miércoles, 13 de octubre de 2021

Candado en la boca

 Candado en la boca

Eduardo de la Serna




Muchas veces el querido Jorge Novak contaba esta anécdota:

La diócesis de Quilmes fue creada en 1976, tiempos en los que empezaba la feroz dictadura cívico-militar con bendición eclesiástica y él fue nombrado su primer obispo. Con ese motivo, el gobernador, el general Ibérico Saint-Jean, lo convocó para ofrecerle ayuda para la creación del obispado. Él fue – y aquí la anécdota – “fui con la firme decisión que plata en el bolsillo no significara candado en la boca”. Si hay algo cierto es que ¡no lo significó! Más de una vez, contaba también, al volver de noche a su casa y ver un auto con gente dentro, que se decía “¡quizás ahora me toca a mí!” Era el “precio” de no haber callado.

Todo indica, y él lo decía más de una vez, que fue elegido obispo por ser una persona de escritorio y no tener mucha “conexión con la realidad”. Sólo que – al elegirlo – no tuvieron en cuenta dos cosas fundamentales: sabía escuchar y creía en el Espíritu Santo.

Escuchar era algo fundamental en su ministerio y su vocación de pastor; ¡y vaya si escuchó! Esa realidad, de la que parecía desconectado, le gritó al oído y le agredió los ojos. ¡Y escuchó! La Biblia nos presenta un Dios dispuesto a escuchar, y – por lo tanto – incapaz de permanecer indiferente ante el “clamor de su pueblo”, los gritos o aullidos de dolor, del dolor de la violencia, de los látigos de los capataces egipcios. Y Jorge Novak no pudo, no supo, no quiso permanecer en un escritorio – esta vez episcopal – ante los clamores de madres a las que sus hijos les fueron arrancados. Y esto le implicó también conflictos en el seno de su cuerpo colegial (sus “colegas”). Recuerdo que, en un viaje a Europa había podido conseguir de una institución alemana un subsidio para ayudar a las madres o familias a las que el genocidio les había secuestrado la esperanza. Y recuerdo, también, que un eminentísimo cardenal cordobés frenó ese subsidio.

Vaya una anécdota personal: yo había vivido un seminario bastante eclesiocéntrico; la “obediencia” y “el obispo” eran casi el centro de la vida. Después de una serie de “no” logré que el cardenal me permitiera ir (venir) a la diócesis de Quilmes, y un tiempo antes viajé a Bolivia, donde vi otra Iglesia (creo que Juan Pablo se ocupó de ella, para que no sea “otra”). Allí me di cuenta que – si, por ejemplo, la Iglesia dice “opción por los pobres” y un obispo no lo trasunta en sus actividades pastorales, mi obediencia debe ser a la Iglesia, no al obispo, porque ¡él es el desobediente, no yo! Al llegar a Quilmes, vi que Novak tenía esa misma actitud, y por eso podía tener conflictos con sus “hermanos obispos”, porque él era, por ejemplo, fiel a Medellín y Puebla, o a lo que decía el mismo Papa. Por ejemplo, si Puebla había alentado las Comunidades Eclesiales de Base, ¿por qué no las acompañaría en Quilmes aunque fueran rechazadas por sus colegas?

Todo eso fue consecuencia de que Novak supo escuchar. Supo tener un oído en el pueblo, y dejarse conmover por sus clamores.

Pero también creía en el Espíritu Santo (de hecho, ese fue su lema episcopal: “¡Ven, Espíritu Santo!”). Una vez, bromeando, con un histórico cura del MSTM le decía que hay obispos que creen que escuchan al Espíritu Santo y obispos que creen que lo tienen atado, y él me corrigió: “- te falta un grupo: ¡los obispos que creen que ellos son el Espíritu Santo!” Nadie que conociera a Novak dudaría un segundo en afirmar que era una persona de profunda oración. Y creer en el Espíritu Santo significa estar abierto a la novedad de aquel que “sopla donde quiere”, o del que “hace nuevas todas las cosas”. No se ató a viejos esquemas, a recetas o a códigos preestablecidos, sino que también escuchó al Espíritu Santo, a aquel que Pablo VI había llamado “el alma de la Iglesia”.

En la Biblia, el espíritu de Dios, la ruah, es la fuerza, el impulso con el que Dios anima y alienta (dos palabras “parientas”) a su pueblo, o a los que él envía para acompañarlo, guiarlo, iluminarlo o corregirlo…  El Credo dice que el Espíritu Santo “habló por los profetas”, precisamente.

Y Novak supo poner el otro oído en las cosas de Dios, el que sopla en lo inesperado con una dirección de vida.

Así, después de escuchar los clamores de la vida y la muerte, y después de escuchar al Espíritu de Dios, Novak hablaba (o escribía). Por eso, como aquel otro profeta que proponía tener un oído en el Evangelio y otro oído en el pueblo, Novak fue, también él, profeta. Una voz que, en ocasiones, clamaba en el desierto, una voz silenciada por los medios y por sus hermanos, pero “podrán callar al profeta / pero su voz de justicia no / y le impondrán el silencio / y su palabra no callará”, como dice la canción El Profeta dedicada a monseñor Romero. Y no puedo menos que recordar al profeta Ezequiel: amenazado por Dios si calla cuando debe hablar, pero mudo para no hablar sino cuando Dios lo convoca.

Quizás hoy falten obispos profetas, ¡quizás! Pero nada impide que el Espíritu siga soplando, el pueblo siga clamando y haya (debiera haber) quienes tengan los dos oídos atentos para después pronunciar palabras. Quizás molestas. Quizás duras. Pero, eso sí, sin un candado en la boca.

 

Fresco del profeta Ezequiel tomado de https://painting-planet.com/el-profeta-ezequiel-fresco-michelangelo-buonarroti/

 

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