Queturá (¿entre otras?)
Eduardo de la Serna
En los primeros capítulos de la Biblia es razonable que se intente dar, a los lectores, explicaciones de los orígenes de las cosas cotidianas para ellos. Un ejemplo evidente es ver cómo se fue poblando el mundo conocido, siendo que todos se originan en Adán y Eva, o en Noé y sus hijos… Así podemos ver que empieza a haber pastores, labradores (Gen 4,2), forjadores del cobre y el hierro (4,22), edificadores de ciudades (4,17) … Y, también el surgimiento de los pueblos conocidos en su entorno, como serán los ismaelitas, los cananeos, etc. (10,15-18).
Un caso interesante, aunque con aspectos no del todo claros, lo encontramos en la descendencia de Abraham. Ya hemos hablado de Isaac, el hijo de la promesa, hijo no solamente de Abraham, sino también de Sara; pero también de su primogénito, Ismael, hijo de la esclava egipcia Agar, obviamente, “padre” de los ismaelitas. Pero acá no termina todo …
Genesis 25,6 nos informa que Abraham tenía concubinas (en plural) con las que tuvo hijos, pero también aclara que estos fueron enviados “lejos” de su hijo Isaac, hacia el oriente (seguramente para indicar que “la tierra” [= Israel] pertenece a Isaac y su familia). Pero nada sabemos de estos familiares, salvo el caso de la descendencia de Queturá (25,1.4), quizás la favorita de estas concubinas. Con ella Abraham tiene seis hijos: Zimrán, Yoxán, Medán, Madián, Yisbac y Suj (Gen 25,2). Salvo el caso de Madián, todos estos nombres se encuentran solamente acá en la Biblia y en su paralelo de 1 Crónicas 1,32.33 y no sabemos en ella nada de estos ni de los orígenes o las regiones a los que aluda; aunque se hace referencia – en otras partes – al significado que esos nombres tienen, ya que “medán” significa discordia (cf. Pr 6,19; 10,12) y “suj” inclinación (cf. Pr 2,18); pero de los “personajes”, ¡nada más! Sin embargo, sí trasciende la persona de Queturá, que no es propiamente un nombre, ya que en Dt 33,10 es un término que refiere al humo del incienso. Esto invita a pensar en los nombres de los pueblos, arábigos en su mayoría (como dijimos, no mencionados en la Biblia, pero sí en otras fuentes), por los que atravesaba la importante “ruta del incienso”, que unía Egipto con la India.
Madián
sí es un pueblo bastante conocido en la Biblia, e incluso, una tradición afirma
que los que llevan a José a Egipto – luego del conflicto con sus hermanos – no
son los ismaelitas, sino los madianitas (ver Gen 37,28.36). Incluso, en Ex 18,1
se afirma que Jetró, suegro de Moisés, era “sacerdote de Madián”; pero, con mucha
frecuencia las relaciones entre madianitas e israelitas fueron tensas y
conflictivas (ver Núm 31,3; Jue 6,1...). El texto, además, menciona solamente la descendencia
de dos de estos hijos de Abraham y Queturá, de los otros cuatro desconocemos –
en la Biblia, repetimos – toda referencia a nombres o lugares:
Yoqsán engendró a Šeba y a Dedán. Hijos
de Dedán fueron los asuritas [los asirios], los letusíes y los leumies. Hijos
de Madián: Efá, Efer, Henoc, Abidá y Eldaá. Todos éstos, hijos de Queturá (Gen
25:3-4).
Los
pueblos del entorno a Israel se siguen “mostrando”, se sigue poblando la
tierra, pero la centralidad de Abraham y su promesa sigue siendo la clave de la
lectura.
Sin
embargo, a pesar de tratarse, nada menos que de “hijos de Abraham”, nada se
dice – en su caso – de una cierta herencia de la promesa. El texto afirma que Abraham los envía
lejos de Isaac, aunque “con donaciones”. Pero, ya lo hemos dicho, al morir el patriarca,
de su entierro no participa solamente Isaac, sino también Ismael (confirmando,
como hemos señalado en otro texto) la predilección, de Abraham por su
primogénito (25,9).
Para
nuestra mentalidad y cultura, muchos de estos elementos (aunque haya aspectos
mitológicos o legendarios) nos resultan extraños. Pero siempre es importante
recordar que el mundo de la Biblia es muy diferente al nuestro, y no es sensato
“forzarlo” para que encaje en nuestros esquemas. Por ejemplo, cuando pensamos
en una “familia”, eso implica esquemas y situaciones totalmente distintas en el
ayer y el hoy; y no es razonable ni proyectar nuestra mentalidad a los tiempos
bíblicos, ni tampoco pretender repetir hoy modelos de hace milenios. La Biblia
no pretende “canonizar” modos de vida ni estructuras, sino ir ayudándonos a
conocer a Dios, que se revela de a poco, pedagógicamente hasta mostrarse
plenamente en su hijo Jesús. Con Abraham empieza esta “historia”.
Imagen de las "3 esposas de Abraham" (1609) tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Cetura#/media/Archivo:Venice_Haggadah,_Family_of_Abraham.jpg
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