Dos artículos sobre Carlos Mugica, cura y mártir
(+ 11 de mayo 1974)
Eduardo de la Serna
1.- Carlos Mugica, un cura siempre actual, publicado en Tiempo Argentino el 5 de mayo de 2018
2.- Una voz para los de voz acallada, publicado en Página 12 el 11 de mayo de 2018
I.- Carlos Mugica, un cura siempre actual
Hacer referencia a la figura de Carlos Mugica, cura asesinado por la
"Triple A" un 11 de mayo de 1974, no es algo novedoso, ya que su persona
fue motivo de videos, documentales, películas, foros y libros, y lo
sigue siendo (la nueva edición del excelente El Inocente, de María
Sucarrat es buen ejemplo de esto).
Pero no está de más aclarar
algunas cosas y profundizar otras al mirar la figura de Carlos en
nuestro tiempo. Se lo suele presentar como un "cura villero", lo cual
resulta ambiguo, sin duda. Para empezar porque el grupo de curas en
villas de emergencia pasó por diferentes etapas, personajes y criterios
pastorales en su historia, pero –además– con los estándares actuales de
lo que se ve de los "curas villeros" sería difícil afirmar que Mugica lo
era: celebraba también fuera de la villa (en Villa Luro los sábados y
en pleno centro la tarde de los domingos), era profesor en la
Universidad de El Salvador, no vivía en la villa, y tuvo una enorme
injerencia en los espacios políticos, cosa que expresamente los curas
villeros evitan. Pero sí es cierto que concentró su ministerio pastoral
en la Villa 31 y por sus "hermanos villeros" se jugó hasta el fondo.
No
está de más preguntarnos qué haría o diría hoy Carlos. Y –digámoslo– es
imposible saberlo. Pero sí podemos ver qué decía en circunstancias que
–en algunas cosas– se asemejaban a las actuales; cuando se pregunta
acerca de su rol (y el de los curas en general) ante la realidad
socio-económica decía:
"El problema hoy, en la Argentina, está en
convalidar o no el sistema capitalista liberal vigente, inevitablemente
subordinado al imperialismo. Y aquí no cabe el apoliticismo del
sacerdote. Los claros pronunciamientos del Magisterio no nos dejan
opción. Jamás podremos adherir a un sistema como el vigente en la
Argentina, afirmado esencialmente en la explotación del hombre por el
hombre. Un sistema cuyo motor es el lucro y que provoca, cada día,
desigualdades más irritantes, ya que como dice Pablo VI los ricos se
vuelven cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. (El
sacerdote y la política)".
Es curioso escuchar, de parte de
quienes sí "se meten en política" desde el silencio y la complicidad,
que no es tarea de los curas hacerlo; como si el cura pudiera permanecer
callado ante la muerte de su pueblo (o su rebaño, si se quiere utilizar
la metáfora pastoril propia de la Biblia). Carlos no dudaba en jugarse y
comprometerse desde lo que él y los suyos (porque nunca habló desde su
mera opinión, sino siempre como voz de un equipo o grupo) estaban
convencidos que era lo mejor para los pobres.
Por eso, en la recientemente "resucitada" "Misa para el Tercer Mundo" cantaba:
"Tú
que estás a nuestro lado fuerte y resucitado para empujarnos en la
lucha contra la injusticia y la explotación. Señor, piedad, Señor".
Para
decirlo sencillamente, los pobres lo convirtieron a Mugica. Lo
convirtieron en el encuentro con un Dios que prefiere a los pobres, que
vive entre los pobres y que habla por los pobres. Sistemas que
perjudican a los pobres eran claramente denunciados por su vehemencia y
claridad. Es de recordar la pelea fuerte que tuvo con J. A. Martínez de
Hoz en la Universidad de El Salvador por la defensa de este del
capitalismo. Es de recordar el rechazo que Carlos tenía por el Sheraton y
los Torinos, los dos "sacramentos" de la riqueza de entonces. Y es de
recordar su renuncia pública y consensuada al Ministerio de Bienestar
Social porque los pobres no eran tenidos en cuenta (y de recordar que
después de esto pronunció su frase "profética": "López Rega me va a
hacer matar"). Es evidente que cuando Carlos (o un cura) hace una clara
opción por los pobres, contra la pobreza, cuando denuncia que esa
pobreza es causada por políticas y por personas, a la vez que hay
políticas y personas que promueven o alientan políticas adversas que
benefician a los pobres, y que los pobres las reconocen como propias,
esa denuncia molesta a los poderosos, y deciden sacarse de encima al
profeta. A Carlos se lo sacaron de encima, pero su palabra y su ejemplo
siguen vigentes como siempre.
