sábado, 29 de septiembre de 2018

Un profeta que habla a nuestro tiempo


Un profeta que habla a nuestro tiempo


Eduardo de la Serna



Mirando la actual realidad, la vida-muerte de los pobres del pueblo, los preferidos del Dios de Jesús, no puedo menos que recordar un texto fascinante del profeta Miqueas. Muchas cosas pueden pensarse a la luz de nuestra historia mirando el capítulo 3, pero me voy a detener en un breve párrafo.

El Salmo 14 había dicho «¿Pero no aprenderán los malhechores, que devoran a mi pueblo, que devoran el grano del Señor que no han cosechado?» (v.4) y el proverbio tomaba una imagen semejante: «gente con navajas por dientes y cuchillos por mandíbulas, para extirpar de la tierra a los humildes y del suelo a los pobres». (Pr 30:14), pero Miqueas avanza mirando su realidad con una crueldad nunca vista.

Ya no se dirige a “malhechores” sino que con firmeza les habla a los “jefes” (lit. “cabezas”, rosh) y dirigentes. Puede estar refiriéndose a los mismos en un paralelismo sinónimo, o a dos semejantes en un paralelismo sintético. Puede referirse a los jefes (rosh) militares, que abusan de los campesinos (es tema importante en Miqueas, y es lo que ocurre con los campamentos militares que rodean la localidad de Moreshet de donde es oriundo el profeta). Los otros son los conductores de la ciudad, los “príncipes”, traduce Schökel. Lo cierto es que se dirige a los que ejercen el poder.

Su responsabilidad es ejercer el derecho (mishpat), interesarse en la administración de la justicia, atender la causa de los débiles (Am 5,15; Is 1,23), pero hay desinterés de los jueces, tergiversación de las sentencias, abuso del orden jurídico con lo que perjudican a los pobres. “Cuando la autoridad deja de concebirse como un servicio al pueblo, éste se convierte en presa del poder” (J. L. Sicre, Con los pobres de la tierra, Madrid 1984, 282). Amós había hablado de los banquetes (6,4-6), Miqueas traslada la misma imagen al matadero.

Pero estos no sólo tienen y ejercen su poder, sino que además se creen justos, amigos de Dios (además que tienen junto a ellos quienes les hablan en nombre de Dios por dinero profetizando lo que les agrada, 3,5). Estos edifican la ciudad con la sangre de los pobres (v.10) aprovechando que 
«sus jueces juzgan por soborno, sus sacerdotes predican a sueldo, sus profetas adivinan por dinero; y encima se apoyan en el Señor diciendo: ¿No está el Señor en medio de nosotros? No nos sucederá nada malo». (v.11)

Miqueas 
No ama Jerusalén, ni sus edificios ni su progreso. No cree en sus tribunales de justicia. No se siente contento de estar en la ciudad. No desea su paz. Igual que Amós, no es un turista ni un peregrino, sino un profeta que descubre el revés de la trama. Prosperidad y progreso están construidos con la sangre de los pobres, a base de injusticias”. (J. L. Sicre, Introducción al profetismo bíblico, Navarra 2011, 404).

Lo que afirma, entonces, con toda crudeza Miqueas es que despellejan, cortan, rompen, pero al pueblo presentado como carne del banquete.

«Pero yo digo: Escúchenme, jefes de Jacob, príncipes de Israel: ¿no les toca a ustedes ocuparse del derecho, ustedes que odian el bien y aman el mal? Arrancan la piel del cuerpo, la carne de los huesos, se comen la carne de mi pueblo, le arrancan la piel, le rompen los huesos, lo cortan como carne para la olla, como ración para la cacerola» (Miq 3:1-3).

Es interesante que en el lenguaje de los mitos, Génesis había dicho que el primer ser humano, varón y mujer, al igual que todos los animales, se alimentaría de vegetales: la muerte no estaba incluida en el designio creador de Dios (1,29), pero después que la maldad humana “cundía sobre la tierra” (6,5) y luego del diluvio con el que todo vuelve a empezar, se permite alimentarse de carne (9,3 sólo que debe comerse sin “sangre” porque es el “alma”, el don de Dios). La muerte, la carne, no estaba en el designio del Dios de la vida [queda, además, un interesante clima anti imperial babilónico en el contexto que no es el caso analizar aquí]. Las cosas son distintas en el ambiente de Miqueas.

El clima crítico no es entre opresores y oprimidos sino entre los dirigentes y “mi pueblo” (= término que expresa la alianza de Dios con Israel), "jefes" que hacen lo contrario a aquello que debieran (el derecho).

En este clima crítico, expresar la injusticia, la violencia, la opresión con imágenes antropófagas ciertamente resulta muy duro en Israel. Resulta violento y chocante y dice del modo más vehemente posible de qué lado está Dios en este conflicto.

“Devoran a mi pueblo” debemos repetir sin dudarlo, aunque resulte crudo; devoran y le arrancan la carne, arrancan la piel, rompen los huesos… lo cortan. Antropófagos contemporáneos, crueles de toda crueldad, en lugar de ejercer el derecho, en lugar de administrar justicia, les arrancan la vida a los pobres, los devoran. Claro que estos hoy lo hacen “con cuchillo y tenedor”. Of course.


Foto tomada de https://mx.depositphotos.com/187422862/stock-photo-banquet-decorated-table-cutlery-wedding.html

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