jueves, 1 de agosto de 2024

Juldá, una profetisa fundamental

Juldá, una profetisa fundamental

Eduardo de la Serna



En la Biblia no se suele destacar abundantemente el rol de las mujeres. Tiene una cierta lógica cultural e histórica que así sea; pero eso no significa que no haya habido muchas mujeres ocupando papeles muy importantes para el pueblo. Este es el caso de Juldá, una mujer que es mencionada sólo dos veces en la Biblia (en dos textos que son paralelos entre sí: 2 Re 22,14 / 2 Cro 34,22), pero que con su palabra marcó para siempre el judaísmo, muchas de cuyas consecuencias siguen vigentes hasta el día de hoy.

El pueblo judío tenía muchos lugares de culto, con sacerdotes y levitas dispersos por todo el país, que no tenían injerencia en la política que era cada vez más ajena a la voluntad de Dios. Los profetas denunciarán con dureza a los malos reyes, malos jueces o sacerdotes e incluso a falsos profetas por no decir palabras claras o no conducir a su pueblo por los caminos de Dios. En este contexto surge un nuevo rey, Josías, que gobernó en Judá entre los años 640 hasta el 609 a.C. Un rey que – al decir del libro de los Reyes – fue uno de los tres mejores reyes de toda la historia del pueblo de Dios (junto con David y Ezequías; ver 2 Re 22,2).

La política internacional era muy complicada, Asiria – a la que los judíos estaban sometidos – estaba en decadencia y en el horizonte surgía una nueva potencia, Babilonia. Josías ve en el conflicto entre estos dos poderosos, a muchos kilómetros de distancia, una buena ocasión para tomar decisiones políticas independientes. Y en ese mismo contexto, al restaurar el templo de Jerusalén, encuentran un rollo de la ley el cual dará a toda la reforma que el rey estaba poniendo en práctica, un sustento teológico. La voluntad de Dios marcará, entonces, el camino de la reforma, en la que se confrontará con los dioses de los demás pueblos. Pero – para poder tener la garantía de que en el culto no haya contaminación con los ídolos – se indica un solo y único lugar de culto para todo el pueblo judío, ¡el Templo de Jerusalén! El único Dios supone un único lugar de culto, el templo. Pero, ¡y acá lo principal!, ¿cómo estar seguros que esto que se pretende llevar a cabo es voluntad de Dios? Para semejante emprendimiento, tan decisivo, que implica la relación del pueblo con su Dios, se debe consultar a un profeta que en nombre de Yahvé asegure que esto es conforme al deseo divino. ¿Y a quien consulta el rey? ¡A Juldá! (todo esto se narra en 2 Re 22 y 23)

El rey encarga al sacerdote del templo, Jilquías, y a otros que vayan “a consultar a Yahvé por mi” (2 Re 22,13). El rollo encontrado es muy duro, y es indicio de que Dios ha de estar muy molesto con su pueblo a causa de tanta desobediencia (= idolatría). Ellos consultan a la profetisa y Juldá hablará. Su palabra tiene dos partes, la primera manifestando la cólera de Dios porque el pueblo lo ha abandonado (y ha seguido a otros dioses; 22,16-17). La segunda, dirigida al rey, felicitándolo por su actitud religiosa y fiel a Dios anunciándole una muerte en paz (22,18-20).

Esto será decisivo en la futura actitud reformista de Josías que alentará el cambio; un cambio que perdurará en Israel (por ejemplo, si Jesús y los suyos peregrinan para la Pascua a Jerusalén es porque solo allí se dará culto, conforme a la reforma de Josías; si hoy el judaísmo no tiene templo es porque sólo puede haber uno y el antiguo está en ruinas, el “muro de los lamentos”). Todo esto está originado en la palabra de Juldá que garantizó, de parte de Dios, el accionar del rey. La reforma de Josías fue uno de los hechos religiosos más importantes de toda la historia del Israel bíblico, y tuvo su concreción, su “bendición”, en la voz de una mujer, una casi desconocida profetisa.

Sin duda Juldá ha de haber sido una mujer muy importante, por eso es ella y no otro profeta el consultado; probablemente cercana a la corte ya que su marido era el encargado de la ropa real. Que su accionar haya sido luego disimulado o silenciado seguramente se debe al machismo imperante, pero en el que no pudieron callar que sólo a partir de la palabra profética de esta mujer la reforma más importante de Israel pudo llevarse a cabo.

No es Juldá la única profetisa de Israel. Ha habido otras tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento (cf. Ex 15,20; Jue 4,4; Is 8,3; Lc 2,36; Hch 21,9; 1 Cor 11,5); y no son pocas las mujeres de ayer y hoy por intermedio de las cuales Dios sigue hablando. Es de esperar que el machismo no silencie sus voces y – como Josías – la humildad nos guíe y sepamos escuchar en ellas la voz de Dios.

 

Foto tomada de https://cvclavoz.com/archivo/5-profetisas-en-la-biblia-que-quiza-no-conocias/

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