Isaac, el hijo de la promesa
Eduardo de la Serna
Hemos presentado, en su momento, a Abraham, Sara,
Agar, Ismael, pero no se puede obviar la referencia a Isaac, el hijo de la
promesa.
Sabemos, y dijimos, que Sara era estéril y, por lo
tanto, Abraham no tenía descendencia. El hijo que tendrá con Agar no es,
propiamente, el esperado. Este no debe ser sólo de Abraham, sino también de Sara.
Los relatos son variados insistiendo en el anuncio
del nacimiento, la desconfianza y – en alguna ocasión – la risa incrédula de
Sara. Pero, finalmente, el hijo nace: Isaac.
Es interesante que en el nombre “Isaac” está la raíz
hebrea shaq que significa reír, disfrutar, gozar, tener placer… y los textos
juegan con esto: Abraham se ríe de la promesa de tener un hizo en su edad
avanzada (Gen 17,17), Sara se ríe cuando escucha que será madre (Gen 18,12-15),
se enoja cuando ve a su hijo jugando y riendo con su medio hermano Ismael (Gen
21,9), se ríe de la alegría de ser madre y celebra que otras reirán con ella
(Gen 21,6), e incluso algunos ven a Isaac gozando con su mujer (26,8) con lo que se
revela la mentira en la que – al igual que Abraham – había dicho que esta era su
hermana para conservar la vida (ver Gen 26,1-14 y Gen 12,10-20 y 20,1-18). Así,
en el nombre, el relato toma la etimología popular del nombre Isaac y su
referencia a la risa (algunos estudiosos dicen que, en un sentido más
académico, el nombre hace referencia a la alegría, al placer de Dios mismo).
Es cierto que los textos no dan demasiada
importancia a este hijo y se detendrán más en su nieto, Jacob (al que luego se
lo llamará, ¡nada menos!, Israel), así Isaac es una especie de “bisagra” entre
Abraham y Jacob, pero hay algunos elementos que merecen ser tenidos en cuenta.
Es de notar que fuera del relato del Génesis, casi
siempre lo encontramos en la lista “Abraham, Isaac y Jacob (o Israel)”
(Ex 2,24; 3,6.15.16… Núm 32,11; Dt 1,8… Mt 8,11; Mc
12,26; Hch 3,13, etc.).
Al igual que ocurrirá con Jacob, hay preocupación de que no se casen con las mujeres “del lugar” (ver Gen 24,3-9 y 27,46-28,5).
Como
puede verse, hay elementos en común de Isaac con Abraham y también con Jacob lo cual
confirma su rol de “bisagra” entre uno y otro.
No puede ignorarse, en todo esto, el momento
dramático en el que Abraham es puesto a prueba y es invitado a sacrificar a su
hijo. Para reforzar el drama el texto dice: «Toma ahora a tu hijo,
tu único, Isaac, a quien amas, vete a tierra de Moriah y ofrécelo allí en
holocausto» (Gen 22,2). Es conocido que, finalmente, Dios impide la muerte de Isaac
y, entonces, Abraham lo reemplaza por un carnero que allí estaba enredado entre
las ramas con sus cuernos. Abraham lo ofreció “en lugar” de su hijo (22,13).
Sabemos que en la región eran frecuentes los sacrificios de personas (ver 2 Re
3,27; Ez 16,36).
Algunos ofrecían a su hijo a la divinidad como un modo de ser agradecidos por el
don de la fecundidad y con la esperanza de que esta se multiplicara. El relato,
entonces, deja constancia de que esos sacrificios no son queridos por Dios; de
hecho, a partir de entonces, es frecuente que ante el nacimiento del primer hijo, en Israel, se
ofrezca un cordero "en lugar" del hijo, aunque los pobres pueden ofrecer dos palomas (Lev 12,5-8;
como es el caso de María y José ante el nacimiento de Jesús, Lc 2,24).
Es interesante, que los textos
más tardíos, imaginan a Isaac alentando a su padre Abraham a dar cumplimiento a
lo pedido por Dios de ofrecerlo en holocausto, mostrando así su fidelidad al
proyecto de Dios. En el Evangelio de Juan, por ejemplo, la cruz de Jesús no la
lleva José de Arimatea (como en los evangelios sinópticos), sino el mismo Jesús, así como Isaac llevó las maderas
para el sacrificio (Gen 22,6; Jn 19,17).
Como vemos, Isaac no juega un
rol importante en el relato, pero es fundamental para el paso de la promesa de
Dios a Abraham a su concreción en Jacob – Israel. Y ese rol está caracterizado
por la alegría, el placer y la risa. De Dios y de su pueblo. La tristeza y la
amargura de corazón está muy lejos de ser algo que Dios quiere para nosotros.
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