latín y así lo hace Jerónimo con la llamada “Vulgata” porque
el latín es la lengua del vulgo, del pueblo, frente al griego que era la lengua
erudita.
IV.
Una Traducción
Es importante
notar que, además de las dificultades de toda traducción (Traduttore,
traditore) las diferencias textuales no implican falsificación. Es sabido
que los textos antiguos son copiados, leídos, interpretados, retocados… Y esto
ocurre en todos los casos… Diferentes textos de la misma LXX no implican,
ciertamente, adulterios; los diferentes escritos del NT, por ejemplo, no son
ajenos a esta misma realidad…
Es interesante
lo que plantea Quintiliano en el prefacio de su obra sobre retórica:
He
tenido tanto más deseo de hacerlo cuanto que actualmente circulan bajo mi
nombre dos libros sobre el arte de la retórica, aunque nunca los publiqué ni
los compuse con ese fin. Uno es una conferencia de dos días que fue escrita por
los muchachos que fueron mis oyentes. El otro consiste en las notas que mis
buenos alumnos lograron tomar de un curso de conferencias en una escala algo
más extensa. Agradezco su amabilidad, pero mostraron un exceso de entusiasmo y
cierta falta de discreción al hacer que mis discursos tuvieran el honor de ser
publicados. Por consiguiente, en la presente obra, aunque algunos pasajes
permanecen iguales, encontrará muchas alteraciones y aún más añadidos, mientras
que el tema en su conjunto será tratado con mayor sistema y con tanta
perfección como esté a mi alcance. (Quintiliano, Institutio oratoria
I, prefacio 7-8 [Loeb Classical Library 124 trad. H. E. Butler; 1996, 9])
Pero
hoy día los filólogos judíos han caído ya en la cuenta de que no pueden ignorar
uno de sus grandes tesoros de la Antigüedad, utilísimo para conocer el judaísmo
anterior, para interpretar mejor la Biblia hebrea que ellos valoran y
constituye uno de los grandes monumentos literarios que nos ha legado la
antigüedad helénica.
a)
Irene Vallejo, El Infinito en un junco (2019)
La
Biblioteca se abrió a la amplitud del mundo exterior. Incluyó las obras más
importantes de otras lenguas, traducidas al griego. Un tratadista bizantino
escribió sobre aquel tiempo: «De cada pueblo se reclutaron sabios, los cuales,
además de dominar la propia lengua, conocían a la maravilla el griego; a cada
grupo le fueron confiados sus textos respectivos, y así se preparó de todos una
traducción». Allí se realizó la conocida versión griega de la Torá judía
conocida como Biblia de los Setenta. (cap. 10 p. 36).
b)
¿70 o 72?
Como puede
verse, por momentos se hace referencia a 70 traductores (en el título) pero
habitualmente se los numera como 72.
En la Torah se
hace referencia a 70 ancianos sobre los que descenderá parte del espíritu que
acompaña a Moisés (Num 11,16-17), pero cuando Moisés los convoca en la Tienda y
los 70 ancianos comienzan a profetizar, el relato informa que hay dos, Eldad y
Medad, que no fueron a la tienda, pero, sin embargo, también profetizaron
(11,27). El texto no pretende ser matemáticamente preciso; es decir, Eldad y
Medad, ¿forman parte de los 70, o se deben sumar dos al número anterior,
siendo, entonces 72? Lo que el autor pretende señalar es que un número
importante de ancianos ayudará a Moisés con su ministerio profético al servicio
del pueblo (cf. Ex 24,1.9-14).
Algo semejante
ocurre con Jesús, en el Evangelio de Lucas (10,1.17), que convoca un número
importante para que lo precedan en la misión, sin embargo, los manuscritos no
son unánimes en el número: muchos manuscritos importantes mencionan “setenta”
mientras otros, también confiables y antiguos, dicen “setenta y dos”. Es muy
probable que el número – con la finalidad de señalar que Jesús envía a los
suyos a “todos los pueblos” – haga “referencia a Génesis 11 (sic)”, pero, “para
el texto hebreo todas las naciones son setenta, mientras que para la biblia
Septuaginta la numeración es de setenta y dos” (B. Metzger, Textual Commentary
on the greek NT [1975], p. 150 n.1); entre los comentaristas, por ejemplo,
algunos optan por setenta: Morris, Conzelmann, Schweizer, Green, Johnson,
Reid-Matthews y otros por setenta y dos: Rivas, Ernst, Carroll, Bovon, mientras
algunos dudan: Schmid, Fitzmyer… Lo mismo diferentes traducciones bíblicas:
mientras la Biblia de Jerusalén, el Libro del pueblo de Dios y la Biblia
latinoamericana ponen “setenta y dos”, la Reina Valera (1995) dice “setenta” y
“la Biblia de nuestro pueblo” ambiguamente “setenta (y dos)”.
Siendo que el
número “setenta” tiene connotaciones bíblicas, como vimos, cosa que no tiene el
“setenta y dos” es más fácil suponer que el texto primitivo decía 72 y fue
reemplazado, en los diferentes manuscritos, por 70 y no a la inversa.
“El
número no tiene excesivo interés y nos debemos quedar con la idea de que era un
grupo numeroso, pues todos los discípulos tenían que colaborar en la expansión
del Reino” (Isabel Gómez Acebo, Lucas [2008] 293).
Conclusión
Hay una serie
de elementos que me parecen importantes tener en cuenta a modo conclusivo.
- En estos casos, el número setenta (simbólicamente,
al menos), alude a la palabra de Dios que pretende – con los límites y críticas
señaladas – ser comunicada a todos los pueblos.
- El marco, en ocasiones es profético, y en referencia
al Espíritu de Dios. Espíritu y profecía son – con particular frecuencia –
palabras en paralelo.
- El texto del envío de los setenta (y dos) dice
expresa referencia al conflicto de reinos – entre el reino de Dios y el reino
de Satanás – que Lucas presenta desde el comienzo (Lc 4,5-6), que es vencido
por su predicación (Lc 10,19). El reino de Dios entra en conflicto con aquel
reino que “ata” (Lc 13,16)
e impide la libertad y plenitud de la vida de los hijos e
hijas de Abraham. La lucha con la alienación que anula a las personas es
particularmente importante en el ministerio de Jesús (ver Lc 10,18).
- La Biblia Septuaginta fue decisiva en la expansión
del naciente grupo cristiano y, a su vez, importante en la profundización de la
propia identidad. Esta expresaba lo “en común” con el pueblo de Israel, a la
vez que abría las puertas a la novedad.
Este anuncio
universal de la palabra, misionero, profético, centrado en el reinado de Dios y
movido por el espíritu me parece tema central.
Vaya todo esto
para celebrar que cumplo ¡¡¡70 años!!!
Hola Eduardo, muy interesante entrada, se agradece las citas y bibliografía para un tema tan interesante como este. No soy creyente pero estos temas del génesis bíblico, próximo oriente antiguo y la riqueza de la espiritualidad humana siempre me han llamado la atención. Me fui con un par de cosas aprendidas y eso te lo agradezco mucho, no sé si eres creyente o no, y si lo eres, bendiciones! y de nuevo, muchas gracias! un abrazo, ojalá sigas publicando más conocimiento
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