II.- Una voz para los de voz acallada
Hace 44 años, el 11 de mayo de 1974, en el barrio porteño de Villa
Luro fue asesinado Carlos Mugica, un cura comprometido con los pobres a
los que llamaba “mis hermanos”. Se “estrenaba” la Triple A, una suerte
de borrador de los grupos de tareas de la dictadura, como también lo fue
el rodrigazo o el levantamiento del brigadier Orlando Capellini. El
Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM) se había disuelto
el año anterior; su asesinato frenó todo intento de reunificación. El
grupo de Capital Federal publicó un libro, ¿El pueblo, ¿dónde está?, y
una obra musical con letra de Mugica “La Misa para el Tercer Mundo”
terminaba de grabarse por el Grupo vocal argentino. Ambas obras
prácticamente quedaron en cajones o baúles o fueron incineradas.
Empezaba una larga noche.
Pero los pobres de “la 31” primero, junto con aquellos que habían
sido y siguieron siendo “relocalizados” (a “Fuerte Apache”, por ejemplo)
mantuvieron fresca su memoria, unida a la del grupo de amigos y amigas
de Carlos, curas, laicas y laicos. Desde entonces hasta nuestros días
muchas obras vuelven una y otra vez a rescatar su figura: la “misa para
el Tercer Mundo” fue reeditada, se han publicado biografías, obras y
hasta monumentos a su persona. Por supuesto que “negacionistas” hay en
todas partes y cada tanto reaparecen algunas escasas y falsas voces que
repiten que no fue la Triple A la responsable del asesinato de Mugica.
Los dos demonios también existen en la Santa Madre.
El grupo de “pastoral de villas”, como se llamaban entonces, también
debió enfrentar el avance de las botas: muchas villas fueron sacadas a
fuerza de topadoras y fusiles, y muchos curas acompañaron a “sus
hermanos villeros” al destierro conurbano, otros lograron oponer
resistencia el desalojo. La 31 resistió una y otra vez; la memoria de
Carlos seguía vigente, como cuando el menemismo volvió a intentarlo y
varios curas comenzaron una huelga de hambre (1996).
A pesar de provenir de un ambiente aristocrático, Carlos supo
escuchar y supo ver. Y precisamente por eso supo dejarse convertir por
los pobres. Lo que prometía ser una promisoria “carrera eclesiástica”
(fue secretario privado del cardenal) quedó de lado cuando empezó a
poner los pies en el barro, sea en el chaco santafesino o en el barrio
Comunicaciones (en realidad, en Retiro había entonces varias villas una
pegada a la otra; la mayor parte fue desalojada para hacer la terminal
de ómnibus, y los depósitos de contenedores). La memoria de Carlos
permitió la resistencia.
El MSTM se propuso no hablar como grupo de temas “intraeclesiales”
(el celibato sacerdotal, uno de ellos, tenía entonces gran
trascendencia) porque pretendían expresamente –como se decía– “ser voz
de los que no tienen voz” y que sus voces no se confundieran, por
ejemplo, como una especie de “sindicato de curas”. Esto no impedía que
la jerarquía los cuestionara vehementemente: la conferencia Episcopal,
un importante grupo de curas y hasta el arzobispo los enfrentaron
decididamente (monseñor Aramburu más de una vez le insistió a Mugica que
dejara su ministerio, o incluso le exigió que guardara silencio por
dichos que cierta prensa atribuyó a Mugica, aunque este nunca
pronunció). Cuando –poco antes de su asesinato- le preguntaron a Mugica
si no tenía miedo de que lo mataran, dijo: “Lo que me da miedo es que el
arzobispo me eche de la Iglesia”, y cuando Héctor Botán, entonces
encargado de la “pastoral de villas” fue a hablar con el arzobispo
Aramburu sobre el asesinato, éste le dijo “ahora no me va a decir que
Mugica no era montonero”. Ser voz de los sin voz lo llevaba a confrontar
con los causantes de su silenciamiento, sean estos poderes políticos,
económicos o incluso eclesiales.
Al dejarse convertir por los pobres, Mugica vio con otros ojos el
peronismo, y luego de haber participado “del júbilo orgiástico de la
oligarquía” por el derrocamiento de Perón en 1955, llega a volver con el
General en el avión que lo trae de regreso a Buenos Aires en 1972. Su
compromiso con el peronismo no lo llevó a aceptar cargos partidarios
(rechazó la propuesta de candidatura a diputado por la Capital Federal)
pero no le impidió acompañar lo que creyó que era lo mejor para los
pobres y –a su vez– lo que “desde el pueblo mismo” se decía y donde se
estaba. Carlos tenía claro que “los pobres son el corazón del pueblo”.
Es curioso que algunos le cuestionaran a Mugica su compromiso político,
pero no lo hicieran con otros como el mismísimo santo Cura Brochero, por
ejemplo.
Aunque no era ni el vocero ni el delegado del MSTM, Carlos era una de
las voces más contundentes del grupo. Era la voz que había que callar; y
lo hicieron... pero fracasaron. Su voz sigue resonando “ahora más que
nunca”; y el eco de su voz quiere aún hoy seguir siendo acallado; la
derecha –ayer y hoy– no soporta que se escuche la voz de los pobres y
que algunos quieran repetirla.
Foto repetida en ambos periódicos
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