lunes, 3 de febrero de 2025

La voluntad de Dios

La voluntad de Dios

Eduardo de la Serna



Con mucha frecuencia de escucha alguna referencia a la “voluntad de Dios”, y, debo decirlo, en muchos casos la frase me hace “mucho ruido”.

Y el punto de partida, me parece, es cómo entiende que obra o no “Dios” la persona que pronuncia el dicho.

Cómo actúa Dios en la historia humana sería una pregunta fundamental. Veamos un ejemplo habitual: ante una enfermedad grave hay quienes no hacen nada (ni siquiera ir al médico) porque “se va a hacer la voluntad de Dios”, otros entienden que esa voluntad pasa por la oración, y entonces rezan o pretenden que otra persona lo haga por ellos (sanadores, por ejemplo), otros proponen una suerte de resignación ante lo que ocurra… Con cariño recuerdo a Xime, religiosa amiga muy querida. Cuando contrajo un cáncer, hizo todos los tratamientos que los médicos le indicaron, y una religiosa compañera de ella le dijo que rezaba “para que se haga la voluntad de Dios”, a lo que ella le dijo, “- la voluntad de Dios es que yo me cure, pero a lo mejor eso no ocurra”. ¡Y no ocurrió!

El punto de partida, para quienes creemos en Dios, por supuesto, es qué es eso de “la voluntad de Dios”. Si yo creyera que Dios está continuamente actuando en lo que ocurre, eso indicaría que la voluntad de Dios sería que alguien muriera y otra persona viviera, lo cual resulta muy extraño. ¿Es Dios el que actúa sanando o desentendiéndose de la salud de las personas? O, peor aún, ¿es voluntad de Dios que alguien muera? ¿No estamos afirmando que ese tal Dios es injusto y arbitrario? ¿Es ese el Dios que es padre-madre y que es amor?

Es razonable pensar que la voluntad de Dios es la vida, es la paz, la justicia, la alegría, la verdad… y donde no las hay, pues no se hace la voluntad de Dios, voluntad que los amigos y amigas de Dios deben buscar empecinadamente. Cuando se repetía la vieja oración que se atribuyó a Francisco de Asís: “donde haya odio, ponga amor, donde haya ofensa, ponga perdón…”, etc., no hacia sino poner en palabras todo esto. La voluntad de Dios no se hace si no la procuramos… Pero, a su vez, puede no hacerse porque hay fuerzas externas que lo impiden. Podemos procurar intensamente la paz, pero los violentos, los odiadores, los traficantes de armas, los genocidas pueden impedirla (¡y lo hacen!); podemos buscar insistentemente la verdad, pero los Medios de Comunicar mentiras, las “fake news”, los poderes hegemónicos, pueden lograr que triunfe el engaño; podemos trabajar por la salud, buscar por todos los medios medicinas y demás pero la debilidad humana pueden impedir que se mantenga… ¿Es voluntad de Dios la muerte, la violencia o la mentira, en estos casos? ¡Ciertamente no! Lo que, en esos casos, se realizó no es precisamente la voluntad de Dios, sino todo lo contrario.

Dios no “se llevó” a la persona querida que ha muerto violentamente… sí puedo creer que está con Dios, pero que no se lo llevó Él, se lo llevó un asesino o asesina, un violento (o una enfermedad), pero Dios no se desentiende y abraza; pero es otro tema… ¿Es voluntad de Dios que un asesino mate a alguien? Sería un Dios bastante extraño, el que “quiere” eso. El asesino ¿hace la voluntad de Dios? Ciertamente ¡no!

“¡Hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo!” repetimos… Es interesante mirar brevemente esto… Como es fácil notar en el Padrenuestro toda la primera parte se dirige a Dios (“tu…”) mientras la segunda parte refiere a la comunidad (“nuestro…”). Notemos una pequeña diferencia entre el texto de Lucas, probablemente más fiel al dicho de Jesús, y el de Mateo, más adaptado a la comunidad…

 

Mateo 6,10

Lucas 11, 2

¡Padre nuestro que estás en los cielos!

Santificado sea tu nombre,

10 venga tu reino,

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo;

Padre,

santificado sea tu nombre,

venga tu reino;

11 danos hoy nuestro pan de cada día...

3 el pan nuestro de cada día danos hoy…

 

A la frase frecuente de Mateo (“de los cielos”) aplicada a Dios, él añade “nuestro” para reforzar el sentido comunitario.

Santificar el nombre de Dios es un tema muy importante en el A.T., puesto que Israel sabe que, dado que es “pueblo de Dios”, con frecuencia ellos han “profanado” (lo contrario de “santificar”) el nombre divino con la infidelidad, la injusticia o el olvido de la ley de Dios (= su voluntad). Se pretende, entonces, santificar “el nombre” (= todo el ser divino) – con un obrar conforme a la fidelidad en medio de los pueblos.

Ese accionar es dejar que Dios reine (y por tanto que “venga su reino”). Dios (como todo rey) reina en la realización de su voluntad en la historia.

Mateo lo ejemplifica, por si hiciera falta, que, así como donde Dios vive (“en los cielos”) se hace la voluntad de Dios (porque es su propia “casa”) la comunidad está llamada a hacer en la historia la “voluntad de Dios”, es decir, su reinado, que está cerca (3,8; 4,17; 10,7), que pertenece a los pobres y a los perseguidos por practicar la justicia (5,3.10; cf. 6,33) y al que entran los que superen las normas y leyes viviendo el amor (5,19-20), que es la voluntad de Dios (7,21), no necesariamente aquellos que deberían haberlo hecho (8,12; 21,43); reinado que ya está presente aunque deba esperar su crecimiento por su propio dinamismo (cap. 13), pero al que muchos, aunque lo pretendan, no podrán ingresar, precisamente por su incapacidad de hacer la voluntad de Dios de hermandad universal, como no pasa un camello por el ojo de una aguja (19,23-24), sino los que alimentaron hambrientos, vistieron desnudos… (25,34). Esa es la voluntad de Dios que estamos invitados a buscar e intentar concretar en la historia…

La voluntad de Dios no se realizará porque Dios, como un gran “titiritero” maneja los hilos de la historia, sino porque nosotros, sus hijos e hijas, somos capaces de vencer la violencia, la mentira, la injusticia y la muerte buscando que Dios reine entre nosotros. De reino de Dios se trata eso de que se haga la voluntad de Dios.


Imagen tomada de https://silvinaschmidt.com/management/lideres-y-titiriteros/

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