jueves, 22 de agosto de 2024

Una viuda de Sarepta

Una viuda de Sarepta

Eduardo de la Serna



El capítulo 17 del primer libro de los Reyes nos habla del profeta Elías, pero dedica una buena parte (desde el v.9 hasta el final del capítulo) a su encuentro con una viuda que tiene un hijo. Se nos dice muy poco de esta mujer (ni siquiera sabemos su nombre) pero hay varios elementos a tener en cuenta.

Elías tiene un gran conflicto con el rey Ajab. La raíz del problema está en la influencia que tiene Jezabel, su esposa, en la corte, y la proliferación de la idolatría que el libro de los Reyes atribuye a la reina (sobre Elías y sobre Jezabel ya hemos escrito). Lo cierto es que una sequía muy grave se desata sobre el pueblo y no lloverá hasta que Dios lo provoque (v.1). Como dijimos, Jezabel era hija de un sacerdote de Sidón (Fenicia). Lo interesante es precisamente el contraste, porque, ante la sequía, Dios envía a Elías a Sarepta, tierra de Sidón (v.9). Es decir, una mujer de Sidón va al encuentro de un varón en Israel (Jezabel y Ajab) y un varón israelita va a la tierra de Sidón al encuentro de una mujer (Elías y la viuda). El contraste estará entre ambas actitudes. Para el texto bíblico, lo que caracteriza a Jezabel es que no se deja guiar por la palabra de Dios sino por los ídolos. Ahora una mujer de Sidón escuchará la voz de Dios pronunciada por el profeta.

Las escenas entre la viuda y Elías son dos, y en ambas lo que importa es la palabra que el profeta pronuncia y que la mujer escucha.

En la primera, Dios “manda a una viuda” que alimente al profeta (v.9), pero ese mandato de Dios es pronunciado a la mujer por la palabra de Elías: “Así dice el Señor, Dios de Israel…” (v.14; notar lo de “Dios de Israel” dicho a una fenicia y en tierra no judía… No se supone que una fenicia acepte lo que diga “ese dios extranjero”). Ella se marcha “a hacer lo que le dijo Elías” (v.15).

En la segunda escena, el hijo de la viuda, enferma y muere (v.17). La mujer atribuye la muerte a un castigo de Dios (“recordar mis culpas”, v.18), cosa que también Elías piensa (v.20). Pero él intercede por el niño ante Dios: se recuesta tres veces sobre él (una imagen para comunicar la energía vital) y pide a Dios por que la vida “vuelva” al niño (v.21). La voz del profeta es escuchada por Dios y puede entregarle el hijo a su madre. Ella finaliza afirmando que “¡Ahora reconozco que eres un profeta y que la palabra de Dios que tú pronuncias se cumple!” (v.24). Nuevamente la palabra del profeta está en el centro del acontecimiento.

En la primera escena la mujer confía en la palabra del profeta y le da de comer lo único que le quedaba para ella y su hijo porque por su intermedio Dios le dijo que “El cántaro de harina no se vaciará y en la aceitera, el aceite no se agotará hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra” (v.14). En la segunda escena la mujer entrega el cadáver de su hijo al profeta quien se lo devuelve vivo. La palabra del profeta es palabra de Dios. Una mujer de Sidón, en tierra fenicia, supo escucharlo. En tierra de Israel un rey no ha escuchado la voz del profeta sino la de su mujer de Sidón y, la sequía, la falta de alimento, la muerte de ganado y gente (ver 18,5) fueron la consecuencia. En tierra de Sidón, una mujer ha escuchado la voz del profeta de Israel. Es interesante, por el contraste, notar que la viuda de Sarepta obedece algo aparentemente imposible (que no se acabaría el aceite y la harina, del que solo quedaba muy poco, hasta que volvieran las lluvias) porque “Dios lo dice”, según lo afirma el profeta.

Esta situación es retomada por el Evangelio de Lucas para mostrar que el ministerio de Jesús es universal, no sólo para el pueblo de Israel (Lc 4,26). Los textos nos muestran que lo principal no es el ámbito de pertenencia, las raíces que podamos mostrar u ostentar, sino la capacidad de escucha de la palabra de Dios pronunciada por intermedio de aquellos que Él ha enviado. Y muchas veces Dios elige hablar en los lugares o por intermedio de las personas más inesperadas.


Imagen tomada de https://www.delamanodedios.org/post/la-provisi%C3%B3n-de-dios

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