Un país sin periodistas
Eduardo
de la Serna
Antes de empezar a “pensar en
voz alta” quiero señalar que no creo que en el país (Argentina) no haya
periodistas. ¡Los hay! Y muchxs excelentes. El título pretende ser expresamente
provocativo. Lo admito. Pero no dejo de notar que muchos quisieran que no los
hubiera, sea entre los sectores del poder como en el seno de lo que una vez fue
el periodismo.
Como sabemos, el periodismo
fue llamado “el cuarto poder”. No sé si en sentido jerárquico o simplemente
descriptivo, pero cuarto, junto al legislativo, ejecutivo y judicial, los tres
poderes que constituyen la república democrática. Dejo de lado también, lo he
hecho y seguramente haré en otras entregas, el problema – o la gravedad –
cuando uno de los tres poderes no funciona independientemente. ¡Y muchas veces
no lo hacen! Entiendo que la imagen del “cuarto poder” tiene que ver con las
mismas características de los otros tres: independencia, control sobre los
otros y, por supuesto, ¡poder!
Pero convengamos que es, por
lo menos, ingenuo creer que los “tres poderes” constituyen el verdadero poder,
o todo el poder. Nadie puede ignorar que hay poderes, poderosos y hasta Todopoderosos más allá de los poderes de
la república. Más allá de los tres, o de los cuatro. Y es un problema grave
cuando esos Poderes (con mayúscula para distinguirlos) controlan uno, o los
cuatro republicanos. ¿Qué tanta democracia habría, si es el caso? El periodismo,
en tanto independiente, en tanto controlador y en tanto poder, tiene mucho que
aportar, sin dudas. Convengamos que todo control sobre un poder, ¡lo molesta!
Es sensato que así sea. Lo importante es que sea justo; que las leyes sean justas,
que los que ejecutan lo sean y – debería ser una obviedad, ¡y no lo es! – que el
poder judicial sea justo. Y es de esperar que también lo sea el periodismo.
Pero, ¿qué ocurre cuando el periodismo no es independiente, sino que está al
servicio del verdadero Poder? ¿Cuándo alguien – sea alguien real, por ejemplo “sobres”
mediante – o alguien introyectado en la mente del periodista le dicta qué
decir, qué callar, o hacia dónde direccionar la información? Es tan evidente que
a muchos y muchas que en otro tiempo parecían creíbles o resultaban razonables
hoy muchos los vemos como funcionales o sicarios de la pluma al servicio de
quienes todo lo pueden.
¿Y qué pasa cuando el
verdadero Poder, el que maneja los hilos “de
la marioneta universal”, se ha apoderado de todos los poderes, que hace las
leyes, las ejecuta y juzga y, además, las difunde o corrige según la
conveniencia de los que “tienen la sartén
por el mango, y el mango también”? cuando el Poder (que se expresa en lo
económico porque “todo se compra y todo
se vende”, según su ideología e idolatría) es dueño de todos – o casi – los
medios (es decir, lo que está en el medio, supuestamente entre la información y
los informados o informables) de
comunicación. Pasa que “el pueblo / demos”
deja de tener acceso a su derecho a la información porque esta no le llega, o
le llega deformada, y – por lo tanto – no puede decidir con sensatez ya que no
sabe bien qué ocurre, y a veces ni siquiera qué debe decidir.
¿Hace falta repetir que Tal
Medio ¡miente!? ¿O que tal experiodista es más un lobista que un comunicador,
que tal otro está al servicio de una campaña y aquel/lla necesita – muy razonablemente
– cuidar su trabajo y debe formar parte de la mentira sistemática? Para peor,
ante el auge de las redes sociales, gracias al Big Data, a la compra de información (gracias a los “servicios” de
Facebook, o Twitter, por ejemplo), las granjas de trolls y los call centers,
o incluso a los aportes del manejo de las tecnologías (manipular las redes para
que uno ponga “me molesta” y aparezca un “me gusta” y mostrar la inmaculada
imagen de la gobernadora es un buen ejemplo de eso que luego será repetido y
propalado por los medios de malinformación social. No está de más recordar aquí
que el politólogo coreano Byung Chul Han
afirma que “el neoliberalismo es el capitalismo del me gusta”).
Ayer escuchaba a un experiodista
que en un tiempo parecía razonable y creíble, y hoy lo veo desde un medio de
comunicación totalmente funcional al Poder; y no puedo menos que pensar, no
solamente qué bajo ha caído una profesión tan importante, o – también – la situación
difícil por la que atraviesan quienes se niegan a ser manipulados por los hilos
del titiritero y deben buscar el salario difícil por otros medios, o – y sobre
todo – la incapacidad que tienen los que son in/de-formados de buscar más y
mejor información y sólo pueden ser maleables por los dedos del Poder. Y,
pensaba, en la difícil tarea de quienes podemos decir una palabra (aunque sea
criticada, respondida, manipulada o hasta silenciada). Muchos no somos periodistas,
pero sí comunicadores; los cristianos (no solo los curas) debemos comunicar al
mundo “buenas noticias” (y que sean realmente buenas, y no “opio del pueblo”). En
un mundo de latifundio semiótico
(Florencia Saintout) resulta una fascinante, difícil y hasta incómoda
responsabilidad. Con la verdad encadenada tocará liberarla, y celebrar las
pequeñas victorias de aquello que Libertad, la amiga de Mafalda, decía: “una pulga no puede detener una locomotora,
pero puede llenar de ronchas al maquinista”.
Dibujo tomado de http://librerantes.com/mafalda-en-la-feria-del-libro-de-madrid/
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